Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la unción de Santa María Magdalena
Escribe el Evangelista, que seis días antes de la Pascua fue Cristo a
Betania, y se hospedó en casa de Simón leproso y se sentó a la mesa con sus
discípulos y Lázaro, a quien había resucitado, y María Magdalena ungió los pies
de Cristo con ungüento precioso y los limpió con sus cabello, de que Judas
murmuró, más Cristo volvió por María Magdalena delante de muchos, que vinieron
por ver a Lázaro resucitado.
Punto I.- Considera la caridad y amor que el Salvador tenía a sus
amigos, a quienes había hecho tanto bien, como fueron Lázaro, a quien dio la
vida; María, a quien había perdonado sus pecados; Marta, en cuya casa se había
hospedado; Simón, a quien había curado
de la lepra, y le llamaban Leproso; y como llegase el tiempo de Su Pasión no
quiso partir de este mundo sin despedirse de ellos y darles aquella
consolación. Entra tú en aquella casa, contempla lo que pasa en ella, mira a
Cristo tan benévolo, afable y gustoso para con todos, y aprende a serlo tú con
todos. Penetra el interior de Su alma, y contempla Su amor para con sus amigos
y el sentimiento de apartarse de ellos, y del dolor que les había de causar Su
Pasión, y cómo los consuela para llevarla con paciencia, y aprende a consolar a
tus amigos, y pídele al Señor que no parta sin consolarte a ti también, y pues
su caridad es tan crecida, que unas mercedes son empeño para otras, cuéntale
las que te ha hecho, y pídele que te haga otras muchas de nuevo, como las hizo
a todos los referidos.
Punto II.- Considera a Lázaro resucitado a la mesa con Cristo y con sus
discípulos; el cual, como dice San Agustín, es símbolo del pecador convertido.
Resucita de la muerte del pecado a la vida de la gracia, el que merece sentarse
a la mesa con Cristo. No desprecies a ningún pecador, mas ten gran estima de
los convertidos, mira la honra que Dios les hace, hónralos tú también, y cobra
una grande confianza en su bondad, viendo la manera que trata a los pecadores
convertidos.
Punto III.- Considera a Santa
María Magdalena abrasada de amor del Salvador, postrada a sus pies, ungiéndolos
con aquel bálsamo precioso, lavándolos con sus lágrimas y limpiándolos con sus
cabellos, y besándolos, y a Cristo tan regalado y gustoso con estos obsequios. Pídele
lugar a esta Santa y licencia para arrojarte a los pies del Salvador en su
compañía a ungir los pies de Cristo, lavarlos con tus lágrimas y limpiarlos con
las telas de tu corazón. Pues los pobres representan a Cristo, y son como los
pies del cuerpo místico de su Iglesia, úngelos gastando los preciosos bálsamos de tu
casa, y lávalos, curándolos y limpiándolos, y emplea en su servicio tus
cabellos, cubriéndolos y vistiéndolos con lo que sobra en tu casa, que según
San Gregorio significa los cabellos, que son lo superfluo de cuerpo.
Punto IV.- Considera cómo murmuraron de María los circunstantes, y cómo
la defendió Cristo; porque no hay obra tan santa que no esté sujeta a la
censura de los hombres, los cuales como poco sabios juzgan por malo lo que es
bueno y lo murmuran. No te turbe la murmuración de los maliciosos, que Dios te
defenderá como a María Magdalena. Alza los ojos al cielo, y mira lo que siente
Dios de ti, y de lo que haces en su servicio, ten buena intención y Él
favorecerá tu obra, ofrécete a su servicio, pídele que te de esfuerzo y perseverancia,
como se la dio a esta santa pecadora para seguirle hasta el monte Calvario y
después a su sepultura.