Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la sentencia de Cristo, y cómo
fue sacado con la cruz acuestas
Punto I.- Considera lo que pasó en el pretorio de Pilatos, el cual
viendo la obstinación del pueblo y las instancias que hacía por la muerte de
Cristo, vencido de sus amenazas, como juez inicuo, pidió agua y se lavó las
manos delante del pueblo, y dijo: Yo no tengo parte en la sangre de este justo,
por vuestra cuenta corre; y todos clamaron que viniese Su sangre sobre ellos y
sus hijos, y con esto le condenó a muerte y firmó la sentencia y se le entregó
para que le crucificase. Esta fue la sentencia del Salvador del mundo, la cual
confirmó Su Eterno Padre por la salud de todo el género humano, y la aceptó
Cristo obedeciendo a Su mandato. Medita lo ingrato de aquel pueblo contra su
Señor, de quien había recibido tantos beneficios, y en la cobardía del juez que
conociendo su inocencia le condenó inicuamente. Lavóse las manos con el agua, y
manchó su corazón con la sangre de Cristo, pero sobre todo contempla su
paciencia, su humildad, su silencio, su obediencia en tan duro precepto, y
aquel corazón tan rendido a Su Eterno Padre. Atiende cómo acepta la sentencia,
como si fuera pronunciada de su boca y firmada de su mano; y aprende obediencia
en cosas difíciles y repugnantes a la carne, y sufrimiento en todos tus
trabajos, pues ninguno fueron como estos.
Punto II.- Considera cómo luego los enemigos del Salvador llenos de
alborozo y alegría por ver logrado su
intento, convocaron los soldados, trajeron la cruz, resonaron las trompetas,
juntaron la gente y se dieron prisa a sacar al Salvador del mundo. Mira lo que
pasa en aquel pretorio, cómo desnudan al esposo de tu alma y se descubre todo
llagado, y le visten de sus propios vestidos y le ponen la soga a la garganta.
¡Oh qué collar de oro para salir a vistas el día de su desposorio! Contempla el
gozo del Salvador cuando vio su cruz por tantos años deseada; con qué palabras
se recrearía con ella, el afecto con que la abrazaría, la ternura con que la
tomaría, derramando lágrimas de gozo viéndose ya tan cerca al sacrificio que
había de hacer en ella de sí mismo a Su Eterno Padre. Aprende de tal maestro
cómo has de recibir la cruz que Dios te enviare. No mires las persecuciones,
trabajos e injusticias como venidas de manos de hombres, sino como de las de
Dios, que te las envía para tu corona y recíbelas como Cristo recibió su Cruz
con paciencia y alegría.
Punto III.- Considera cómo ordenó luego aquella procesión con tan
dolorosa insignia; resonarían las trompetas, juntaríanse mares de gentes, y
relucirían los hierros de las lanzas; tremolaría la bandera por lo alto,
sonarían las cajas, y en medio de todos iría el Salvador entre dos ladrones con
la cruz pesada sobre sus hombros, la cual dice San Buenaventura que tenía
quince pies de alto. Luego entonó el pregonero su voz diciendo cómo era
condenado aquel hombre por blasfemo, malhechor y homicida. De esta manera salió
el obediente Isaac con la leña sobre sus hombros para ser sacrificado en el
monte Calvario por la redención del mundo. Contempla, alma devota cómo va tu
Redentor por ti, mira si llegan tus afrentas a las tuyas, y si has llegado al
estado y término en que se halla. Síguele y no le dejes; y pues Él te convida y
llama, toma tu cruz y camina con Él haciéndole compañía.
Punto IV.- Mil y veinte pasos distaba (según la común opinión) el
pretorio de Pilatos del monte Calvario, y como era tan largo el camino y Cristo
estaba tan molido y desangrado, cayó con el peso de la cruz. ¡Oh alma! Llega a
levantarle y pide que te de la cruz para que tome siquiera algún alivio en tan
largo camino. Mas como aquellos verdugos eran tan inhumanos, le daban golpes y
palos, como si fuera una bestia para que se levantase, y temiendo que muriese
antes de llegar al Calvario, alquilaron un hombre que llevase la cruz. ¡Oh
dichoso jornalero! Y quién pudiera comprarte esta ocasión para llevarla! ¡Oh
dulce Jesús! ¿Qué precio le dieron porque llevase vuestra cruz? Yo, Señor, me
ofrezco a llevarla sin algún precio, antes daré cuanto tuviere, y me venderé, y
me daré en precio por llevarla. Dádmela, Señor mío, un rato, que solo deseo
vuestro alivio y descanso. Medita lo que pasó en este camino, porque Él mismo
reveló a un contemplativo, que todos los que devotamente meditan Su Pasión y le
ayudan a llevar Su cruz, dan alivio a sus tormentos.