Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
Del concilio que juntaron los pontífices contra Cristo en Jerusalén
Viendo los muchos milagros que obraba Cristo y la gente que le seguía, juntaron concilio los pontífices y fariseos para dar traza de atajar este concurso y poner freno a los que iban creyendo en el Salvador; entre los cuales Caifás, como pontífice de aquel año, profetizó que convenía que muriese Cristo por todos.
Punto I.- Considera cómo habiéndose juntado los enemigos del Salvador a calumniar su vida, no hallaron en Él otra culpa sino que hacía muchos milagros y que todos creían en Él. Gózate de tener un Señor y un maestro de tan grande santidad que todos sus enemigos no puedan hallar otra culpa en Él sino sus virtudes y milagros. Consuélate con su ejemplo si te hallares en algún tiempo perseguido por el bien que hicieres a tus prójimos y por las obras del servicio de Dios. Mira cómo sufre el Redentor sus persecuciones, y cómo debes tú llevar las tuyas, y dale gracias porque se ha dignado de darte parte de Su cruz.
Punto II.- Considera lo que se propone en este concilio, en el cual se dice: ¿qué hacemos? Que este hombre hace muchos milagros; si no le atajamos, todos creerán en Él. Toma estas palabras para tu provecho y di: ¿qué hacemos? Porque este Señor hace muchas señales, ¿cómo no correremos a servirle e imitarle? ¿Qué cuenta hemos de dar de tantas maravillas como obra cada día, y tantas señales para atraernos a su servicio? Todos creen en Él, y todos le siguen y le sirven menos tú. ¡Oh siervo desagradecido y perezoso! Despierta y aviva tu voluntad y tus sentidos para servir a este Señor, que te llama con tantas señales.
Punto III.- Considera cómo estos temieron perder el reino si creían en Cristo, y le perdieron mucho más, no creyéndole y obrando contra su doctrina. Esto sucede a los que por respeto de los bienes temporales dejan el camino de la virtud, que pierden los unos y los otros. No te engañe Satanás ni el amor de lo presente; pon los ojos en lo eterno, y procura alcanzarlo a cualquier costa, que Dios te dará esto y aquello.
Punto IV.- Está atento a la determinación de este concilio y a la boca por donde sale, que es la del pontífice de aquel año, que aunque malo por el lugar que tenía, rigió Dios su lengua para que dijese lo que convenía, y fue que Cristo muriese por todos. ¡Oh buen Jesús, nosotros pecamos, y se determina que Vos paguéis con la vida nuestras culpas! Repara cómo Dios rige las lenguas de los prelados por malos que sean, y que debemos tomar sus palabras como dictadas por Dios y gobernarnos por ellas. Oye esta sentencia y levanta los ojos al cielo, y considera cómo la confirma el Eterno Padre, y la da por buena en su justísimo tribunal, pero con diferente intención; ´porque estos malos ministros quisieron borrar el nombre de Cristo de la tierra; pero el Padre Eterno de salvar el mundo con su muerte, y purificar la tierra con el diluvio de su sangre, no a costa de los hombres como en el primero, sino a costa de su Santísimo Hijo, para remedio nuestro. Séalo Señor de mi alma y no me quede yo manchado, purificando con Su sangre a todo el mundo. Dadme que le sea perpetuamente agradecido, y que no le deje de servir por ninguna cosa del mundo.
Por el P. Alonso de Andrade
Del concilio que juntaron los pontífices contra Cristo en Jerusalén
Viendo los muchos milagros que obraba Cristo y la gente que le seguía, juntaron concilio los pontífices y fariseos para dar traza de atajar este concurso y poner freno a los que iban creyendo en el Salvador; entre los cuales Caifás, como pontífice de aquel año, profetizó que convenía que muriese Cristo por todos.
Punto I.- Considera cómo habiéndose juntado los enemigos del Salvador a calumniar su vida, no hallaron en Él otra culpa sino que hacía muchos milagros y que todos creían en Él. Gózate de tener un Señor y un maestro de tan grande santidad que todos sus enemigos no puedan hallar otra culpa en Él sino sus virtudes y milagros. Consuélate con su ejemplo si te hallares en algún tiempo perseguido por el bien que hicieres a tus prójimos y por las obras del servicio de Dios. Mira cómo sufre el Redentor sus persecuciones, y cómo debes tú llevar las tuyas, y dale gracias porque se ha dignado de darte parte de Su cruz.
Punto II.- Considera lo que se propone en este concilio, en el cual se dice: ¿qué hacemos? Que este hombre hace muchos milagros; si no le atajamos, todos creerán en Él. Toma estas palabras para tu provecho y di: ¿qué hacemos? Porque este Señor hace muchas señales, ¿cómo no correremos a servirle e imitarle? ¿Qué cuenta hemos de dar de tantas maravillas como obra cada día, y tantas señales para atraernos a su servicio? Todos creen en Él, y todos le siguen y le sirven menos tú. ¡Oh siervo desagradecido y perezoso! Despierta y aviva tu voluntad y tus sentidos para servir a este Señor, que te llama con tantas señales.
Punto III.- Considera cómo estos temieron perder el reino si creían en Cristo, y le perdieron mucho más, no creyéndole y obrando contra su doctrina. Esto sucede a los que por respeto de los bienes temporales dejan el camino de la virtud, que pierden los unos y los otros. No te engañe Satanás ni el amor de lo presente; pon los ojos en lo eterno, y procura alcanzarlo a cualquier costa, que Dios te dará esto y aquello.
Punto IV.- Está atento a la determinación de este concilio y a la boca por donde sale, que es la del pontífice de aquel año, que aunque malo por el lugar que tenía, rigió Dios su lengua para que dijese lo que convenía, y fue que Cristo muriese por todos. ¡Oh buen Jesús, nosotros pecamos, y se determina que Vos paguéis con la vida nuestras culpas! Repara cómo Dios rige las lenguas de los prelados por malos que sean, y que debemos tomar sus palabras como dictadas por Dios y gobernarnos por ellas. Oye esta sentencia y levanta los ojos al cielo, y considera cómo la confirma el Eterno Padre, y la da por buena en su justísimo tribunal, pero con diferente intención; ´porque estos malos ministros quisieron borrar el nombre de Cristo de la tierra; pero el Padre Eterno de salvar el mundo con su muerte, y purificar la tierra con el diluvio de su sangre, no a costa de los hombres como en el primero, sino a costa de su Santísimo Hijo, para remedio nuestro. Séalo Señor de mi alma y no me quede yo manchado, purificando con Su sangre a todo el mundo. Dadme que le sea perpetuamente agradecido, y que no le deje de servir por ninguna cosa del mundo.