Fideliter N° 87.
Mayo-Junio 1992
El problema se mantiene muy grave, no hay que minimizarlo.
Esto es lo que hay que responder a todos los laicos que preguntan si la crisis
terminará, si no habría otro medio de tener una autorización para nuestra
liturgia, para nuestros sacramentos…
Ciertamente la cuestión de la liturgia y de los sacramentos
es muy importante, pero es más importante todavía la cuestión de la fe. Para
nosotros esta cuestión está resuelta porque nosotros tenemos la fe de siempre,
la del concilio de Trento, la del catecismo de San Pio X, de todos los
concilios y de todos los papas anteriores al Vaticano II; en una palabra, la fe
de la Iglesia.
¿Y en Roma? La perseverancia y la pertinacia de las ideas
falsas y de los graves errores del Vaticano II continúan. Esto está claro.
El Padre Tam nos ha enviado recortes del Osservatore Romano:
discursos del Santo Padre, del cardenal Casaroli, del cardenal Ratzinger. Son
documentos oficiales de la Iglesia de los cuales no se puede dudar de su
autenticidad, y estamos estupefactos.
En este tiempo (ya que estoy un poco en descanso) he releído
el libro que ustedes conocen bien, de Barbier, acerca del catolicismo liberal.
Es asombroso ver que nuestro combate es exactamente el de los grandes católicos
del siglo XIX desde la Revolución, y el combate de los papas Pio VI, Pio VIII,
Gregorio XVI, Pio IX, León XIII, san Pio X hasta Pio XII. Ahora bien, ¿en qué
se resume este combate? En Quanta Cura y el Syllabus de Pio IX, y Pascendi
domini gregis de san Pio X. Son documentos sensacionales, que por otro lado
causaron conmoción en su tiempo y que opusieron la doctrina de la Santa Sede a
los errores modernos. Es la doctrina de la Iglesia que se ha opuesto a los
errores que se han manifestado en el transcurso de la Revolución,
particularmente en la Declaración de los derechos del hombre.
Este es el combate que libramos hoy en día: Existen los
pro-Syllabus, los pro-Quanta Cura, los pro-Pascendi y existen aquellos que son
contrarios. Esto es muy simple.
Los que están contra estos documentos adoptan los principios
de la Revolución, los errores modernos. Los que están a favor permanecen en la
verdadera fe católica.
Ahora bien, ustedes saben muy bien que el cardenal Ratzinger
ha dicho oficialmente que para él el Vaticano II era el anti-Syllabus. Si él
está claramente colocado contra el Syllabus, es porque él ha adoptado el
principio de la Revolución. De allí que ha dicho claramente: “La Iglesia está
abierta a las doctrinas que no son nuestras sino que vienen de la sociedad,
etc.” Todo el mundo ha comprendido: los principios del 89, los derechos del
hombre.
Nosotros estamos exactamente en la situación del cardenal
Pie, de Mgr. Freppel, de Louis Veuillot, del diputado Keller en Alsacia, de
Ketler en Alemania, del cardinal Mermillod en Suiza, quienes han combatido el
buen combate con la gran mayoría de los obispos, porque en esa época ellos
tenían la oportunidad de tener la gran mayoría de los obispos con ellos.
Ciertos, Mgr. Dupanloup y algunos obispos franceses han sido la excepción.
Igualmente algunos en Alemania y en Italia han estado abiertamente en contra
del Syllabus y de Pio IX, pero éstos fueron casos extraordinarios.
Había esta fuerza revolucionaria de los herederos de la
Revolución y, para tenderles la mano, los Dupanloup, Montalembert, Lamennais,
que no quisieron jamás invocar los derechos de Dios en contra de los derechos
del hombre.
« Nosotros pedimos el derecho común” es decir, lo que
conviene a todos los hombres, a todas las religiones, a todo el mundo. El
derecho común, no los derechos de Dios.
Nosotros nos encontramos en el presente en la misma
situación, no hay que hacerse ilusiones: nosotros dirigimos un combate muy
fuerte. Pero como está asegurado por toda la línea del Pontificado, no debemos
dudar o tener miedo.
Algunos quisieran cambiar esto o aquello, unirse a Roma, al
Papa… Nosotros lo haríamos, por supuesto, si ellos estuvieran en la Tradición y
continuaran el trabajo de todos los papas del siglo XIX y de la primera mitad
del XX. Pero ellos mismos reconocen que han tomado un camino nuevo, que el
Concilio Vaticano II ha abierto una nueva era, y que la Iglesia recorre una
nueva etapa.
Pienso que debemos inculcar esto a nuestros fieles, de tal
manera que ellos se sientan solidarios de toda la historia de la Iglesia.
Porque finalmente ella se remonta incluso hasta antes de la Revolución: es el
combate de Satán contra la Ciudad de Dios. ¿Cómo va a resolverse? Este es un
secreto de Dios, un misterio. Pero no hay que preocuparse, hay que tener
confianza en la gracia del Buen Dios.
Que vayamos a combatir contra las ideas actualmente en boga
en Roma, las que el Papa expresa, así como Ratzinger, Casaroli, Willebrands y
tantos otros, es claro. Nosotros los combatimos porque ellos no hacen más que
repetir lo contrario de los que los papas han dicho y afirmado solemnemente
durante un siglo y medio.
Tenemos que escoger.
No dudaremos ni un minuto si no queremos encontrarnos con
aquellos que nos están traicionando. Hay quien desea mirar del otro lado de la
barrera. Ellos no miran del lado de los amigos, de los que se defienden en el
mismo terreno de combate, ellos miran un poco del lado del enemigo.
Ellos dicen que hay que tener caridad, tener buenos
sentimientos, que hay que evitar las divisiones. Después de todo, estas
personas dicen cuando menos la misa buena, no son tan malos como se dice…
Pero ellos nos traicionan. Dan la mano a los que demuelen la
Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales y por lo tanto
condenadas por la Iglesia. Por lo tanto ahora, ellos hacen el trabajo del
diablo, ellos que trabajan con nosotros por el reino de Nuestro Señor y por la
salvación de las almas.
« Oh, siempre que se nos acuerde la buena misa, podemos dar
la mano a Roma, no hay problema” ¡Mira cómo funciona! Ellos están en un
callejón sin salida porque no se puede a la vez dar la mano a los modernistas y
querer conservar la Tradición.
Que se tenga contacto con ellos para traerlos a la
Tradición, para convertirlos, en último extremo. Este es el buen ecumenismo.
Pero dar la impresión casi como si nos arrepintiéramos, y que después de todo
estaría bien hablar con ellos, esto no es posible. ¿Cómo hablar con los que
ahora nos dicen que estamos inmóviles como cadáveres? Según ellos, nosotros ya
no somos la Tradición viva, somos gentes tristes “sin vida y sin alegría”. ¡Se
creería que ellos jamás han formado parte de la Tradición! Es inverosímil.
¿Cómo quieren que se pueda tener relaciones con ellos?
Es lo que nos plantea a veces problemas con algunos muy
buenos laicos, que nos son favorables y han aceptado las Consagraciones, pero
que tienen un cierto pesar íntimo de no estar con los que estaban antes, con los
que no aceptaron las Consagraciones y que ahora están en nuestra contra. “Es
una lástima, quisiera irlos a encontrar, tomar una copa con ellos, tenderles la
mano”. Esto es traición, porque a la menor ocasión se irán con ellos. Hay que
saber lo que queremos.
Esto es lo que ha asesinado a la Cristiandad de Europa, no
solamente a la Iglesia de Francia sino también a la de Alemania, de Suiza… Son
los liberales que han permitido a la Revolución instalarse, precisamente porque
les han tendido la mano a aquellos que no tenían sus mismos principios.
La pregunta es si queremos colaborar también a la
destrucción de la Iglesia, a la ruina del reino social de Nuestro Señor, o si
nos hemos comprometido a trabajar por el reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Todos los que quieran venir con nosotros, para trabajar con
nosotros, Deo gratias, les damos la bienvenida, poco importa de dónde vienen,
pero que no nos pidan dejar nuestro camino para ir a colaborar con los otros.
Esto no es posible.
A lo largo del siglo XIX, los católicos se han literalmente
destrozado a propósito del documento del Syllabus, a favor, en contra, a favor,
en contra…
Ustedes recordarán en particular al conde de Cambord que fue
criticado de haber rehusado la realeza por una cuestión de bandera. Pero no fue
solamente una cuestión de bandera, el conde de Chambord se rehusó ser sometido
a los principios de la Revolución. El dijo: “No consentiría jamás ser el rey
legítimo de la Revolución”. Y tenía razón, ya que hubiera sido plebiscitado pro
el país y la Asamblea, pero a condición de aceptar el parlamentarismo, es
decir, los principios de la Revolución. También dijo: “No, si yo debo ser rey,
lo sería según mis ancestros de antes de la Revolución”.
Tenía razón. Hay que escoger. Con el Papa, el escogió los
principios anteriores a la Revolución, principios católicos y
contrarrevolucionarios. Y nosotros también escogimos ser
contrarrevolucionarios, con el Syllabus, contra los errores modernos, estar en
la verdad católica y defenderla.
Este combate entre la Iglesia y los liberales modernistas es
el del concilio Vaticano II. No hay que buscarle tres pies al gato. Y va más
lejos. Entre más se analizan los documentos del Vaticano II y la interpretación
que le han dado las autoridades de la Iglesia, más nos apercibimos que se trata
no solamente de algunos errores, el ecumenismo, la libertad religiosa, la
colegialidad, un cierto liberalismo, sino de una perversión del espíritu. Es
toda una nueva filosofía basada en la filosofía moderna del subjetivismo.
El libro que acaba de aparecer de un teólogo alemán y el
cual espero que sea traducido al francés a fin de que lo puedan tener entre sus
manos, es muy instructivo de este punto de vista. Comenta el pensamiento del
Papa, especialmente un retiro que predicó en el Vaticano siendo simple Obispo.
Demuestra que en el Papa todo es subjetivo. Cuando enseguida leemos su
discurso, nos apercibimos que ése es su pensamiento. A pesar de las
apariencias, no es católico. El pensamiento del Papa en cuanto a Dios, en
cuanto a Nuestro Señor, viene del fondo de su conciencia y no de una Revelación
objetiva a la cual se adhiere con su inteligencia. El construye la idea de
Dios. Últimamente dijo en un documento inverosímil, que la idea de la Trinidad
no ha podido llegar sino muy tarde, porque es necesario que la psicología del
hombre interior pueda ser capaz de llegar a la Santísima Trinidad. Entonces la
idea de la Trinidad no viene de una Revelación, sino del fondo de la
conciencia.
Estos no son pequeños errores. Nos encontramos delante de
toda una corriente filosófica que remonta a Descartes, a Kant, a toda la línea
de filósofos modernos que han preparado la Revolución.
He aquí algunas citas del Papa sobre el ecumenismo
publicadas en el Osservatore Romano del 2 de junio de 1989:
« Mi visita a los países nórdicos es una confirmación del
interés de la Iglesia católica en la obra del ecumenismo que es el de promover
la unidad entre todos los cristianos. Hace 25 años que el concilio Vaticano II
ha insistido claramente en la urgencia de este desafío en la Iglesia. Mis
predecesores han buscado alcanzar este objetivo con una perseverante atención a
la gracia del Espíritu Santo quien es la fuente divina y el garante del
movimiento ecuménico. Desde el inicio de mi pontificado, he hecho del ecumenismo
la prioridad de mi solicitud para la acción pastoral”.
Está claro.
Y el papa, sin detenerse, hace discursos sobre el ecumenismo
porque él recibe constantemente a delegaciones de ortodoxos, de todas las
religiones, de todas las sectas.
Se podría decir que éste ecumenismo no hizo el mínimo
progreso en la Iglesia. No condujo a nada sino a confortar a los demás en sus
errores, sin buscar convertirlos. Todo lo que ha sido dicho son galimatías: la
comunión, el acercamiento, desearíamos muy pronto estar en una comunidad
perfecta, esperamos en poco tiempo poder comulgar en los sacramentos de la
unidad… Y así sucesivamente. Pero ellos no avanzan, es imposible que avancen
jamás.
Todavía en el Osservatore Romano, se encuentra un discurso
de Casaroli dirigiéndose a la Comisión de los derechos del hombre de las
Naciones Unidas:
« Respondiendo con mucho placer a la invitación que me ha
sido dirigida de venir hasta ustedes aportándoles el apoyo de la Santa Sede,
deseo centrarme un poco –y todos lo comprenderán- en un aspecto específico de
la libertad de pensar y de actuar según su conciencia, luego la libertad
religiosa”. (¡Escuchar cosas como éstas de boca de un arzobispo!). “Juan Pablo
II no dudaba en afirmar el año pasado en un mensaje para la Jornada mundial de
la paz, que la libertad religiosa constituye la piedra angular en el edificio
de los derechos del hombre.
La Iglesia Católica y su Pastor supremo, que ha hecho de los
derechos del hombre uno de los grandes temas de su predicación, no han dejado
de recordar que en el mundo hecho por el hombre y para el hombre (dixit
Casaroli!)”Toda organización de la sociedad no tiene sentido más que en la
medida en que ella haga de la dimensión humana su preocupación central”. (Dios,
no se habla más de la dimensión de Dios en el hombre, es horrible, es el
paganismo). Entonces el continúa: “Todo hombre y todo el hombre, esa es la
preocupación de la Santa Sede, tal es sin duda la vuestra también”.
No tenemos nada que ver con esta gente, porque no tenemos
nada en común con ellos.
Entonces nuestro famoso Ratzinger se encuentra ahora molesto
de haber dicho que el Vaticano era un contra-Syllabus, porque se lo reprochamos
a menudo. Es por eso que él ha encontrado una explicación que ha dado el 27 de
junio de 1990.
Ustedes saben que Roma ha publicado un río de documentos
para explicar las relaciones entre el Magisterio y los teólogos. Como no saben
cómo salir de los apuros que tienen en todas partes, tratan de recuperar a los
teólogos sin condenarlos mucho. Hay páginas y páginas, es para perderse
completamente.
Es en la presentación de este documento que el cardenal
Ratzinger ofrece su opinión sobre la posibilidad de poder decir lo contrario de
lo que los papas han siempre afirmado desde el siglo pasado.
« El documento, dice el Cardenal (Ratzinger), afirma quizá
por primera vez con claridad (en efecto, pienso que esto es cierto), que hay
decisiones del Magisterio que no pueden ser la última palabra sobre un asunto
como tal, sino que son un anclaje substancial en el problema (¡el maligno!) Y
antes que todo una expresión de prudencia pastoral. Una especie de disposición
provisoria. (¡Las decisiones oficiales de la Santa Sede, disposiciones
provisorias!) El núcleo se mantiene estable pero los aspectos particulares
sobre los que tienen una influencia las circunstancias del tiempo, pueden tener
necesidad de rectificaciones ulteriores. A este respecto se pueden señalar las
declaraciones de los papas del siglo pasado sobre la libertad religiosa (¡por
favor!) como también las decisiones anti modernistas de principios de siglo.
(¡Va fuerte!) Y sobre todo las decisiones de la Comisión bíblica de la misma
época” (Entonces no puede digerirlas).
He aquí tres decisiones del Magisterio que se pueden dejar
de lado. Pueden cambiar. A este respecto se puede señalar las declaraciones de
los papas del siglo pasado que necesitan rectificaciones ulteriores “Las
decisiones anti modernistas han hecho un gran servicio, pero después de haber
rendido su servicio pastoral en su tiempo, en sus determinaciones particulares,
actualmente son obsoletos”. (Ahora damos la vuelta a la página del modernismo.
Se terminó, no hablemos más).
Se libra de la acusación que se le hace de estar contra el
Syllabus, contra decisiones pontificales y el Magisterio: queda el núcleo (¿qué
núcleo? ¡No lo sabemos!) Pero los aspectos particulares sobre los cuales tienen
una influencia particular las circunstancias del tiempo pueden necesitar
rectificaciones posteriores. Voila! Está hecho, es increíble.
Cómo quieren que se les tenga confianza a personas como
éstas, que justifican la negación de Quanta Cura, de Pascendi, de las
decisiones de la Comisión Bíblica, etc…
O bien nosotros somos los herederos de la Iglesia Católica,
es decir, de Quanta Cura, de Pascendi, con todos los papas hasta antes del
concilio, y la gran mayoría de los obispos de entonces, por el reino de Nuestro
Señor Jesucristo y la salud de las almas, o bien somos herederos de aquellos
que se esfuerzan, incluso al precio de una ruptura con la Iglesia y su
doctrina, de admitir los principios de los derechos del hombre, basados en una
verdadera apostasía, con vista a obtener una presencia de servidores en el
gobierno mundial revolucionario. Porque eso es el fondo: a fuerza de estar en
pro de los derechos del hombre, de la libertad religiosa, la democracia y la
igualdad de los hombres, tendrán un sitio en el gobierno mundial, pero será un
sitio de servidores.
Si yo les digo estas cosas, es porque me parece que hay que
retomar nuestro combate con quien lo ha precedido. Porque no ha comenzado con
el Concilio, este combate tan duro, tan penoso en el cual la sangre se ha
derramado. La separación de la Iglesia y el Estado, los religiosos y religiosas
perseguidos, el dominio sobre todos los bienes de la Iglesia, han constituido
una verdadera persecución, no solamente aquí sino en Suiza, en Alemania, en
Italia. Fue desde el momento de la ocupación de los Estados Pontificios que el
Papa se encontró relegado en el Vaticano, presa de cosas abominables. Entonces
¿estaremos con todo el mundo contra la doctrina de los papas sin ocuparnos de
las protestas que ellos han elevado para defender los derechos de la Iglesia y
de Nuestro Señor, para defender las almas?
Creo verdaderamente que tenemos unos cimientos y una fuerza
que no provienen de nosotros. No es nuestro combate el que libramos, es el de
Nuestro Señor, continuado por la Iglesia. No podemos dudar: O bien estamos con
la Iglesia o contra ella, nosotros no estamos con esta Iglesia conciliar que
cada vez es menos la Iglesia Católica, prácticamente no queda nada.
Antes, cuando el Papa hablaba de los derechos del hombre,
frecuentemente hacía alusión a los deberes del hombre igualmente. Ahora ya no
más: todo es por el hombre, para el hombre. Quise hacerles estas
consideraciones para que ustedes se fortifiquen también, y que tengan
conciencia de continuar el combate con la gracia del Buen Dios.
Porque es evidente que ya no existiríamos si el Buen Dios no
estuviera con nosotros. Ha habido al menos cuatro o cinco ocasiones en el curso
de las cuales la Fraternidad hubiera desaparecido. Y gracias a Dios, estamos
aquí todavía para continuar. Ella debió desaparecer en particular en la ocasión
de las consagraciones, ¡nos lo predijeron tanto! Todos los profetas de desgracias
e incluso algunos cercanos nos dijeron: “Monseñor, no lo haga nunca, será el
fin de la Fraternidad”. Pero no, el Buen Dios no quiere que su combate termine.
Es todo.
Este combate ha tenido sus mártires: los mártires de la
Revolución y todos aquellos que han sido martirizados moralmente en el curso de
todas las persecuciones de los siglos XIX y XX. San Pio X ha sufrido el
martirio a causa de tantos obispos perseguidos, de conventos expropiados, de
religiosos cazados más allá de las fronteras entre otras cosas. ¿Y todo eso por
nada? Este sería un falso combate, inútil, un combate que condenarían las
víctimas y los mártires. Esto no es posible.
Nosotros estamos inmersos en esta corriente, en esta
continuidad, agradezcamos al Buen Dios. Somos perseguidos, es evidente,
nosotros somos los únicos excomulgados, los únicos perseguidos, pero no podemos
no serlo.
¿Entonces qué pasará? No lo se. ¿Elías? Apenas esta mañana
leía en la Escritura: “El regresará y pondrá todo en su lugar”, Omnia
restituet. Que venga rápido!
Humanamente hablando, no veo la posibilidad de un acuerdo
actualmente. Me decían ayer: “si Roma aceptara sus Obispos y que usted
estuviera completamente exento de la jurisdicción de los obispos…” Por
principio ellos están lejos de aceptar una como esa, además es necesario que
ellos nos hagan la oferte y yo no pienso que estén listos porque la dificultad
de fondo, que es el darnos un obispo tradicionalista. Ellos no quieren más que
un obispo con el perfil de la Santa Sede. El perfil, ustedes comprenden lo que
quiere decir. Ellos saben muy bien que dándonos un obispo tradicional,
construirían una ciudadela tradicionalista. Ellos no lo quieren y tampoco se lo
han dado a los otros. Cuando los otros dicen que han firmado el mismo protocolo
que nosotros, no es verdad. Nuestro protocolo preveía un obispo y dos miembros
en la Comisión romana. Pues bien, ellos no tienen ni el obispo ni los miembros
en la Comisión romana. Roma ha retirado esto del protocolo, pues no lo quería a
ningún precio.
El primero de noviembre próximo festejaremos el vigésimo
aniversario de la Fraternidad, y yo estoy íntimamente convencido que es ella
quien representa lo que el Buen Dios quiere para guardar y conservar la fe, la
verdad de la Iglesia y lo que todavía pueda ser salvado de la Iglesia. Esto se
hará gracias también a los obispos que rodean al Superior general, cumpliendo
su rol indispensable de mantenedores de la fe, predicando, dando las gracias
del sacerdocio y de la confirmación. Estas son cosas irremplazables de las cuales
tenemos absoluta necesidad.
Todo esto es muy consolador, y pienso que nosotros podemos
agradecer al Buen Dios, y obrar en la perseverancia, a fin de que un día se
reconozca lo que hacemos. Aunque la visita del cardenal Gagnon no haya dado
muchos resultados, cuando menos muestra que estamos presentes y que en la
fraternidad se hace el bien. Aunque ellos no hayan querido decirlo
expresamente, están obligados de reconocer que la Fraternidad representa una
fuerza espiritual irremplazable para la fe, donde ellos, espero, tendrán la
alegría y la satisfacción de servirse cuando hayan regresado a la fe
tradicional.
Roguemos a la Santísima Virgen, pidamos a Nuestra Señora de
Fátima, en todas las peregrinaciones respectivas en todos los países, de venir
en la ayuda de la Fraternidad para que tenga muchas vocaciones. Deberíamos
tener un poco más de vocaciones, nuestros seminarios no están llenos. Pero
pienso que con la gracia de Dios, eso vendrá. Gracias por haberme escuchado.
Les pido orar para que yo tenga una buena y santa muerte, porque ahora es lo
que me queda por hacer.