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viernes, 27 de febrero de 2015

La Declaración Doctrinal del 15 de abril del 2012: Prueba de la Traición (PRIMERA PARTE)


                     
  Por SACERDOS

¡No lo olvidemos!

Mucho se ha dicho y escrito en tiempos recientes sobre la Declaración Doctrinal (DD) presentada a Roma por el Obispo Bernard Fellay el 15 de Abril del 2012 en nombre de la Sociedad San Pío X.

Sin embargo, nos parece importante hacer un estudio detallado del texto mismo y las circunstancias que lo rodean. También lo compararemos con textos similares.

El siguiente estudio del documento no pretende ser exhaustivo. Su único objetivo es el contribuir a la búsqueda de la verdad y el abrir un honesto y franco debate en las consecuencias del texto.
Además, este estudio se ha vuelto necesario para responder a todos aquellos quienes  han tomado recientemente la defensa de esta Declaración, -no sólo el mismo Monseñor Fellay, sino los otros obispos,  sacerdotes y laicos de la Fraternidad San Pío X.

Para comprender de mejor manera la evolución de las circunstancias que rodean la composición de la Declaración Doctrinal, vamos a dividir nuestro estudio en tres partes:


PARTE I: ANTES DE LA DECLARACIÓN DOCTRINAL

I. ¿Por qué hablar de esto?

   La reciente publicación del Preámbulo Doctrinal (o Declaración Doctrinal) firmada por Monseñor Fellay y presentada al Cardenal William Levada el 15 de Abril de 2012, continúa provocando una gran controversia  entre los sacerdotes y fieles de la Sociedad San Pío X junto con el mundo Católico Tradicional.

   Quienes han tomado la defensa de Monseñor Fellay han intentado demostrar que este Preámbulo o Declaración es “ortodoxa” y ofrecen como prueba el hecho de que Roma lo rechazó el 13 de junio de 2012. De cualquier manera, ellos dicen que Monseñor Fellay  la ha “retirado” y por otra parte, que ha prometido no referirse a este documento en  futuras conversaciones con Roma, (Parte III: Respuestas a las objeciones).

   Pero otros afirman lo contrario, diciendo que un estudio atento del documento mismo, revela que ha habido un cambio serio en las posiciones doctrinales que el Arzobispo Lefebvre, la Sociedad de San Pío X y, anteriormente, el mismo Monseñor Fellay, tuvieron en relación al Concilio Vaticano II, la Nueva Misa y el nuevo Código de Derecho Canónico.

   Hay mucho en juego, porque este documento doctrinal se supone va a delinear la posición doctrinal de la Sociedad San Pío X frente a frente  las novedades conciliares,  antes de avanzar hacia un posible acuerdo práctico con la Iglesia oficial, similar a lo prometido por Roma y deseado por Monseñor Fellay.

   Es por esto que durante la redacción de este documento, cada palabra debe ser cuidadosamente pesada a fin de verificar si está conforme con la  Teología Católica de todos los tiempos. Además, este documento debe corresponder con la realidad de la crisis, situación en la cual la Iglesia ha estado sufriendo durante los últimos cincuenta años; y su posible solución.

Debemos tener en mente que han sido 24 años desde que la Sociedad ha presentado a Roma un documento de tal importancia, un documento en el fundamento doctrinal para una regularización canónica.

   En efecto,  desde el 5 de Mayo de 1988, fecha en la que el Arzobispo Lefebvre firmó el Protocolo de acuerdo del Cardenal Ratzinger, mismo que retractó al día siguiente, la Sociedad nunca había estado tan cerca de entrar a un acuerdo doctrinal y práctico de consecuencias incalculables, un acuerdo que decidiría su futuro, si continuar o  no el trabajo de condenar los errores modernistas, defendiendo la Tradición y la restauración de la Iglesia.

   Sobre todo, los sacerdotes (a quienes este estudio está destinado principalmente) no deben descuidar el estudio de las preguntas doctrinales subyacentes a este documento, a través de la pereza intelectual o bajo el pretexto de que es sólo el  trabajo “pastoral” lo que cuenta. Desafortunadamente, bien sabemos cómo después del Concilio estas mismas actitudes negligentes condujeron a la mayoría del clero y obispos a aceptar los errores conciliares, de una manera lenta pero segura. Por lo tanto, no debemos repetir estas mismas  acciones y errores.

   Me gustaría invitar especialmente a mis hermanos sacerdotes de la Sociedad San Pío X, quienes están ya sea perplejos  o desorientados, o incluso presentan una disposición favorable hacia este documento, que miren este grave problema, porque de esto depende si mantenemos o no los principios siempre mantenidos por el Arzobispo Lefebvre, y hasta no hace mucho, por Monseñor Fellay.

   En estas circunstancias particulares, si queremos ser fieles a nuestro trabajo sacerdotal y producir fruto espiritual en las almas, debemos primero que nada defender la pureza doctrinal.
   Pero la defensa de la doctrina requiere la refutación de y el combate a los errores modernos que han estado devastando la Iglesia por 50 años; hacerlo de otro modo sería cometer pecado de omisión.   

   Así que los puntos principales son: si la continuación de nuestra pelea por la Tradición es comprometida  por textos oficiales ambiguos firmados por nuestros superiores, el bien común de la Sociedad se pondría en peligro por traición a la verdad y un grave compromiso con las autoridades conciliares.

II.   La Situación Antes del Preámbulo del 15 de Abril de 2012
Siguiendo la publicación del Motu Proprio Summorum Pontificum de 2007, y el levantamiento de las “excomuniones” de los cuatro obispos de la Sociedad en el 2009, y a pesar del hecho de que estos dos actos de Benedicto XVI fueron insuficientes y envenenados, Monseñor Fellay se apresuró a agradecer al Papa por estos “actos generosos” y eligió a hacer las reuniones doctrinales con Roma.

   Las reuniones entre los teólogos de Roma y los teólogos de la Sociedad tuvieron lugar del 27 de Octubre del 2009 al 11 de Abril del 2011. Estas discusiones doctrinales con Roma conciliar serían necesarias siempre que sirvieran para hacer que las autoridades comprendieran la gravedad de sus errores y así convencerlos de regresar a la Tradición.

   Las discusiones doctrinales, mismas que fueron justificadas por tratar de convertir a Roma, empezaron con una mala base: con un compromiso de los principios. La negativa de Roma para darnos adecuadamente las precondiciones establecidas por Monseñor Fellay en el 2007 y 2009 fueron la primera señal de que no deberíamos continuar.

   ¿Cuál fue la conclusión de estas reuniones? ¡No se sorprenda! Fue imposible llegar a una comprensión a nivel doctrinal.
   Monseñor de Galarreta, presidente de la comisión teológica de la Sociedad, ha establecido claramente que estas discusiones han mostrado que las autoridades Romanas “no están listas para renunciar al Concilio Vaticano II”, que ellos quieren “traernos de vuelta a él”, y que quieren que regresemos para que la Sociedad pueda ser “útil” y solamente “para apoyar la renovación de la reforma en la continuidad”. (Albano, 7 Octubre 2011).

   El mismo Monseñor Fellay declaró públicamente lo mismo, “las discusiones manifestaron un profundo desacuerdo en casi todos los puntos que fueron abordados.”

   Así que, si al final de las discusiones doctrinales del 2011, Roma rehusó adherirse a las encíclicas que condenaron los errores modernos, condición esencial  exigida por Monseñor Lefebvre para cualquier acuerdo, ¿qué bien había en continuar?

   Pero, a pesar de este punto muerto, cinco meses después, el Cardenal Levada, Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, invitó a Monseñor Fellay y a sus dos asistentes a una reunión el 14 de Septiembre del 2011 para “hacer  una evaluación sobre estas entrevistas” y  “para ver la perspectiva futura”. (Cor Unum, no. 103).

   El Cardenal  les envió una carta junto con:
1) una propuesta para un Preámbulo Doctrinal (PD) con  la Profesión de Fe y el  Juramento de Fidelidad de 1989; y
2) el proyecto para una posible regularización canónica de la Sociedad San Pío X.

El Cardenal les dio un mes para “revelar la posición oficial de la Sociedad con respecto a esta documentación”.
Les dijo que estaba  listo “para tomar en consideración todas las peticiones de  precisión o sugerencias destinadas a mejorar la calidad de los textos, excepto su sustancia”.  En otras palabras,  a pesar de cambios eventuales de detalles que se habían hecho, la Sociedad debe siempre aceptar lo esencial del Preámbulo propuesto por Roma el 14 de Septiembre de 2011.

Debemos preguntarnos esto: Si Roma no deja “margen de maniobra” para modificar sustancialmente el texto del Preámbulo, ¿qué bien hay en continuar?

Debemos también señalar que el Cardenal quiere ir más allá de las meras discusiones doctrinales y quiere seguir adelante y empezar a trabajar en un acuerdo práctico, es por eso la inclusión de algunos elementos para una regularización canónica de la Sociedad, elementos que, de paso, los miembros de la Sociedad nunca han visto.

   En otras palabras, si la Sociedad acepta el “examen doctrinal”,  frente a frente con las autoridades Romanas, entonces tendrá derecho a una regularización canónica.
   Para la Sociedad, en este momento, llegar a un acuerdo para continuar los diálogos con Roma cambiaría totalmente la situación entre los dos partidos:

-          Las discusiones doctrinales del 2009-2011, aunque las condiciones preliminares no se hayan cumplido debidamente, han establecido un pie entre la Sociedad y Roma, porque han estado discutiendo los puntos como entre  teólogos, “cara a cara”.

-          Por otro lado, en la nueva situación, es Roma quien tiene la sartén por el mango, quien ofrece los documentos para ser firmados, y sobre todo, quien decide, en el análisis final, si la Sociedad está ¡correcta o equivocada!

En ese punto Monseñor Fellay tenía el deber de dar otra mirada a un segundo signo fuerte en las inaceptables demandas de Roma del 14 de Septiembre del 2011 y parar todas las negociaciones de ese tiempo, en lugar de eso, cometió dos errores serios de juicio, que más tarde serían fatales para él:

   -A pesar del hecho que las discusiones doctrinales del 2009-2011 habían llegado a la conclusión de que la Sociedad no podía acordar con la Roma modernista, se fue a tratar de alcanzar una apariencia de un acuerdo doctrinal, un acuerdo destinado fatalmente a ser ambiguo, pues Roma había pedido que la sustancia del inaceptable texto del 14 de Septiembre 2011 debería permanecer sin alteración.
   - Y desde ese momento aceptó entrar al dominio práctico con la perspectiva de una regularización canónica, sin un acuerdo doctrinal claro y sobre la base de un texto que él mismo había declarado malo.

Como prueba de su ceguera, Monseñor Fellay aceptó las nuevas proposiciones de Roma y decidió ignorar el consejo de 1) Monseñor Lefebvre, 2) el Capítulo General de 2006, 3) los otros 3 obispos de la Sociedad, y 4) para rematar, contradecir sus propias declaraciones anteriores.

1)Monseñor Fellay empezó por ignorar lo que Monseñor Lefebvre siempre había mantenido.

   El Arzobispo dijo después de las Consagraciones Episcopales de 1988:
   No aceptaré estar en la posición donde me pusieron durante en diálogo (de 1988). No más. Yo colocaré la discusión al nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei and Libertas de Leo XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en completa comunión con estos Papas y con sus enseñanzas? ¿Aceptan el Juramento Antimodernista completo? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si ustedes no aceptan la doctrina de sus predecesores, ¡es inútil hablar! Mientras que ustedes no acepten la corrección del Concilio, en consideración a la doctrina de estos Papas, sus predecesores, no es posible ningún diálogo. Es inútil. (Entrevista al Arzobispo Lefebvre, Fideliter, no. 66, Nov.-Dic. 1988.)

   ¿Cuál es la “posición” durante los diálogos de 1988 en la cual el Arzobispo Lefebvre  no quería encontrarse a sí mismo? ¿Por qué,  de ahí en adelante él habló de exigirle a Roma un “plan doctrinal”, cuando el acuerdo de  1988 contenía una “declaración doctrinal”?

   Significa que en 1988 el Arzobispo Lefebvre fijó el siguiente principio: cuando nos pidan adherirnos, al menos implícitamente, a los errores y reformas conciliares, depende de nosotros examinar la fidelidad doctrinal de las  autoridades de Roma, no al revés.

   Por lo tanto, sin una clara y genuina aceptación de las encíclicas mencionadas por Monseñor Lefebvre,  de parte de la Roma actual, “ningún diálogo es posible. ¡Es inútil!”

   La razón principal es que, si el Arzobispo Lefebvre, después de haber tratado de llegar a un acuerdo práctico en 1988 sin haber resuelto el problema doctrinal, decidió parar todo, puesto que las diferencias con  Roma son sobre todo de una naturaleza doctrinal, así también, nosotros no debemos cometer un acuerdo práctico si el problema doctrinal no ha sido resuelto.

   Ahora, es evidente, que las autoridades romanas actuales no aceptan estas encíclicas que condenan los errores modernos. Y todavía peor, ¡los promueven y se jactan de ellos!
Además, en su carta al Papa Juan Pablo II, Monseñor Lefebvre dejó la misma condición:




Las conversaciones y reuniones… nos persuadieron que el momento, para una franca y eficaz colaboración entre ambos, no ha llegado… Dada la negativa de considerar nuestras peticiones y, siendo evidente que el propósito de esta reconciliación no es en absoluto el mismo en los ojos de la Santa Sede que en los nuestros, creemos que es mejor esperar por tiempos más propicios para el regreso de Roma a la Tradición… Debemos continuar rezando para que la Roma moderna, infestada de modernismo, vuelva a ser Roma Católica y para que redescubra su bi-milenaria Tradición. Luego el problema de nuestra reconciliación ya no tendrá razón alguna para existir y la Iglesia experimentará una nueva juventud. (Carta de Monseñor Lefebvre al Papa Juan Pablo II; 2 de Junio de 1988)

Antes de visualizar la “franca y eficaz colaboración” con Roma, debemos esperar por el “regreso de Roma a la Tradición.” Roma Modernista debe “ser otra vez” Católica adhiriéndose a los dos mil años de tradición de la Iglesia.
Ahora, si uno examina la carta del Cardenal Levada del 14 de Septiembre de 2011, hay dos partes: una doctrinal con Preámbulo para firmar y otra práctica con la regularización canónica. Así, Monseñor Fellay sabía perfectamente que si obtenía éxito en pasar el primer paso tendría que aceptar el otro. Uno (práctico) seguiría al otro (doctrinal).

Pero aquí no se trataba de situar las discusiones en un “nivel doctrinal”, de las que habló Monseñor Lefebvre. Por el otro lado, ¡precisamente se trataba sobre omitir la condición doctrinal de la conversión de Roma! Especialmente, cuando Monseñor Fellat tuvo la evidencia de que las conclusiones, de las discusiones doctrinales de 2009-2011, mostraron que Roma no ha cambiado ni un ápice de sus errores doctrinales.
Si Roma continúa negándose a cambiar, a convertirse, ¿qué bien hay en continuar?

Pero Monseñor Fellay prefiere continuar, comprometiéndose a sí mismo a los prospectos de un acuerdo práctico y decidiendo a considerar las propuestas de la carta del Cardenal Levada. Entonces, ¿no es una seria imprudencia por parte de Monseñor Fellay no tener en consideración las advertencias de Monseñor Lefebvre?

Monseñor Fellay actúa contrario a la virtud de la prudencia, que demanda el seguir siempre los consejos de hombres prudentes. Desafortunadamente, esta no será la única vez que Monseñor Fellay decida ignorar consejos prudentes.
2) Después, Monseñor Fellay decide ignorar lo que el Capítulo General del 2006 claramente había decidido.

El Capítulo del 2006 aconsejó en contra de cualquier acuerdo práctico con Roma sin haber resuelto primero el problema doctrinal:

El contacto hecho de vez en cuando con las autoridades en Roma no tienen otro propósito más que el de ayudarlos a abrazar otra vez la Tradición que la Iglesia no puede repudiar sin perder su identidad. El propósito no es para beneficiar a la Sociedad, ni para llegar a un acuerdo meramente imposible. Cuando la Tradición regrese en sí misma, “la reconciliación no será más un problema, y la Iglesia retornará a la vida.” (Declaración del Capítulo General de la FSSPX del 2006).

En esa declaración, el Capítulo 2006 sólo estaba siguiendo lo que Mons. Lefebvre había recomendado, lo que citaron con el mismo texto que mencionamos arriba.
En una conferencia dada a sacerdotes del Distrito de Sudamérica en Octubre de 2012, Mons. Fellay rechazó desdeñosamente esta condición del Capítulo describiéndola como “impráctica”. Dijo que no había esperanza de resolver los problemas doctrinales del lado de Roma y que lo que podríamos esperar de ellos sólo sería el “poder de criticar las reformas.” Él afirmó que su posición es más “concreta” y “fácil de verificar” y que, al final, es “la misma” que la que tuvo en el Capítulo de 2006.

¿Es verdad?
Es evidente que eso no es lo que se habló en el Capítulo 2006, porque ¡ambas maneras se oponen!

Mons. Fellay está verdaderamente ridiculizando el Capítulo que explícitamente dijo que el “único objetivo” de los contactos con Roma era el de “ayudarlos a abrazar la Tradición”, eso es, ayudarlos a unirse a la Tradición.

Actualmente, hay otro objetivo: Mons. Fellay habla de sólo obtener el “derecho de criticar” las reformas, nada más.
Esta nueva posición representa un considerable paso atrás, porque el sujeto de la petición ha cambiado totalmente: para el Capítulo 2006 es Roma quien debe cambiar; para Mons. Fellay en 2012, ya no es necesario el cambio para Roma (al menos, aún no… debe esperar por nuevas discusiones como para que Roma cambie).

Hoy en día, Mons. Fellay ruega a Roma el permiso para que la Sociedad critique los errores. Así, la Sociedad está en una posición inferior con Roma, cuando anteriormente la única cosa que el Capítulo 2006 demandaba era la conversión de Roma. Por lo tanto, el Capítulo 2006 y Mons. Fellay ya no hablan de la misma cosa.
Y aun suponiendo que Roma Liberal nos diera este “derecho de criticar”, debemos recordar que, desde 1988, ninguna comunidad Ecclesia Dei adflicta ha podido poner en práctica el “derecho de criticar”, aun cuando ese derecho les ha sido prometido por Roma, a veces, en sus documentos de fundación.

Así que es claro: Mons. Fellay ignora totalmente esta condición expresada por el Capítulo de 2006, al cual él le debe obediencia pues está superior a él. Vemos en él, una vez más, desobediencia y una seria imprudencia.

3) La carta de los tres Obispos de la Sociedad, Monseñores Williamson, Tissier de Mallerais y de Galarreta.
Ellos escribieron una carta en común, advirtiendo a Mons. Fellay y a sus dos Asistentes sobre el mismo peligro:

“Las discusiones doctrinales de 2009-2011 nos han probado que un acuerdo doctrinal con la Roma de hoy en día es imposible.” Los Obispos manifiestan “su formal oposición a cualquier tipo de acuerdo [práctico].” (Carta de los Tres Obispos a Mons. Fellay, 7 de Abril de 2012)

Está claro que sus tres hermanos en el Episcopado, sin querer imponer sobre Mons. Fellay una decisión, intentaron con toda caridad advertirle de las serias consecuencias de un acuerdo práctico con Roma, porque las pláticas doctrinales probaron que un acuerdo con Roma es imposible.

¿Cuál fue la respuesta de Mons. Fellay y los Padres N. Pfluger y A.M. Nély? En su carta hacen estas declaraciones horribles:

“Nosotros no buscamos un acuerdo práctico. Eso es falso. Todo lo que hemos hecho es no rechazar a priori, como ustedes piden que hagamos, considerando el ofrecimiento del Papa. Por el bien común de la Sociedad, preferiríamos, por mucho, la presente solución del intermediario status quo, pero está claro que Roma ya no lo tolera más.”

Y luego:
“No es realista exigir que todo esté resuelto antes de llegar a lo que ustedes llaman un acuerdo práctico.” (Respuesta de Mons. Fellay a los tres Obispos. 14 de Abril de 2012).

Aquí, Mons. Fellay no sólo rechaza las advertencias de los tres Obispos, sino  también las del Arzobispo Lefebvre, hechas en 1988; y las del Capítulo 2006, porque estas advertencias siguen la misma práctica y prudente línea.

En el primer párrafo, Mons. Fellay claramente sacrifica el bien común de la Sociedad para seguir las órdenes de Roma. El hecho de que “Roma ya no lo tolera más” no es un argumento válido, porque no estamos obligados a obedecer las órdenes del Papa, las cuales podrían dañar a la Sociedad, mientras él no se haya convertido.

El Arzobispo Lefebvre dijo (Fideliter; no.66) que él se negaría a hablar con Roma mientras ellos no aceptaran las encíclicas que condenan los errores modernos. Por lo tanto, mientras el Papa y la Curia sean de mala voluntad, no estamos obligados a obedecer sus órdenes sobre participar en pláticas y mucho menos a seguir las órdenes para hacer un acuerdo práctico; acuerdo que Mons. Lefebvre hizo dependiente de la conversión de las autoridades Romanas.

Esto es particularmente grave por parte de Mons. Fellay, porque su primera obligación, en calidad de Superior General de la Sociedad, es la de preservar y cuidar del bien común de la Sociedad
En el segundo párrafo, Mons. Fellay y sus Asistentes contradicen abiertamente a Mons. Lefebvre, quien, al contrario, por la falla del acuerdo práctico de 1988, aprendió la lección y no quiso repetir los mismos errores.

Acaso, ¿Mons. Fellay piensa que es más realista y sabio que Mons. Lefebvre, el Capítulo General de 2006 y sus hermanos Obispos? ¿Por qué Mons. Fellay no escuchó a estas personas que sólo querían el bien para la Sociedad?

¡Uno no puede dejar de notar el lastimoso estado en el que Mons. Fellay y sus Asistentes han puesto a la Sociedad!
Entonces, ¿quién ha pecado siendo “irrealista”, o por “idealismo”, sin mencionar “irresponsabilidad”, sino Mons. Fellay y sus Asistentes?

4)  Finalmente, Monseñor Fellay se contradijo a sí mismo.
Justo antes de la junta del Capítulo de 2006, él se oponía a cualquier acuerdo práctico que no resolviera antes el problema doctrinal:

En cualquier evento es imposible e inconcebible el pasar a la tercera etapa sin antes haber tenido éxito al exponer y corregir los principios en la raíz de la crisis.
Sin embargo, es obvio que no firmaremos un cualquier acuerdo hasta el momento en que las cosas se resuelvan en el nivel de los principios… no podemos permitir ambigüedades. Así que para resolver el problema, las autoridades Romanas tendrían que manifestar claramente y sin ambigüedades, que todo el mundo las vea, que sólo hay una forma de salir de la crisis, a saber, la de Iglesia redescubriendo plenamente su propia Tradición bi-milenaria. El día en que esta convicción sea clara para las autoridades Romanas, será el tiempo en que los acuerdos podrán fácilmente hacerse. (Entrevista con Mons. Fellay por el R.P. Grégoire Célier, Fideliter, Mayo-Junio de 2006).

Pero, desafortunadamente, “Fellay 2” de 2011 prevaleció sobre “Fellay 1” de 2006. Cinco años después él prefirió seguir la agenda impuesta por el Cardenal Levada.

Mons. Fellay va a pagar un precio alto por esta decisión porque, al final, no va a ganar el caso en el dominio doctrinal ni en el dominio práctico.

En el dominio doctrinal: en lugar de hacer que Roma retorne, fue él el que dio pasos atrás, dando graves concesiones con su vergonzosa Declaración Doctrinal.
En el dominio práctico: terminó dividiendo la Sociedad, alienando una gran parte de ella, a las comunidades Tradicionalistas amigas y muchos de los fieles.

Es todavía fuente de frustración para Mons. Fellay y sus cohortes el no alcanzar el muy deseado acuerdo práctico; por eso, ahora, él daría cualquier cosa por lograr que las negociaciones vuelvan a la mesa (véase respuesta a las objeciones).

Por lo tanto, este fue el espíritu que prevaleció en la mente de Mons. Fellay cuando recibió la carta del Cardenal Levada con sus nuevas propuestas, el 15 de Septiembre de 2011.
Ahora, vayamos a considerar el Preámbulo del 14 de Septiembre de 2011, presentado por Roma a Mons. Fellay, al cual había acordado no cambiar su sustancia.

III.- El Primer Preámbulo Doctrinal (DP1) de Roma, 14 de Septiembre 2011

   1.- La “Nota Preliminar.”
En el primer Preámbulo, presentado por Roma a Mons. Fellay, la Nota Preliminar que lo acompañaba habló de sus contenidos, los cuales:

Definían ciertos principios doctrinales y criterio para la interpretación de la doctrina Católica, que son necesarios para asegurar la fidelidad al Magisterio de la Iglesia y sentiré cum Ecclesia, dejando abierto a discusión legítima el estudio y explicación teológica de las expresiones o formulaciones particulares presentes en los textos del Concilio Vaticano II y su Magisterio subsecuente.

Al leer el texto del Preámbulo, del 14 de Diciembre de 2011, nos damos cuenta que:

- ¡“Los principios doctrinales” no son otros sino los más graves errores Conciliares, tales como colegialidad, libertad religiosa y la nueva eclesiología!

- ¡“La interpretación de criterio” de estos “principios” no es otro sino la “hermenéutica de la continuidad”, que clama reconciliar estos errores con la Tradición!

Luego, cuando esta Nota Preliminar habla de la “fidelidad al Magisterio de la Iglesia y sentiré cum Ecclesia”, sabemos que, desde el Vaticano II, se refiere a “la Iglesia Conciliar,” de la cual Mons. Lefebvre dijo era una adúltera unión con la Revolución.
Finalmente, cuando el cardenal habla de dejar abierto “a discusión legítima el estudio… de los textos del Concilio Vaticano II y su subsecuente Magisterio,” esta es la “zanahoria” dada a los superiores de la Sociedad para hacerles creer que esto puede significar un cuestionamiento al Concilio.

Roma Conciliar prometió la misma “discusión legítima” a todas las comunidades Ecclesia Dei desde 1988, pero una después de la otra, han cesado de criticar e incluso han aceptado las novedades conciliares (como Le Barroux ha aceptado la libertad religiosa).
Entonces uno se preguntará: ¿Cómo Mons. Fellay no puede ver que esta “discusión legítima”, autorizada en papel, es sólo una trampa y de hecho no permite un solo cuestionamiento real sobre el Concilio?

Por consiguiente uno se sorprende por la ingenuidad de Mons. Fellay cuando:
·         En su carta-respuesta del 30 de Noviembre de 2011 él declara que el Preámbulo Doctrinal del 14 de Septiembre “eventualmente (¿?) deja la puerta abierta para una futura discusión doctrinal” y
·         Cuando él dice aún más entusiastamente en su carta del 12 de Enero de 2012 que “la nota preliminar indica un movimiento a nuestro favor.”

No estamos de acuerdo con Mons. Fellay cuando él habla de “un movimiento a nuestro favor.” ¿Dónde está? Es claro que, desde la primer conversación entre la Sociedad y la Roma de hoy en día, el único “movimiento” que cualquiera puede notar de su lado es la de llevarnos a la Iglesia Conciliar.
Eso es lo que el Arzobispo Lefebvre dijo cuando le puso fin a las discusiones de 1988: “el objetivo de esta reconciliación no es el mismo para la Santa Sede que para nosotros.” (Carta al Papa, 2 de Junio de 1988).

Y, luego, ¿es cierto, como Mons. Fellay afirma, que esta Nota del Preámbulo casualmente “deja una puerta abierta para una futura discusión doctrinal”?
Después de haber tratado todos los temas sobre los cuales había desacuerdo, ¿no fueron suficientes las discusiones doctrinales de 2009-2011? ¿La conclusión no fue lo suficientemente clara? ¡Ningún acuerdo doctrinal es posible!

¿Qué quedó entonces para “discutir” con la Roma modernista, especialmente cuando la misma Nota dice “aceptación del Preámbulo Doctrinal que sigue al principal fundamento de la completa reconciliación con la Sede Apostólica.”?
Está claro que no quedaba nada de mayor importancia por discutir con la Sociedad.
Pero en Septiembre de 2011 para Roma llegó el tiempo de someter a Mons. Fellay a una prueba de doctrina. 

   2.- El Preámbulo Doctrinal (DP1) del 14 de Septiembre de 2011.
      A. El Preámbulo Doctrinal del 14 de Septiembre de 2011 en general.
Este Preámbulo presentado por Roma Modernista es una “obra maestra” de astucia y ambigüedad.
Es un “reciclado” de las proposiciones doctrinales que ya se le habían hecho a la Sociedad en el pasado. Sus autores son, probablemente, los mismos teólogos Modernistas que participaron en las recientes discusiones teologales con la Sociedad.
Sin embargo, él era consciente de la trampa del Preámbulo Romano, como fue mostrado cuando habló, en el Cor Unum de Marzo de 2012, en referencia a esas proposiciones:

“Así hemos recibido una propuesta que intentó hacernos entrar en el esquema de la hermenéutica de la continuidad.”
Pero debemos llamar la atención sobre el hecho de que en su Declaración Doctrinal del 15 de Abril de 2012, Mons. Fellay acepta las partes más importantes de este Preámbulo, del cual él sospecha, al admitir el concepto de una “Tradición viviente,” que encaja con la lógica de la “hermenéutica de la continuidad.”

      B.- El Preámbulo Doctrinal del 14 de Septiembre de 2011 en particular.
Está compuesto por cinco partes:
-          La promesa de fidelidad a la Iglesia y al Papa (I);
-          La aceptación de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia en materia de fe y moral, de acuerdo con la doctrina de la sección no. 25 de Lumen gentium (II);
-          La declaración de aceptación de las doctrinas conciliares (III):
o   Sobre el Papa y el colegio de obispos (colegialidad);
o   Sobre el ecumenismo y libertad religiosa;
o   Sobre la nueva noción de Tradición y su desarrollo.
-          La aceptación de la validez y legitimidad de la Misa Tradicional y sacramentos, así como esos de editio typica de Pablo VI y Juan Pablo II (IV);
-          La aceptación del nuevo Código de Derecho Canónico (1983).

El texto del Preámbulo doctrinal no es sorpresivo por su originalidad, porque por un lado tomó otra vez los elementos del Protocolo de 1988, y por el otro sólo repitió lo que la Iglesia conciliar ha ido demandando de la Sociedad por más de 40 años: las doctrinas del Concilio Vaticano II, la nueva Misa y el nuevo Código de Derecho Canónico.
Roma reforzó sus demandas al afirmar que el Magisterio actual el que decide qué pertenece a la Tradición. Por lo tanto, la decisión en última instancia sobre cualquier controversia en el contenido de la tradición siempre vuelve a las autoridades actuales. Así que, de acuerdo con la “hermenéutica de la continuidad” de Benedicto XVI, sería suficiente para las autoridades de la Roma actual el afirmar que no hay nada contrario a la Tradición en el Concilio y sus reformas. Roma locuta est. Causa finita est!

Es relativamente fácil el responder a este documento, dado el hecho que estos temas han sido estudiados y refutados por muchas veces por el Arzobispo Lefebvre y los teólogos tradicionales por 50 años.
Entonces, ¿qué es lo que hará Mons. Fellay?

   IV. La Doble Respuesta de la Sociedad (30 de Noviembre 2011 y 12 de Enero de 2012)
El 7 de Octubre de 2011, Mons. Fellay, viendo la importancia del momento y queriendo obtener la aprobación general de la Sociedad por su respuesta al Cardenal Levada, decidió consultar a los superiores generales y obispos en una reunión llevada a cabo en Albano-Laziale, Italia.

Sin embargo, Mons. Fellay decidió excluir injustamente, de esta reunión, a Monseñor Williamson, porque se negó a prometer permanecer en silencio en relación al contenido del texto Romano y también se negó a detener la publicación de sus Comentarios Eleison. De hecho, la verdadera razón fue porque sería (Mons. Williamson) un obstáculo mayor para hacer compromiso con Roma. Más nos preguntamos cómo fue que Mons. Fellay logró tener el apoyo para esta injusta exclusión…

Los superiores que se presentaron, después de familiarizarse con el texto del Preámbulo, decidieron dejar a Mons. Fellay el trabajo de responderle al Cardenal Levada.
Monseñor de Galarreta nos dio un buen resumen de lo que fue discutido en esa reunión, cuando dijo que las ofertas de Roma fueron “en su mayor parte, confusas, engañosas, falsas y esencialmente malas,” que el Preámbulo Doctrinal fue “peor que el Protocolo de 1988, en particular en relación al Concilio y el magisterio post-conciliar.” También, afirmó que buscar los contactos “necesariamente provocará males en el bien común que tenemos, a saber, el de la Sociedad y la familia de la Tradición” (7 de Octubre de 2011).

Pero el contenido del Preámbulo del Cardenal Levada y la respuesta a éste estuvieron envueltos en tal “misterio” que fueron guardados en secreto por más de un año para la mayoría de los miembros de la Sociedad, quienes no contribuyeron a preservar la confianza en los superiores.

Muchos de estos documentos (pero no todos) fueron finalmente publicados en Cor Unum no. 103 y 104 luego de que el texto de la Declaración Doctrinal del 15 de Abril de 2012 fue “filtrado” en Internet.[2]

La respuesta dada por la Sociedad fue artera:
-          Una primera y corta respuesta, fechada el 30 de Noviembre de 2011.
-          Una segunda y más larga respuesta, fechada el 12 de Enero de 2012, siguiendo la petición de “información adicional” por Mons. Pozzo, Secretario de la Comisión Ecclesia Dei. Cor Unum no publicó esta carta de Mons. Pozzo.

1.       La primer respuesta, fechada el 30 de Noviembre de 2011, con una propuesta para un nuevo Preámbulo Doctrinal (DP2).
Esta respuesta contenía dos partes:
-          Una Nota Preliminar;
-          Un nuevo Preámbulo Doctrinal.

La respuesta de la Sociedad, fechada el 30 de Noviembre de 2011, contenía, mayormente, buenos pasajes con el espíritu de Mons. Lefebvre después de 1988, pero también comenzó a dar concesiones y contener ambigüedades. Veremos que carecían de dos elementos importantes y uno inaceptable fue introducido.
A.      La Nota Preliminar.
Después de recordar las discusiones teologales con Roma, que se llevaron a cabo entre 2009 y 2011, la Nota de Mons. Fellay indicó que estos intercambios:

Han resaltado diferencias de posición importantes que competen a la recepción del Concilio Vaticano II y el magisterio post-conciliar. Estas diferencias no podrían ni pueden superarse a través del argumento de la hermenéutica de la continuidad. Hay ahí algunas rupturas que son muy obvias.

Luego, la Nota recuerda que:

La Sociedad de San Pío X confiesa enteramente la fe Católica y sólo pretende vivirla y profesarla integralmente.

También recuerda los principales errores conciliares: libertad religiosa, la negación de la unidad y exclusividad de la Iglesia, secularismo, ecumenismo y el sacerdocio universal de los fieles.
Después, el rechazo del nuevo Código Canónico es claramente expresado por las “mismas ambigüedades que hay en el Concilio,” y piden guardar el Código de 1917.
En la nueva Misa, después de conceder su “validez sacramental,” como también fue aseverado por Mons. Lefebvre, la Nota afirma que en esta Misa:

“Vemos que hay un mal detrás de sus deficiencias, que en sí mismas explican el desastre litúrgico en su mayor parte.”

Todo eso es corroborado por la muy conocida cita del Breve Examen Crítico (la “Intervención Ottaviani”) de los cardenales Ottaviani y Bacci.
En lo que respecta a la posible normalización canónica de la Sociedad:

“Esto debe permitirnos, sin ambigüedad, continuar nuestra vida y apostolado, así como lo hemos hecho hasta hoy en día.”

Luego, la Nota agrega una cita de la famosa Declaración de Mons. Lefebvre del 21 de Noviembre de 1974.
En la conclusión de esta respuesta uno encuentra lo siguiente en el quinto párrafo:

“Esto es por lo que es imposible para nosotros aceptar el texto del preámbulo Doctrinal que nos fue enviado. Su aceptación sólo nos hubiera envuelto en una ambigüedad dañina y hubiera sembrado confusión entre los miembros de la Sociedad, así como entre los fieles que le están confiados. Queremos permanecer fieles al carisma de nuestra fundación a cualquier precio, llamando a los errores por su nombre y preservando la unidad en nuestras propias filas, a fin de servir mejor a la Iglesia.”

Así que Mons. Fellay rechazó abiertamente el DP1, porque en conciencia es gravemente inaceptable.
Sin embargo, notamos dos omisiones que crean ambigüedad:
La respuesta de Mons. Fellay sólo se ocupa de la Nueva Misa; omite hablar de los nuevos sacramentos. Con respecto a la Misa, para él es sólo una pregunta sobre aceptar su validez en esta celebración. Se evita la pregunta importante sobre la legitimidad de su promulgación.

B. El Preámbulo Doctrinal 2 
Por lo tanto, Mons. Fellay propone como un intercambio, por el DP1, su propio documento corto, el Preámbulo Doctrinal (DP2), que consiste de:

(1) La Profesión (de fe) del Concilio de Trento
(2) La Profesión (de fe) del Concilio de Trento y la aceptación de la Constitución Dogmática Pastor aeternus, del Concilio Vaticano I, junto con el no. 25 de la Constitución Dogmática Lumen gentium, con la indicación de que todos los textos del Concilio Vaticano II deben ser entendidos de acuerdo con el juramento antimodernista eodem sensu eademque semper sententiam ab apostolis per orthodoxos patres ad nos usque transmissam (transmitido a nosotros de los Apóstoles a través de los Padres ortodoxos, siempre en el mismo sentido e interpretación), que requerirá la reformulación de ciertos textos del Vaticano II.

a.       La Profesión de Fe del Concilio de Trento (o de Pío IV, después llamado ‘del Primer Concilio Vaticano’)
La Profesión de Fe en la Iglesia, de manera oficial, fue hasta 1989; por lo tanto nada pudo ser más natural que citarla.

b.      La Constitución Dogmática Pastor Aeternus.
Este documento esencial del Primer Concilio Vaticano es una buena referencia puesto que también especifica los límites y condiciones de la infalibilidad del papa.

c.       No. 25 de la Constitución Dogmática Lumen gentium.
Esta es la única cita tomada del Preámbulo Doctrinal del Cardenal Levada (DP1).
Este texto del Lumen gentium del Vaticano II, tomado del Capítulo III, “Sobre la Estructura Jerárquica de la Iglesia y en particular del Episcopado,” y tratando sobre “la función de enseñanza de los obispos,” dice:

“Una sumisión religiosa de la mente y voluntad deben mostrarse de una manera especial al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando él no habla ex cathedra; esto es, debe mostrarse de una manera que su supremo magisterio fue reconocido reverentemente, los juicios hechos por él son sinceramente adheridos, de acuerdo con su mente manifiesta y voluntad. Su mente y voluntad en el asunto serán conocidos ya sea por el carácter de sus documentos, de su repetición frecuente de la misa doctrina o de su manera de hablar.”

Mostraremos, luego, en la Parte II, por qué este pasaje de Lumen gentium es inaceptable.

2. La segunda respuesta, fechada el 12 de Enero 2012, al Cardenal Levada (apéndice DP2, fechado el 30 de Noviembre 2011).
La Comisión Ecclesia Dei, visiblemente insatisfecha por la primer respuesta, fechada el 30 de Noviembre de 2011, le pidió a Mons. Fellay, por medio del intermedio de Mons. Pozzo, “información adicional” que sería remitida por Mons. Fellay el 12 de Enero de 2012.

Este documento, presentado por el Obispo Fellay, pretendía “clarificar las razones para nuestra posición y el alcance del documento.”

Está compuesto por tres partes:
(A)   El Preámbulo en general,
(B)   El Preámbulo en particular, y
(C)   Su aplicación práctica.
Es notable por su lucidez y firmeza en el análisis de las trampas propuestas por el Preámbulo Doctrinal 1 (DP1), y las refuta en detalle, punto por punto.[3]

A.  Sobre el tema del Preámbulo en general.
El documento del 12 de Enero de 2012 afirma que “los mayores problemas encubiertos por ciertas novedades del Vaticano II… no han sido resueltos” por el Preámbulo Romano, y en este, ¡en lugar de corregirlos, pidió a la Sociedad “corregir sus rumbos”!
Aún más, Mons. Fellay sostiene:

“El Preámbulo nos impone todas las novedades de las cuales ya hemos mostrado su dificultad, la resistencia, las oposiciones que aún prevalecen” y esto requiere “la pura y simple aceptación de una posición contraria a nuestras preocupaciones y nuestra autoridad.”

Este análisis muestra muy bien que hasta ese momento, Mons. Fellay vio claramente las trampas contenidas en el Preámbulo Romano, pero, al mismo tiempo, se volvió “miope”, porque no discernió que el tiempo para discusiones doctrinales con Roma ha terminado.

De alguna manera, Roma está diciendo: “te escuchamos antes y durante las discusiones doctrinales; ahora es tiempo de que te sometas a las novedades.”
Es por eso que la Nota del Cardenal Levada, presentando el Preámbulo Doctrinal Romano, especificó “tomamos como nuestro principal fundamento, para una completa reconciliación con la Sede Apostólica, la aceptación del Preámbulo Doctrinal que sigue.”

Por lo que si hay una “completa reconciliación” con la firma del Preámbulo, entonces no hay nada más por discutir…
B.  Sobre el tema del Preámbulo en particular.

Luego, la Carta del 12 de Enero enumeró los problemas específicos que las novedades conciliares plantearon a la Fe Católica.
Primero, Mons. Fellay señaló que el texto que crea más problemas está en el párrafo III del Preámbulo. Él se planteó la cuestión del “criterio para la interpretación de textos contenciosos,” y la noción del “progreso de la Tradición,” temas queridos por los Modernistas.

a.  Sobre el tema de “criterio de interpretación”:

Es la justificación a priori  de Roma por hacer cambios con el magisterio post-conciliar, en relación a la Tradición.
Para Roma, este “criterio de interpretación” significa sólo la integración del Vaticano II y del magisterio post-conciliar a la Tradición de la Iglesia, por medio de la “hermenéutica de la continuidad.” Para ellos, considerar al Vaticano II como estando “en ruptura,” es el error de tanto conciliares “radicales” como de la Sociedad San Pío X, con la diferencia de que los primeros apoyan esta ruptura y los segundos la lamentan.

En la mente Hegeliana de Benedicto XVI, siempre es posible armonizar dos ideas o posiciones que son objetivamente opuestas, pero subjetivamente “reconciliables” a través de la razón. Es un poco de “gimnasia mental” arriesgada, que contradice abiertamente la realidad fáctica. El negar que después del Vaticano II hubo una ruptura con el pasado, como Benedicto XVI ha hecho, es locura y ceguera. Es evidente, por ejemplo, que poca o nula referencia se hace al Magisterio pre-Juan XXIII, en los documentos conciliares o post-conciliares.

La Sociedad intentó responder a este punto mencionando la famosa interpretación del Concilio “a la luz de la Tradición.” Pero esta expresión no va muy lejos, porque sólo pone adelante un argumento ad hominem y no un argumento en profundidad.

En efecto, la expresión para interpretar al Concilio Vaticano II “a la luz de la Tradición” significa para la Sociedad que uno excluye las novedades del Concilio que están en un claro estado de ruptura o discontinuidad con el Magisterio de todos los tiempos, pero la Roma de hoy en día viene con la conclusión opuesta al decir que no hay ruptura.

Esta expresión, “el aceptar el Concilio a la luz de la Tradición” es defectuosa. En efecto, hay muchos pasajes en el Concilio que son totalmente inaceptables e, incluso con la mejor voluntad del mundo, no pueden ser interpretados de otro modo sino por lo que dicen. Por ejemplo, aceptar Gaudium et spes o Dignitatis humanae “a la luz de la Tradición” es totalmente imposible. El Vaticano II va contra la Tradición en estos documentos y uno no puede hacerles decir lo opuesto de lo que significan.

Por lo tanto, aceptar el Concilio “a la luz de la Tradición” puede significar también que se reconoce que ahí existe una posible “interpretación tradicional” de todos los textos, que es precisamente lo que afirma la doctrina de la “hermenéutica de la continuidad.”
Es verdad que Mons. Fellay dijo que rechazaría ciertos elementes inaceptables del Concilio. Pero, él nunca envió una lista de ellos en un texto oficial a Roma ni explicó en detalle aquellos elementos que él rechazaría.

Entonces, ahí hay dos lenguajes: uno para nosotros; uno para Roma. Los documentos escritos que Mons. Fellay envió a Roma hablan de un deseo de aceptar el Concilio “a la luz de la Tradición.” Es decir, da a entender que considera que todo el Concilio puede ser leído de una manera “tradicional.” Por consiguiente, Mons. Fellay defiende la hermenéutica de la continuidad sin nombrarla, pero renombrándola como “luz de la Tradición.”

Además, la palabra “Tradición” no tiene el mismo significado para nosotros que para Roma. Nosotros consideramos que algo del Concilio o de los textos del magisterio post-conciliar deben ser interpretados de acuerdo con Santo Tomás de Aquino, mientras que el Papa nos impondría la interpretación, por ejemplo, de Karl Rahner, considerando que ahí no hay ruptura.

Finalmente, Mons. Fellay dijo en la carta fechada el 12 de Enero de 2012, que comprometerse a sí mismo de “ir más allá, sería construir en la incertidumbre.” Entonces, ¿rechazó el texto propuesto por Roma? ¿Realmente va a parar todo? Sorpresivamente no, desde que Mons. Fellay se negó a detener las negociaciones con Roma, y propuso un nuevo Preámbulo (DP2), el del 30 de Noviembre de 2011, que hemos citado arriba.

Con su DP2 del 30 de Noviembre de 2011, Mons. Fellay pensó que para él aún era posible presentar, como un “alumno astuto,” otra copia del papel de examen, que notablemente evitó mencionar los textos del Concilio controversiales; pero uno puede ver que el Cardenal Levada no era de la misma opinión.

b. Sobre el tema de “progreso de la Tradición”
Este “progreso” de la tradición es un intento para justificar, a posteriori, por la Roma actual, los cambios hechos por el magisterio conciliar y post-conciliar en relación a la doctrina tradicional. La idea de “progreso” heterogéneo (en un sentido diferente) de dogma siempre ha sido una bandera querida por los Modernistas, quienes creen en la constante evolución de la verdad. Por lo tanto, no es sorprendente que Roma modernista también quiso justificar los cambios hechos por el Concilio como siendo el fruto de un normal progreso “dinámico.”

Contra este progreso heterogéneo, la Sociedad respondió a Roma recordando lo que San Vicente Lerins (†450) enseñó en su Commonitorioum (Aide-memoire) sobre el progreso homogéneo de la doctrina, que fue citado por el Concilio Vaticano I en la Constitución Dei Filius:

“Por lo tanto (…) que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría de los individuos como de todos, de un hombre como de toda la Iglesia, crezcan y progresen vigorosamente con el paso de las eras y de los siglos; pero que sea solamente en su propio género, es decir, en el mismo dogma, con el mismo sentido y el mismo entendimiento.” [Vincent of Lerins, Commonitorium, §23:3] (Denz. 3020)

Luego, la carta de Mons. Fellay dijo que ciertos conciliares y reformas post-conciliares “no son consistentes con esa doctrina” (la continuidad con la Tradición), justo como observó durante las discusiones doctrinales.[4]

Además, la carta continúa:
“La crisis (de la Iglesia) está atada directamente a las reformas introducidas en nombre del Concilio: Nueva Misa, nueva orientación ecuménica, nuevo ejercicio de autoridad por medio de colegialidad, nueva doctrina en la libertad religiosa, etc. Los malos frutos…que tienen sus raíces en el Concilio, más exactamente en los silencios y equivocaciones de sus textos, su puerta abierta, su cambio de aspectos o perspectiva, e incluso sus errores contra la doctrina de la fe.

c. Sobre el tema de una aplicación práctica.
Mons. Fellay es realista cuando se pregunta, sobre la aplicación práctica del Preámbulo: ¿Cómo pueden pedirnos una adhesión a “tesis siempre cambiantes y mal explicadas”?

Además, si la libertad de crítica, que es prometida a la Sociedad, excluye radicalmente la posibilidad de criticar nuevos actos destructivos a la Iglesia, luego “la nueva situación (de un acuerdo) sería peor de lo que ya es ahora.”

Lógicamente, él concluye en afirmar que, “nos encontramos frente a la incapacidad de firmar este Preámbulo, especialmente cuando se trata de la sustancia del texto y no sobre detalles simples.”

¿Qué podemos concluir de estas dos respuestas de Mons. Fellay y de su Preámbulo Doctrinal (DP2) del 30 de Noviembre de 2011?
Estas dos respuestas al Preámbulo Romano (DP1), por Mons. Fellay, a pesar de sus varias deficiencias, siguen siendo, de alguna forma, correctas; al menos en sus conclusiones.

Pero vale la pena recordar que absolutamente todas las críticas que Mons. Fellay hizo sobre el Preámbulo Romano en estas dos respuestas, no tienen peso, porque, como podemos ver, tres meses después, el 15 de Abril de 2012, él redactó su propia Declaración Doctrinal tomando 95% del mismo Preámbulo que acababa de rechazar.







[1] No hay obligación de obediencia al Papa en estos asuntos de gobierno prácticos mientras no sea un buen líder de la Iglesia, esto es, mientras no defienda la verdadera Fe. Sería imprudente comprometer el bien común, así como la seguridad y la estabilidad, de aquellos que tienen la Fe para así satisfacer las órdenes de un Papa que se comporta como un enemigo de la Iglesia al hacer que los miembros pierdan su Fe. 
[2] Debemos señalar que, contrario a las acciones de Mons. Fellay, el Arzobispo Lefebvre no hizo ningún “misterio” sobre los documentos que estaba intercambiando con Roma. Incluso, algunas veces los abrió frente a los seminaristas de Écône, como lo hizo con una carta que acababa de recibir de Pablo VI durante una conferencia espiritual.
[3] Nota: Es importante hacer notar aquí, que para ese tiempo (Enero 2012) Mons. Fellay parecía permanecer firme en la línea dibujada por Mons. Lefebvre y la Sociedad, al menos en términos de documentos públicos. Es a ése “firme” obispo al que llamaremos “Fellay 1”, porque después veremos aparecer (¿o salir a la luz?) a un más ambiguo y complaciente “Fellay 2”; muy diferente al primero.
[4] Mons. Fellay uso una expresión desgraciada cuando en una carta a Roma, del 12 de Enero de 2012, afirmó que el Magisterio tradicional “promulga varias novedades,” porque, hablando estrictamente, el Magisterio de la Iglesia Católica nunca promulga alguna “novedad”, pero au contraire, antes de la proclamación de un dogma, la Iglesia debe estar segura que esa verdad fue siempre creída, al menos implícitamente.