Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
Del hijo de la viuda de Naím, a quien resucitó Cristo
Llegando Cristo a la ciudad de Naím, salió por la puerta un entierro de un mancebo, cuya madre iba llorándole acompañada del pueblo, mandóle detener y a la madre que no llorase. Habló al difunto como si estuviera vivo, mandándole que se levantase, obedeció levantándose, habló y se lo dio a su madre, glorificaron todos a Dios por tan grande maravilla.
Punto I.- Mira a este mozo en la flor de su juventud, único de su madre, rico, cercado de parientes y amigos, difunto y amortajado, y que le llevan a enterrar, sin que la edad ni la hacienda, ni los deudos y amigos pudiesen valerle. Considera en él un retrato de la fragilidad humana. Mírate despacio en este espejo y contempla cuán poco vale todo, y cómo no hay que fiar en cosa criada, y cómo pasa la vida presente como un soplo, y el hombre más florido se marchita de la noche a la mañana, y va a dar a la sepultura; y cobra desengaños para caminar a la luz de estas verdades a la vida verdadera y eterna, despreciando todo lo terreno, caduco y engañoso, y apreciando lo celestial solamente.
Punto II.- Pon los ojos en este difunto y en la madre que le llora; y mira en él un retrato de tu alma muerta por el pecado, y a tu madre la Iglesia que te está llorando; aquel iba amortajado en una lustrosa mortaja a usanza de los judíos, y tu alma está en este cuerpo, que tanto adornas y regalas; a aquel lloraban su madre y parientes, y él como difunto no se lloraba. Mira no te suceda a ti lo mismo, que llorándote todos, estés tan muerto, que tú solo no sientas tu daño, ni llores tu desventura; a aquél llevaban a la sepultura a ser manjar de gusanos, habitación tan estrecha y penosa de tanto horror y tinieblas; a ti te llevan los tiempos, que nunca paran, a la sepultura profunda del infierno, lugar tan tenebroso y horrible, a ser manjar de los demonios, que como rabiosos dragones siempre están atormentando a los condenados. Mírate en ese mozo, y considera qué fuera de él, si Dios no le resucitara; y qué será de ti, si no vuelves a la vida de la gracia; y llora tu desdicha, y pide a los buenos y santos que te ayuden a llorarla, y al Señor que te resucite, volviéndote a la vida con su divina gracia.
Punto III.- Considera las circunstancias de esta resurrección, y los medios con que Cristo le restituyó a la vida, que fueron los siguientes: tocó las andas en que le llevaban, hablóle y levantóse, y empezó a hablar, y restituyóle vivo a su madre; estas diligencias intervienen espiritualmente en la resurrección del pecador muerto a la vida de la gracia. Tócale Dios dando llamadas a su corazón, háblale, óyele, levántase del pecado y empieza a hablar, cuando confiesa su pecado, y restitúyele a su madre la Iglesia. Advierte cuántas llamadas ha dado Dios a tu corazón y cuántas voces te ha dado para que te levantes de los vicios en que vives y mejores tu vida, y te has hecho sordo a sus voces. Los muertos oyen las de Dios y las obedecen, y tú ni las oyes, ni las obedeces, ni te levantas de tus culpas, y por eso te estás muerto en los pecados; nombre tienes de vivo entre los hombres, y a los ojos de Dios estás muerto. Llora tus culpas y levántate, vuélvete al Señor, y pídele su gracia para servirle.
Punto IV.- Considera el gozo de la madre y del hijo con la nueva vida que Cristo le dio, y oye a todo el pueblo exclamar en alabanzas de Cristo, dándole muchas gracias por la misericordia que hizo a aquel difunto, y reconoce en esto el gozo que tiene un alma cuando sale de la muerte del pecado, y es restituida a la vida de la gracia; las alabanzas que dan los ángeles a Dios, y la fiesta que se hace en el cielo por su resurrección, y mira lo que se hará por ti, si te conviertes a Dios nuestro Señor, y por los demás pecadores, y pídele a su Divina Majestad que extienda su mano y te la de para salir del pecado, y que la extienda también a todos los pecadores del mundo, y los saque de las tinieblas de sus culpas y a los ángeles que te ayuden con sus oraciones y plegarias a conseguir esta merced del Señor para alabanza y gloria de su Divina Majestad.