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domingo, 3 de mayo de 2015

MEDITACION DEL DOMINGO CUARTO DE PASCUA



Meditación
Por el P. Alonso de Andrade

   Punto I.- Considera cómo Cristo vino por obediencia del Padre, y acabada la obra de la redención, vuelve por la obediencia al mismo Padre suyo que le envió; donde te enseña la que debes tener a tus mayores, y cómo cosas tan grandes y del servicio de Dios y bien de las almas no conviene intentarlas sino por la obediencia del que está en lugar de Dios, y que todas se deben empezar por Él, y acabadas referirlas a Él. Toma esta lección para todas tus acciones, y pídele al Señor que te de gracia para servirle con ellas, referirlas todas a su gloria y honra.

   Punto II.- Considera cómo se entristecieron los discípulos, oyendo a Cristo que partía y se ausentaba de ellos; porque como el árbol que está arraigado en la tierra padece dificultad de arrancarle, así también el amor de Cristo, que había arraigado en los corazones de los discípulos, causó gran sentimiento en ellos. Pon la mano en tu pecho, y reconoce si sientes las ausencias que hace de ti, y si te entristeces porque te deja seco y sin devoción, y llora lo poco que le amas, y la tibieza de tu corazón en servirle, y mira cuán arraigado estás en los bienes caducos de la tierra, pues tanto sientes la pérdida de la hacienda, el menoscabo de la honra, de la salud y de la comodidad; pues por un pequeño interés revuelves el mundo y te airas y alteras; limpia tu corazón de estos afectos terrenos, y ponlo en sólo Dios y en las cosas del Cielo.

   Punto III.- Considera la benignidad con que el Salvador consoló a sus discípulos, diciéndoles cómo iba a su Padre para enviarles al Espíritu Santo, y que todo había de redundar en bien suyo; robe tu corazón tan grande bondad, y gózate de tener tal Maestro, tan santo, tan benigno, tan piadoso, tan amoroso y tan bienhechor de los suyos; pídele que no te deje desconsolado con su ausencia, sino que te consuele y esfuerce, enviándote al Espíritu Santo, consolador, como le ofreció a sus Apóstoles.


   Punto IV.- Considera aquellas últimas palabras con que se despidió de ellos: muchas cosas tengo que deciros; pero no podéis llevarlas ahora; cuando venga el Espíritu Santo, os las dirá todas. Mira la prudencia y benignidad del Salvador, que no quiso cargarlos de preceptos, sino atendiendo a su capacidad les dio los convenientes para aquel tiempo, reservando los demás para después, cuando hubiesen recibido la abundante gracia del Espíritu Santo, porque es su yugo suave, y leve la carga de su ley y proporcionada con las fuerzas de los hombres; no digas que es pesada, pues tan suavemente la mide  con nuestra posibilidad. El mundo carga a sus amadores sin piedad ni medida de cargas intolerables con que los destruye, fatiga y rinde sus fuerzas y salud; pero Dios nos carga siempre menos de lo que podemos llevar, y pone el hombro para aliviarnos y suavizar nuestro trabajo. Dale muchas gracias por ello, y anímate a llevar el suave yugo de su ley, y enséñate a no cargar a tus prójimos de leyes y mandatos pesados desiguales a sus fuerzas.