Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
Del rico avariento y Lázaro pobre
Dice Cristo que hubo un hombre rico, a cuyas puertas estaba un pobre
Lázaro lleno de llagas, deseando las migajas que sobraban en la opulenta mesa
del rico. Murió este y fue sepultado en el infierno, y Lázaro fue llevado en
palmas de ángeles al seno de Abraham, a donde viéndole el rico, pidió que le
diese una gota de agua para refrigerar su tormento, y no le fue concedida, etc.
Punto I.- Contempla cómo Cristo carea al rico y al pobre, la vida del
uno a vista de la del otro, y el fin tan diferente que tuvieron; para declararnos
lo que pasa en la farsa de este mundo y en la retribución del otro. Cómo los
pecadores pasan aquí en gustos y delicias el tiempo de su vida, que es un soplo,
y bajan en un punto al infierno; y los justos pasan en pobreza, mortificación y
penitencia, y suben en manos de ángeles al cielo. Contempla despacio cómo pasa
esta comedia, cuán pronto termina y cómo todo es como un sueño, y un engaño
aparente sin verdad, sin ser y sin sustancia; y qué ceguedad es, por hacer este
o aquel papel, perder los bienes eternos,
y da de mano a todo lo perecedero, por lograr lo verdadero que nunca se acaba.
Punto II.- Considera la vida del rico y la del pobre, y el papel que
hace cada uno en esta comedia. Al rico no le nombra Cristo y al pobre sí;
porque aunque los poderosos tienen grande nombre en el mundo y los pobres
ninguno, pero en el acatamiento de Dios se truecan las manos, y el pobre es muy
nombrado y conocido, y el rico como si no fuera; porque cada uno es apreciado
conforme a sus merecimientos y no conforme a sus riquezas: mira qué aprecio
tendrás tú en su presencia. Pondera que el rico vivió muy bien vestido y
regalado; el pobre mendigo, enfermo, llagado y deseando las migajas que caían
de la mesa del poderoso. Mira con cuán poco se contentaba, y no podía
alcanzarlo; el rico era muy estimado de todos, y el pobre por el contrario
despreciado; de esta manera pasaron el curso de esta vida mientras duró esta
comedia, y en acabándose se acabó la grandeza del uno y la miseria del otro, y
se trocaron las suertes; el rico y regalado quedó pobre, miserable y en eternos
tormentos, y el pobre rico y glorioso en felicidad eterna. De esta manera pasa
la farsa de esta vida. Abre los ojos al desengaño, y mira a cuál de los dos quieres seguir.
Punto III.- Después de considerada la vida del uno y la del otro,
considera su muerte, y mira cómo al mendigo Lázaro le asistieron los ángeles confortándole en aquel tránsito,
y no le dejaron hasta colocarle en el seno de Abraham; y al rico le asistieron
los demonios, y no le dejaron hasta sepultarle en el infierno. Contempla cómo
al uno y al otro los desnudaron al salir
de este mundo de sus ropas y de todo cuanto tenían; al pobre le quitaron la
mendiguez, las llagas y la pobreza que padecía, y le vistieron de gloria,
enriqueciéndole opulentísimamente, y al rico le quitaron los vestidos, los
regalos, los bienes temporales, los criados y las cosas, y le dejaron en suma
pobreza. Contempla cuál sería el gozo del uno y cuál el tormento del otro,
pasando aquel de suma pobreza a suma opulencia, y este al contrario de suma
riqueza a suma mendiguez. ¡Oh, cuán preciosa es la muerte de los justos a los
ojos de Dios y qué despreciada la de los pecadores! Aquella está llena de
dulzura y esta de amargura; aquella rica, esta pobre; aquella felicísima, esta
infelicísima. Dadme Señor, que yo os sirva en esta vida en pobreza, paciencia y
humildad, para que merezca morir la muerte de los justos y no la de los
pecadores!
Punto IV.- Considera la gloria de Lázaro en el seno de Abraham, y ahora
reinando en el cielo; y el tormento del rico padeciendo en el infierno; y cómo
para mayor tormento le fue mostrado a Lázaro en su gloria, para que viese lo
que había perdido por no apiadarse de él, y la felicidad que pudo comprar con
las migajas de su mesa. Mira a Lázaro tan lleno de gozo, sin rastro de pena, ni
deseo que no le fuese cumplido; y al rico por el contrario, en los fuegos del
infierno, tan pobre y miserable, que no le fue concedida una gota de agua;
porque ni a este se le ha de disminuir en una gota la gloria, ni a aquel el
tormento. Considera la eternidad de su duración, y haz lo que quisieras haber
hecho cuando mueras.