Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
Punto I.- Considera la bondad y misericordia divina, que a todas horas y
en todos tiempos y lugares tiene franca la puerta para la oración, y espera y
oye a cualquiera que le pretende hablar y pedir, y despacha sus peticiones sin
intervención de porteros o ministros, sino por su propia persona. Gózate de
tener tal Señor y tan buen Dios, y dale gracias por esta gracia, y porque cosa
tan importante y necesaria la ha hecho tan fácil. Deja los señores de la tierra
y acude al del cielo con tus peticiones y Él cumplirá tus deseos.
Punto II.- Considera lo que dice Cristo en el Evangelio, de aquel amigo
que negó la primera vez lo que le pedían, y por la importunidad del que
perseveró pidiendo, lo concedió y se lo dio. Aquí nos enseña que tal vez Dios
dilata lo que se le pide y responde con sequedad para probar nuestra fe y
perseverancia, y si esta no nos falta, concede lo que pedimos. Saca de aquí
propósitos firmes de perseverar en la oración aunque Dios te trate con sequedad
y aunque te niegue lo que le pides y aunque veas los efectos contrarios; porque
la perseverancia alcanza las gracias del Señor, y si te rindes al trabajo y
pierdes la confianza, no alcanzarás lo que pides. Espera en el Señor y haz
bondad y experimentarás Su piedad.
Punto III.- Considera las palabras que dice Cristo en su Evangelio;
conviene a saber: pedid y os darán,
buscad y hallaréis; llamad y os abrirán; porque todos los que piden reciben, y
los que buscan hayan, y a los que llaman abren. Aquí nos exhorta a pedir
con la boca y buscar con diligencia, y llamar con las manos; porque la oración
no ha de ser sólo con la boca, sino acompañada con diligencia, fervor y santas
obras de penitencia y piedad, como lo enseñó Nuestra Señora a Santa Isabel, según lo afirma San Buenaventura.
Considera si tu corazón va acompañado con estos compañeros, o si es sola de
boca y no de corazón y con fervor y santas obras. Mira cuánto pierdes por tu
tibieza, y pide a Dios su gracia para entrar en fervor y acompañar tus
peticiones con ayunos, mortificaciones y santas obras.
Punto IV.- Considera lo que dice Cristo que ningún hijo pidió a su padre
pan que le diese en su lugar una piedra, o una serpiente, o un escorpión, sino
siempre lo bueno y conveniente para su bien. Mucho mejor dará el Padre
celestial el espíritu bueno a los que le piden. Pondera el amor que Dios
nos tiene como Padre, y cómo quiere que
le pidamos con afecto de hijos y que así
como el padre nunca da a su hijo lo que sabe que le estará mal, sino lo
bueno y provechoso, de la misma manera Dios no da a sus hijos las cosas que le
piden, si no les convienen para su bien, sino las útiles y provechosas, y el
espíritu bueno y santo que los encamine al Cielo. De lo cual has de sacar una
grande confianza en el amor que Dios te tiene, y una indiferencia humilde en
todo lo que pidieres dejándolo en Sus manos, pidiéndole que corrija tus
peticiones y te de lo que fuere de mayor gloria suya, recibiendo con tanta
igualdad de ánimo y agradecimiento el no
como el sí, lo adverso como lo
próspero, y la enfermedad como la salud, persuadido que es don que te viene de
la mano del Señor, y como dice San Bernardo no dejes tu oración, porque o te
dará Dios lo que pides, o si no te conviene te dará otra cosa mejor en su
lugar, como le sucedió a San Pablo, quien no alcanzó que Dios le quitase la
tentación de la carne que padecía, aunque lo pidió con instancia; pero dióle
nuestro Señor otra cosa mejor en su lugar, que fue la gracia para vencer la
tentación y ser coronado por ella.