Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De cómo Cristo entró triunfando a Jerusalén
La historia es sabida cómo Cristo nuestro Señor acercándose el tiempo de
su Pasión, envió a dos de sus discípulos y le trajeron una jumenta, en la cual
pusieron sus capas y le hicieron subir y entrar en la ciudad, la cual se
conmovió con su venida y le recibieron con palmas y ramos y común aclamación.
Punto I.- Considera cómo Cristo va tan de su voluntad a Jerusalén adonde
aunque entra triunfando sabe que le han de crucificar dentro de pocos días.
Dale gracias por la merced que te hace en venir a padecer por ti, y ofrécete
con su ejemplo a ir de tu voluntad a padecer por Él. Mira como pasea la carrera
como caballero diestro y esforzado, la cual dentro de poco tiempo ha de correr
por ti con su cruz en los hombros, y síguele con la tuya preparándote con
esfuerzo a llevarla por su amor.
Punto II.- Considera cómo envió a sus discípulos a que desatasen a los
animales y se los llevaran, porque en los jumentos atados fueron significados
los pecadores atados con los cordeles de sus pecados, a los cuales manda Cristo
a sus apóstoles que los desaten por la absolución de sus culpas, pero no para
que se desmanden en nuevos vicios, soltándose como brutos en los prados verdes
del mundo, sino para que se los lleven a Él y los sujeten a su servicio; de lo
cual has de sacar, si eres confesor o ministro del Evangelio, el cuidado que
debes poner en llevar a Dios a los pecadores sacándolos de la cautividad de sus
vicios, y llevarlos a Cristo no dándoles demasiada rienda, para que se
desenfrenen en sus pecados. Y si eres sujeto has de aprender la humildad y
obediencia con que te debes portar con los ministros de Cristo, sujetándote a
sus órdenes, obedeciéndoles en todo lo que te mandaren, que es medio para ir a
Cristo.
Punto III.- Contempla lo que pasa este día en la corte de Jerusalén.
Mira a Cristo tan benigno y gozoso cómo entra triunfando, y a todo el pueblo
que sale a recibirle, con palmas y olivas, cubriendo con sus vestiduras las
calles. Atiende a la muchedumbre que hay
por las plazas y ventanas, oye las aclamaciones del pueblo, que todos a una voz le pregonan por
Hijo de David y Rey de Israel, enviado de Dios por Salvador y Redentor; y a
vista de este triunfo mira el que dentro de cinco días ha de tener en las
mismas calles y plazas con las mismas personas, llagado de pies a cabeza,
coronado de espinas, con la soga a la garganta y la Cruz a cuestas, a voz del
pregonero publicado y condenado por ladrón y falso profeta, por malhechor y
revolvedor de pueblos, llevado a crucificar entre verdugos, homicidas y
ladrones. ¡Oh glorias del mundo, qué breves y engañosas sois! ¡Oh triunfos de
la tierra qué presto os trocáis en afrentas! ¿Quién fiará de vosotros? ¿Para
qué Señor, admitisteis este triunfo, sabiendo cuán presto se había de trocar en
llanto, sino para que campease más vuestra ignominia a vista de esta gloria? Contempla
lo que pasa, y no fies de glorias ni de honras mundanas, que todas son flores
aparentes que a la mañana nacen y a la tarde se marchitan.
Punto IV.- Considera lo que este
día consideraba Santa Teresa de Jesús, cómo entre tantos aplausos no hubo en
toda aquella ciudad quién le llevase a su casa, ni le diese a Él ni a sus
discípulos un bocado de pan; sal a recibirle y ruégale que vaya a tu pobre
posada, y ofrécele tu corazón y cuanto hubiere en él. Pídele que te perdone tu ingratitud y que
reciba tu voluntad y vaya a tu alma; y para más obligarle, recíbele con ramos
de oliva, símbolo de la misericordia, teniéndola de los pobres y haciéndoles
limosna, y con palmas en las manos, símbolo de la victoria, peleando como varón
contra los vicios hasta alcanzar la victoria de tus enemigos, y de esta manera
se dignará el Señor a ir a tu posada, y hacerte las misericordias que tal día
como este se refiere hizo a esta Santa, bañando su espíritu de una dulzura
inefable.