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sábado, 26 de enero de 2019

EXORCISMO DE LEÓN XIII COMPLETO



 
EXORCISMO CONTRA SATANÁS Y LOS ÁNGELES REBELDES
 
Publicado por orden de Su Santidad León XIII
 
Primero debe rezarse, como todos los días el Rosario de la Virgen y después el Exorcismo del Papa León XIII. ¡Todos los días!  (Al final se puede bajar versión imprimible)
 
 
Jesús nos dice lo siguiente:
 
  Hijos míos: haced el Exorcismo de mi amado Arcángel Miguel, dictado a mi siervo el Papa León XIII, todas las veces que podáis y propagad su devoción. Si supierais hijos míos las gracias y la protección que os brindo a través de esta poderosa armadura, ¡si lo supierais!, ¡entonces la utilizaríais más frecuentemente y propagaríais su devoción! Yo, vuestro Padre, a través de mi amado Arcángel Miguel., expulso y protejo de toda fuerza del mal a todos aquellos que hagan y propaguen su devoción. De los lugares donde se practique esta devoción el demonio huirá y ninguna fuerza del mal os podrá tocar.
 
 Todo aquel que ore con fe y en gracia de Dios el exorcismo de mi Amado Arcángel, se convierte en soldado de mi ejército aquí en la tierra; es poderosa armadura contra el ejército de Satanás y sus demonios; hacedlo después del rezo del Santo Rosario, para que veáis cuán grande poder os doy. Pregonad su devoción y os concederé indulgencias especiales. Os lo prometo.
 
 Todo aquel que practique esta devoción tendrá la protección de mi Arcángel Miguel, y él, mi amado Príncipe, lo acompañará en todos sus caminos. Ni los demonios, ni las pestes, ni las tragedias, ni las catástrofes, ni las tempestades, ni el hambre, tocarán a las puertas de aquellos que oren con el exorcismo. Mi Arcángel será intercesor en esta vida y en la eternidad de todos aquellos que sean sus devotos. Hacedlo extensivo a vuestros familiares, parientes, vecinos, amigos y en general al mundo entero, para que las fuerzas del mal sean desterradas de la faz de la tierra. Uníos en oración al Corazón Inmaculado de María y a mis Ejércitos Celestiales; rezad el Santo Rosario y luego haced el Exorcismo, para que permanezcáis en victoria. Acordaos que el tiempo está cerca, sed verdaderos guerreros combatiendo junto a vuestra Madre María y a mis Ejércitos Celestiales. Sed devotos de mi Arcángel y Él, os asistirá en todas vuestras batallas espirituales. Estad pues hijos míos en gracia de Dios al orar con esta armadura y os brindaré grandes victorias sobre toda fuerza del mal.
 
 
 
 
San Miguel nos dice lo siguiente:
 
  Hermanos: Cada vez que oréis con mi exorcismo, llamadme primero tres veces, con mi grito de combate:
 
"¡Quién es como Dios!
Nadie es como Dios”
 
 Y yo vendré con la velocidad del pensamiento a asistiros en vuestra lucha espiritual. No temáis hermanos, haced mi exorcismo; soy Yo vuestro hermano Miguel y los Arcángeles y Ángeles del Reino de mi Padre los que combatimos por vosotros; por lo tanto, no temáis, estamos para serviros, protegeros y amparos de todo mal y peligro.
 
Yo, Miguel, Príncipe de los ejércitos de mi Padre, os prometo que seré amigo e intercesor en esta vida y en la llegada a la eternidad de todos aquellos que oren y propaguen la devoción de mi exorcismo. No dejaré que ninguno de mis devotos se pierda y lo mismo haré con sus familias. Cuando llegue su hora, los llevaré a la Gloria de Dios y los presentaré ante mi Padre, sin que tengan que pasar por el Juicio de Dios.
 
Hermanos, os pido que al hacer mi exorcismo incluyáis las almas de los pecadores que en más peligro estén de condenarse, y las almas de los moribundos que estén en pecado mortal. Si oráis por ellas, yo intercederé ante mi Padre para que no se pierdan. Esas almas rescatadas del fuego del infierno os lo agradecerán y serán intercesoras vuestras cuando alcancen la Gloria de Dios. Orad también con mi exorcismo por la conversión de los pecadores, por la Iglesia y los Sacerdotes, para que nosotros, a través de vuestras oraciones y súplicas y por la Gracia de mi Padre, expulsemos a Jezabel (personaje bíblico) y Asmodeo (demonio que aparece en La Biblia), que están apartando a los Pastores de la Iglesia del camino del evangelio. Orad también por la paz del mundo, tan amenazada en vuestro tiempo y muy especialmente, orad por el triunfo del Inmaculado Corazón de Nuestra Señora y Reina María. Si nos llamáis, vendremos en vuestro auxilio; entended hermanos que mi Padre respeta vuestro libre albedrío, es por eso, por lo que debéis de orar y orar y más especialmente en estos tiempos de tanta oscuridad.
 
 
No olvidéis hermanos, orar con mi armadura en Gracia de Dios (confesados y comulgando), uniéndoos al Corazón Inmaculado de Nuestra Señora y Reina María, a Mí, y a los ejércitos celestiales, para que juntos desterremos de la faz de la tierra toda fuerza del mal.
 
“Gloria a Dios en el cielo” Aleluya, Aleluya, Aleluya.
 
 
 
 El Exorcismo de León XIII
 
 
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
 
Salmo 67.
Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian. Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.
 
 
Salmo 34.
Señor, pelea contra los que me atacan; combate a los que luchan contra mí. Sufran una derrota y queden avergonzados los que me persiguen a muerte. Vuelvan la espalda llenos de oprobio los que maquinan mi perdición. Sean como polvo frente al viento cuando el Ángel del Señor los desbarate. Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el Ángel del Señor los persiga.
Porque sin motivo me tendieron redes de muerte, sin razón me abrieron trampas mortales.
Que les sorprenda un desastre imprevisto, que los enrede la red que para mí escondieron; que caigan en la misma trampa que me abrieron. Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 
 
Súplica a San Miguel Arcángel.
 
Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha que mantenemos combatiendo “contra los principados y potestades, contra los caudillos de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos esparcidos por los aires” (Ef. 6, 12). Ven en auxilio de los hombres que Dios creó incorruptibles a su imagen y semejanza (Sap. 2, 23), y a tan “alto precio rescatados” (I Cor. 6, 20) de la tiranía del demonio. Con las huestes de los ángeles buenos pelea hoy los combates del Señor, como antaño luchaste contra Lucifer, corifeo de la soberbia y contra sus ángeles apóstatas. Ellos no pudieron vencer, y perdieron su lugar en el Cielo. “Fue precipitado el gran dragón, la antigua serpiente el denominado diablo y Satanás, el seductor del universo: fue precipitado a la tierra y con él fueron arrojados sus ángeles” (Apoc. 12,.8-9).
 
He aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha erguido con vehemencia. Disfrazado de “ángel de luz” (II Cor. 11, 14) con la escolta de todos los espíritus malignos rodea e invade la tierra entera, y se instala en todo lugar, con el designio de borrar allí el nombre de Dios y de su Cristo, de arrebatar las almas destinadas a la corona de la gloria eterna, de destruirlas y perderlas para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno dragón derramó sobre los hombres de mente depravada y corrompido corazón, el veneno de su maldad: el espíritu de la mentira, de la impiedad y de la blasfemia; el letal soplo de la lujuria, de todos los vicios e iniquidades.
 
Los más taimados enemigos han llenado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido. Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. Oh invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los espíritus que le atacan y dale la victoria.
 
La Iglesia te venera como su guardián y patrono, se gloría que eres su defensor contra los poderes nocivos terrenales e infernales; Dios te confió las almas de los redimidos para colocarlos en el estado de la suprema felicidad. Ruega al Dios de la paz que aplaste al demonio bajo nuestros pies, para que ya no pueda retener cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia. Ofrece nuestras oraciones al Altísimo, para que cuanto antes desciendan sobre nosotros las misericordias del Señor (Salmo 78, 8), y sujeta al dragón, la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y, una vez encadenado, precipítalo en el abismo, para que nunca jamás pueda seducir a las naciones (Apoc. 20). 
 
Después de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, nos disponemos a rechazar la peste de los fraudes diabólicos, confiados y seguros en el Nombre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.
 
He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.
 
R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
R. Como lo esperamos de Ti.
Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
 
Oremos.
Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y suplicantes imploramos tu clemencia, para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre Virgen María Madre de Dios, del Arcángel San Miguel, de San José Esposo de la Santísima Virgen, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes prestarnos tu auxilio contra Satanás y todos los demás espíritus inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y para la perdición de las almas. Amén.
 
Exorcismo: Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, “el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre  te lo manda Dios Hijo; te lo manda Dios Espíritu Santo. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, “se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte” (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que los “poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana. Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza.
 
Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios vivo, por Dios verdadero, por Dios  santo, que “de tal modo amó al mundo que entregó a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna” (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.
 
Señor, escucha mi oración.  R. Y llegue a Ti mi clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
 
Oremos. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
 
De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.
 
(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).
Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados (Tobías 3, 3).

Padre nuestro….
Y ahora rezar la siguiente oración:
 
PODEROSA INVOCACIÓN PARA PEDIR PROTECCIÓN
 
¡Adoración! ¡Adoración! ¡Adoración! ¡A Ti oh arma poderosa!
¡Adoración! ¡Adoración! ¡Adoración! ¡A Tu Sangre Preciosa! Misericordioso Jesucristo Agonizante, derrama Tu Sangre Preciosa sobre las almas. Satisface nuestra sed, y vence al enemigo. Amén.
Poderosa Sangre de Salvación, combate al enemigo. (3 veces).
 
 
Y finalmente:
 
 
ORACIÓN DE COMBATE A SAN MIGUEL
Se llama primero a San Miguel, pidiéndole permiso al Padre celestial con el rezo de un Padrenuestro. Luego se dice la oración que se enseñó para estos tiempos:
San Miguel Arcángel: Defiéndenos en la pelea contra Satanás y sus demonios; sed nuestro amparo y protección; que el Altísimo os dé el poder y el permiso para que nos asistáis y que Dios haga oír su voz imperiosa para que expulse a Satanás y sus demonios que quieren hacer perder la humanidad. Que tu grito: "Quién como Dios, nadie es como Dios", someta a Satanás y sus demonios bajo nuestros pies. Amén.


miércoles, 23 de enero de 2019

La mujer perdida de Roma: EL INFIERNO



EL INFIERNO
Monseñor De Ségur
SI LO HAY – QUÉ ES – MODO DE EVITARLO
Paris, 1875
La mujer perdida de Roma
En el año de 1873, algunos días antes de la Asunción, tuvo lugar en Roma una de aquellas apariciones de ultratumba que corroboran tan eficazmente la verdad del infierno.
En una de esas casas de mala fama, que la invasión sacrílega del dominio temporal del Papa ha hecho abrir en Roma en crecido número, una desgraciada joven se hirió en la mano, y hubo de ser trasladada al hospital de la Consolación. Sea que su sangre viciada por su mala conducta hubiese producido una gangrena, sea a causa de una inesperada complicación, falleció repentinamente durante la noche.
Al mismo instante una de sus compañeras, que ignoraba totalmente lo que acababa de pasar en el hospital, empezó a dar gritos desesperados hasta el punto de despertar a los habitantes del barrio, de poner en cuidado a las miserables criaturas de aquella casa, y de motivar la intervención de la policía. Se le ha aparecido la difunta del hospital rodeada de llamas, y le había dicho:
“Estoy condenada, y si tu no quieres serlo como yo, sal de ese lugar de infamia, y vuelve a Dios a quien has abandonado”.
Nada pudo calmar la desesperación y el terror de aquella joven, que al despuntar el alba se alejó, dejando sumergida en estupor toda la casa desde que supo la muerte de la joven en el hospital.
A tales sucesos la dueña de la casa, exaltada garibaldina y conocida por tal entre sus hermanos y amigos, cayó enferma. Envió entonces buscar al cura de la iglesia vecina, San Julián de losBanchi,quien, antes de pasar a la referida casa, consultó a la autoridad eclesiástica, la cual delegó a este efecto a un digno prelado, monseñor Sirolli, cura de la parroquia de San Salvadorin Lauro.Provisto éste de especiales instrucciones, se presentó y exigió ante todo a la enferma, en presencia de muchos testigos, completa retractación de los escándalos de su vida, de sus blasfemias contra la autoridad del Sumo Pontífice y de todo el mal que a los demás había causado. Hízolo la desgraciada sin vacilar, se confesó y recibió el Santo Viático con grandes sentimientos de arrepentimiento y humildad.
Sintióse morir, suplicó con lágrimas al buen párroco que no la abandonase, espantada como estaba de lo que había pasado ante sus ojos. Más la noche se acercaba, y monseñor Sirolli, perplejo entre la caridad, que le dictaba quedarse, y las conveniencias, que le imponían el deber de no pasar la noche en tal lugar, hizo pedir a la policía dos agentes, quienes fueron, cerraron la casa, y permanecieron allí hasta que la agonizante hubo exhalado el último suspiro.
Roma entera conoció pronto los detalles de estos trágicos acontecimientos. Como siempre, los impíos y los libertinos se rieron de ellos, guardándose bien enterarse de sus pormenores; y los buenos se aprovecharon para ser mejores y más fieles a sus deberes.

domingo, 20 de enero de 2019

Del número de los pecados : PREPARACIÓN PARA LA MUERTE



 Si Dios castigase inmediatamente a quien le ofendiese, no se vería, sin duda, tan ultrajado, como se ve. Mas porque el Señor no puede castigar en seguida, sino que espera benignamente, los pecadores cobran ánimos para ofenderle más. 

  Preciso es que entendamos que Dios espera y es pacientísimo, mas no para siempre; y es que es opinión de muchos Santos Padres que, así como Dios tiene determinado para cada hombre el número de días que ha de vivir y los dones de salud y de talento que ha de otorgarle (Sb., 11, 21), así también tiene contado y fijo el número de pecados que le ha de perdonar. Y COMPLETO ESE NÚMERO, NO PERDONA MÁS, dicen San Agustín, San Jerónimo, San Ambrosio, San Cirilo de Alejandría y otros.

  Y no hablaron sin fundamento estos Padres, sino basados en la divina Escritura.  Dice el Señor en uno de sus textos (Gn.,15,16), que dilataba la ruina de los amorreos porque aún no estaba completo el número de sus culpas. En otro lugar dice (Os.,1,6):  “No tendré en lo sucesivo misericordia de Israel. Me han tentado ya por diez veces. No verán la tierra”.  (Nm.,14,22-23). Y en el libro de Job se lee: “Tienes selladas como en un saquito mis culpas”. (Jb.,14,17).

  Los pecadores no llevan cuenta de sus delitos, pero Dios sabe llevarla para castigar cuando esté ya granada la mies, es decir, cuando está completo el número de pecados. Leemos en (Ecl.,5,5): “Del pecado perdonado no quieras estar sin miedo, ni añadas pecado sobre pecado”.

  O sea: preciso es, pecador, que tiembles aun de los pecados que ya te perdoné; porque si añadieres otro, podría ser que éste con aquéllos completen el número, y entonces no habrá misericordia para ti. Dios espera el día en que se colme la medida de los pecados, y después castiga.

  ¡Cuántos desdichados viven largos años en el pecado; mas apenas se completa el número, los arrebata la muerte y van a los infiernos. ¿Quién puede indagar el número de pecados que Dios querrá perdonarles?...

  Tengamos, pues, saludable temor. ¿Quién sabe, hermano mío, si después del primer ilícito deleite, o del primer mal pensamiento consentido, o nuevo pecado en que incurrieres, Dios te perdonará más?

  ¡Ah Dios mío! Os doy ferventísimas gracias. ¡Cuántas almas hay que, por menos pecados que los míos, están ahora en el infierno, y yo vivo aún fuera de aquella cárcel eterna, y aún con la esperanza de alcanzar, si quiero, perdón y gloria!... Sí, Dios mío; deseo ser perdonado. Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido, porque injurié a vuestra infinita bondad.

  Mirad, Eterno Padre, a vuestro divino Hijo muerto en la cruz por mí (Sal. 83,10), y por sus merecimientos tened misericordia de mi alma. Propongo antes morir que ofenderos más. Debo temer, sin duda que, si después de los pecados que he cometido y de las gracias que me habéis otorgado, añadiese una  nueva culpa, colmaríase la medida y sería justamente condenado…Ayudadme, pues, con vuestra gracia, que de Vos espero luces y fuerzas para seros fiel. Y si previereis que he de volver a ofenderos, enviadme la muerte antes que pierda vuestra gracia.

Os amo, Dios mío, sobre todas las cosas, y temo más que el morir verme otra vez apartado de Vos. No lo permitáis por piedad…
  María, Madre mía, alcanzadme la santa perseverancia.

lunes, 14 de enero de 2019

EL INFIERNO: La cortesana de Nápoles



EL INFIERNO
Monseñor De Ségur
SI LO HAY – QUÉ ES – MODO DE EVITARLO
Paris, 1875
La cortesana de Nápoles

SAN FRANCISCO DE GIROLAMO, célebre misionero de la Compañía de Jesús a principios del siglo dieciocho, había estado encargado de dirigir las Misiones en el reino de Nápoles. Un día que predicaba en una plaza de dicha ciudad, algunas mujeres de mala vida, que había reunido una de ellas llamada Catalina, se esforzaban en interrumpir el sermón con sus cantos y sus ruidosas exclamaciones, para obligar al Padre a retirarse; pero éste continuó su discurso, sin dar a conocer que advirtiese sus insolencias.

Algún tiempo después volvió a predicar en la misma plaza. Viendo cerrada la puerta de la habitación de Catalina y en profundo silencio toda la casa, ordinariamente tan alborotada:

-¿Qué es lo que ha sucedido a Catalina?
-dijo el Santo.
-¿No lo sabe vuestra paternidad? La desdichada murió ayer, sin poder pronunciar palabra.
-¿Catalina ha muerto? –replica el Santo-, ¿ha fallecido repentinamente? Entremos y veamos.

Ábrese la puerta, sube el Padre la escalera, y entra, seguido de la multitud, en la sala en que estaba tendido en tierra el cadáver encima de un paño, con cuatro cirios, según costumbre del país. Míralo algún tiempo con espanto, y después le dice con voz solemne:

-Catalina, ¿dónde estás ahora?-, El cadáver permaneció mudo, pero el Santo repitió:
-Catalina, dime, ¿dónde estás ahora? . . . Te mando me digas donde estás.
Entonces con gran pasmo de todo el mundo, abriéndose los ojos del cadáver, sus labios se agitaron  convulsivamente, y con voz cavernosa y profunda responde:

-¡En el infierno! ¡Estoy en el infierno!
A estas palabras los asistentes huyen atemorizados, y baja con ellos el Santo, repitiendo “¡En el infierno! ¡Oh Dios terrible! ¡En el infierno! ¿Lo habéis oído? ¡En el infierno!
La impresión de este prodigio fue tan viva, que un buen número de los que lo presenciaron no se atrevieron a volver a sus casas sin haber ido a confesarse.

viernes, 11 de enero de 2019

La Memorare (Acuérdate, ¡oh piadosísima, Virgen María!)

Acercaos a Nuestra Santísima Madre, pues no hay nada que Dios le pueda negar si ella se lo pide


LA MEMORARE

FIDELIDAD CATOLICA MEXICANA


Con información de fatima.org

Esta entrada está dedicada a una de las oraciones católicas más populares y conocidas en súplica a la Santísima Virgen María.
El título, Memorare, proviene del latín para “recordar”. La oración que aquí colocamos es la versión abreviada de la oración consentida por el Beato Papa Pío IX en 1846. Estas palabras también se encuentran en la versión original más larga.

Se sabe que esta hermosa plegaria existe desde hace más de 500 años, pero su autor es desconocido. A menudo se atribuye erróneamente al monje del siglo XII, San Bernardo de Clairvaux (un error que surge del hecho de que fue ampliamente popularizado por otro Bernard, el padre Claude Bernard, en el siglo XVII).San Francisco de Sales, después de muchas pruebas en su época, siendo una de ellas sobre la predestinación en el sentido católico versus el sentido herético, pidió ayuda a la Virgen a través de la oración Memorare, que comenzó a orar diariamente.

Durante el tiempo de esa batalla entre los eruditos católicos y calvinistas sobre la predestinación, el futuro santo temía la pérdida eterna de su alma.A través de la oración de la Memorare, atribuyó a Nuestra Señora haberle salvado en ese tiempo de gran prueba, de caer en la herejía o el imperdonable pecado de la desesperación. Él dijo la oración todos los días y Ella no lo dejó sin ayuda.

El Padre Claude Bernard, mencionado anteriormente y conocido como el “Sacerdote Pobre”, fue el responsable de dar a conocer la oración en una escala más amplia. Se dedicó a predicar y ayudar a prisioneros y criminales condenados a muerte, así como a los pobres.Confió a los que estaban bajo su cuidado a la intercesión de la Santísima Virgen María con el título de Consolatrix Afflictorum o Consoladora de los Afligidos. El Padre Bernard usó la Memorare ampliamente en su trabajo de conversión de almas con gran efecto. Muchos de los criminales que dirigió a Nuestra Señora se reconciliaron con Dios a través de sus esfuerzos.

Hubo un tiempo en que tenía más de 200,000 folletos impresos con la Memorare en varios idiomas para que pudiera distribuirlos donde creyera que harían algo bueno, no poca hazaña en el siglo XVII. El apego del Padre Bernard y la creencia en la eficacia de esta oración se atribuyeron a su cura milagrosa de una enfermedad mortal después de recitar la oración una sola vez.

Inicialmente después de su curación, sintiéndose indigno de tal milagro, comenzó a atribuir su curación, en cambio, a causas naturales. Pero Nuestra Señora lo enderezó cuando envió al hermano Fiacre, un agustino descalzo, a visitar y entregar un mensaje al sacerdote. El hermano Fiacre le dijo al padre Bernard que la Santísima Virgen se le había aparecido y le había contado acerca de la enfermedad de su padre y cómo había curado al padre Bernard de ella, y que el hermano Fiacre debía asegurarle al sacerdote este hecho.

Posteriormente, el Padre Bernard transmitió su vergüenza por su ingratitud al negarle a Nuestra Señora el crédito por haberlo sanado, crédito que ella merecía y que él había atribuido a causas naturales, y apeló a Dios todopoderoso pidiéndole perdón. También se informa que la Memorare desempeñó un papel en la conversión del judío rico, Alphonse Ratisbonne, que se convirtió a la fe católica después de aceptar el desafío de un conocido católico, aceptando usar la Medalla Milagrosa y recitar la oración durante un mes. Después de su conversión, Ratisbonne estudió y se convirtió en un sacerdote católico. Al promover esta oración, como con todas las otras oraciones católicas, es bueno recordar a los demás que no es garantía de que se otorgue la solicitud, sino que el Cielo escuchará la oración y responderá de la manera más eficaz para la eterna salvación del que pide.

La crisis actual en la iglesia y la historia mundial
Ya no puede haber ninguna duda de que vivimos en la época de la peor crisis en la historia de la única Iglesia verdadera de Nuestro Señor, con millones de católicos dirigidos al camino de la perdición por, entre otras cosas, las palabras del Vicario de Cristo mismo – es decir, el actual Papa: Francisco.

Este declive en la Iglesia Católica ha causado, y sigue causando, una crisis similar en el mundo, que es más evidente por las leyes anticristianas prevalecientes que ya están en vigencia en todo el mundo, junto con la aceleración de la decadencia y el colapso moral. Es el momento que Nuestra Señora de Fátima advirtió y dio la solución para el mismo. Y el Rosario es una parte esencial de esa solución.Es absolutamente imperativo que cada católico, que ha llegado a la edad de la razón y que tiene buena mente y cuerpo, que realmente quiere ser salvo, ore por lo menos cinco décadas del Rosario diariamente, y preferiblemente todos los 15 misterios. Sin el Rosario, la salvación es virtualmente imposible hoy.

La Iglesia siempre ha considerado la oración diaria del Rosario como un signo de predestinación, pero Nuestra Señora de Fátima dejó en claro hace 101 años (apariciones de Fátima en 1917) que los fieles deben rezar el Rosario. Entonces, por favor, hay muchas devociones maravillosas aprobadas por la Iglesia, pero NADA puede tomar el lugar del Santísimo Rosario de la Santísima Virgen María. Es la forma más eficaz de oración, sólo superada por el Santo Sacrificio de la Misa. Y por el Santo Sacrificio de la Misa, nos referimos a la Misa de los siglos, no al servicio protestante que está, y ha estado sucediendo, en los últimos casi 50 años en lo que se supone que son parroquias católicas (tras el Concilio Vaticano II y sus reformas, la Misa Tridentina fue reemplazada por el Novus Ordo).

Después de rezar tu Rosario diario, si tienes un minuto extra, agrega la Memorare.  Sabemos directamente de Nuestra Señora de Fátima, que sólo Ella puede ayudarnos. Debemos hacer nuestro mejor esfuerzo para enseñar a otros sobre Ella y estos preciosos dones que nos ha dado, específicamente para ayudarnos a combatir todos los males que estamos enfrentando, y que están ocurriendo en la Iglesia de Cristo y en nuestras vidas personales.
Que Dios los bendiga.

La Memorare
Acuérdate,
¡oh piadosísima, Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que
han acudido a tu protección,
implorando tu auxilio
haya sido abandonado de Ti.
Animado con esta confianza,
a Ti también yo acudo,
y me atrevo a implorarte
a pesar del peso de mis pecados.
¡Oh Madre del Verbo!,
no desatiendas mis súplicas,
antes bien acógelas benignamente.
Amén

miércoles, 9 de enero de 2019

DESORIENTACIÓN DIABÓLICA POR FALTA DE AMOR A LA VERDAD



   ¿Qué se supone que debemos hacer en estos tiempos de desorientación diabólica? Esta pregunta nos lleva al Tercer Secreto de Fátima.

   Nuestra Señora nos dio la solución para los tiempos que estamos viviendo que son de una “desorientación diabólica”. La Hermana Lucía usó esa frase con frecuencia, debemos creer que este término está en el  Tercer Secreto.

   Ratzinger llegó a decir que el Tercer Secreto se refiere a los peligros que amenazan la Fe y la vida de los Católicos y por consiguiente al mundo. Esa parte del Secreto no fue revelada en el año 2000.  

   El Tercer Secreto dice que vendrá un Concilio diabólico, es por esta razón que no se reveló en el año 1960, y además, nos dice Ratzinger, que el cambio en la Misa no debió haberse hecho.  El Papa Pío XII llegó a decir: “estoy preocupado por las advertencias de Nuestra Señora a la Hermana Lucía, es una advertencia contra el suicidio de alterar la Fe en su liturgia, en su teología, en su alma.

   La unidad es una cosa muy importante, pero la verdad lo es más. La única manera de tener una verdadera  unidad en la Iglesia es teniendo unidad en la Fe, sin la unidad en la Fe, toda otra unidad es política, pero no nos da la unidad que necesitamos.

   El Papa San Pío X definió el Modernismo como la suma de todas las herejías. Así que estamos viviendo en el tiempo de la más grande de todas las herejías, la peor en toda la historia de la Iglesia.

   El Concilio Vaticano II fue dirigido por modernistas.
   El Dogma es muy importante para conocer lo que está sucediendo. Por ejemplo, hoy en día llaman desobediencia a quienes asisten a la Misa Tradicional. Sin embargo, el Concilio de Trento definió como Dogma de Fe por el Papa San Pío V, que la Misa Tridentina es la única Misa a la cual deben asistir los católicos.

   Recordemos a San Atanasio fue Obispo de Alejandría por 45 años, pero pasó 17 de esos años en exilio. Fue exiliado por sus  mismos hermanos Obispos de Egipto. Los Obispos de Egipto trataron de destruir a San Atanasio porque él se mantuvo firme por la Verdad, por el dogma de la Fe. El 90% de los Obispos estaban equivocados, no sólo los Obispos de Egipto que exiliaron a San Atanasio 5 veces por 17 años, el mismo Papa Liberio lo excomulgó en el año 357, se arrepintió después, pero el punto es que incluso el Papa estaba equivocado. Por eso es muy importante aferrarnos al dogma si queremos salvar nuestra alma.
   
El dogma nunca puede fallar, son definiciones infalibles. Dios nos ha dado una enseñanza para todos los tiempos. Lo que la Iglesia ha enseñado antes infaliblemente es verdad  también hoy.

    Santo Tomás de Aquino, el más grande de los Doctores de la Iglesia nos dice que hay doce artículos de la Fe en el Credo de los Apóstoles, y que debemos creer cada uno de ellos explícitamente para salvar nuestra alma.

    La Fe nos muestra la verdad de la vida espiritual, y manteniendo los ojos de la Fe abiertos, conoceremos el camino y qué es lo que hay que evitar para no desviar el camino y  llegar al Cielo. Esta Fe se nos dio en nuestro bautismo, es un tesoro que tenemos que preservar.

   Dios nos ha mandado malos sacerdotes, e incluso Papas como un castigo.  Hoy en día hay una diabólica desorientación, por ejemplo, muchas personas piensan que es parte de la Iglesia tener diálogo, diálogo ecuménico le llaman. Los Papas Pío XI y Pío XII nos advierten en documentos oficiales que no podemos rezar con los no católicos, no porque sean malas personas, sino porque nosotros tenemos la Fe verdadera y no podemos dar la impresión de que otra religión es verdadera cuando no lo es.

   Tenemos que ser testigos de la Fe, no de la mentira. Si rezamos con no católicos, les estamos diciendo que su dios y el nuestro es el mismo.

   Nuestro Señor fundó una sola Iglesia. Aferrémonos a la verdad, no nos desanimemos. El dogma es primero, no cambia. Debemos estar conscientes que creemos la Fe porque es la verdad. Debemos tener  amor por la verdad, el amor por la verdad es parte de la caridad, San Pablo nos dice que el Anticristo vendrá por una razón: porque los fieles habrán perdido el amor a la verdad, lo dice la segunda carta a los Tesalonicenses en el capítulo segundo. Los fieles habrán perdido el amor por la verdad,  por lo tanto, la sal habrá perdido su sabor, y por lo tanto, de nada sirve ya. Este es el panorama de la mayoría de los fieles después del Concilio hasta nuestros días.  Cuando los fieles pierden la Fe, o el amor por la Verdad no sirven de nada si no para ser arrojados al suelo y pisoteados.

   Cuando vean un Sínodo que promulgue  que las reglas han cambiado, toda esta pobre gente estará siendo engañada, y estamos hablando de millones de gentes. En el día del juicio no podrán decir que no les dijeron. No podemos decir: “es que lo dijo el Cardenal, lo dijo el Papa”.   Dios nos dio la razón para que la usáramos. Hay que usar los talentos que Dios nos ha dado.

   El castigo de Dios no será sólo para los católicos, sino para todo el mundo.  Cuando Abraham le pidió a Dios que salvara Sodoma y Gomorra, le pidió que si había cincuenta hombres justos la salvara, Dios dijo que sí, por 45, le dijo que sí, por 30, por 20, por 10, por 5, Dios no pudo encontrar cinco hombres justos para salvar las ciudades. Dios la hubiera salvado por cinco hombres justos. Ahora pasa lo mismo, cuando los fieles pierden su sabor, el mundo no es agradable a Dios.

   La Verdad se conoce por las definiciones dogmáticas infalibles. Puede que me guste o no me guste, puede que me convenga o no me convenga, eso no importa, lo que importa es conformar mi mente y mi corazón con la Verdad.

   Es muy importante tener siempre presente lo que dijo San Vicente Lerins: "Es verdadera y propiamente católico lo que fue creído en todas partes, siempre, por todos". "Has recibido oro, debes entregar oro (...) no plomo, no bronce, en lugar del precioso metal". "El cristiano deberá hacer todo lo posible para adherirse a la antigüedad, la cual no puede evidentemente ser alterada por ninguna nueva mentira". "Por consiguiente, anunciar a los cristianos alguna cosa diferente de la doctrina tradicional no era, no es, no será nunca lícito; y siempre fue obligatorio y necesario, como lo es todavía ahora y lo será siempre en el futuro, reprobar a quienes hacen bandera de una doctrina diferente de la recibida".

   Hoy en día la gente ya no piensa, solo siente. Este no es asunto de sentir, es un asunto de salvar el alma. Tenemos la obligación de conocer la Fe, debemos amar la verdad, es primordial para salvarnos.

   Para ser fiel necesitamos la gracia. Recemos el Rosario todos los días para tener la gracia de continuar en el camino de Dios. Por nuestras propias fuerzas no podemos nada. Si usamos el escapulario, será fácil rezar el Rosario, rezando el Rosario amaremos la Misa.    

   Pidamos a Nuestra Señora que nos enseñe a encontrar la Verdad y a comprender que cuando la encontramos debemos de vivir por ella. Todos tenemos la obligación de buscar la Verdad, de conocer la Verdad, de defender la Verdad y de abrazar la Verdad.

Padre Gruner
2014          

martes, 8 de enero de 2019

“No roguéis por mí, pues estoy en el infierno por toda la eternidad”


EL INFIERNO
Monseñor De Ségur
SI LO HAY – QUÉ ES – MODO DE EVITARLO
Paris, 1875

El joven  religioso de San Antonino

En sabio arzobispo de Florencia SAN ANTONINO refiere en sus escritos un hecho no menos terrible que hacia la mitad del siglo quince había aterrorizado a todo el norte de Italia. Un joven de buena familia, que a los dieciséis o diecisiete años había tenido la desgracia de callar en la confesión un pecado mortal y de comulgar en este estado, había diferido de semana en semana, de mes en mes, la confesión de sus sacrilegios, continuando sus confesiones y comuniones por un miserable respeto humano. Atormentado por los remordimientos, procuraba acallarlos haciendo grandes penitencias, de suerte que pasaba por un santo. No pudiendo sufrir más, entró en un monasterio. “Aquí al menos, decía para sí, lo diré todo, y expiaré seriamente mis vergonzosos pecados”.

Para su desgracia fue acogido como un santo por los Superiores, que conocían su reputación, y aumentóse aún más con esto su vergüenza. Aplazó para más adelante sus confesiones, redobló sus penitencias y pasáronse en este deplorable estado uno, dos, tres años. No se atrevía nunca a revelar el horrible y vergonzoso peso que lo agobiaba; al fin, parecía que una mortal enfermedad le facilitaba el medio. “Ahora, decía en sus adentros, voy a hacer antes de morir una confesión general”. Pero sobreponiéndose siempre el amor propio a su arrepentimiento, enredó de tal modo la confesión de sus culpas, que el confesor no pudo comprender nada: tenía un vago deseo de abordar de nuevo el asunto al día siguiente; pero le sobrevino un acceso de delirio, y el infeliz murió.

En la Comunidad se ignoraba la horrible realidad, y se decía: “Si éste no está en el cielo, ¿quién de nosotros podrá ir?”. Y se hacían tocar con sus manos cruces, rosarios, medallas. Fue trasladado el cuerpo, con una especie de veneración, a la iglesia del monasterio, y quedó expuesto en el coro hasta el día siguiente, en que habían de celebrarse los funerales.

Algunos momentos antes de la hora fijada para la ceremonia, uno de los Hermanos, enviado para tocar la campana, vio de repente delante de sí y cerca del altar al difunto, rodeado de cadenas, que parecían enrojecidas en el fuego, y apareciendo en toda su persona algo incandescente. Espantado el pobre Hermano, había caído de rodillas, fijos los ojos en la terrible aparición. Díjole entonces el condenado:

“No roguéis por mí, pues estoy en el infierno por toda la eternidad”.

Y refirió la lamentable historia de su funesta vergüenza y de sus sacrilegios, después de lo cual desapareció, dejando en la iglesia un olor hediondo que se esparció por todo el monasterio, como para atestiguar la verdad de lo que el Hermano acababa de ver y oír.
Advertidos luego los Superiores, hicieron quitar el cadáver, considerándolo indigno de sepultura eclesiástica.

sábado, 5 de enero de 2019

Monseñor Marcel Lefebvre habla contra errores modernistas

NdB: Después de escuchar las palabras firmes de Mons Lefebvre, uno todavía se pregunta cómo es que Mons Williamson y su falsa e intrincada resistencia defienden la misa nueva. Esos grupos de falsa resistencia, maquinados para el control de fieles y grupos, defienden sus propias ideas y se aparecen como paladines del catolicismo. Cuidado con los falsis fratribus.

EL INFIERNO: QUÉ ES-MODO DE EVITARLO (Monseñor De Ségur)



 El doctor Raymond Diocrés

                En la vida de SAN BRUNO, fundador de los Cartujos, se encuentra un hecho estudiado muy a fondo por los doctísimos Bolandistas, y presenta a la crítica más formal todos los caracteres históricos de la autenticidad; un hecho acaecido en Paris en pleno día, en presencia de muchos millares de testigos, cuyos detalles han sido recogidos por sus contemporáneos, y que ha dado origen a una gran orden religiosa.
                Acababa de fallecer un célebre doctor de la Universidad de Paris llamado Raymond Diocrés, dejando universal admiración entre todos sus alumnos. Era el año de 1082. Uno de los más sabios doctores de aquel tiempo, conocido en toda Europa por su ciencia, su talento y sus virtudes, llamado Bruno, hallábase entonces en Paris con cuatro compañeros, y se hizo un deber asistir a las exequias del ilustre difunto.
                Se había depositado el cuerpo en la gran sala de la Cancillería, cerca de la Iglesia de Nuestra Señora, y una inmensa multitud rodeaba respetuosamente la cama, en la que, según costumbre de aquella época, estaba expuesto el difunto cubierto con un simple velo.
                En el momento en que se leía una de las lecciones del Oficio de difuntos, que empieza así:
                “Respóndeme ¡Cuán grandes y numerosas son tus iniquidades !”1, sale de debajo del fúnebre velo una voz sepulcral, y todos los concurrentes oyen estas palabras:
                “Por justo juicio de Dios he sido ACUSADO”.
                Acuden precipitadamente, levantan el paño mortuorio: el pobre difunto estaba ahí inmóvil, helado, completamente muerto. Continuose luego la ceremonia por un momento interrumpida, hallándose aterrorizados y llenos de temor todos los concurrentes.
                Se vuelve a empezar el Oficio, se llega a la referida lección: “Respóndeme”, y esta vez a vista de todo el mundo levántase el muerto, y con robusta y acentuada voz dice:
                “Por justo juicio de Dios he sido JUZGADO”.
                Y vuelve a caer. El terror del auditorio llega a su colmo: dos médicos justifican de nuevo la muerte; el cadáver estaba frío, rígido; no se tuvo valor para continuar, y se aplazó el Oficio para el día siguiente.
                Las autoridades eclesiásticas no sabían que resolver. Unos decían:
“Es un condenado; es indigno de las oraciones de la Iglesia”.
Decían otros:
               “No, todo esto es sin duda espantoso; pero al fin ¿no seremos todos acusados primero y después juzgados por justo juicio de Dios?”
El Obispo fue de este parecer, y al siguiente día, a la misma hora, volvió a empezar la fúnebre ceremonia, hallándose presentes, como en la víspera, Bruno y sus compañeros. Toda la Universidad, todo París había acudido a la iglesia de Nuestra Señora. Vuelve, pues, a empezarse el Oficio. A la misma lección: “Respóndeme”, el cuerpo del doctor Raymond se levanta de su asiento, y con un acento indescriptible que hiela de espanto a todos los concurrentes, exclama:
“Por justo juicio de Dios he sido CONDENADO”  y volvió a caer inmóvil.
Esta vez no quedaba duda alguna: el terrible prodigio, justificado hasta la evidencia, no admitía réplica. Por orden del Obispo y del Capítulo, previa sesión, se despojó al cadáver de las insignias de sus dignidades, y fue llevado al muladar 2 de Montfaucon.
Al salir de la gran sala de la Cancillería, Bruno, que contaría entonces cerca de cuarenta y cinco años de edad, se decidió irrevocablemente a dejar el mundo, y se fue con sus compañeros a buscar en las soledades de la Gran Cartuja, cerca de Grenoble, un retiro donde pudiese asegurar su salvación, y prepararse así despacio para los justos juicios de Dios.
Verdaderamente, he aquí un condenado que “volvía del infierno” no para salir de él, sino para dar de él irrecusable testimonio.

1          Cuarta lectura de Maitines del Oficio de difuntos: Job, 13,22-28
2          Muladar: sitio donde se vacía el estiércol o basura.



EL INFIERNO
Monseñor De Ségur
SI LO HAY – QUÉ ES – MODO DE EVITARLO
Paris, 1875

jueves, 3 de enero de 2019

Treintena a San José para alcanzar cualquier gracia


¡Oh amabilísimo Patriarca, Señor San José! Desde el abismo de mi pequeñez, dolor y ansiedad, os contemplo con emoción y alegría de mi alma en vuestro solio del cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de tu santa Esposa.
Por eso yo, pobre, desvalido, triste y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente os traigo ante vuestro altar y vuestra imagen una pena que consoléis, un mal que remediéis, una desgracia que impidáis, una necesidad que socorráis, una gracia que obtengáis para mí y para mis seres queridos. 
Y para conmoveros y obligaros a oírme y conseguírmelo, os lo pediré y demandaré durante treinta días continuos en reverencia a los treinta años que vivisteis en la tierra con Jesús y María, y os lo pediré, urgente y confiadamente, invocando todos los títulos que tenéis para compadeceros de mí y todos los motivos que tengo para esperar que no dilataréis el oír mi petición y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en vuestra bondad y poder, que al sentirla os sentiréis también obligado a obtener y darme más aún de lo que os pido, y deseo.
1.- Os lo pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Dios de Dios, Dios Hombre, Dios del Hombre, Dios con el Hombre.
2.- Os lo suplico por vuestra ansiedad de sentiros obligado a abandonar a vuestra santa Esposa, dejándola sola, y yendo solo sin ella.
3.- Os lo ruego por vuestra resignación dolorosísima para buscar un establo y un pesebre para palacio y cuna de Dios, nacido entre los hombres, que le obligan a nacer entre animales.
4.- Os lo imploro por la dolorosísima y humillante circuncisión de vuestro Jesús, y por el santo y dulcísimo nombre que le impusisteis por orden del Eterno para consuelo, amor y esperanza nuestra.
5.- Os lo demando por vuestro sobresalto al oír del Ángel la muerte decretada contra vuestro Hijo Dios, por vuestra obedientísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros del camino, por la pobreza del destierro, y por vuestras ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.
6.- Os lo pido por vuestra aflicción dolorosa de tres días al perder a vuestro Hijo, y por vuestra consolación suavísima al encontrarle en el templo; por vuestra felicidad inefable de los treinta años que vivisteis en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra autoridad y providencia.
7.- Os lo suplico y espero por el heroico sacrificio, con que ofrecisteis la víctima de vuestro Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.
8.- Os lo demando por la dolorosa previsión, que os hacía todos los días contemplar aquellas manos infantiles, taladradas un día en la Cruz por agudos clavos; aquella cabeza que se reclinaba dulcísimamente sobre vuestro pecho, que debía ser coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabais contra vuestro corazón, que luego verías ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz; aquel último momento en que le veíais expirar y morir por mí, por mi alma, por mis pecados.
9.- Os lo imploro por vuestro dulcísimo tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María. y vuestra entrada en el Limbo de los Justos en el cielo, donde tenéis vuestro trono de poder.
10.- Os lo pido por vuestro gozo y vuestra gloria, cuando contemplasteis la Resurrección de vuestro Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey inmortal de los siglos.
11.- Os lo suplico por vuestra dicha inefable cuando visteis salir del sepulcro a vuestra santísima Esposa, resucitada, y ser subida a los cielos por ángeles, y coronada por el Eterno, y entronizada en un solio junto al vuestro como Madre, Señora y Reina de los ángeles y hombres.
12.- Os lo ruego por vuestra entrega inefable y permanente a la Sagrada Familia que presidias, donde fuiste dueño y esclavo de la castidad perfecta que imperaba en tu ser por el expreso asentimiento que asumisteis en beneficio de la Redención de las almas.
13.- En fin, os lo imploro, ruego y espero confiadamente por vuestros trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra,  por vuestros triunfos y gloria feliz bienaventuranza en el Cielo con vuestro Hijo Jesús y vuestra esposa Santa María.
¡Oh mi buen San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la  Santa Iglesia Católica y de sus Doctores y Teólogos me siento alentado y obligado a pediros, suplicaros y esperar me obtengáis de Dios la grande y extraordinaria gracia que impetro hoy ante este vuestro altar e imagen y ante vuestro trono de bondad y poder en el cielo: la espero Santo Patriarca.

(Padrenuestro, tres Ave Maria y Gloria)