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martes, 14 de julio de 2020

PROFECÍAS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS (FIN DE LOS TIEMPOS)


Profecías de San Francisco de Asís. Poco antes de morir, San Francisco de Asís reunió a sus seguidores y les advirtió de los problemas venideros, diciendo:

viernes, 10 de julio de 2020

PREPARACIÓN PARA LA MUERTE (Consideración 3)





Brevedad de la vida
¿Qué es vuestra vida?
Vapor es que aparece por un poco de tiempo. Santiago 4, 15

PUNTO 1

¿Qué es nuestra vida?... Es como un tenue vapor que el aire dispersa y al punto acaba.
Todos sabemos que hemos de morir. Pero muchos se engañan, figurándose la muerte tan lejana como si jamás hubiese de llegar. Mas, como nos advierte Job, la vida humana es brevísima: El hombre, viviendo breve tiempo, brota como flor, y se marchita.
Manda el Señor a Isaías que anuncie esa misma verdad: 

Clama –le dice– que toda carne es heno...; verdaderamente, heno es el pueblo: secóse el heno y cayó la flor (Is. 40, 6-7). Es, pues, la vida del hombre como la de esa planta. Viene la muerte, sécase el heno, acábase la vida, y cae marchita la flor de las grandezas y bienes terrenos.

Corre hacia nosotros velocísima la muerte, y nosotros en cada instante hacia ella corremos (Jb. 9, 25). Todo este tiempo en que escribo –dice San Jerónimo– se quita de mi vida. Todos morimos, y nos deslizamos como sobre la tierra el agua, que no se vuelve atrás
(2 Reg. 14, 14). Ved cómo corre a la mar aquel arroyuelo; sus corrientes aguas no retrocederán.

Así, hermano mío, pasan tus días y te acercas a la muerte. Placeres, recreos, faustos, elogios, alabanzas, todo va pasando... ¿Y qué nos queda?... Sólo me resta el sepulcro (Jb.17, 1). Seremos sepultados en la fosa, y allí habremos de estar pudriéndonos, despojados de
todo.

En el trance de la muerte, el recuerdo de los deleites que en la vida disfrutamos y de las honras adquiridas sólo servirá para acrecentar nuestra pena y nuestra desconfianza de obtener la eterna salvación... ¡Dentro de poco, dirá entonces el infeliz mundano, mi casa, mis jardines, esos muebles preciosos, esos cuadros, aquellos trajes, no serán ya para mí!

Sólo me resta el sepulcro.
¡Ah! ¡Con dolor profundo mira entonces los bienes de la tierra quien los amó apasionadamente! Pero ese dolor no vale más que para aumentar el peligro en que está la salvación. Porque la experiencia nos prueba que tales personas apegadas al mundo no
quieren ni aun en el lecho de la muerte que se les hable sino de su enfermedad, de los médicos a que pueden consultar, de los remedios que pudieran aliviarlos.

Y apenas se les dice algo de su alma, se entristecen de improviso y ruega que se les deje descansar, porque les duele la cabeza y no pueden resistir la conversación. Si por acaso quieren contestar, se confunden y no saben qué decir. Y a menudo, si el confesor les da la absolución, no es porque los vea bien dispuestos, sino porque no hay tiempo que perder.
Así suelen morir los que poco piensan en la muerte.

AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Ah Señor mío y Dios de infinita majestad! Me avergüenzo de comparecer ante vuestra presencia. ¡Cuántas veces he injuriado vuestra honra, posponiendo vuestra gracia a un mísero placer, a un ímpetu de rabia, a un poco de barro, a un capricho, a un humo leve!

Adoro y beso vuestras llagas, que con mis pecados he abierto; mas por ellas mismas espero mi perdón y salud.

Dadme a conocer, ¡oh Jesús!, la gravedad de la ofensa que os hice, siendo como sois la fuente de todo bien, dejándoos para saciarme de aguas pútridas y envenenadas. ¿Qué me resta de tanta ofensa sino angustia, remordimiento de conciencia y méritos para el infierno?

Padre, no soy digno de llamarme hijo tuyo (Lc. 15, 21).
No me abandones, Padre mío; verdad es que no merezco la gracia de que me llames tu hijo. Pero has muerto para salvarme... Habéis dicho, Señor: Volveos a Mí y Yo me volveré
a vosotros (Zac. 1, 3). 

Renuncio, pues, a todas las satisfacciones. Dejo cuantos placeres
pudiera darme el mundo, y me convierto a Vos.
Por la sangre que por mí derramasteis, perdonadme, Señor, que yo me arrepiento de todo corazón de haberos ultrajado. Me arrepiento y os amo más que todas las cosas.
Indigno soy de amaros; mas Vos, que merecéis tanto amor, no desdeñéis el de un corazón que antes os desdeñaba. Con el fin de que os amase, no me hicisteis morir cuando yo estaba en pecado.

Deseo, pues, amaros en la vida que me reste, y no amar a nadie más que a Vos.
Ayudadme, Dios mío; concededme el don de la perseverancia y vuestro santo amor...
María, refugio mío, encomendadme a Jesucristo.

PUNTO 2
Exclamaba el rey Exequias: Mi vida ha sido cortada como por tejedor. Mientras se estaba aún formando, me cortó (Is. 38, 12).
¡Oh, cuántos que están tramando la tela de su vida, ordenando y persiguiendo previsoramente sus mundanos designios, los sorprende la muerte y lo rompe todo! 

Al pálido resplandor de la última luz se oscurecen y roban todas las cosas de la tierra: aplausos, placeres, grandezas y galas...
¡Gran secreto de la muerte! Ella sabe mostrarnos lo que no ven los amantes del mundo. Las más envidiadas fortunas, las mayores dignidades, los magníficos triunfos, pierden todo su esplendor cuando se les contempla desde el lecho de muerte.

La idea de cierta falsa felicidad que nos habíamos forjado se trueca entonces en desdén contra nuestra propia locura. La negra sombra de la muerte cubre y oscurece hasta las regias dignidades.

Ahora las pasiones nos presentan los bienes del mundo muy diferentes de lo que son.

Mas la muerte los descubre y muestran como son en sí: humo, fango, vanidad y miseria...
¡Oh Dios! ¿De qué sirven después de la muerte las riquezas, dominios y reinos, cuando no hemos de tener más que un ataúd de madera y una mortaja que apenas baste para cubrir el cuerpo?

¿De qué sirven los honores, si sólo nos darán un fúnebre cortejo o pomposos
funerales, que si el alma está perdida, de nada le aprovecharán?

¿De qué sirve la hermosura del cuerpo, si no quedan más que gusanos, podredumbre espantosa y luego un poco de infecto polvo?
Me ha puesto como por refrán del vulgo, y soy delante de ellos un escarmiento (Jb. 17, 6). Muere aquel rico, aquel gobernante, aquel capitán, y se habla de él en dondequiera.

Pero si ha vivido mal, vendrá a ser murmurado del pueblo, ejemplo de la vanidad del mundo y de la divina justicia, y escarmiento de muchos. Y en la tumba confundido estará con otros cadáveres de pobres. Grandes y pequeños allí están (Jb. 3, 18).

¿Para qué le sirvió la gallardía de su cuerpo, si luego no es más que un montón de gusanos? ¿Para qué la autoridad que tuvo, si los restos mortales se pudrirán en el sepulcro, y si el alma está arrojada a las llamas del infierno? ¡Oh, qué desdicha ser para los demás
objeto de estas reflexiones, y no haberlas uno hecho en beneficio propio!

Convenzámonos, por tanto, de que para poner remedio a los desórdenes de la conciencia no es tiempo hábil el tiempo de la muerte, sino el de la vida. 

Apresurémonos, pues, a poner por obra en seguida lo que entonces no podremos hacer. Todo pasa y fenece pronto (1Co. 7, 29). Procuremos que todo nos sirva para conquistar la vida eterna.

AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Oh Dios de mi alma, oh bondad infinita! Tened compasión de mí, que tanto os he ofendido. Harto sabía que pecando perdería vuestra gracia, y quise perderla.

¿Me diréis, Señor, lo que debo hacer para recuperarla?... Si queréis que me arrepienta de mis pecados, de ellos me arrepiento de todo corazón, y desearía morir de dolor por haberlos cometido. Si queréis que espere vuestro perdón, lo espero por los merecimientos
de vuestra Sangre. Si queréis que os ame sobre todas las cosas, todo lo dejo, renuncio a cuantos placeres o bienes puede darme el mundo, y os amo más que a todo, ¡oh amabilísimo Salvador mío!
Si aún queréis que os pida alguna gracia, dos os pediré: que no permitáis os vuelva a ofender; que me concedáis os ame de veras, y luego hacer de mí lo que quisiereis...
María, esperanza de mi alma, alcanzadme estas dos gracias. Así lo espero de Vos.

PUNTO 3

¡Qué gran locura es, por los breves y míseros deleites de esta cortísima vida, exponerse al peligro de una infeliz muerte y comenzar con ella una desdichada eternidad!

¡Oh, cuánto vale aquel supremo instante, aquel postrer suspiro, aquella última escena! Vale una eternidad de dicha o de tormento. Vale una vida siempre feliz o siempre desgraciada.

Consideremos que Jesucristo quiso morir con tanta amargura e ignominia para que tuviéramos muerte venturosa. Con este fin nos dirige tan a menudo sus llamamientos, sus luces, sus reprensiones y amenazas, para que procuremos concluir la hora postrera en gracia
y amistad de Dios.

Hasta un gentil, Antistenes, a quien preguntaban cuál era la mayor fortuna de este mundo, respondió que era una buena muerte.
¿Qué dirá, pues, un cristiano, a quien la luz de la fe enseña que en aquel trance se emprende uno de los dos caminos, el de un eterno padecer o el de un eterno gozar?
Si en una bolsa hubiese dos papeletas, una con el rótulo del infierno, otra con el de la gloria, y tuviese que sacar por suerte una de ellas para ir sin remedio a donde designase, ¿qué de cuidado no pondrías en acertar a escoger la que te llevase al Cielo?

Los infelices que estuvieran condenados a jugarse la vida, ¡cómo temblarían al tirar los dados que fueran a decidir de la vida o la muerte! ¡Con qué espanto te verás próximo a aquel punto solemne en que podrás a ti mismo decirte: “De este instante depende mi vida o muerte perdurables! ¡Ahora se ha de resolver si he de ser siempre bienaventurado o infeliz para siempre!...”

Refiere San Bernardino de Siena que cierto príncipe, estando a punto de morir, atemorizado, decía: Yo, que tantas tierras y palacios poseo en este mundo, ¡no sé, si en esta noche muero, qué mansión iré a habitar!

Si crees, hermano mío, que has de morir, que hay una eternidad, que una vez sola se muere, y que, engañándote entonces, el yerro es irreparable para siempre y sin esperanza de remedio, ¿cómo no te decides, desde el instante que esto lees, a practicar cuanto puedas
para asegurarte buena muerte?...

Temblaba un San Andrés Avelino, diciendo: “¿Quién sabe la suerte que me estará reservada en la otra vida, si me salvaré o me condenaré?...” Temblaba un San Luis Beltrán de tal manera, que en muchas noches no lograba conciliar el sueño, abrumado por el
pensamiento que le decía: ¿Quién sabe si te condenarás?...

¿Y tú, hermano mío, que de tantos pecados eres culpable, no tienes temor?... Sin tardanza, pon oportuno remedio; forma la resolución de entregarte a Dios completamente, y comienza, siquiera desde ahora, una vida que no te cause aflicción, sino consuelo en la hora
de la muerte.

Dedícate a la oración; frecuenta los sacramentos; apártate de las ocasiones peligrosas, y aun abandona el mundo, si necesario fuere, para asegurar tu salvación; entendiendo que
cuando de esto se trata no hay jamás confianza que baste.

AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Cuánta gratitud os debo, amado Salvador mío!... ¿Y cómo habéis podido prodigar tantas gracias a un traidor ingrato para con Vos? Me creasteis, y al crearme veíais ya cuántas ofensas os había de hacer. Me redimisteis, muriendo por mí, y ya entonces percibíais toda la ingratitud con que había de colmaros.

Luego, en mi vida del mundo, me alejé de Vos, fui como muerto, como animal inmundo, y Vos, con vuestra gracia, me habéis vuelto a la vida. Estaba ciego, y habéis dado luz a mis ojos. Os había perdido, y Vos hicisteis que os volviera a hallar. Era enemigo
vuestro, y Vos me habéis dado vuestra amistad...

¡Oh Dios de misericordia!, haced que conozca lo mucho que os debo y que llore las ofensas que os hice. Vengaos de mí dándome dolor profundo de mis pecados; mas no me castiguéis privándome de vuestra gracia y amor...

¡Oh, eterno Padre, abomino y detesto sobre todos los males cuantos pecados cometí!

¡Tened piedad de mí, por amor de Jesucristo! Mirad a vuestro Hijo muerto en la cruz, y descienda sobre mí su Sangre divina para lavar mi alma.
¡Oh Rey de mi corazón, adveniat regnum tuum! Resuelto estoy a desechar de mí todo afecto que no sea por Vos. Os amo sobre todas las cosas; venid a reinar en mi alma. Haced que os ame como único objeto de mi amor. Deseo complaceros cuanto me fuere posible en
el tiempo de vida que me reste. Bendecid, Padre mío, este mi deseo, y otorgadme la gracia de que siempre esté unido a Vos.

Os consagro todos mis afectos, y de hoy en adelante quiero ser sólo vuestro, ¡oh tesoro mío, mi paz, mi esperanza, mi amor y mi todo! ¡De Vos lo espero todo por los merecimientos de vuestro Hijo!

¡Oh María, mi reina y mi Madre!, ayudadme con vuestra intercesión. Madre de Dios, rogad por mí.

jueves, 9 de julio de 2020

¿POR QUE MONS. VIGANÒ ES PERSONA "NON GRATA" PARA LA SSPX?



La rama de olivo desaparecida por Sean Johnson (ARTÍCULO COMPLETO)
14/06/20

El 10 de junio, el arzobispo Carlo María Viganò emitió una carta en la que rechazó la iglesia conciliar, declarando (entre muchas otras denuncias estridentes), y se arrepintió de su parte de haberla promovido de buena fe durante décadas:

"... a pesar de todos los esfuerzos de la hermenéutica de la continuidad que naufragó miserablemente en la primera confrontación con la realidad de la crisis actual, es innegable que desde el Vaticano II en adelante se construyó una iglesia paralela, superpuesta y diametralmente opuesta a la verdadera Iglesia de Cristo. Esta iglesia paralela oscureció progresivamente la institución divina fundada por Nuestro Señor para reemplazarla con una entidad espuria, que corresponde a la religión universal deseada, que la Masonería teorizó por primera vez.

Y un poco más tarde en la misma carta: “Así como obedecí honesta y serenamente órdenes cuestionables hace sesenta años, creyendo que representaban la voz amorosa de la Iglesia, así que hoy con igual serenidad y honestidad reconozco que he sido engañado. Ser coherente hoy perseverando en el error representaría una elección miserable y me haría cómplice de este fraude.

Por primera vez desde el obispo Salvador Lazo,  se nos presenta la “conversión en progreso” de un prelado conciliar a la tradición: un rechazo claro y dogmático del Concilio Vaticano II y un arrepentimiento personal por haber ayudado a la revolución conciliar ( de buena fe). Los antiguos miembros de SSPX podrían haber esperado que su amada Sociedad gritara el mensaje de Viganò y la conversión en progreso desde los techos de las casas (como lo hizo cuando el obispo Lazo hizo su famosa declaración, citada anteriormente). Sin embargo, hay un verdadero apagón de medios SSPX, como si la conversión de Viganò fuera de poca importancia. Este breve artículo analizará algunas de las razones por las que SSPX podría elegir evitar comentarios sobre la situación de Viganò.

Deja Vu:
Durante 25 años, y especialmente desde 2012, el SSPX se ha "comprometido" a adquirir el estatus canónico oficial de Roma conciliar: reuniones "discretas pero no secretas" con GREC; una inversión con respecto a la política de Lefebvre de "ningún acuerdo práctico hasta que Roma se convierta"; la expulsión del obispo Williamson (y decenas de otros sacerdotes); el acuerdo con el Vaticano II; la rehabilitación de comunidades indultadas; el silencio autoimpuesto sobre el error conciliar para mejorar las relaciones con la Roma modernista (es decir, la "branding campaign"); el rechazo de la noción de la iglesia concilar.

Ha ido demasiado lejos en la dirección conciliarista para pausar y reevaluar sus acciones desde la muerte de Lefebvre, y aunque puede haber algunos Nicodemo aún escondidos en la Sociedad, en su mayor parte, la SSPX y el arzobispo Viganò se dirigen en direcciones opuestas:

Si bien la SSPX recientemente ha llegado a un acuerdo con la revolución conciliar (por ejemplo, la Declaración Doctrinal del 15 de abril de 2012, que acepta la hermenéutica de la continuidad, y a través de ella los documentos del Vaticano II; rechaza la noción de una iglesia conciliar; acepta un libertad religiosa limitada; etc.), el arzobispo Viganò está rechazando públicamente lo que el SSPX ha aceptado recientemente. Todo lo que esto significa es que Viganò y la SSPX son dos naves que pasan en la noche, en direcciones opuestas: Viganò está en una trayectoria rápida hacia la Tradición, mientras que el SSPX está totalmente comprometida con el conciliarismo mitigado. La situación es una reminiscencia de la respuesta del arzobispo Lefebvre al cardenal Ratzinger en 1987: Eminencia ... usted está trabajando para descristianizar a la sociedad y la Iglesia, y nosotros estamos trabajando para cristianizarlos.

En otras palabras, ¿qué oportunidad realista hay para colaborar con el arzobispo Viganò? Al igual que Lefebvre y Ratzinger, Viganò y Pagliarani / Fellay están trabajando en direcciones opuestas. Con toda probabilidad, si el obispo Lazo estuviera vivo y convirtiéndose en 2020, el mismo silencio inquietante con respecto a su Declaración impediría cualquier colaboración entre él y el SSPX hoy. Pero con el obispo Huondor (o cualquier otro prelado conciliar que acepte los principios del Vaticano II), tales impedimentos relacionales no existen.

El negrito del arroz (Diplomat Fly in the Ointment):

Obviamente, uno no se gana el favor en Roma cortejando amistades de quienes están atacando a esos mismos romanos como "apóstatas". Si Menzingen se ha "esforzado" en vender a la Roma modernista, va a ser muy reacio de alterar la carreta de manzanas romana al hacer cualquier declaración pública de apoyo al arzobispo Viganò. Y si la prioridad # 1 desde la muerte de Lefebvre ha sido obtener el reconocimiento canónico por parte de los modernistas, entonces la conversión de Viganò a la Tradición simplemente se atribuirá a Menzingen como "un momento desafortunado".

No es conveniente que las ambiciones de la Sociedad se alineen con Viganò, así como tampoco fue conveniente para Pilato alinearse con Nuestro Señor: es un movimiento "seguro" y beneficioso para Menzingen ofrecerle a Huonder un apostolado de jubilación (donde pueda alejarse de cualquier Lefebvrismo latente), pero Viganò debe permanecer escondido, y hasta este punto, solo y aislado.

Perdiendo el gusto por la tradición:
En este punto, uno podría ser excusado por preguntarse si la campaña de marca de SSPX fue demasiado exitosa por su propio bien: si ha caracterizado a la Resistencia como "sedevacantistas prácticos" por su rechazo de cualquier acuerdo con Roma no convertida , e inculcó en su clero y fieles un odio por su retórica y "disidencia", mientras que la SSPX misma abandonó casi por completo la espada doctrinal de combate contra los innumerables errores y escándalos romanos,  luego palabras como las incluidas en la Carta del Arzobispo Viganò del 10 de junio podrían ser recibidos por los de la SSPX ​​con resentimiento, rechazo y confusión:

“Espere. ¿No está diciendo (Mons Viganò) más o menos lo que dicen la Resistencia y los sedevacantistas? Y se supone que debemos estar en contra de lo que dicen, ¿verdad? A pesar de que Lefebvre dijo exactamente las mismas cosas, ¿verdad? Pero de alguna manera estamos simultáneamente PARA Lefebvre. Lo tengo ... creo. Leer + Vigano se dirige al Papa Francisco simplemente como "Bergoglio" y rechazar el Vaticano II en un momento en que los de la SSPX han sido entrenados (a través de la herméneutica) para aceptar una interpretación conservadora de los documentos conciliares, puede muy bien causar el rechazo generalizado del mensaje de Viganò de los alrededores de SSPX.

Si tal fuera el caso, indicaría que la campaña de marca fue un ataque subversivo nuevamente contra la fe del propio clero y la gente de la Sociedad (que es lo que hemos afirmado desde el principio). En 2020, la SSPX en general podría ponerse del lado de Francisco CONTRA el contenido de la Carta de Viganò.

Conclusión:

El silencio de la SSPX ante las últimas cartas del arzobispo Viganò son otra indicación de cuán revolucionaria fue la reorientación de la SSPX. A principios de la década de 1990, un arzobispo en camino hacia el tradicionalismo integral habría sido la noticia más importante de la Tradición. Lo leería en todos los sitios web y blogs de SSPX. Habrías escuchado sermones al respecto en las capillas de todo el mundo. Habría sido recibido como un tremendo estímulo y un milagro de gracia. Los fieles estarían entusiasmados al respecto durante el café y las donas después de la misa, y estarías leyendo ediciones especiales de The Angelus que rastreaban el progreso de Viganò.

Así fue cuando el Obispo Lazo se convirtió a la Tradición, pero hoy en día eso no es noticia, y Viganò es persona non grata en el SSPX. Pero por todo eso, la conversión en curso de Viganò es trascendental, y debería ser alentado y apoyado por tantas voces de la Tradición como sea posible. Dudo que estas palabras lleguen a la pantalla de su computadora, pero si Su Excelencia alguna vez llegara a tropezar con ellas, sepa que es solo una señal de los tiempos de deterioro que la SSPX no lo está defendiendo. Para nosotros pocas ovejas dispersas de la tradición, le damos la bienvenida de todo corazón y agradecemos a Dios por su llegada.

Viva Cristo Rey (NdB)




https://insidethevatican.com/news/newsflash/letter11june102020therootoftheproblem/ 2 reciente https://web.archive.org/web/20100611183203/
http://sspx.org/Bishop_Lazo/bishop_lazos_declaration_of_faith.h tm
Tissier de Malle Marcel Lefebvr e, pág. 548.

jueves, 2 de julio de 2020

La Guerra de la Vendée: Católicos frente a la Revolución Francesa


Conmovedora Película de la Guerra entre Católicos e Impíos Revolucionarios Liberales-Masones en Francia, realizada en el año 2012. Está interpretada sólo por adolescentes y niños y plantea la sublevación del Pueblo Católico frente al Terror de la Revolución.