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lunes, 16 de marzo de 2015

MEDITACIONES: Cuarto Domingo de Cuaresma


Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
Del milagro que hizo Cristo dando de comer a cinco mil personas con cinco panes y dos peces

   Punto I.- Considera cómo los pueblos seguían al Salvador, atraídos de la dulzura de su doctrina y olvidados del sustento de sus cuerpos por recibir el de sus almas, y el Señor les dio el uno y el  otro abundantemente cumpliendo su palabra, que a los que buscan primero el reino  de Dios, les dará todo lo temporal que necesitaren. Aprende a seguir a Cristo Señor nuestro, a olvidar lo temporal por conseguir lo eterno, que si dejas esto por esto otro, sin duda lo perderás todo, y si sabes confiar en Dios se doblarán los temporales y alcanzarás juntamente los bienes temporales y eternos.

   Punto II.- Considera la piedad de Dios, cómo en levantando los ojos y viendo la necesidad de la gente que le seguía, sin ser rogado de alguno, luego se movió a misericordia y trató de remediarla. Aprende, pues, del Señor a tener piedad de los pobres y socorrer a los miserables viendo su necesidad, pues está escrito que los que tienen misericordia con otros, la alcanzarán de Dios para sí propios.

   Punto III.-  Sigue a Cristo por aquel desierto y serás uno de sus convidados. Mira cómo toma el pan en sus manos, y cómo da gracias a su Eterno Padre, y cómo lo bendice, parte y reparte, dándolo de sus manos a los discípulos y de estos al pueblo, que estaba sentado por su orden. Mira la benignidad del Señor, la gracia y afabilidad con que mira a todos, el gusto con que les da el sustento, y el que ellos tienen con el que reciben de sus manos. Gózate de tener tan buen Padre, alégrate de su generosidad y providencia; aprende a tener agrado con todos, generosidad y limosna con los pobres; y no te apartes de la mesa sin recibir de su mano un  bocado de pan.


   Punto IV.- Considera cómo mandó el Salvador recoger las sobras del convite, y de tan corta vianda se hallaron doce canastas, después de haber comido cinco mil personas; las sobras mandó dar al niño que había traído los panes y los peces. ¡Oh gran maravilla del Altísimo y virtud de la limosna, que aumenta con estas creces los bienes del cuerpo y del alma! Aprende a confiar en su grandeza y a dar limosna de los bienes que te diere, y a servirle sin temor de que te falte nada de cuanto hubieres menester; y por último, considera cómo quiso el pueblo coronar a Cristo por rey, y huyendo de esta dignidad se retiró al monte solo, dando ejemplo a los hombres de huir de las dignidades y de no recibir recompensa por el bien que hicieren.