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jueves, 30 de mayo de 2024

Cómo en la sagrada Comunión el Corazón de Jesús nos purifica nos ilumina y nos deifica en su santo amor

 

Imaginad, si podéis, toda la caridad, todos los amorosos afectos habidos y por haber en todos los corazones que la omnipotente mano de Dios ha formado y puede formar; imaginadlos unidos y como condensados en un corazón bastante capaz para abarcarlos á todos; decidme, ¿no formaría esto un foco de amor verdaderamente incomprensible? Pues bien (y es de fe) esto no sería nada, por decirlo así, en comparación del amor infinito en que arde el Hijo eterno de Dios por nosotros, por cada uno de nosotros, en su sagrado Corazón, y por consiguiente en el Santísimo Sacramento del altar. 

Así, pues, cuando comulgamos tenemos la dicha de recibir en nuestro cuerpo y en nuestra alma al divino Jesús con el tesoro infinito de su Corazón y de su amor. Entra en nosotros todo abrasado, y ¿Qué quiere sino abrasarnos también con el fuego sagrado en que arde? «Fuego vine á poner en la tierra, dice, ¿y qué quiero sino que arda

 Para corresponder más fácilmente á este deseo del Corazón de Jesús, entiéndase que el fuego de que habla, es un fuego, que purifica, que ilumina, que santifica, que transforma, que deifica: el fuego de su santo amor. 

Es un fuego que. purifica. Cuando tenemos la dicha de comulgar dignamente, las sagradas llamas del Corazón de Jesús purifican nuestra alma hasta de sus menores manchas. Como el oro en el crisol, nuestra alma se derrite de amor en el Corazón de Jesús, y las mil pajitas imperceptibles que alteraban su pureza son devoradas por el fuego del divino amor. La sagrada Comunión ha sido instituida, dice el Concilio de Trento, «para preservarnos de los pecados mortales, y para librarnos de nuestras faltas cotidianas. Estas faltas veniales que se ocultan á la humana fragilidad, lejos de apartarnos de la Comunión frecuente, deben por el contrario excitarnos más á ella, como la enfermedad nos hace desear el médico y el remedio. L a sagrada Comunión es el remedio -directo que el Médico celestial nos ofrece para purificarnos, para desembarazarnos de nuestros pecados veniales; y en este Sacramento el fuego del amor es el que obra esta saludable purificación.

En segundo lugar, el fuego del Corazón eucarístico de Jesús ilumina. En la Eucaristía Jesús es como el sol, que da luz al mismo tiempo que calienta. La Comunión es un foco de amor que ilumina, que fortifica, que aumenta los esplendores de la fe, que disipa en nuestra alma las ilusiones y las tinieblas con que el infierno trata sin cesar de oscurecerla, y que nos hace entrar cada vez más en la admirable luz de Jesucristo, en las espléndidas realidades de la fe. Al comulgar, sobre todo, es cuando debemos decir con toda confianza á Jesús: «Señor, aumentad nuestra fe> Y Él nos abrirá con amor los tesoros de luz celestial de que es sol y foco su divino Corazón.

En tercer lugar, el fuego del amor de Dios santifica. No sin fundamento el acto de recibir el sacramento de la Eucaristía, es llamado en la Iglesia «la sagrada Comunión, la santísima Comunión.» Ella nos santifica, es decir, nos desprende de la tierra uniéndonos más y más al Rey de los cielos. Hace que viva y crezca en nosotros Jesucristo, el Santo de los Santos; y alimenta en nosotros todas las virtudes que constituyen la santidad cristiana. El amor de Jesús en la Eucaristía es el verdadero alimento de los imperfectos que desean alcanzar la perfección, de los pecadores penitentes que resuelven enmendarse y ser fieles siempre más, de los débiles que quieren hacerse fuertes. ¡Oh santísimo Cuerpo! ¡oh santísimo Corazón de mi Dios haced que reporte de mis Comuniones todos los frutos de santidad que vuestro amor ha depositado ellas. 

El fuego del Corazón de Jesús en la santa Comunión es también un fuego que transforma. Así coma el fu-ego material transforma el oro; la plata, los metales más duros, y de sólidos los vuelve líquidos, de groseros y ásperos los convierte en sutiles, puros y brillantes; así también el fuego del santo amor de Jesucristo hace que nuestras Comuniones obren insensiblemente en nosotros una transformación maravillosa, como que de mundanos nos hacen cristianos y espirituales; de negligentes, tibios y disipados que éramos antes de frecuentar el sacramento del Amor, nos transforman poco á poco en hombres recogidos, fervorosos, llenos de celo; cambian nuestros gustos y la dirección de nuestra vida, nos vuelven mansos y humildes de corazón, castos, amantes de nuestros hermanos hasta el sacrificio; en una palabra, concluyen por transformarnos en otros tantos Cristos; y á fuerza de alimentarnos con la Bondad, la Pureza, la Santidad, que no son otra cosa que Jesucristo mis­mo, nos hacen llegar á ser buenos, puros y santos de un modo sobrenatural. 

Finalmente, el fuego del sagrado Corazón de Jesús que abrasa nuestras almas cuando recibimos á Jesucristo en la Comunión, es un fuego que deifica. Sí, la gracia y él amor de Dios llegan hasta el punto de hacernos partícipes de su naturaleza divina, como El mismo lo declara: Divinos consortes naturae. Y aunque la gracia comienza ya esta deificación en el Bautismo, debe comprenderse, no obstante, que sin la santa Comunión no podría desarrollarse, ni aún subsistir; como la vida que recibimos al nacer no podría desarrollarse ni subsistir sin el alimento que la nutre de continuo.

 «Sois dioses é hijos del Excelso,» nos dice el Señor: ¿es sorprendente que dioses, que hijos de Dios se alimenten con la carne y la sangre del Unigénito de Dios, que reside real y verdaderamente en la Eucaristía bajo las apariencias de pan? ¡Y todos estos prodigios, Salvador mío, no reconocen otra causa que vuestro adorable amor! todos manan de una fuente única, que es vuestro sagrado Corazón, presente y encendido en medio de vuestra celeste humanidad, y contenido juntamente con ella en el gran Sacramento del altar. ¡Oh! haced que me abrase, que se abrasen también todos vuestros sacerdotes, todos vuestros fieles, hombres y mujeres, niños y ancianos, ricos y pobres, todos sin excepción, en vivas ansias de recibiros en este Sacramento de amor! Hacednos comprender á todos que comulgar es amaros; que comulgar c o d frecuencia y bien dispuestos es amaros perfectamente. ¡Gloria y amor al Corazón de Jesús en el santísimo Sacramento del altar!

EL SAGRADO CORAZÒN DE JESÙS por Monseñor Segur



lunes, 27 de mayo de 2024

El sagrado Corazón y el Santísimo Sacramento

El sagrado Corazón de Jesús reside en medio de nosotros en la tierra, al mismo tiempo que en el cielo. Inseparable de la santísima y adorabilísima humanidad de Jesucristo, de la cual es como el centro y la vida, este divino Corazón, tan amante y tan amado, reside en cada una de nuestras iglesias bajo los velos eucarísticos, como es de fe. A menudo olvidamos la realidad de esta viva presencia de Nuestro Seños en la tierra. 

En teoría todos creemos en ella (sin esto seríamos herejes), pero no todos en la práctica; y esta es quizá la causa principal de esa tibieza, de esas mil y mil faltas que so­mos los primeros en lamentar. No tenemos, al menos en la medida que seria necesario, el espíritu de fe en la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía. Lo mismo sucede relativamente á su sagrado Corazón. Le miramos muchas veces como una especie de abstracción celestial, bellísima contemplada de lejos, pero inaccesible. Si tuviésemos una fe más viva, le veríamos presente en el altar en medio del sagrado pecho de Jesús, y entonces ¡cuántas gracias esta fe viva atraería sobre nuestras almas! Desde el fondo de su tabernáculo Jesucristo nos aguarda, nos llama: como á la beata Margarita María, nos muestra y á la vez nos abre su Corazón abrasado de amor: «¡Mirad, nos dice, ved aquí el Corazón que tanto ha amado á los hombres, y de los cuales en pago de mi amor no recibo más que ingratitudes ' y ultrajes!» 

El altar es, en efecto, el trono del divino amor, como el tribunal de la Penitencia es el trono . de la divina misericordia. De lo alto de este el Corazón de Jesús se entreabre para perdonar y purificar: de lo alto de aquel se da sustancialmente, se abre para amar, para fortificar, para santificar. En el altar el sacerdote de Jesús tiene en sus manos consagradas el Cuerpo y el Corazón del Hijo de Dios, y en el santo cáliz contempla y bebe la misma Sangre que partiendo del sagrado Corazón vivificaba la carne del Verbo humanado. Y como la En caristia es por excelencia el misterio del amor, puede decirse que el sacerdote católico es verdaderamente el consagrante, el depositario y el dispensador del sagrado Corazón de Jesús. Cuando comulga en la santa misa, recibe en su interior este divino Corazón y esta Sangre adorable. Le recibe, y le recibimos también nosotros cuando comulgamos, con todas sus llamas, con todos sus ardores. ¡Foco vivísimo de amor es la Comunión, donde se come y bebe el Amor eterno, Jesucristo, su carne, su Corazón y su Sangre gloriosos! Lo que el amor de nuestro Salvador hace en el misterio de la Eucaristía presenta un cúmulo tal de prodigios, que en vez de hablar de ellos, siéntese uno inclinado, por respeto, á callar y adorar. Todo lo que de esto se puede decir es nada. . 

San Bernardo llama á este gran sacramento (el amor de los amores, amor amorum.) Ciertamente, el amor, sólo el amor impulsa á Nuestro Señor á encerrarse bajo esa humilde apariencia, despojado de todo esplendor, y á morar así en esta tierra de miserias, de lodo y de impurezas, expuesto á mil y mil ultrajes, y esto hace diez y nueve siglos, y hasta el fin de los tiempos, hasta su segundo advenimiento. E l amor es el que obliga á Jesús á vivir en medio de nosotros para cubrirnos á los ojos de su Padre celestial, como la gallina cubre y protege con sus alas á sus polluelos. 

Allí, sobre el altar, su divino Corazón, supliendo á la flaqueza de su Iglesia militante, hace subir incesantemente al cielo adoraciones, ala­banzas, acciones de gracias, súplicas y oraciones dignas en un todo de la majestad divina. «Siempre vivo para interceder por nosotros,»1 ama por nosotros y nos obtiene gracias. Nos bendice con incesantes bendiciones, según la bella expresión de San Pedro: «Dios os ha enviado á su Hijo para bendeciros.»2 E l amor, si, el amor le ha hecho resumir en el santísimo Sacramento todos sus misterios de misericordia y ternura,3 pues allí está, bajo los velos eucarísticos, como Criador y Señor eterno de los Ángeles y de los hombres, del cielo y de la tierra, santificador de todos los elegidos, Santo de los Santos, Cabeza y Soberano pontífice de la Iglesia, Rey de los Patriarcas y Profetas, Salvador y Redentor. Allí está con la gracia del misterio de la Encarnación, con su largo sacrificio de treinta y tres años, con todas sus palabras y todos sus milagros; allí con todo lo que ha obrado en el alma santa de su Madre, en su Iglesia y en todos sus elegidos; allí, en fin, con todo el mundo de la gracia y todo el mundo de la gloria, de. que es principio, centro y vida. ¡Qué océano de amor encierra la Eucaristía!

¡Y todo este misterio de los misterios, este Amor de los amores, no es en el fondo otra cosa que vuestro sagrado Corazón, oh dulcísimo Jesús! Y nosotros ingratos correspondemos á este prodigio de bondad olvidándole en el silencio de sus Tabernáculos, y mostrándonos con él más fríos, más duros, y más insensibles que el mármol de los altares!

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS por Monseñor Segur

martes, 21 de mayo de 2024

COMPLOT CONTRA LA IGLESIA (R. P. Julio Meinvielle 1968)

 


"Al atacar el pecado original, se atacan todos los Dogmas Católicos porque si el hombre no nace pecador, y no viene pecador al mundo, ya no necesita salvación, Cristo está de más, no hay un Redentor". 

" Al no haber pecado, no tienen razón de ser los Sacramentos, no hace falta bautizar a los niños, no hace falta el Sacramento de la Penitencia. Se cuestiona la Eucaristía, la Transubstanciación, la Santa Misa".

Padre Julio Meinvielle

Mensaje de gran actualidad aun en estos tiempos.

lunes, 20 de mayo de 2024

Misericordias del Corazón de Jesús en el sacramento de la Penitencia

 


El sacramento de la penitencia puede llamarse maravilla del Corazón de Jesús. En este, más que en los otros Sacramentos, abre el Salvador á todos los hombres ese divino Corazón que tanto les ha; amado. En este Sacramento brilla de un modo especialísimo la omnipotencia de su misericordia y bondad, todos los días y en toda la tierra, con prodigios de todo género. 

La beata Margarita María veía al sagrado Corazón con sus llamas, su cruz y su corona de espinas, como en un trono resplandeciente de gloria. ¿No es este trono una hermosa figura del tribunal de la Penitencia, en el que la gloria de Dios no resplandece menos en milagros de misericordia que en el Sacramento del altar en prodigios de amor y santidad? ¿Cuál es,, en efecto, en la tierra la gloria por excelencia de Dios sino la conversión de los pobres pecadores, la resurrección y la salvación de las almas? 

Desde lo alto de este trono de compasión y de paciencia divinas, de inefables misericordias y de perdón inextinguible, el Corazón de Jesús, vivo y palpitante en el corazón de sus sacerdotes, arde de amor por los pobres pecadores y devora ávidamente sus pecados en sus divinas llamas. De allí irradia la esperanza; allí derrama á torrentes la sangre de la redención. 

La sangre de Jesús, la sangre del Corazón de Jesús, es como el alma de este gran Sacramento. Este es un compuesto de celestial santidad que purifica, de ternura que alivia y consuela, de compasión que conmueve y ablanda los corazones, de ardores sagrados que abrasan, y en fin, y sobre todo, de amorosa caridad. Esto es la Confesión, esa Confesión que tanto espanta á los que no tienen la dicha de «creer en el amor que nos tiene Dios.»

Un día, después de confesarse, escribía Santa Catalina de Sena estas palabras llenas de profundidad: «He ido á la Sangre de Cristo: Ivi ad sanguinem Christi.-a Ir á la Sangre de Jesús ¿no es ir á su Corazón, es decir, á la fuente y al foco de su amor? ¡Y hay hombres, hay cristianos que temen acercarse á este Sacramento! ¡Oh Sangre divina, Sar.gre de amor y de infinita misericordia! á tí vengo, precisamente porque soy pecador. Por mí fluyes; á mí me aguardas, como el padre del hijo pródigo aguardaba á su pobre hijo, ¡Sí, iré á tí, oh Sangre purificadora y santificante! ¡iré á tí con corazón contrito y humillado, pero lleno de confianza! ¡Qué gozo poseer este rico ' tesoro de la Confesión! ¡Y con cuánta verdad es la Esposa de Jesucristo esta misericordiosa Iglesia católica, que posee el trono de la misericordia del Corazón de Jesús! 

Bien podemos decir sin reparo que el sacramento de la Penitencia es el triunfo del sagrado Corazón de Jesús. En él aparece mucho más misericordioso todavía que en el sacramento del Bautismo; pues en éste (al menos en el Bautismo de los niños,) la gracia del perdón no borra más que una mancha de la cual el pecador no es personalmente responsable; mientras en el de la Penitencia esta misma gracia se dilata, se extiende todavía más, y no conoce otros límites que los qne le impone la mala voluntad de esos infelices sin juicio llamados pecadores impenitentes. Es de fe que en la Confesión el sacerdote puede perdonarlo todo, absolutamente todo, sin excepción; y la Iglesia quiere que el sacerdote lo perdone todo, cuando el pecador da verdaderas señales de arrepentimiento. ¡Oh misericordia del Salvador! Ni para esto ofrecen obstáculo las recaídas, siempre que provengan de la fragilidad humana; pues Jesús llama al perdón á los débiles como á los fuertes, á los pobres como á los ricos, á todos los que tienen buena voluntad. Después del altar, que es el trono del santo amor, en ninguna parte es más grande ni más admirable el sacerdote católico que en el confesonario, trono de la divina misericordia. 

Las llamas con que allí arde el sagrado Corazón no sólo aniquilan nuestros pecados, sino que además apagan las llamas eternas del. infierno que por ellos merecíamos; y aún, si nuestra contrición es perfecta, la Iglesia nos enseña que las llamas del Corazón misericordioso de Jesús apagan también el fuego del purgatorio. 

Con sus amorosas llamas el Corazón de Jesús abrasa, dilata y derrite á la vez el Corazón del confesor, llenándolo de caridad y de dulzura, y el corazón del penitente, llenándolo de contrición, purificándolo hasta en sus menores escondrijos é inundándolo de felicidad y de alegría. 

Y todo esto es el fruto de la cruz y de la corona de espinas; el fruto de la Pasión de Jesucristo, cuyos méritos infinitos se nos aplican en el sacramento de la Penitencia.

Dadme, pues, mi buen Salvador, que ame como ,debo este maravilloso Sacramento, y que á él recurra á menudo con vivísimos deseos de aprovecharme de las santas efusiones de vuestra sangre. Haced que me confiese siempre bien, que sea muy sincero en la manifestación de mis pecados, muy leal con mi conciencia, que huelle el orgullo y los respetos humanos, y que reciba siempre la absolución con las santas disposiciones que vuestro Corazón comunica á los corazones fieles, y que en ellos quiere que resplandezcan.

EL SAGRADO CORAZÒN DE JESÙS por Monseñor Segur

martes, 14 de mayo de 2024

lunes, 13 de mayo de 2024

“Entonces (después de 1960) se verá más claro”: Nuestra Señora de Fátima

 

¿Qué no les tocó ver a los Católicos en 1960?

 

1.- El Sagrario no está visible, no se encuentra en el centro del altar ni en el Santuario;

2.- Altar en des uso, desaparecido  o reemplazado por una mesa;

3.- Silla para un ser humano al frente y al  centro, en el lugar de Nuestro Señor en el Tabernáculo;

4.- Ausencia del comulgatorio, la gente está de pie para recibir la Comunión;

5.- Bancas sin reclinatorios;

6.- Mujeres sin velo;

7.- Mujeres vistiendo pantalones, shorts o ropa inmodesta;

8.- Hombres en jeans y camisetas;

9.- Mujeres por acólitos;

10.- Fieles conversando en grupo como si fuera un  mercado o un bazar;

11.- Sacerdote oficiando Misa de frente a las personas dando la espalda a donde Nuestro Señor debería estar;

12.- Las oraciones de la Misa en cualquier otro idioma menos en latín;

13.- Laicos haciendo las lecturas de la Misa;

14.- Laicos llevando vino y hostias (desde la parte trasera de la Iglesia en el Ofertorio);

15.- Fieles recibiendo la Comunión en la mano;

16.- Laicos distribuyendo la Sagrada Comunión, tocando la Hostia consagrada o el cáliz (Ministros Extraordinarios de la Eucaristía);

17.- Cambios en las oraciones de la Misa;

18.- Guitarras u otros instrumentos reemplazaron el órgano;

19.- Música moderna reemplazó los himnos solemnes tradicionales;

20.- Saludos de mano después de la Consagración, además de aplausos durante la Misa;

21.- Ministros protestantes, judíos rabinos, o miembros de algún otro credo falso dando el sermón y predicando en Misa;

22.- Celulares sonando o gente hablando por el celular dentro de la Iglesia y durante la Misa;

23.- Cumplir la obligación de Misa dominical el sábado por la tarde;

24.- Carencia o disminución de la devoción a la Santísima Virgen María, tratándola de manera similar a los Protestantes, como si Ella no fuera importante o especial, solo otra mujer.

                ¿Cambiaron las cosas?  “Entonces se verá más claro”.

 

                Refiriéndose al Tercer Secreto de Fátima:

             “Entonces [después de 1960] se verá más claro”

            -Nuestra Señora de Fátima a Sor Lucía

 

                                                                 Fuente: Fátima Center

miércoles, 8 de mayo de 2024

MAYO MES DE LA SANTISIMA VIRGEN MARIA

 

Dios le ha dado a la Santísima Virgen el poder de aplastar la cabeza de Satanás



"Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre, cercado de espinas con que los hombres ingratos lo traspasan a cada instante, sin que haya nadie que haga un acto de reparación para quitárselas". (Palabras del Niño Dios a Sor Lucia en 1925, Pontevedra, España).

"Para consolar a María en su aflicción, hay que evitar el pecado."

jueves, 2 de mayo de 2024

El cambio de doctrina de la FSSPX

 


 La postura de monseñor Lefebvre respecto a la Iglesia Conciliar,     Iglesia Oficial o Iglesia Modernista     (características que mejor la describen, y nótese, no es la Iglesia Católica) fue y es la siguiente: 

El Arzobispo dijo después de las Consagraciones Episcopales de 1988:
   No aceptaré estar en la posición donde me pusieron durante en diálogo (de 1988). No más. Yo colocaré la discusión al nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei and Libertas de Leo XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en completa comunión con estos Papas y con sus enseñanzas? ¿Aceptan el Juramento Antimodernista completo? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si ustedes no aceptan la doctrina de sus predecesores, ¡es inútil hablar! Mientras que ustedes no acepten la corrección del Concilio, en consideración a la doctrina de estos Papas, sus predecesores, no es posible ningún diálogo. Es inútil. (Entrevista al Arzobispo Lefebvre, Fideliter, no. 66, Nov.-Dic. 1988.)

Si la Iglesia Conciliar fuera todavía católica, aceptarían las Encíclicas de los papas antiliberales, pero como no son católicos, sino modernistas, lo que aceptan como válido son las innovaciones inherentes al modernismo, expuestas en el Concilio Vaticano II. El regreso debe ser de Roma a la tradición católica, no de los católicos que durante 60 años han resistido el modernismo, a Roma conciliar. 

Respecto a las excomuniones de la Iglesia Conciliar, las cuales Monseñor Fallay celebró con un Te Deum, son inválidas e ilícitas. Esa algarabía demostrada por Fellay y muchos de la FSSPX solo avizoraba su tendencia liberal. Esto escribió Mons Lefebvre sobre las excomuniones de los modernistas:

    “El Osservatore Romano publicará la excomunión, evidentemente una         declaración de “cisma.” ¿Qué significa todo esto? ¿Excomunión por quién? Por     Roma modernista, por una Roma que sin duda ya no tiene la fe Católica. (…)
Entonces estamos (vamos a ser) excomulgados por Modernistas, por personas que han sido condenados por papas anteriores. Entonces, ¿qué es lo que pueden hacer realmente? Somos condenados por hombres que están condenados, y que serán públicamente condenados. Eso nos deja indiferentes. Evidentemente, eso no tiene valor. Una declaración de cisma; ¿cisma con qué? ¿Con el Papa que es sucesor de Pedro? No; cisma con el Papa modernista, sí, cisma con las ideas que el Papa esparce, sobre todo, con las ideas Revolucionarias, las ideas modernas, sí. Estamos en cisma con ellas.” (Monseñor Lefebvre, Conferencia de prensa, Ecône, 15 de Junio de 1988) 

En vista de que la Fraternidad San Pio X en lo general y particular estuvo de acuerdo con la declaración doctrinal de Monseñor Fellay de Abril 2012, son complices de la misma, excepto aquellos que se salieron de esa Congregación y rechazaron públicamente esa traición, la FSSPX y sus sacerdotes son cómplices de aceptar una fe y doctrina opuesta al catolicismo y que monseñor Lefebvre no quiso aceptar nunca, aun y que fue excomulgado (ya vimos que no tiene ningún valor la excomunión de los modernistas).

¿Por qué la Fraternidad solapó a Mons. Fellay? ¿Qué es más importante un reconocimiento canónico o la fidelidad a la doctrina? La pérdida del amor a la Verdad es la explicación a esta conducta, la Fraternidad Sacerdotal piensa que al tener la misa verdadera y los sacramentos, es suficiente para salvar sus propias almas y las de los fieles que les siguen. ¿Cómo se podrían salvar tan fácilmente las almas si se les ha obligado, bajo pena de expulsarlos de sus capillas, a tolerar el cambio de doctrina y aceptar el modernismo? Es acaso voluntad de Dios que se negocie la fe y Doctrina con tal de no ser perseguidos? ¿No fue Nuestro Señor mismo condenado injustamente por Caifás y el Sanedrín por testificar ser Hijo del Dios vivo y que no se retractaría de la Doctrina que Su Padre le mandó enseñar? Aceptar la nueva doctrina del modernismo, el nuevo magisterio de los papas modernistas (desde Juan XXIII hasta Francisco), la misa nueva como válida y lícita y el Código de Derecho Canónico, aceptar eso, ¿no es aceptar toda la herejía modernista?

Para lograr de nuevo una buena distinción entre la Iglesia Católica y la Iglesia Conciliar u Oficial, recordemos las palabras de Mons. Lefebvre:

Mons. Lefebvre en Ecône durante una conferencia dada a sacerdotes el 9 de Septiembre de 1988:
La iglesia visible es reconocida por las marcas que siempre le han dado visibilidad: Una, Santa, Católica y Apostólica. Yo pregunto: ¿Dónde están las verdaderas marcas de la Iglesia? ¿Están más evidentes en la Iglesia oficial (esta no es la Iglesia visible; es la Iglesia oficial) o en nosotros, lo que representamos, lo que somos? Claramente somos los que preservan la unidad de la Fe, que ha desaparecido de la Iglesia oficial. Estos signos ya no pueden ser encontrados en los otros… No somos nosotros los que dejamos la Iglesia, sino los modernistas. El decir “dejar la Iglesia visible,” es incorrecto el identificar la Iglesia oficial con la Iglesia visible. Nosotros pertenecemos a la Iglesia visible, a la sociedad de fieles bajo la autoridad del Papa, porque no rechazamos la autoridad del Papa, sino lo que hace…Por lo tanto, ¿es necesario dejar la Iglesia oficial? Hasta cierto punto, sí, obviamente.
Somos nosotros los que somos la Iglesia visible… Son los otros los que ya no son parte de ella. (Entrevista en Le Choc, no.  6, Paris, Francia, 1989)

La Declaración Doctrinal de Mons Fellay y de la FSSPX, pues nunca fue retractada, versa sobre la concesion en 5 puntos importantes, los cuales son la aceptacion formal de la herejía modernista:

   La promesa de fidelidad a la Iglesia y al Papa (I) (sin distinguir entre modernista y tradicional)
- La aceptación de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en materia de fe y moral, de acuerdo con la doctrina de la sección no. 25 de Lumen gentium (II);
-          La declaración de aceptación de las doctrinas conciliares (III):
o   Sobre el Papa y el colegio de obispos (colegialidad);
o   Sobre el ecumenismo y libertad religiosa;
o   Sobre la nueva noción de Tradición y su desarrollo.
-          La aceptación de la validez y legitimidad de la Misa Tradicional y sacramentos, así como esos de editio typica de Pablo VI y Juan Pablo II (IV);
-          La aceptación del nuevo Código de Derecho Canónico (1983).


Pensar en concesiones doctrinales para muchos catolicos liberales puede considerarse algo relativo o teórico, lo cual es una manifestación de liberalismo y pérdida de la fe, aceptar como verdadera una doctrina falsa es alterar la Fe completa e íntegra, por lo cual solo hay dos opciones tanto para clérigos y fieles, o mantenerse fiel a la fe católica de siempre y seguir siendo católicos, o aceptar las innovaciones doctrinales a las que la Fraternidad San Pio X aceptó en el 2012. El fingir aceptarlas para no ser perseguido o como un acto de falsa prudencia es pecado contra el primer mandamiento. Aceptar la herejía modernista es rechazar la fe de la Iglesia Católica. Hay quienes dicen que no se meten en política o que son cosas de los superiores, eso es falso, eso es tener la actitud de Poncio Pilatos, lavarse las manos y observar como se destruye la fe verdadera pero a la vez "aprovecharse" de los Sacramentos, Misas, escuelas a costa de aceptar el modernismo.  Recordemos las palabras de Nuestro Señor: 
"Quien no me reconozca delante de los hombres, no lo reconoceré delante de mi Padre Celestial"
"Quién no esta conmigo esta contra Mí, quien no recoje conmigo, desparrama"
"No todo el que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino aquel que haga la voluntad de mi Padre"
¿Es necesario explicar a los católicos estas palabras de Nuestro Señor?


La Fraternidad San Pio X no se quedó ahí, después de expulsar o perseguir tanto a fieles o sacerdotes que significarían un estorbo para su conciencia, aceptó la jurisdicción ordinaria para el sacramento de la penitencia ofrecida por Francisco, otro acto grave, que explícitamente acepta a la Iglesia Modernista como la Católica, haber aceptado esa jurisdicción fue rechazar que exista estado de grave necesidad de la Iglesia, por lo tanto la verdadera religión católica que resiste al modernismo no tendría necesidad de existir. 
Para profundizar el tema leer aquí catalogo de concesiones de la FSSPX.

La FSSPX no rechazó la vacuna anticovid fabricada por el nuevo orden mundial con tejidos de fetos abortados, gran desgracia para el mundo, esa fue una prueba de que la fraternidad ya estaba sometida al nuevo orden mundial.

¿Qué decir de todo esto? Aquellos fieles con todavía amor a la Verdad, deben apartarse por amor a Dios y a la Iglesia de congregaciones comprometidas con el modernismo como la FSSPX, FSSP, IBP, y esperar con la Esperanza de los hijos de Dios, manteniendo, defendiendo, protegiendo la fe, la cual nos ha sido heredada con el precio de la Sangre de Nuestro Salvador, los sufrimientos de la Santísima Virgen, la sangre de nuestros mártires y de todos aquellos católicos que han permanecido fieles a Dios y a la Iglesia.
Recordemos el epitafio de Mons Lefebvre:

"Por eso me obstino, y si se quiere conocer el motivo profundo de esa obstinación, es este; en la hora de mi muerte, cuando Nuestro Señor me pregunte: ¿Que has hecho de tu episcopado y de tu gracia episcopal y sacerdotal? No quiero oír de su boca estas terribles palabras: Has cooperado con los demás a destruir mi Iglesia"