Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la aparición de Cristo a los Apóstoles cuando pescaban en
el mar de Tiberíades (Juan,21)
Punto I.- Considera lo que dice San Juan, que San Pedro convidó a los
demás discípulos a pescar, y no habiendo cogido nada en toda la noche, les
apareció Cristo en la ribera, y les ordenó que echaran la red a mano derecha y
cogieron grande pesca. Pondera que es propio de los discípulos de Cristo
convidar como San Pedro a los demás para las obras santas de su servicio, de lo
cual has de aprender el convidar siempre a tus prójimos para las obras de
piedad y devoción. Considera la piedad del Salvador y la que tuvo de sus
discípulos, apareciéndoseles cuando estaban trabajando, y desconsolados por no
haber pescado nada, y cobra una grande confianza en Dios de que te favorecerá y
visitará en tus trabajos y en las obras que emprendieres de su santo servicio.
Pídele que no te olvide, y que te visite y esfuerce como visitó y esforzó a sus
discípulos.
Punto II.- Considera las causas porque los
Apóstoles no pescaron nada hasta que llegó Cristo Redentor nuestro. La primera
fue porque echaron la red de noche, que significa el pecado, y los que obran en
pecado no granjean nada para la vida eterna, por mucho que trabajen; la
segunda, porque pescaron por su voluntad y después por la obediencia a Cristo,
y ésta da la ganancia cierta a los que se rigen y gobiernan por ella; la
tercera porque echaron la red a mano izquierda, que significa lo bienes
temporales del mundo, y Cristo Señor nuestro les mandó que la echaran a la
derecha, que es símbolo de los bienes eternos. De lo cual has de sacar el
trabajar siempre en la luz de la gracia y no en las tinieblas del pecado, y por
la voluntad de Dios, mirando siempre a su mayor honra, gloria y servicio en cuantas
obras hicieres; y echar siempre la red hacia la mano derecha de los bienes
celestiales, si quieres sacar grande ganancia. Duélete de lo que has trabajado
en toda tu vida en allegar riquezas perecederas, y en pescar las dignidades y
honras vanas de este siglo, que todo es nada y vale nada, y toma el consejo de Cristo, y echa
la red a mano derecha a los bienes celestiales y verdaderos, y tendrá cumplido
logro tu trabajo, como le tuvo el de los Apóstoles.
Punto III.- Considera lo que dice el sagrado Evangelio, que estando los
discípulos pescando por mandado de Cristo, estaba Él en la ribera a su vista,
sin que le conociesen, preparándoles la comida para cuando viniesen, porque
está a la vista de los que trabajan en su servicio, sin que ellos le vean ni
conozcan, y les prepara la comida, cuidando de lo que han menester. Saca de
aquí un grande aliento para emplearte en su servicio con grande confianza en su
providencia. Arroja todo tu cuidado en sus manos confiadísimamente, y ten por
cierto que te mira y asiste en tus obras y trabajos, como hoy a sus discípulos,
aunque tú no le ves con los ojos corporales.
Punto IV.- Contempla cómo cuando
obtuvieron tan copiosa pesca, reconocieron que había sido por virtud de Cristo,
y aprende a reconocer el logro de tus acciones por obra de sus manos y dale
gracias por ello, atribuyéndole la gloria de ellas, de cuya mano las recibes.
Mira cómo luego llegaron a tierra y el gozo con que les recibiría y el que
tendrían en verle resucitado, y la
benignidad con que se sentaría con ellos, y les partiría el pan y el pez
que había sazonado sobre las ascuas, y les daría de comer. ¡Oh dulce Jesús! ¡Bendito
seas mil veces, que así tratas a vuestros siervos! ¿Quién no os sirve
eternamente, siendo tan dulce y amoroso? Deja, alma mía, el mar de este mundo
en que estás engolfado, deja las redes que te tienen preso, y da de mano a
todas las ocupaciones terrenas, y pídele que te permita llegar a su mesa, y que
te de alguna de las migajas que sobran de ella, y sienta plaza entre los suyos
para quedarte eternamente en su servicio.