Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la aparición de Cristo a sus Apóstoles con Santo Tomás
Punto I.- Considera que cuando fue Cristo a visitar a los Apóstoles en
el Cenáculo no estaba con ellos Santo Tomás, y por esta causa no gozó de la
gloria de su resurrección; y bien pudiera aparecérsele a donde estaba separado,
pero no quiso, dándonos documento de que muchas veces no participamos sus consuelos y misericordias
porque no andamos con la comunidad de los demás a quien las comunica el Señor;
de lo cual has de sacar un afecto y propósito firme de huir la singularidad
cuanto pudieres, y seguir la comunidad con todos en las cosas de la religión y
culto de Dios, para que no te prive de las gracias que comunica a los demás.
Punto II.-- Considera la
incredulidad que cayó en el corazón del Apóstol Santo Tomás, la cual no
pudieron vencer ni la Santísima Virgen ni los Apóstoles, ni todos los discípulos, que como testigos le
certificaban que habían visto a Cristo resucitado y glorioso, permitiéndolo así
Dios para mayor firmeza de la fe de su resurrección y bien de nuestras almas;
de que has de sacar por una parte gran temor de caer en semejante pecado
conociendo tu flaqueza; y que si cayó un Apóstol tan santo, más fácilmente
podrás caer tú en mayores pecados; y por otra, sujetar tu juicio al de Dios,
quien permite semejantes caídas para excusar mayores males, y sacar de ellas
grandes bienes, como sucedió de la caída de Santo Tomás.
Punto III.- Considera cómo toda aquella santa congregación, doloridos de
la incredulidad de Santo Tomás, se pondrían en oración y pedirían al Señor
afectuosamente por él, y a sus ruegos y peticiones vino Cristo y se puso en
medio de todos, y le habló, llamó, mostró sus llagas y se las dio a ver y tocar
para que la experiencia le desengañase de su ignorancia y le sacase de su
error. ¡Oh benignísimo Jesús, y oh solícito pastor! Y cómo se conoce el amor
que nos tenéis, pues por una sola oveja volvisteis a abrir vuestras heridas y a
renovar vuestras llagas! Pondera para bien de tu alma de cuánta importancia es
la buena compañía y el fruto de sus oraciones, pues le valieron tanto a Santo
Tomás las de los discípulos del Señor, y cómo les pagó Dios la caridad que
usaron con él volviéndolos a visitar y a comunicar su gloria, que aunque pudo
aparecérsele a solas, como a San Pedro y a la Magdalena, no quiso sino en compañía de todos, para
darles segunda vez la gloria de su resurrección. Saca también un vivo afecto de
cuidar de tu rebaño, y de aquellos que Dios te ha encomendado, trabajando por
cada uno con las veras que por todos juntos, a ejemplo del Salvador, y una
firme confianza en su piedad viendo la que tuvo de Santo Tomás. Pídele que te
busque y te meta en Sus llagas, a donde estarás guardado y seguro de todos tus
enemigos.
Punto IV.- Mira cómo estaría Santo Tomás en presencia de todos delante
del Redentor, cómo se postraría a sus pies avergonzado y derramando lágrimas
por su incredulidad y pidiéndole perdón; y cómo la Santísima Virgen y toda
aquella santa compañía le pedirían por él, y con qué benignidad y amor le
levantaría el Redentor y le diría que metiese sus manos en las llagas de sus
pies, manos y costado, que aparejado
estaba a padecer otra vez sólo por él. Oye cómo Santo Tomás le confiesa por su
Dios y su Señor, y medita cómo Cristo se despidió diciendo: porque me viste, Tomás, creíste:
bienaventurados los que no vieron y creyeron, en que conocerás el mérito de
la fe, no sólo de la resurrección, sino de todos los misterios de la vida del
Redentor. Dale muchas gracias por haberte dado la luz para conocerle y
confesarle; y pídele su gracia para perseverar en su fe y llevar a todos a su
conocimiento y servicio, deseando que sea conocido y alabado, confesado y
creído de todos cuantos han nacido y nacerán en el mundo.