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lunes, 16 de febrero de 2015

MEDITACIONES: Lunes de Quincuagésima



Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la vista que dio Cristo al ciego mendigo

   Punto I.- Considera cómo este ciego, fue símbolo del pecador, pobre de las riquezas verdaderas, mendigo de las criaturas, pidiendo a las puertas de ellas, sentado y descuidado de su salvación en el descanso de sus vicios junto al camino, porque a vista del verdadero que lleva al cielo, anda descaminado por despeñaderos y a riesgo de caer a cada paso y dar consigo en el infierno. Vuelve los ojos a ti mismo y considera el estado en que te puso el pecado, y llora y gime  tu miseria, y cóbrale el aborrecimiento que debes tenerle. Mírate ciego, pobre, mendigo, sin luz ni providencia, descuidado y sin camino en  la ceguedad de tus vicios, siguiendo desenfrenadamente tus desordenados apetitos, y clama al Señor con este ciego pidiéndole vista y salud.

   Punto II.- Considera cómo el ciego clamaba a Jesús, y los que pasaban le impedían, más no por eso desistió de sus clamores hasta conseguir su petición; en que te enseña a clamar a Dios en tus necesidades, y cuánto impide el tropel de las cosas temporales que pasan con el tiempo, y los cuidados exteriores que distraen el alma de la oración  y no la dejan clamar a Dios; pero tú, a imitación de este ciego no debes rendirte, sino perseverar clamando y orando hasta conseguir tu  petición.

   Punto III.- Considera cómo Cristo se detuvo a las voces del ciego y ordenó a sus discípulos que se lo trajesen y le sanó. Mira cómo la oración del pobre detuvo a Cristo, así conocerás la fuerza de la oración que detiene a Dios en su camino y le hace parar a socorrer nuestras necesidades, clama en las tuyas y dile con el ciego: Jesús, Hijo de David, tened misericordia de mí, y no le dejes pasar sin que te oiga y remedie como lo hizo con este ciego. Aprende del Salvador a detenerte cuando oyeres la voz del pobre, y no pases sin remediarle en la manera que pudieres sus necesidades. Advierte cuán fácilmente pudiera Cristo llegarse al ciego, y no lo hizo sino mandó a los apóstoles que se lo trajesen, para que supiéramos que es oficio de los apóstoles llevar los ciegos a Dios; y que les manda a sus discípulos, y a ti si eres uno de ellos, que le lleves todos los ciegos en el alma que pudieres, para que les dé la vista. Considera cuántos lo están porque tú no se los llevas, y que son muchos los que ciegos con sus pasiones se despeñan en el abismo por no darles tú la mano ni llevarlos al conocimiento de Dios. Duélete de tu poca caridad y procura en adelante el bien de tus prójimos amándolos como a ti y haciendo lo que quisieras que hicieren contigo.

   Punto IV.- Considera cómo en dando Cristo vista al ciego, él le siguió dándole mil gracias, y toda la gente glorificó a Dios; a donde conviene meditar dos cosas. La primera el agradecimiento de este ciego, no solo de palabra alabando a Dios, sino de obra siguiéndole como discípulo, así debes darle tú gracias por las mercedes que te hace, no solo de palabra engrandeciendo su bondad, sino también de obra sirviéndole y siguiéndole y haciéndote su discípulo, que para esto te da ojos para que le sigas y le sirvas. Lo segundo, pondera que todos los que antes le impedían clamar a Cristo, después le ayudaron a darle gracias y alabanzas por la merced que le hizo. Si tienes valor para perseverar en llamar a Dios sin rendirte a las contradicciones de los hombres, sentirás su divino favor, y que los mismos que te contradicen te ayudarán a bendecir a Dios. Contempla el gozo de este ciego cuando se halló con vista y la alegría de su alma, cuando vio la luz del cielo y con ella a Cristo, el cual se la dio en el cuerpo y en el alma para conocerle, confesarle, seguirle y servirle. ¡Oh, dichoso ciego, que alcanzaste tanto bien! ¡Oh, piadoso Señor, que así oyes a quien te llama! No cierres tus oídos a mis clamores. Ten, Señor, misericordia de mí, y dame vista para que te conozca, ame, siga y sirva eternamente. Amén.