Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la doctrina del Evangelio
Estando Cristo en su patria entró
en la sinagoga y leyó un capítulo de Isaías profeta, que hablaba de su venida,
y le declaró a los presentes los cuales indignados de oírle, le echaron con
violencia de ella, y sacándole fuera de la ciudad, le quisieron despeñar de un
monte abajo, mas pasando por en medio de ellos salió libre de sus manos.
Punto I.- Considera cuánta verdad es lo que dice Cristo, que en todas
partes es oído y hace provecho el profeta, si no es en su patria, pues el mismo
Cristo que le hizo tan grande en todas no le hizo entre los suyos. No te ciegue
el amor de los parientes, ni el celo de los amigos, sino retírate de ellos y cree
que en ninguna parte aprovechará menos que entre ellos, y que para tu
aprovechamiento y el de tus prójimos te conviene el retiro de todo lo que es
carne y sangre como lo enseña Cristo.
Punto II.- Considera aquella sentencia del Salvador, que dice: médico, cúrate a ti mismo. ¡Oh qué
grande engaño es curar a los otros y no a ti mismo! Echar agua en la casa ajena
estándose quemando la propia. Toma el consejo del Salvador y pon la mano en tu
pecho y mira tus llagas y cuida de curarlas y deja las ajenas, pues tu salud es
la primera y la que debes procurar ante todas las cosas.
Punto III.- Considera la ira que engendró la doctrina de Cristo Señor
nuestro en los corazones de los fariseos, porque en los de los buenos engendra
devoción y santos deseos, y en los de los malos ira, envidia y obstinación por
su malicia; atiende a lo que pasa por ti y considera qué efectos causa en tu
corazón la palabra del Señor, y cuántas has oído y qué frutos has sacado de
ellas, y llora las pérdidas pasadas, y pídele con humildad, que tenga en ti su
divina palabra los efectos que pretende el que la dice y los que tiene en los
corazones de los buenos.
Punto IV.- Considera el poder infinito de Cristo Redentor y Señor
nuestro junto con su paciencia y mansedumbre; pues por una parte se dejó
atropellar y maltratar, echándole a empellones de la sinagoga, y llevándole a
la cumbre del monte para despeñarle; y por otra se libró de sus manos solo con
su voluntad, pasando por en medio de ellos; aprende mansedumbre y paciencia en
las contrariedades que padecieres y grande confianza en el poder infinito de
Dios que te librará de todos con suma facilidad, como libró en esta ocasión a
su Santísimo Hijo, reservándole de la muerte que pretendieron darle sus
enemigos.