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jueves, 12 de marzo de 2015

MEDITACIONES: Miércoles tercero de Cuaresma



Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la doctrina del Evangelio

   Llegaron los escribas y fariseos a poner dolo en los discípulos de Cristo que no se lavaban las manos cuando comían, y Cristo los defendió y declaró al pueblo que se debe poner el cuidado, no en la limpieza del cuerpo, sino en la del alma y pureza del corazón.

   Punto I.- Considera cómo no hallando qué calumniar en Cristo sus enemigos, pusieron dolo en sus discípulos, porque los buenos son honra de su maestro, y los malos deshonor suyo; tú eres discípulo de este Señor, mira desde hace cuántos años cursas su doctrina; mira las faltas que  tienes y corrígelas todas porque no deshonres a tan santo maestro con los defectos de tu vida.

   Punto II.- Considera cuán santa era la vida de los apóstoles, pues enemigos conjurados no pudieron hallar qué calumniarlos, sino cosa tan leve como fue que no se lavaban las manos muchas veces cuando comían, como lo acostumbraban los judíos, y gózate de la santidad de los discípulos del Señor, y mira cuán pequeñas motas se reparan en los que le siguen, y pídele a Dios gracia para quitar de tu alma cualquiera imperfección por pequeña que sea.

   Punto III.- Considera el silencio y moderación de los discípulos que viéndose acusar calumniosamente en el tribunal de su santo maestro no se defendieron ni hablaron palabra en su favor, y por el mismo caso los defendió el Señor, volviendo por su honra, sacándolos más gloriosos del fuego de las calumnias como el oro del crisol; aprende a callar en las tuyas y a decir a Dios tu causa, que Él volverá por tu honra y saldrás mejorado de sus manos; si sabes fiarte de ellas y confiar como debes en su amor y providencia.

   Punto IV.- Considera la sentencia con que remata Cristo que no miremos a lo exterior del cuerpo, sino a lo interior del corazón, porque no es de provecho tener las manos lavadas en el agua, si el corazón está manchado con  los pecados; atiende a ti y mira cuánto cuidado pones en tu cuerpo, y cuán poco atiendes  tu alma, siendo que ésta es la que importa. Acuérdate que eres discípulo de Cristo y que te ha de pedir cuenta de su doctrina. Llora los descuidos pasados y toma a pecho la enmienda de tu vida, pidiéndole gracia al Señor para hacer el aprecio que debes de tu alma y despreciar la hermosura vana de tu cuerpo.