Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la resurrección de Lázaro
Estando Lázaro enfermo avisaron a Cristo sus hermanas, detúvose dos días, y cuando llegó ya estaba enterrado. Fue a la sepultura, gimió, lloró y oró; hizo mover la losa del sepulcro, llamóle y salió afuera vivo, mandó desamortajarle y que se fuese a su casa, y muchos creyeron en Él por este milagro.
Punto I.- Considera cómo en cayendo Lázaro enfermo, avisaron sus hermanas a Cristo diciendo: el que amas está enfermo: en que has de meditar la presteza de estas santas hermanas en acudir al Salvador en sus trabajos a pedirle remedio, porque es el médico soberano a quien hemos de acudir todos para que nos remedie en los nuestros. Considera también que no le piden que venga a curarle, ni que desde allá mande a la enfermedad que le deje como el Centurión, sino que lo sepa, no porque lo ignorase, sino para manifestar su fe y la confianza que tenían en su piedad, y que no querían otro médico sino a Él. Aprende a hacer lo mismo en tus trabajos y a poner toda tu confianza en Dios, y preséntate delante de su Divina Majestad, que Él te mirará con ojos de misericordia y la tendrá de ti. Repara también en aquellas palabras: el que amas está enfermo; que así trata Dios a los que ama. Y si te hallares con enfermedades y trabajos y ocasiones de paciencia; cree que son prendas que te da el Señor del amor que te tiene como a Lázaro; recíbelas como a tales, y pídele gracia para llevarlas con paciencia por su amor.
Punto II.- Considera cómo recibida la carta de Marta y María, no fue luego Cristo a consolarlas y dar salud a Lázaro su hermano, sino que se detuvo, hasta que murió y fue sepultado, lo uno para hacer prueba de su fe y darles ocasión de mayor merecimiento; lo otro para manifestación de su gloria, resucitándole de los muertos. Porque como dice San Ambrosio, si no le dejara morir, no pudiera resucitarle, ni hacerles una tan grande merced, como fue reducirle a la vida después de cuatro días de muerto; no te despeches, si no te concede luego Dios lo que pides; que si lo dilata es para hacer ostentación de su gloria, y doblarle las mercedes, cuando parezca imposible a todo juicio humano lo que le suplicas, como la salud de Lázaro muerto y podrido en un sepulcro.
Punto III.- Considera aquellas palabras que dijo Cristo a sus discípulos cuando recibió la carta de las hermanas de Lázaro: Lázaro nuestro amigo duerme y voy a despertarle del sueño, porque la muerte de los amigos de Dios es un dulce sueño y un suave descanso con nuevos alientos y salud permanente, como fue esta muerte de Lázaro, de la cual despertó a los cuatro días con mayor salud que antes; pero la muerte de los malos es un tormento eterno, sin apelación ni remedio para recuperar la vida. Pondera esto en tu corazón, y pues necesariamente has de morir, dispón tu vida ya, se manera que tu muerte sea sueño y descanso, y no tormento eterno.
Punto IV.- Camina con el Redentor a la casa de Marta y María, mira y contempla todo lo que allí pasa para bien de tu alma, cómo le salen a recibir las hermanas, el agrado con que les habla Cristo, los parientes y amigos que las acompañan llorando; cómo les preguntó por él, y ellas le llevaron a su sepulcro; cómo mandó quitar la losa, aunque pudiera resucitarle sin quitarla, pero quiso darles parte para su merecimiento, y enseñarnos a aliviar en lo que pudiéramos la carga a los difuntos orando por ellos, mira cómo la levantan y descubren aquella cueva tenebrosa llena de podredumbre; ya está quitada la tapa; mírate en ese espejo, y acuérdate cuán presto te has de ver en compañía de los otros muertos; pon los ojos con atención en Cristo, mírale cómo se turba, gime y llora, y no dejes caer sus lágrimas preciosas en tierra. ¡Oh Señor! ¿Por qué lloráis si le queréis resucitar? Por eso mismo, dice San Jerónimo, porque se hallaba obligado con los ruegos de sus hermanas a volverle a los riesgos y calamidades de esta vida, en que verás cuánto mejor suerte es, y más de envidiar la de los que han salido de ella, que la de los que están en ella; y si no medita lo que dice San Pedro Crisólogo, que lloró Cristo porque habiendo tantos muertos no había de resucitar más que a uno.
Por el P. Alonso de Andrade
De la resurrección de Lázaro
Estando Lázaro enfermo avisaron a Cristo sus hermanas, detúvose dos días, y cuando llegó ya estaba enterrado. Fue a la sepultura, gimió, lloró y oró; hizo mover la losa del sepulcro, llamóle y salió afuera vivo, mandó desamortajarle y que se fuese a su casa, y muchos creyeron en Él por este milagro.
Punto I.- Considera cómo en cayendo Lázaro enfermo, avisaron sus hermanas a Cristo diciendo: el que amas está enfermo: en que has de meditar la presteza de estas santas hermanas en acudir al Salvador en sus trabajos a pedirle remedio, porque es el médico soberano a quien hemos de acudir todos para que nos remedie en los nuestros. Considera también que no le piden que venga a curarle, ni que desde allá mande a la enfermedad que le deje como el Centurión, sino que lo sepa, no porque lo ignorase, sino para manifestar su fe y la confianza que tenían en su piedad, y que no querían otro médico sino a Él. Aprende a hacer lo mismo en tus trabajos y a poner toda tu confianza en Dios, y preséntate delante de su Divina Majestad, que Él te mirará con ojos de misericordia y la tendrá de ti. Repara también en aquellas palabras: el que amas está enfermo; que así trata Dios a los que ama. Y si te hallares con enfermedades y trabajos y ocasiones de paciencia; cree que son prendas que te da el Señor del amor que te tiene como a Lázaro; recíbelas como a tales, y pídele gracia para llevarlas con paciencia por su amor.
Punto II.- Considera cómo recibida la carta de Marta y María, no fue luego Cristo a consolarlas y dar salud a Lázaro su hermano, sino que se detuvo, hasta que murió y fue sepultado, lo uno para hacer prueba de su fe y darles ocasión de mayor merecimiento; lo otro para manifestación de su gloria, resucitándole de los muertos. Porque como dice San Ambrosio, si no le dejara morir, no pudiera resucitarle, ni hacerles una tan grande merced, como fue reducirle a la vida después de cuatro días de muerto; no te despeches, si no te concede luego Dios lo que pides; que si lo dilata es para hacer ostentación de su gloria, y doblarle las mercedes, cuando parezca imposible a todo juicio humano lo que le suplicas, como la salud de Lázaro muerto y podrido en un sepulcro.
Punto III.- Considera aquellas palabras que dijo Cristo a sus discípulos cuando recibió la carta de las hermanas de Lázaro: Lázaro nuestro amigo duerme y voy a despertarle del sueño, porque la muerte de los amigos de Dios es un dulce sueño y un suave descanso con nuevos alientos y salud permanente, como fue esta muerte de Lázaro, de la cual despertó a los cuatro días con mayor salud que antes; pero la muerte de los malos es un tormento eterno, sin apelación ni remedio para recuperar la vida. Pondera esto en tu corazón, y pues necesariamente has de morir, dispón tu vida ya, se manera que tu muerte sea sueño y descanso, y no tormento eterno.
Punto IV.- Camina con el Redentor a la casa de Marta y María, mira y contempla todo lo que allí pasa para bien de tu alma, cómo le salen a recibir las hermanas, el agrado con que les habla Cristo, los parientes y amigos que las acompañan llorando; cómo les preguntó por él, y ellas le llevaron a su sepulcro; cómo mandó quitar la losa, aunque pudiera resucitarle sin quitarla, pero quiso darles parte para su merecimiento, y enseñarnos a aliviar en lo que pudiéramos la carga a los difuntos orando por ellos, mira cómo la levantan y descubren aquella cueva tenebrosa llena de podredumbre; ya está quitada la tapa; mírate en ese espejo, y acuérdate cuán presto te has de ver en compañía de los otros muertos; pon los ojos con atención en Cristo, mírale cómo se turba, gime y llora, y no dejes caer sus lágrimas preciosas en tierra. ¡Oh Señor! ¿Por qué lloráis si le queréis resucitar? Por eso mismo, dice San Jerónimo, porque se hallaba obligado con los ruegos de sus hermanas a volverle a los riesgos y calamidades de esta vida, en que verás cuánto mejor suerte es, y más de envidiar la de los que han salido de ella, que la de los que están en ella; y si no medita lo que dice San Pedro Crisólogo, que lloró Cristo porque habiendo tantos muertos no había de resucitar más que a uno.