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sábado, 17 de julio de 2021

¿Estará muerta nuestra Fe? (Comentario al decreto de suspensión del Sacrificio Perpetuo)

 


                                         

“Para saber si amamos y apreciamos el dogma de la Resurrección –dice un autor- podemos preguntarnos qué pensaríamos si Dios nos dijese ahora que el castigo del pecado, en vez del infierno eterno, sería simplemente el volver a la nada, es decir, quedarnos sin resurrección del cuerpo ni inmortalidad del alma, de modo que todo se acabara con la muerte.

   Si ante semejante noticia sintiéramos una impresión de alivio y comodidad, querría decir simplemente que envidiamos el destino de los animales, esto es, que  nuestra fe está muerta en su raíz, aunque perduren de ella ciertas manifestaciones exteriores.

   Mucho me temo que fuese aterrador el resultado de una encuesta que sobre esto se hiciese entre los que hoy se llaman cristianos”. (Comentario de la Sagrada Escritura, San Juan 6,39, Straubinger)

   Ahora,  si al día de hoy, se hiciera una encuesta para preguntar sobre  la prohibición que hizo el  Papa Francisco de la Santa Misa Tridentina,  les confieso que al igual que Mons. Straubinger,  tengo  miedo de conocer la respuesta.

   Este es el momento de pasar el termómetro a  nuestras almas para examinar si estamos vivos o muertos. “Tú lo estás viendo, Tú consideras el afán y la angustia”. (Salmo 9b), y también observará si no hay ni afán ni angustia!

   Si nuestro corazón está donde está nuestro tesoro, ¿qué tesoro más grande tiene el católico que la Santa Misa?  Sabemos que sólo con el Santo Sacrificio de la Misa podemos honrar dignamente a Dios, es el Sol que ilumina nuestras vidas,  es el centro de nuestra Religión Católica, hacia el cual converge todo lo demás.

   Si la autoridad más alta de la Iglesia Católica hace esta declaración, debe quedar más que claro la advertencia de Nuestra Señora de la Sallete:” Roma perderá la Fe y será la sede del Anticristo”.

   Estamos ya en el tiempo que muchos Santos desearon vivir, debido al grado máximo de dolor, tribulación, persecución, apostasía, indiferencia, pues entre  más dificultad experimente  el  católico para demostrarle a Dios su fidelidad y amor teniendo todo en contra, es más que heroico. Heroicidad que hay que pedir a Dios y a nuestra Madre Santísima segundo a segundo, pues nosotros, como dice San Pablo, por  nuestras propias fuerzas no podemos ni siquiera pensar en hacer el bien.

   Siendo sinceros, creo que a todos nos da, si no miedo, (o también miedo, porque no), respeto el tener que vivir en lo más tremendo del Apocalipsis,  nosotros no escogimos vivir en este tiempo, Dios nos ha colocado en Él, nos va a probar, pues ha llegado la hora en la que debemos hacer como el marinero, que cuando le toca la tormenta, pues no le queda otra opción que empezar a emplear los medios para enfrentarla. La tormenta es tormenta, el marinero se resigna y trabaja.  

San Eleazar decía: “Si le fallo a Dios, no me libraré de la Mano del Omnipotente ni vivo, ni muerto”.

   Así que ¡Manos a la obra! Para pruebas extraordinarias, Dios nos dará gracias extraordinarias. Debemos olvidarnos de nosotros mismos, adiós vida cómoda, y buscar la gloria de Dios, y entonces: ¡seré el primer asombrado de verme fuerte! como dice el comentario del Salmo 17.

   El premio es de los que vencen, y por caro que Dios cueste, nunca resulta caro, decía un Padre Jesuita.

   “Ví al impío… como un cedro… pasé de nuevo y ya no estaba”. (Salmo 36,35)

                                                                                                                                              Oblata SB