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domingo, 23 de junio de 2019

MEJOR LA CARCEL A TENER QUE FIRMAR UN ACUERDO: CARD. MINDZENTY


"No todo es en la cárcel maldad y ruindad. También hay cosas buenas. La cárcel preserva de algunos peligros y tentativas. A mi me resguardó de tener que prestar un juramento de fidelidad a los verdugos de mi pueblo, de llegar a un acuerdo con aquellos que habían pisoteado a la Iglesia."

MEMORIAS DEL CARDENAL MINDZENTY

jueves, 20 de junio de 2019

SAN VICENTE DE LERINS ADVIERTE SOBRE INNOVACIONES DOCTRINALES

CONMONITORIO  434 AD (San Vicente de Lerins)

"2. Habiendo interrogado con frecuencia y con el mayor cuidado y atención a numerosísimas personas, sobresalientes en santidad y en doctrina, sobre cómo poder distinguir por medio de una regla segura, general y normativa, la verdad de la fe católica de la falsedad perversa de la herejía, casi todas me han dado la misma respuesta: «Todo cristiano que quiera desenmascarar las intrigas de los herejes que brotan a nuestro alrededor, evitar sus trampas y mantenerse íntegro e incólume en una fe incontaminada, debe, con la ayuda de Dios, pertrechar su fe de dos maneras: con la autoridad de la ley divina ante todo, y con la tradición de la Iglesia Católica».
   Sin embargo, alguno podría objetar: Puesto que el Canon* de las Escrituras es de por sí más que suficientemente perfecto para todo, ¿qué necesidad hay de que se le añada la autoridad de la interpretación de la Iglesia? 
   Precisamente porque la Escritura, a causa de su misma sublimidad, no es entendida por todos de modo idéntico y universal. De hecho, las mismas palabras son interpretadas de manera diferente por unos y por otros. Se podría decir que tantas son las interpretaciones como los lectores. Vemos, por ejemplo, que Novaciano* explica la Escritura de un modo, Sabelio* de otro, Donato*,  Eunomio*, Macedonio*, de otro; y de manera diversa la interpretan Fotino*, Apolinar*, Prisciliano*, Joviniano*, Pelagio*, Celestio* y, en nuestros días, Nestorio* .
   Es pues, sumamente necesario, ante las múltiples y enrevesadas tortuosidades del error, que la interpretación de los Profetas y de los Apóstoles se haga siguiendo la pauta del sentir católico.
   En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros.
3. ¿Cuál deberá ser la conducta de un cristiano católico, si alguna pequeña parte de la Iglesia se separa de la comunión en la fe universal?
   -No cabe duda de que deberán anteponer la salud del cuerpo entero a un miembro podrido y contagioso.
   - Pero, ¿y si se trata de una novedad herética que no está limitada a un pequeño grupo, sino que amenaza con contagiar a la Iglesia entera? 
   -En tal caso, el cristiano deberá hacer todo lo posible para adherirse a la antigüedad, la cual no puede evidentemente ser alterada por ninguna nueva mentira.
   ¿Y si en la antigüedad se descubre que un error ha sido compartido por muchas personas, o incluso por toda una ciudad, o por una región entera?
   -En este caso pondrá el máximo cuidado en preferir los decretos -si los hay- de un antiguo Concilio Universal, a la temeridad y a la ignorancia de todos aquellos.
   ¿Y si surge una nueva opinión, acerca de la cual nada haya sido todavía definido?

   -Entonces indagará y confrontará las opiniones De nuestros mayores, pero solamente de aquellos que, siempre permanecieron en la comunión y en la fe de la únic Iglesia Católica y vinieron a ser maestros probados de la misma. Todo lo que halle que, no por uno o dos solamente, sino por todos juntos de pleno acuerdo, haya sido mantenido, escrito y enseñado abiertamente, frecuente y constantemente, sepa que él también lo puede creer sin vacilación alguna."



[NdB] A continuación se contrasta el Conmonitorio con esta Declaración doctrinal de Mons Fellay, que fue hecha en secretismo en el año de 2012. En Marzo de 2013 se hizo pública por esfuerzos heroicos de sacerdotes de la FSSPX quienes la dieron a conocer a pesar de la intención de mantenerla en secreto por la cúpula de la nueva FSSPX.

Esta declaración es la manifestación abierta de liberalismo de Mons Fellay y sus seguidores activos y pasivos. Pues admite y reconoce el magisterio modernista condenado por San Pío X: admite la "reeinterpretación" del Concilio Vaticano II, el cual esta viciado de forma y de fondo, y debe ser rechazado en su totalidad. Admite la legalidad de la nueva misa, protestantizada y asesina de la Fe. Mons Fellay dice que acepta los Sacramentos de los rituales de sacramentos modernistas todos modificados por el magisterio modernista. Para finiquitar la traición a la Iglesia Católica, acepta el Código de Derecho Canónico nuevo, compendio de leyes con modernismo que en apariencia pretende dar legalidad a los cambios en doctrina, liturgia y moral.
Si estas no son aceptaciones de INNOVACIONES MODERNISTAS, que son?



"DECLARACION DOCTRINAL DEL 15 DE ABRIL DE 2012 QUE MONSEÑOR FELLAY ENVIÓ AL CARDENAL LEVADA.

I Nosotros prometemos ser siempre fieles a la Iglesia Católica y al Pontífice romano, su Pastor supremo, Vicario de Cristo, sucesor de Pedro y jefe del Cuerpo de los obispos. 

II Nosotros declaramos aceptar las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en materia de fe y de moral, dándole a cada afirmación doctrinal el grado de adhesión requerido, según la doctrina contenida en el n° 25 de la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II (1) 

III En particular : 
1 Nosotros declaramos aceptar la doctrina sobre el Pontífice romano y sobre el Colegio de los obispos, con su jefe, el Papa, enseñada por la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, capítulo 3 (De constitutione hierarchica Ecclesiæ et in specie de episcopatu), explicada e interpretada por la Nota explicativa prævia de este mismo capítulo. 

2 Nosotros reconocemos la autoridad del Magisterio solamente al cual está confiada la tarea de interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita o transmitida (2) en la fidelidad a la Tradición, recordando que “El Espíritu Santo no ha sido prometido a los sucesores de Pedro para que ellos den a conocer, bajo su revelación, una nueva doctrina, sino para que con su asistencia ellos guarden santamente y expresen fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe” (3) 

3 La Tradición es la transmisión viva de la Revelación « usque ad nos » (4) y la Iglesia en su doctrina, en su vida y en su culto, perpetúa y transmite a todas las generaciones lo que ella es y todo lo que ella cree. La Tradición progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo
(5), no como una novedad contraria (6) sino por una mejor comprensión del depositum fidei (7). 

4 La completa Tradición de la fe católica debe ser el criterio y la guía para la comprensión de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el cual a su vez, ilumina –es decir profundiza y explica ulteriormente- ciertos aspectos de la vida y de la doctrina de la Iglesia, implícitamente presentes en ella, y aún no formulados conceptualmente (8). 

5 Las afirmaciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio Pontifical posterior relativos a la relación entre la Iglesia católica y las confesiones cristianas no-católicas, así como el deber social de religión y al derecho a la libertad religiosa, cuya formulación es difícilmente conciliable con las afirmaciones doctrinales precedentes del Magisterio, deben ser comprendidos a la luz de la Tradición entera e ininterrumpida, de manera coherente con las verdades enseñadas precedentemente por el Magisterio de la Iglesia, sin aceptar ninguna interpretación de estas afirmaciones que pueda llevar a exponer la doctrina católica en oposición o en ruptura con la Tradición y con este Magisterio. 

6 Es por eso que es legítimo promover por una legítima discusión el estudio y la explicación teológica de las expresiones y de las formulaciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio que le siguió, en el caso donde ellas no parezcan conciliables con el Magisterio anterior de la Iglesia (9). 

7 Nosotros declaramos reconocer la validez del sacrificio de la Misa y de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer lo que hace la Iglesia según los ritos indicados en las ediciones típicas del Misal romano y de los Rituales de los Sacramentos legítimamente promulgados por los papas Paulo VI y Juan Pablo II. 

8 Siguiendo los criterios enunciados aquí arriba (III,5), así como el canon 21 del Código, nosotros prometemos respetar la disciplina común de la Iglesia y las leyes eclesiásticas, especialmente aquellas que están contenidas en el Código de derecho canónico promulgado por el papa Juan Pablo II (1983) y en el código de derecho canónico de las Iglesias orientales promulgado por el mismo Pontífice (1990), quedando a salvo la disciplina que se le conceda a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X por una ley particular."

EL SANTÍSIMO SACRAMENTO


Cristo nos representó su santísimo cuerpo bajo la figura de pan y en el N. T. dejando la figura dice de sí mismo: "Yo soy el Pan vivo que descendí del cielo." Más adelante continúa: "El pan que yo daré, es mi es mi carne por la vida del mundo."

Este es aquel pan que el ángel trajo a Elías. "Miró Elías y vio junto a su cabeza un pan cocido al rescoldo y un vaso de agua." Por el pan cocido al rescoldo se figura al cuerpo de Cristo, el cual esta velado por los accidentes significados por las cenizas y el vaso de agua significa el misterio de la sangre de Cristo. Pero de Elías se dice que antes de comer de este pan hizo cuatro cosas: “dejar al criado, marchar al desierto, sentarse bajo un enebro y despertar al llamado del ángel. Estas cuatro cosas nos señalan cuatro disposiciones que debemos tener para acercarnos a recibir el Cuerpo de Cristo: huir de los consuelos del mundo, entrar en religión, sujetarse en ella al prelado y tener devoción para con Dios.

a) Ha de huir de los consuelos del mundo.

Porque hallándose, en este Sacramento la plenitud de la consolación espiritual y no comunicándose ésta a los que dan entrada a otro género de consolaciones, síguese necesariamente que quien quiera alcanzarla deberá dejar la delectación carnal. Precisamente a Bersabé vino Elías y Bersabé significa fuente de hartura, palabra que podemos aplicar a N. S., porque en Él se encuentra la plenitud de gracia. Y continua la escritura Santa diciendo: "Dejo allí al criado." Y ¿Qué cosa se significa por este criado sino las cosas de este mundo? Y, efectivamente, quien deja al criado deja las puerilidades mundanas.
    
     b) Entrar en la religión.

Quien desea acercarse dignamente a este Sacramento ha de arreglar su alma según la honestidad de vida, propia del estado religioso, lo cual se significa en las palabras: "Elías marchó al desierto." El desierto, se deriva de la palabra desero, que equivale a dejar, significa el estado religioso, donde se dejan las cosas temporales. Y, en verdad, se deja en este estado las riquezas por el voto de pobreza; los placeres por el voto de castidad; y las honras y dignidades mundanas, por la abnegación de la voluntad propia. Y no hay en el mundo cosa tan prejudicial ni nociva como estas tres concupiscencias. Lo dice claramente San Juan:"Todo lo que hay en el mundo, es concupiscencia de carne, concupiscencia de ojos y soberbia de vida." Y así como por medio de estas tres concupiscencias cautiva el diablo las almas pecadoras, así también mediante ellas mueve guerra contra las almas religiosas.

c) Ha de sujetarse al prelado; y esta es la sumisión que se deja entrever cuando se nos dice que Elías se sentó bajo el enebro. El enebro, como dice San Isidoro, es un arbusto, cuyas cenizas conservan el fuego durante todo el año. ¿Qué es por lo tanto lo que podemos deducir del enebro sino el buen prelado? Por la ceniza del enebro se entiende la humildad del prelado, la cual suele conservar en los corazones de los súbditos el fuego del amor mutuo y el calor de la devoción ferviente.

 d) La devoción para con Dios.
El Ángel despertó a Elías. ¿Qué se entiende por el ángel sino la divina gracia? Porque entonces nos envía Dios algo como a su ángel cuando infunde en nosotros la gracia. Y este ángel nos excita repetidas veces por lo mismo que es propio de la gracia movernos interiormente a progresar constantemente en ella. Siendo cuatro los efectos que se consiguen quien dignamente recibe este sacramento: Nos conforta para la acción, nos eleva a la contemplación, nos dispone para la revelación de las cosas divinas y nos anima y enciende para el desprecio del mundo y para desear los bienes celestiales y eternos. Por esto concluye las Sagradas Escrituras: "Elías confortado con aquella comida, caminó hasta llegar al monte de Dios, vio secretos divinos y se paró a la puerta de la cueva."

En cuanto al primer efecto el Sacramento nos fortalece para la acción que confortada con este manjar celestial camina cuarenta días, en donde el numero cuarenta no resulta sino de la multiplicación de diez por cuatro. Pues por el número diez se entiende el decálogo, al que se reduce todo el Antiguo Testamento y por el numero cuatro todo el Nuevo Testamento. Ahora bien, caminar, fortalecido por aquella comida, equivale a progresar en la vida espiritual durante todo el tiempo de la prueba, lo cual debe regularse por el Antiguo y el Nuevo Testamento.

El segundo efecto es elevarla a la contemplación lo cual se entenderá mejor con aquel cap. del Exodo:"Moisés apacentaba las ovejas" esta acto designa el ejercicio de la acción, luego añade "Llevo el rebaño al interior del desierto" donde se da a entender que todas las operaciones y afectos se han de reducir a lo interior del corazón. "Llego al monte de Dios" en lo que se expresa la elevación de la mente a las cosas celestiales. Y concluye "Se le apareció el Señor" señalando el momento en que se le comunica al alma el don de la contemplación. Como Uds. ya saben se le apareció el Señor en llama de fuego, cuya propiedad es iluminar y calentar. El alma cuando llega a esta contemplación mediante este Sacramento, no solo el entendimiento se ilumina, sino también la voluntad se inflama con el incendio del amor.

El tercer efecto nos dispone para la revelación de los divinos secretos; por esto se le dijo a Elías: "Sal fuera y ponte sobre el monte delante del Señor; y he aquí que pasa el Señor, y delante del  Señor un viento grande y fuerte  que trastorno los montes y quebranto las piedras; el Señor no está en el viento; y tras el viento un terremoto; el Señor no está el terremoto. Y tras el terremoto un fuego, y el Señor no está en el fuego; y tras el fuego un silbo de un vientecillo suave y allí estaba el Señor." Fue revelado a Elías que el Señor no se encuentra ni en el viento de la soberbia, ni en el estremecimiento de la impaciencia, ni en el fuego de la codicia o de la concupiscencia carnal, sino en el viento suave, o sea, en la tranquilidad de la conciencia pacífica.

El cuarto efecto se produce en nosotros cuando nos mueve a despreciar al mundo y buscar con mayor ahínco los bienes celestiales lo cual se sobreentiende con aquella acción de Elías cuando: "Cubrió su rostro con el manto, y, habiendo salido, paróse a la puerta de la cueva." Ciertamente esto sucede en el alma cuando es llevada o levantada a contemplar lo inmenso de la divina hermosura y lo infinito de la potencia divina, luego se recoge en su propia pequeñez; cubre su rostro con la profunda humildad, sale fuera de la codicia del mundo, se para a la puerta de la cueva, es decir, suspira por la eternidad.  

Pbro. Arturo Vargas Meza

domingo, 16 de junio de 2019

APOSTOLADO OBLIGACIÓN DE TODO CATOLICO



 En 1923 decía el Padre Mateo Crowley: “No basta con que seáis católicos fervientes; para vosotros, el apostolado es un deber, no un lujo. Vuestro deber consiste en salvar las almas de los demás. Debéis ayudar a Nuestro Señor a pescar almas para la eternidad. Los enemigos de Cristo se baten con energía y se sacrifican de muchas maneras para impedir que las almas vayan al Cielo. Los enemigos de nuestro divino Rey ponen a menudo más empeño que sus amigos”.
  «Cuando ya no pueda predicar, escribiré; cuando ya no pueda escribir, rezaré; cuando ya no pueda rezar, siempre podré amar sufriendo y sufrir amando».             

CONVERSIÓN DEL ALMIRANTE LATORRE


 Conversión del almirante Latorre, héroe nacional de Chile tras una victoria naval contra Perú.
  El padre Mateo Crowley  se presenta un día en su casa: «Almirante, hoy vengo para darle la absolución.
– Así que se trata de una declaración de guerra en nombre del Cielo», responde riendo el almirante.
«Sí, almirante, en nombre del Cielo», responde el padre. Luego, se dirige  hacia la imagen del Sagrado Corazón y le dice:
   «Mire esta imagen entronizada en su casa. Es su rey y el mío, el legislador supremo de los poderosos y de los débiles, de los almirantes y de los marinos.
   Es el rey de su esposa; todos los que habitan esta casa lo adoran de rodillas, viven su fe y respetan sus leyes; todos excepto usted.
   En nombre del Sagrado Corazón que le ama y que me envía aquí para ofrecerle su misericordia, ríndase a su Corazón».
  Latorre, que ya no ríe, pide un tiempo de reflexión. El padre continúa:
   «Y si la muerte llamara esta noche, ¿le diría que volviera más tarde porque necesita reflexionar? Pues en este momento no es la muerte quien llama, sino la Vida, el mismo Jesús».
  Puesto de rodillas, el almirante confiesa los pecados de su vida. Un año después, el padre Mateo
le ayudará a tener una buena muerte.    

PADRE MATEO CROWLEY         

jueves, 13 de junio de 2019

SOBRE LA MODESTIA


Hablaremos de la modestia del cuerpo, de los buenos modales y de la modestia de los ojos. 

(La virtud de la modestia: Modestia en el cuerpo) 

La virtud de la modestia sin duda brillaba en San José; virtud que se relaciona a su vez con la virtud de la pureza y con la virtud de la humildad (ambas muy importantes, ambas difíciles de conseguir).

 Al exponer sobre la modestia, seguiremos a un autor francés del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX1 . Comenzamos por la modestia en el cuerpo. Nuestro cuerpo, por haber tenido el pecado original, tiene malas tendencias, y ellas nos empujan, a modo de tentaciones, hacia el pecado (además, estas malas tendencias se empeoran con nuestros pecados actuales). Por ello, debemos estar siempre buscando dominar nuestro cuerpo; aquí entra la ascética, los ayunos, las mortificaciones, las vigilias. Pero también está aquí el guardar, con nuestro cuerpo, las reglas de la modestia y de los buenos modales. 

 Sobre nuestros cuerpos y las cosas que hacemos con él, hay un principio de San Pablo que nos sirve como fundamento: (I Corintios 6,15 y 19) “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?... ¿Por ventura no sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo?: Nescitis quoniam corpora vestra membra sunt Chriti?... An nescitis quoniam membra vestra, templum sunt Spiritus Sancti?” 

 Hemos de respetar nuestros cuerpos como algo santo, como parte de Cristo y como templos del Espíritu Santo. Por eso aquí quedan fuera de lugar los pecados de la lujuria (lujuria que una persona haga sola en su propio cuerpo; lujuria “acompañada”; etc). 

De hecho, San Pablo –perdón por la crudeza; el que está hablando es San Pablo- reprueba allí el ir con prostitutas; en latín “meretrices”. También, para tener la virtud de la modestia, quedan fuera de lugar no sólo los vestidos indecentes (aprovechamos para recordar a las damas que deben vestirse bien, sin ropa ajustada, usar faldas correctas –que no sean faldas cortas, que lleguen más abajo de las rodillas-, vestir sin escotes, etc), sino también los vestidos o vestimentas que no son tan apropiados, o que no condicen con el momento y las circunstancias. Y en esto último entran también los caballeros. 

Sirva entonces para recordarles a ellos que cuando haya fiestas importantes (tal vez también la de hoy), hagan un esfuerzo para estar más formales, con saco y corbata. Aquí hay también para los jóvenes, adolescentes y niños, e incluso para los adultos, para ir a Misa en general, y para la Misa del Domingo en especial: No está bien venir tan informalmente que se traiga pantalón de deportes (“sudadera” dicen en Colombia), zapatos de fútbol, tenis “colorinches” (“zapatillas” dicen en mi país), camisetas también “colorinches” o llamativas o de los clubes de fútbol, etc. Debemos ser más formales con las cosas sagradas, con la Misa, etc. 

Lo correcto es que cada uno vista según su condición, sencilla y modestamente, pero siempre con decencia y limpieza, y con mayor formalidad para los eventos importantes. Para las mujeres, San Francisco de Sales daba los siguientes consejos a su dirigida “Filomena”2 : “Has de andar aseada, Filomena, sin llevar pingajos ni desgarrones… pero huye de toda afectación, vanidad, primor y locura; arrímate cuanto puedas a la sencillez y modestia, que es ciertamente el mayor ornamento de la belleza y el mejor disimulo de la fealdad… las mujeres que tienen vanidad son tenidas por poco firmes en la castidad, pues, si la tienen, a lo menos no lo manifiestan con tantos adornos y bagatelas… 

En pocas palabras (…) cada uno ha de vestir según su estado, de tal manera que los buenos y prudentes no puedan decir que hay exceso, ni los jóvenes puedan notar que hay falta”. 

 Otro tema: Los religiosos y religiosas, así como los eclesiásticos, las almas consagradas, tienen reglas más o menos precisas acerca de la forma, clase y modo de sus vestidos, y a esas reglas hemos de ajustarnos. No hace falta decir que el acicalamiento al uso mundano ha de estar lejos de nosotros. Por dar un ejemplo: En estos años de sacerdocio, los fieles algunas veces nos han dado como presente un perfume; en el Seminario nos enseñaban, por supuesto, que debemos ser limpios y usar los elementos habituales o comunes de limpieza, pero que un religioso o un sacerdote o un seminarista no usa perfumes o aguas de colonia. 

Sobre nuestra ropa y objetos personales, nos enseñaban o decían, para tener espíritu de pobreza, no usar o comprar elementos caros, ropa de alto costo, zapatos caros, relojes de alto precio, etc.

 (La virtud de la modestia: Modestia a través de los buenos modales) 
Los buenos modales. Los buenos modales se relacionan con la virtud de la modestia, y son también una excelente mortificación al alcance de todos. Dice este autor francés: 1 Padre Adolfo Tanquerey: 1 de mayo de 1854 - 21 de febrero de 1932. 2 San Francisco de Sales, “Vida Devota”, Parte III, capítulo 25. “Evitar cuidadosamente las posturas muelles y afeminadas; mantener el cuerpo derecho sin violencia ni afectación, no torcido, ni colgando de un lado o del otro; no mudar con frecuencia de postura; no cruzar… las piernas [ojo con sentarse en la Misa cruzando las piernas]; no recostarse muellemente en la silla o en el reclinatorio [así dice este autor y nosotros agregamos: en la Misa “algunos” –jóvenes y también adultos- están todos “desparramados y deshechos” en el banco o silla de la iglesia o de la capilla; eso no está bien y es un poco una falta de respeto hacia Dios]; evitar los movimientos bruscos y los gestos desordenados: todas estas cosas, y otras muchas, son modos de mortificarnos sin peligro para nuestra salud, sin llamar la atención, y que nos dan gran señorío sobre nuestro cuerpo”. 

(La virtud de la modestia: Modestia de los ojos) 

 El tercer tema: La modestia de los ojos. Hay miradas gravemente pecaminosas que hieren no solamente el pudor, sino también la castidad y la pureza. Hay otras que son peligrosas, cuando, sin razón, fijamos la vista en personas que pueden sernos motivo de tentaciones. Por eso, la Sagrada Escritura nos dice que no debemos fijar los ojos en ninguna doncella para que su belleza no sea motivo de pecado o de riesgo de pecado; literalmente dice así: “Vírginem ne conspicias –no andes mirando doncella-, ne forte scandalizeris in decore illíus –no sea que peques a causa de su belleza-” (Eccli 9,5). 

 El Santo Job dice palabras relacionadas con esto, para cuidar los ojos y la virtud de la pureza, para cuidarse en las tentaciones (o posibles tentaciones): (Capítulo 31,1ss) “1 Pepigi foedus cum oculis meis, ut ne cogitarem quidem de virgine (basándonos en Mons. Straubinger, traducimos con más libertad: Hice pacto con mis ojos, de no mirar doncella)”. 

 Y versículos más adelante, el Santo Job agrega lo siguiente sobre los pecados que se pueden seguir por no cuidar los ojos, por no cuidar lo que uno ve, y no tener la modestia de los ojos: “7 Si declinavit gressus meus de via (Si mis pasos se desviaron del camino), et si secutum est oculos meos cor meum (Y SI MI CORAZÓN SE FUE TRAS DE MIS OJOS)… 9 Si deceptum est cor meum super mulierem (Si mi corazón se ha dejado seducir por una mujer), et si ad ostium amici mei insidiatus sum (y si anduve acechando a la puerta de mi amigo)… 3 11 Hoc enim nefas est (Esto es cosa nefanda), et iniquitas maxima (y la máxima iniquidad)”. 

 Leemos ahora otro fragmento del autor francés. Las palabras que van a escuchar fueron dichas hacia 1920; qué diría hoy este sacerdote: “Y ahora, cuando la licencia en las exhibiciones [¿cómo andamos hoy en día con las exhibiciones, con las mujeres que se muestran?], cuando la inmodestia en el vestir, la procacidad de las representaciones teatrales [nosotros diríamos -además del teatro-: cuando la procacidad del cine, la televisión, las novelas, el internet, los videos, y la última moda: la gente que se saca fotos o se filma a sí misma o se muestran en vivo a través del internet y con las “camaritas” de sus computadoras”, ¡qué vergüenza!]… [ahora, cuando esas cosas:] nos cercan por todas partes de peligros, ¿qué recato no habremos de tener para no caer en pecado?” 

 Por eso, el católico de verdad, el que quiere salvar su alma cueste lo que cueste y santificarse, va más allá, y para no rendirse ante el deleite sensual, no sólo practica la modestia de los ojos, sino que mortifica SU CURIOSIDAD, por ejemplo: evitar el andar mirando rostros y formas, el asomarse por la ventana para ver quiénes pasan, para ver (o hasta espiar) por su ventana a otras personas, y tantos otros movimientos de curiosidad que tenemos a través de nuestros ojos. 

Piensen también que, por curiosidad, por ver lo que no tenía que ver, el Rey David cayó en fornicación, adulterio, intento de confundir la paternidad de un embarazo, y asesinato de un fiel servidor por haber pecado con la esposa de este último. Aun así, miren lo que puede hacer la gracia en nosotros, que a pesar de semejantes pecados, el Rey David después se terminó convirtiendo en un santo. 

Pero escuchemos ahora el relato de su pecado, que comenzó por haber usado mal sus ojos, por haberse puesto a ver lo que no tenía que ver: (II Reyes, ó II Samuel, capítulo 11,2ss) “2 Una tarde, cuando David se levantó de su cama y se puso a pasear sobre el terrado del palacio real, vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. 3 David hizo averiguar quién era aquella mujer. Le dijeron: Es Betsabee, hija de Eliam, mujer de Urías, el heteo. 4 Entonces David envió mensajeros y la tomó; y llegada que hubo a su presencia se acostó con ella, apenas purificada de su inmundicia. Luego ella volvió a su casa, 5 y habiendo concebido mandó aviso a David, diciendo: Estoy encinta”.

En fin; ¡cuántas cosas!… Y al revés de todo esto, piensen en la modestia que tendría San José, en la modestia de su comportamiento, de su cuerpo, de sus vestidos, de sus miradas. Piensen cómo todas estas cosas se relacionan con la humildad y con la pureza, y son necesarias para estas dos. Pidamos, en esta Fiesta de San José, pidamos a él, que podamos tener estas virtudes: modestia en nuestros comportamientos, en nuestros cuerpos, en nuestra vestimenta, en nuestros ojos, en lo que vemos; y también la virtud de la humildad y la virtud de la pureza.
R.P. FA

miércoles, 12 de junio de 2019

SAN JUAN DE SAHAGÚN 12 DE JUNIO


En Salamanca, en España, san Juan de Sahagún González de Castrillo, presbítero de la Orden de los Ermitaños de San Agustín, que, con su santidad de vida y sus coloquios constantes, logró la concordia entre las facciones existentes entre los ciudadanos. Tras ser paje del obispo de Burgos, Alonso de Cartagena, se hizo sacerdote y en 1449 llegó a Salamanca a estudiar en el Colegio Mayor de San Bartolomé, donde permanecería tres años. A raíz de una enfermedad grave, hace el voto de que si se curaba, tomará los hábitos de agustino, cosa que ocurre; abandona el colegio y se convierte en novicio del Convento de San Agustín, donde tomará los hábitos a los 33 años (hacia 1463) dedicándose por completo a la predicación y a la oratoria; el ayuntamiento lo nombra predicador oficial.

De él se recuerdan en Salamanca dos milagros. Cuentan las crónicas que un niño se cayó a un pozo que se recuerda en la calle donde estaba: Pozo Amarillo. El pozo era profundo, pero Juan echó su cíngulo, que se alargó milagrosamente hasta donde el niño pudo tomarlo. Entonces el santo tirando del cíngulo subió al niño, fuera del pozo.

El otro milagro dice que un toro bravo se había escapado de la feria de ganado celebrada en la orilla del Río Tormes y estaba causando terror por las calles de Salamanca. Cuando iba a acometer a una madre que iba con su hijo pequeño, Juan se interpuso y lo detuvo y amansó diciendo: "Tente, necio". La calle donde esto ocurrió tiene ahora el nombre de Tentenecio.

Consiguió apaciguar a los bandos de familias nobles que durante cuarenta años disputaron en Salamanca, con muchas muertes por ambas partes, por lo que se ganó el apodo de El Pacificador. El acuerdo se hizo en una casa de la calle de San Pablo (casa de la familia Paz, de la que se conserva el arco de entrada, con la divisa ira odium generat concordia nutrit amoren), que se llamó desde entonces Casa de la Concordia y la plaza frontera también tomo el nombre de Plaza de la Concordia.

Se dice de él que con sus oraciones libró a Salamanca de la peste del tifo negro.

Parece que murió envenenado por una tal Marquesa Isabel, despechada porque había sido abandonada por su amante, convertido y arrepentido por la predicación del Santo.

Sus restos reposan en una urna de plata en la Capilla Mayor de la Catedral Nueva de Salamanca.

El papa Clemente VIII lo beatificó en 1601 y el 5 de junio de 1602 se le nombró patrono de la ciudad de Salamanca. El 16 de octubre de 1690, Alejandro VIII lo canoniza y en 1868, el Papa Pío IX lo declaró Patrón de toda la Diócesis de Salamanca.

lunes, 10 de junio de 2019

La cobardía es pecado



El cobarde no siempre se reconoce como tal, sino que trata de convencerse de que en realidad es “prudente” cuando no avanza; “tolerante” cuando NO RESISTE; “humilde” cuando somete de buena gana sus principios; “pacífico” cuando establece componendas con el enemigo. ¿Mera cuestión de terminología?…No: cuestión de fe, y de amor a Cristo Crucificado.


Santo Tomás trata este tema cuando se refiere a la pusilanimidad, que en nuestros tiempos de minimalismo teológico y moral –hijo dilecto del modernismo-, tal vez sea el vicio por antonomasia. Señala el Doctor Angélico:

“…Así como por la presunción uno sobrepasa la medida de su capacidad al pretender más de lo que puede, así también el pusilánime falla en esa medida de su capacidad al rehusar tender a lo que es proporcionado a sus posibilidades. Por tanto, la pusilanimidad es pecado, lo mismo que la presunción. De ahí que el siervo que enterró el dinero de su señor y no negoció con él por temor, surgido de la pusilanimidad, es castigado por su señor, como leemos en Mt 25, 14 ss y Lc 19, 12 ss.

(…) La pusilanimidad puede incluso provenir en algún modo de la soberbia; por ejemplo, si el pusilánime se aferra excesivamente a su parecer, y por eso cree que no puede hacer cosas de las que es capaz.
De ahí que se diga en Pr 26, 16: “El perezoso se cree prudente más que siete que sepan responder”. En efecto, nada impide que para unas cosas uno se sienta abatido y muy orgulloso respecto de otras.
(…)La pusilanimidad, según su propia especie, es pecado más grave que la presunción, ya que por ella el hombre se aparta del bien, lo cual es pésimo, según leemos en IV Ethic.
San Juan en el Apokalypsis, que es una profecía acerca de los últimos tiempos, añade a la lista de pecados otros dos que no están en San Pablo: “los mentirosos y los cobardes”. Lo cual parece indicar que en los últimos tiempos habrá un gran esfuerzo de mentira y de cobardía.
La cobardía en un cristiano es un pecado serio, porque es señal de poca fe en Cristo

Como testamento de su última cena, Jesús anuncia tribulaciones, pero invita a la confianza en su victoria, que adelanta la de los que lo aman: “No temáis, yo he vencido al mundo” (Jn.16,33). Y el apóstol Juan exhorta a su comunidad diciendo:“Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y habéis vencido al maligno” (Jn 2,14)
.
La acedia, en efecto, aún en sus formas atenuadas de tibieza, ingratitud o indiferencia, es ya una parálisis y debilidad del amor y denota por lo tanto una débil adhesión al Bien, un miedo al sacrificio por amor, que conduce de antemano a la derrota en la lucha entre el bien y el mal, a sacrificar el amor al otro, en este caso a Dios, por el amor propio.
La cobardía procede de la debilidad del amor o de la falta de amor, o de inconstancia en el amor al punto de que se la pueda considerar como un nombre del desamor y hasta de la traición. Haber preferido sus intereses, el temor, el miedo a perjudicar sus bienes, lo hacen indigno de llevar en nombre de católico. Le sucede algo parecido a Esaú con la venta de su progenitura. Y al joven rico del evangelio cuyas riquezas le impiden atarse a Jesús.

A veces la caridad resulta demasiado cara. Permanecer en la caridad enfrenta al amigo de Dios una y otra vez al examen del precio que está dispuesto a pagar por mantenerse en esa amistad. La dilección no es sólo una elección inicial. Es una elección que se renueva. Siempre hay que estar vendiéndolo todo por la perla preciosa, vendiéndolo todo para comprar el campo del tesoro escondido. La fortaleza que nace de la caridad es la que hace posible seguir sacrificando siempre, cada vez con mayor alegría a medida que crece la amistad y el amor, cada vez con mayor decisión y facilidad.

En la historia de la Iglesia, San Cipriano discernía las causas profundas por la que algunos cristianos habían terminado negando a Cristo. No lo hicieron, discierne el santo obispo, por haber estado demasiado apegados a sus casas, sus bienes y sus intereses. Una cadena de oro los retuvo. En no dejarla se puso de manifiesto que estaban ya minusvalorando el tesoro de la amistad con Dios. No hay que admirarse, concluye Cipriano, que llegado el momento negaran al que habían ya menos-preciado en su corazón.

Se comprende así, que la cobardía, en su sentido amplio de miedo a sacrificar, como vicio opuesto al amor antes que a la misma fortaleza, sea considerada, por el autor del Apocalipsis, como un pecado tan horrendo, que encabeza la lista de pecados que precipitan para siempre en el lago ardiente, y en la muerte segunda:

“Los COBARDES, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras, y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21,8).”


martes, 4 de junio de 2019

EL VALOR DE LA VIDA ORDINARIA



 Palabras de Nuestro Señor Jesucristo a Josefa Menéndez:
“… el amor me hizo sufrir los desprecios más grandes y los más crueles tormentos, derramar toda mi sangre y llegar a morir en una cruz para salvar al hombre.
  “Porque el amor sabía que, más tarde, habría muchas almas que me seguirían, y pondrían sus delicias en conformar su vida con la mía.
  “Y miraba el amor más lejos aún: sabía que muchísimas almas en peligro se verían ayudadas con los actos y sacrificios de otras, y recobrarían la vida.
  “Veía, en fin, el amor, que más tarde, con esta misma sangre y unidas a estos mismos tormentos, muchas almas escogidas, podrían avalorar sus sacrificios, sus acciones hasta las más triviales, y ganarme con ellas gran número de almas.
  “El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la mía, me glorifica mucho y trabaja útilmente en bien de las almas. Está, por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero la empapa en mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante mi vida mortal, el fruto que logra para las almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero; y esto, sea que estudie o que hable, que escriba, ore, barra, cosa o descanse; con tal que la acción reúna dos condiciones; primero, que esté ordenada por la obediencia o por el deber, no por el capricho; segundo, que se haga en íntima unión conmigo, cubriéndola con mi Sangre y con pureza de intención.
  “¡Cuánto deseo que las almas comprendan esto: Que no es la acción la que tiene en sí valor, sino la intención y el grado de unión con que se hace! Barriendo y trabajando en el taller de Nazaret, di tanta gloria a mi Eterno Padre como cuando prediqué durante  mi vida pública.
  Si desde por la mañana se unen a Mí y ofrecen el día con ardiente deseo de que mi Corazón se sirva de sus acciones para provecho de sus almas, y van, hora por hora y momento por momento cumpliendo por amor con su deber, ¡qué tesoros adquieren en un día!
  “Cuando un alma arde en deseos de amor,  no hay para ella cosa tan difícil; más cuando se encuentra fría y desalentada, todo se le hace arduo y penoso… Que venga entonces a cobrar fuerzas en mi Corazón… que me ofrezca su abatimiento, que lo una al ardor que me consume y que tenga la seguridad de que un día así empleado, será de incomparable precio para las almas. ¡Mi Corazón conoce todas las miserias humanas y tiene gran compasión de ellas!
  “Lleva mi Cruz con ánimo”.
Un llamamiento al amor
Sor Josefa Menéndez