Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De cómo bajó Cristo al Limbo, sacó las almas de los Santos Padres y apareció a Su Santísima Madre
Punto I.- Considera cómo en consumando la obra de nuestra redención quedó Su cuerpo en la cruz y Su alma santísima unida con la divinidad bajó al limbo, a cumplir los deseos de aquellas almas que por tantos siglos le estaban esperando, y estando en aquellos calabozos los alumbró más que el sol y glorificó con Su presencia. Contempla el gozo que tendrían aquellos santos viendo cumplidas sus esperanzas dilatadas por tantos años; la alegría con que le recibirían; las palabras con que le darían gracias por tan incomparable beneficio, y cómo darían por bien empleados todos sus trabajos y la dilación de su promesa por verla cumplida tan colmadamente y con un gozo tan grande, sin recelo de perderle. Anímate con su ejemplo a esperar en el Señor, y a no decaecer aunque se tarde, que sus promesas son infalibles y sus premios sobre todo merecimiento mayores que los pudiéramos pedir.
Punto II.- Considera que habiendo el Redentor libertado a aquellos santos de las prisiones en que estaban y comunicándoles parte de su gloria, vino al sepulcro donde estaba su santísimo cuerpo y a vista de toda aquella santa compañía de bienaventurados que traía consigo se volvió a unir con él, y le glorificó de manera que venció su hermosura a la del sol y a la luna, y a todo cuanto hay creado y salió vivo y glorioso del sepulcro sin que le impidiese como a Lázaro la piedra con que estaba cerrado. Considera la gloria del Salvador y los parabienes que le darían todos aquellos santos y las muchas gracias por haberlos rescatado a tanta costa suya, pudiendo redimirlos con una sola palabra; la música de los ángeles que le cantarían la victoria, y todo lo demás que allí pasaría; mira el premio que tienen los trabajos padecidos con paciencia por amor de Dios, y la corona que se da a los vencedores, y resuélvete a pelear varonilmente las batallas del Señor, y a sufrir con paciencia los trabajos que te vinieren por su amor, esperando por ellos el premio de su divina mano; y no te apartes de Su presencia sin darle mil parabienes de su gloria, gozándote de ella más que si fuera tuya propia.
Punto III.- Pondera para provecho de tu alma que Cristo pudo fácilmente sacar a los santos Padres y resucitarlos de la muerte con una sola palabra, como resucitó a Lázaro y al hijo de la viuda de Naím, o con la voz de un ángel, como ha de resucitar a todos el mundo en el día último del juicio, y no quiso sino por su misma persona; lo uno para aumentar su gozo; lo otro para triunfar del infierno; lo otro para enseñarnos a visitar y consolar a los afligidos por nuestras propias personas en las cárceles, hospitales y destierros, y consolarlos en sus aflicciones, como lo hicieron sus amigos con el santo Job.
Por el P. Alonso de Andrade
De cómo bajó Cristo al Limbo, sacó las almas de los Santos Padres y apareció a Su Santísima Madre
Punto I.- Considera cómo en consumando la obra de nuestra redención quedó Su cuerpo en la cruz y Su alma santísima unida con la divinidad bajó al limbo, a cumplir los deseos de aquellas almas que por tantos siglos le estaban esperando, y estando en aquellos calabozos los alumbró más que el sol y glorificó con Su presencia. Contempla el gozo que tendrían aquellos santos viendo cumplidas sus esperanzas dilatadas por tantos años; la alegría con que le recibirían; las palabras con que le darían gracias por tan incomparable beneficio, y cómo darían por bien empleados todos sus trabajos y la dilación de su promesa por verla cumplida tan colmadamente y con un gozo tan grande, sin recelo de perderle. Anímate con su ejemplo a esperar en el Señor, y a no decaecer aunque se tarde, que sus promesas son infalibles y sus premios sobre todo merecimiento mayores que los pudiéramos pedir.
Punto II.- Considera que habiendo el Redentor libertado a aquellos santos de las prisiones en que estaban y comunicándoles parte de su gloria, vino al sepulcro donde estaba su santísimo cuerpo y a vista de toda aquella santa compañía de bienaventurados que traía consigo se volvió a unir con él, y le glorificó de manera que venció su hermosura a la del sol y a la luna, y a todo cuanto hay creado y salió vivo y glorioso del sepulcro sin que le impidiese como a Lázaro la piedra con que estaba cerrado. Considera la gloria del Salvador y los parabienes que le darían todos aquellos santos y las muchas gracias por haberlos rescatado a tanta costa suya, pudiendo redimirlos con una sola palabra; la música de los ángeles que le cantarían la victoria, y todo lo demás que allí pasaría; mira el premio que tienen los trabajos padecidos con paciencia por amor de Dios, y la corona que se da a los vencedores, y resuélvete a pelear varonilmente las batallas del Señor, y a sufrir con paciencia los trabajos que te vinieren por su amor, esperando por ellos el premio de su divina mano; y no te apartes de Su presencia sin darle mil parabienes de su gloria, gozándote de ella más que si fuera tuya propia.
Punto III.- Pondera para provecho de tu alma que Cristo pudo fácilmente sacar a los santos Padres y resucitarlos de la muerte con una sola palabra, como resucitó a Lázaro y al hijo de la viuda de Naím, o con la voz de un ángel, como ha de resucitar a todos el mundo en el día último del juicio, y no quiso sino por su misma persona; lo uno para aumentar su gozo; lo otro para triunfar del infierno; lo otro para enseñarnos a visitar y consolar a los afligidos por nuestras propias personas en las cárceles, hospitales y destierros, y consolarlos en sus aflicciones, como lo hicieron sus amigos con el santo Job.