Por SACERDOS
¡No lo olvidemos!
Mucho se ha dicho y escrito en
tiempos recientes sobre la Declaración Doctrinal (DD) presentada a Roma por el
Obispo Bernard Fellay el 15 de Abril del 2012 en nombre de la Sociedad San Pío
X.
Sin embargo, nos parece
importante hacer un estudio detallado del texto mismo y las circunstancias que
lo rodean. También lo compararemos con textos similares.
El siguiente estudio del
documento no pretende ser exhaustivo. Su único objetivo es el contribuir a la búsqueda
de la verdad y el abrir un honesto y franco debate en las consecuencias del
texto.
Además, este estudio se ha vuelto
necesario para responder a todos aquellos quienes han tomado recientemente la defensa de esta
Declaración, -no sólo el mismo Monseñor Fellay, sino los otros obispos, sacerdotes y laicos de la Fraternidad San Pío X.
Para comprender de mejor manera la
evolución de las circunstancias que rodean la composición de la Declaración
Doctrinal, vamos a dividir nuestro estudio en tres partes:
PARTE
I: ANTES DE LA DECLARACIÓN DOCTRINAL
I. ¿Por qué hablar de esto?
La reciente publicación del Preámbulo
Doctrinal (o Declaración Doctrinal) firmada por Monseñor Fellay y presentada al
Cardenal William Levada el 15 de Abril de 2012, continúa provocando una gran
controversia entre los sacerdotes y
fieles de la Sociedad San Pío X junto con el mundo Católico Tradicional.
Quienes han tomado la defensa de Monseñor
Fellay han intentado demostrar que este Preámbulo o Declaración es “ortodoxa” y
ofrecen como prueba el hecho de que Roma lo rechazó el 13 de junio de 2012. De
cualquier manera, ellos dicen que Monseñor Fellay la ha “retirado” y por otra parte, que ha
prometido no referirse a este documento en
futuras conversaciones con Roma, (Parte III: Respuestas a las
objeciones).
Pero otros afirman lo contrario, diciendo
que un estudio atento del documento mismo, revela que ha habido un cambio serio
en las posiciones doctrinales que el Arzobispo Lefebvre, la Sociedad de San Pío
X y, anteriormente, el mismo Monseñor Fellay, tuvieron en relación al Concilio
Vaticano II, la Nueva Misa y el nuevo Código de Derecho Canónico.
Hay mucho en juego, porque este documento
doctrinal se supone va a delinear la posición doctrinal de la Sociedad San Pío
X frente a frente las novedades
conciliares, antes de avanzar hacia un
posible acuerdo práctico con la Iglesia oficial, similar a lo prometido por
Roma y deseado por Monseñor Fellay.
Es por esto que durante la redacción de este
documento, cada palabra debe ser cuidadosamente pesada a fin de
verificar si está conforme con la Teología
Católica de todos los tiempos. Además, este documento debe corresponder con la
realidad de la crisis, situación en la cual la Iglesia ha estado sufriendo
durante los últimos cincuenta años; y su posible solución.
Debemos tener
en mente que han sido 24 años desde que la Sociedad ha presentado a Roma un documento
de tal importancia, un documento en el fundamento doctrinal para una
regularización canónica.
En efecto, desde el 5 de Mayo de 1988, fecha en la que el
Arzobispo Lefebvre firmó el Protocolo de acuerdo del Cardenal Ratzinger, mismo
que retractó al día siguiente, la Sociedad nunca había estado tan cerca de
entrar a un acuerdo doctrinal y práctico de consecuencias incalculables,
un acuerdo que decidiría su futuro, si continuar o no el trabajo de condenar los errores
modernistas, defendiendo la Tradición y la restauración de la Iglesia.
Sobre todo, los sacerdotes (a quienes este
estudio está destinado principalmente) no deben descuidar el estudio de las
preguntas doctrinales subyacentes a este documento, a través de la pereza
intelectual o bajo el pretexto de que es sólo el trabajo “pastoral” lo que cuenta. Desafortunadamente,
bien sabemos cómo después del Concilio estas mismas actitudes negligentes
condujeron a la mayoría del clero y obispos a aceptar los errores conciliares,
de una manera lenta pero segura. Por lo tanto, no debemos repetir estas mismas acciones y errores.
Me gustaría invitar especialmente a mis
hermanos sacerdotes de la Sociedad San Pío X, quienes están ya sea
perplejos o desorientados, o incluso presentan
una disposición favorable hacia este documento, que miren este grave
problema, porque de esto depende si mantenemos o no los principios siempre
mantenidos por el Arzobispo Lefebvre, y hasta no hace mucho, por Monseñor
Fellay.
En estas circunstancias particulares, si queremos
ser fieles a nuestro trabajo sacerdotal y producir fruto espiritual en las
almas, debemos primero que nada defender la pureza doctrinal.
Pero la defensa de la doctrina requiere la
refutación de y el combate a los errores modernos que han estado devastando la
Iglesia por 50 años; hacerlo de otro modo sería cometer pecado de omisión.
Así que los puntos principales son: si la
continuación de nuestra pelea por la Tradición es comprometida por textos oficiales ambiguos firmados por
nuestros superiores, el bien común de la Sociedad se pondría en peligro por
traición a la verdad y un grave compromiso con las autoridades conciliares.
II. La Situación Antes del Preámbulo del 15 de Abril
de 2012
Siguiendo la
publicación del Motu Proprio Summorum
Pontificum de 2007, y el levantamiento de las “excomuniones” de los cuatro
obispos de la Sociedad en el 2009, y a pesar del hecho de que estos dos actos
de Benedicto XVI fueron insuficientes y envenenados, Monseñor Fellay se
apresuró a agradecer al Papa por estos “actos generosos” y eligió a hacer las
reuniones doctrinales con Roma.
Las reuniones entre los teólogos de Roma y
los teólogos de la Sociedad tuvieron lugar del 27 de Octubre del 2009 al 11 de
Abril del 2011. Estas discusiones doctrinales con Roma conciliar serían
necesarias siempre que sirvieran para hacer que las autoridades comprendieran
la gravedad de sus errores y así convencerlos de regresar a la Tradición.
Las discusiones doctrinales, mismas que
fueron justificadas por tratar de convertir a Roma, empezaron con una mala
base: con un compromiso de los principios. La negativa de Roma para darnos
adecuadamente las precondiciones establecidas por Monseñor Fellay en el 2007 y 2009
fueron la primera señal de que no deberíamos continuar.
¿Cuál fue la conclusión de estas reuniones?
¡No se sorprenda! Fue imposible llegar a una comprensión a nivel
doctrinal.
Monseñor de Galarreta, presidente de la
comisión teológica de la Sociedad, ha establecido claramente que estas
discusiones han mostrado que las autoridades Romanas “no están listas para
renunciar al Concilio Vaticano II”, que ellos quieren “traernos de vuelta a
él”, y que quieren que regresemos para que la Sociedad pueda ser “útil” y
solamente “para apoyar la renovación de la reforma en la continuidad”. (Albano,
7 Octubre 2011).
El mismo Monseñor Fellay declaró
públicamente lo mismo, “las discusiones manifestaron un profundo desacuerdo en
casi todos los puntos que fueron abordados.”
Así que, si al final de las discusiones
doctrinales del 2011, Roma rehusó adherirse a las encíclicas que condenaron los
errores modernos, condición esencial
exigida por Monseñor Lefebvre para cualquier acuerdo, ¿qué bien había en
continuar?
Pero, a pesar de este punto muerto, cinco
meses después, el Cardenal Levada, Prefecto para la Congregación de la Doctrina
de la Fe, invitó a Monseñor Fellay y a sus dos asistentes a una reunión el 14
de Septiembre del 2011 para “hacer una
evaluación sobre estas entrevistas” y “para ver la perspectiva futura”. (Cor Unum,
no. 103).
El Cardenal
les envió una carta junto con:
1) una
propuesta para un Preámbulo Doctrinal (PD) con
la Profesión de Fe y el Juramento
de Fidelidad de 1989; y
2) el proyecto para una posible regularización
canónica de la Sociedad San Pío X.
El
Cardenal les dio un mes para “revelar la posición oficial de la Sociedad
con respecto a esta documentación”.
Les
dijo que estaba listo “para tomar en
consideración todas las peticiones de precisión o sugerencias destinadas a mejorar
la calidad de los textos, excepto su sustancia”. En otras palabras, a pesar de cambios eventuales de detalles que
se habían hecho, la Sociedad debe siempre aceptar lo esencial del Preámbulo
propuesto por Roma el 14 de Septiembre de 2011.
Debemos
preguntarnos esto: Si Roma no deja “margen de maniobra” para modificar
sustancialmente el texto del Preámbulo, ¿qué bien hay en continuar?
Debemos
también señalar que el Cardenal quiere ir más allá de las meras
discusiones doctrinales y quiere seguir adelante y empezar a trabajar en un acuerdo
práctico, es por eso la inclusión de algunos elementos para una
regularización canónica de la Sociedad, elementos que, de paso, los miembros de
la Sociedad nunca han visto.
En otras palabras, si la Sociedad acepta el
“examen doctrinal”, frente a frente con
las autoridades Romanas, entonces tendrá derecho a una regularización canónica.
Para la Sociedad, en este momento, llegar a
un acuerdo para continuar los diálogos con Roma cambiaría totalmente la
situación entre los dos partidos:
-
Las discusiones doctrinales del 2009-2011,
aunque las condiciones preliminares no se hayan cumplido debidamente, han
establecido un pie entre la Sociedad y Roma, porque han estado discutiendo los
puntos como entre teólogos, “cara a
cara”.
-
Por otro lado, en la nueva situación, es Roma
quien tiene la sartén por el mango, quien ofrece los documentos para ser
firmados, y sobre todo, quien decide, en el análisis final, si la Sociedad está
¡correcta o equivocada!
En ese punto Monseñor Fellay tenía
el deber de dar otra mirada a un segundo signo fuerte en las inaceptables
demandas de Roma del 14 de Septiembre del 2011 y parar todas las negociaciones
de ese tiempo, en lugar de eso, cometió dos errores serios de juicio, que más
tarde serían fatales para él:
-A pesar del hecho que las discusiones doctrinales del 2009-2011 habían
llegado a la conclusión de que la Sociedad no podía acordar con la Roma
modernista, se fue a tratar de alcanzar una apariencia de un acuerdo doctrinal,
un acuerdo destinado fatalmente a ser ambiguo, pues Roma había pedido que
la sustancia del inaceptable texto del 14 de Septiembre 2011 debería permanecer
sin alteración.
- Y desde ese momento aceptó entrar al dominio práctico con la
perspectiva de una regularización canónica, sin un acuerdo doctrinal claro y
sobre la base de un texto que él mismo había declarado malo.
Como prueba de su ceguera, Monseñor
Fellay aceptó las nuevas proposiciones de Roma y decidió ignorar el consejo de
1) Monseñor Lefebvre, 2) el Capítulo General de 2006, 3) los otros 3 obispos de
la Sociedad, y 4) para rematar, contradecir sus propias declaraciones
anteriores.
1)Monseñor Fellay empezó por ignorar lo que
Monseñor Lefebvre siempre había mantenido.
El Arzobispo dijo después de las
Consagraciones Episcopales de 1988:
No
aceptaré estar en la posición donde me pusieron durante en diálogo (de
1988). No más. Yo colocaré la discusión
al nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de
todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei and Libertas de Leo XIII, Pascendi de Pío
X, Quas Primas de Pío XI, Humani
Generis de Pío XII? ¿Están en completa
comunión con estos Papas y con sus enseñanzas? ¿Aceptan el Juramento
Antimodernista completo? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor
Jesucristo? Si ustedes no aceptan la doctrina de sus predecesores, ¡es inútil
hablar! Mientras que ustedes no acepten la corrección del Concilio, en
consideración a la doctrina de estos Papas, sus predecesores, no es posible
ningún diálogo. Es inútil. (Entrevista al Arzobispo Lefebvre, Fideliter, no. 66, Nov.-Dic. 1988.)
¿Cuál es la “posición” durante los diálogos
de 1988 en la cual el Arzobispo Lefebvre
no quería encontrarse a sí mismo? ¿Por qué, de ahí en adelante él habló de exigirle a
Roma un “plan doctrinal”, cuando el acuerdo de
1988 contenía una “declaración doctrinal”?
Significa que en 1988 el Arzobispo Lefebvre
fijó el siguiente principio: cuando nos pidan adherirnos, al menos
implícitamente, a los errores y reformas conciliares, depende de nosotros
examinar la fidelidad doctrinal de las
autoridades de Roma, no al revés.
Por lo tanto, sin una clara y genuina
aceptación de las encíclicas mencionadas por Monseñor Lefebvre, de parte de la Roma actual, “ningún diálogo
es posible. ¡Es inútil!”
La razón principal es que, si el Arzobispo
Lefebvre, después de haber tratado de llegar a un acuerdo práctico en 1988 sin
haber resuelto el problema doctrinal, decidió parar todo, puesto que las
diferencias con Roma son sobre todo de
una naturaleza doctrinal, así también, nosotros no debemos cometer un
acuerdo práctico si el problema doctrinal no ha sido resuelto.
Ahora, es evidente, que las autoridades
romanas actuales no aceptan estas encíclicas que condenan los errores modernos.
Y todavía peor, ¡los promueven y se jactan de ellos!
Las conversaciones y reuniones… nos
persuadieron que el momento, para una franca y eficaz colaboración entre ambos,
no ha llegado… Dada la negativa de considerar nuestras peticiones y, siendo
evidente que el propósito de esta reconciliación no es en absoluto el mismo en
los ojos de la Santa Sede que en los nuestros, creemos que es mejor esperar por
tiempos más propicios para el regreso de Roma a la Tradición… Debemos continuar
rezando para que la Roma moderna, infestada de modernismo, vuelva a ser Roma
Católica y para que redescubra su bi-milenaria Tradición. Luego el problema de
nuestra reconciliación ya no tendrá razón alguna para existir y la Iglesia
experimentará una nueva juventud. (Carta de Monseñor Lefebvre al Papa Juan
Pablo II; 2 de Junio de 1988)
Antes
de visualizar la “franca y eficaz colaboración” con Roma, debemos esperar por
el “regreso de Roma a la Tradición.” Roma Modernista debe “ser otra vez”
Católica adhiriéndose a los dos mil años de tradición de la Iglesia.
Ahora,
si uno examina la carta del Cardenal Levada del 14 de Septiembre de 2011, hay
dos partes: una doctrinal con Preámbulo para firmar y otra práctica con la
regularización canónica. Así, Monseñor Fellay sabía perfectamente que si
obtenía éxito en pasar el primer paso tendría que aceptar el otro. Uno
(práctico) seguiría al otro (doctrinal).
Pero
aquí no se trataba de situar las discusiones en un “nivel doctrinal”, de las
que habló Monseñor Lefebvre. Por el otro lado, ¡precisamente se trataba sobre
omitir la condición doctrinal de la conversión de Roma! Especialmente, cuando
Monseñor Fellat tuvo la evidencia de que las conclusiones, de las discusiones
doctrinales de 2009-2011, mostraron que Roma no ha cambiado ni un ápice de sus
errores doctrinales.
Si
Roma continúa negándose a cambiar, a convertirse, ¿qué bien hay en continuar?
Pero
Monseñor Fellay prefiere continuar, comprometiéndose a sí mismo a los
prospectos de un acuerdo práctico y decidiendo a considerar las propuestas de
la carta del Cardenal Levada. Entonces, ¿no es una seria imprudencia por parte
de Monseñor Fellay no tener en consideración las advertencias de Monseñor
Lefebvre?
Monseñor
Fellay actúa contrario a la virtud de la prudencia, que demanda el seguir
siempre los consejos de hombres prudentes. Desafortunadamente, esta no será la
única vez que Monseñor Fellay decida ignorar consejos prudentes.
2) Después,
Monseñor Fellay decide ignorar lo que el Capítulo General del 2006 claramente
había decidido.
El Capítulo del 2006 aconsejó en
contra de cualquier acuerdo práctico con Roma sin haber resuelto primero el
problema doctrinal:
El
contacto hecho de vez en cuando con las autoridades en Roma no tienen otro
propósito más que el de ayudarlos a abrazar otra vez la Tradición que la
Iglesia no puede repudiar sin perder su identidad. El propósito no es para
beneficiar a la Sociedad, ni para llegar a un acuerdo meramente imposible.
Cuando la Tradición regrese en sí misma, “la reconciliación no será más un
problema, y la Iglesia retornará a la vida.” (Declaración del Capítulo
General de la FSSPX del 2006).
En esa
declaración, el Capítulo 2006 sólo estaba siguiendo lo que Mons. Lefebvre había
recomendado, lo que citaron con el mismo texto que mencionamos arriba.
En una
conferencia dada a sacerdotes del Distrito de Sudamérica en Octubre de 2012,
Mons. Fellay rechazó desdeñosamente esta condición del Capítulo describiéndola
como “impráctica”. Dijo que no había esperanza de resolver los problemas
doctrinales del lado de Roma y que lo que podríamos esperar de ellos sólo sería
el “poder de criticar las reformas.” Él afirmó que su posición es más
“concreta” y “fácil de verificar” y que, al final, es “la misma” que la que
tuvo en el Capítulo de 2006.
¿Es verdad?
Es evidente
que eso no es lo que se habló en el Capítulo 2006, porque ¡ambas maneras se
oponen!
Mons. Fellay
está verdaderamente ridiculizando el Capítulo que explícitamente dijo que el
“único objetivo” de los contactos con Roma era el de “ayudarlos a abrazar la
Tradición”, eso es, ayudarlos a unirse a la Tradición.
Actualmente,
hay otro objetivo: Mons. Fellay habla de sólo obtener el “derecho de criticar”
las reformas, nada más.
Esta nueva
posición representa un considerable paso atrás, porque el sujeto de la
petición ha cambiado totalmente: para el Capítulo 2006 es Roma quien debe
cambiar; para Mons. Fellay en 2012, ya no es necesario el cambio para Roma (al
menos, aún no… debe esperar por nuevas discusiones como para que Roma cambie).
Hoy en día,
Mons. Fellay ruega a Roma el permiso para que la Sociedad critique los errores.
Así, la Sociedad está en una posición inferior con Roma, cuando anteriormente
la única cosa que el Capítulo 2006 demandaba era la conversión de Roma.
Por lo tanto, el Capítulo 2006 y Mons. Fellay ya no hablan de la misma cosa.
Y aun
suponiendo que Roma Liberal nos diera este “derecho de criticar”, debemos
recordar que, desde 1988, ninguna comunidad Ecclesia
Dei adflicta ha podido poner en práctica el “derecho de criticar”, aun
cuando ese derecho les ha sido prometido por Roma, a veces, en sus documentos
de fundación.
Así que es
claro: Mons. Fellay ignora totalmente esta condición expresada por el Capítulo
de 2006, al cual él le debe obediencia pues está superior a él. Vemos en él,
una vez más, desobediencia y una seria imprudencia.
3) La carta de los tres Obispos de la Sociedad,
Monseñores Williamson, Tissier de Mallerais y de Galarreta.
Ellos
escribieron una carta en común, advirtiendo a Mons. Fellay y a sus dos
Asistentes sobre el mismo peligro:
“Las
discusiones doctrinales de 2009-2011 nos han probado que un acuerdo doctrinal
con la Roma de hoy en día es imposible.” Los Obispos manifiestan “su formal oposición a cualquier tipo
de acuerdo [práctico].” (Carta de los Tres Obispos a Mons. Fellay, 7 de
Abril de 2012)
Está claro que
sus tres hermanos en el Episcopado, sin querer imponer sobre Mons. Fellay una
decisión, intentaron con toda caridad advertirle de las serias consecuencias de
un acuerdo práctico con Roma, porque las pláticas doctrinales probaron que un
acuerdo con Roma es imposible.
¿Cuál fue la
respuesta de Mons. Fellay y los Padres N. Pfluger y A.M. Nély? En su carta
hacen estas declaraciones horribles:
“Nosotros
no buscamos un acuerdo práctico. Eso es falso. Todo lo que hemos hecho es no
rechazar a priori, como ustedes piden
que hagamos, considerando el ofrecimiento del Papa. Por el bien común de la
Sociedad, preferiríamos, por mucho, la presente solución del intermediario status
quo, pero está claro que Roma ya no lo
tolera más.”
Y luego:
“No
es realista exigir que todo esté resuelto antes de llegar a lo que ustedes
llaman un acuerdo práctico.” (Respuesta de Mons. Fellay a los tres Obispos.
14 de Abril de 2012).
Aquí, Mons.
Fellay no sólo rechaza las advertencias de los tres Obispos, sino también las del Arzobispo Lefebvre, hechas en
1988; y las del Capítulo 2006, porque estas advertencias siguen la misma
práctica y prudente línea.
En el primer
párrafo, Mons. Fellay claramente sacrifica el bien común de la Sociedad para
seguir las órdenes de Roma. El hecho de que “Roma ya no lo tolera más” no es un
argumento válido, porque no estamos obligados a obedecer las órdenes del Papa,
las cuales podrían dañar a la Sociedad, mientras él no se haya convertido.
El Arzobispo
Lefebvre dijo (Fideliter; no.66) que
él se negaría a hablar con Roma mientras ellos no aceptaran las encíclicas que
condenan los errores modernos. Por lo tanto, mientras el Papa y la Curia sean
de mala voluntad, no estamos obligados a obedecer sus órdenes sobre participar
en pláticas y mucho menos a seguir las órdenes para hacer un acuerdo práctico;
acuerdo que Mons. Lefebvre hizo dependiente de la conversión de las autoridades
Romanas.
Esto es
particularmente grave por parte de Mons. Fellay, porque su primera
obligación, en calidad de Superior General de la Sociedad, es la de
preservar y cuidar del bien común de la Sociedad
En el segundo
párrafo, Mons. Fellay y sus Asistentes contradicen abiertamente a Mons.
Lefebvre, quien, al contrario, por la falla del acuerdo práctico de 1988,
aprendió la lección y no quiso repetir los mismos errores.
Acaso, ¿Mons.
Fellay piensa que es más realista y sabio que Mons. Lefebvre, el Capítulo
General de 2006 y sus hermanos Obispos? ¿Por qué Mons. Fellay no escuchó a
estas personas que sólo querían el bien para la Sociedad?
¡Uno no puede
dejar de notar el lastimoso estado en el que Mons. Fellay y sus Asistentes han
puesto a la Sociedad!
Entonces,
¿quién ha pecado siendo “irrealista”, o por “idealismo”, sin mencionar
“irresponsabilidad”, sino Mons. Fellay y sus Asistentes?
4) Finalmente, Monseñor Fellay se contradijo a
sí mismo.
Justo antes de
la junta del Capítulo de 2006, él se oponía a cualquier acuerdo práctico que no
resolviera antes el problema doctrinal:
En
cualquier evento es imposible e inconcebible el pasar a la tercera etapa
sin antes haber tenido éxito al exponer y corregir los principios en la raíz de
la crisis.
Sin
embargo, es obvio que no firmaremos un cualquier acuerdo hasta el momento en
que las cosas se resuelvan en el nivel de los principios… no podemos permitir
ambigüedades. Así que para resolver el problema, las autoridades Romanas
tendrían que manifestar claramente y sin ambigüedades, que todo el mundo las
vea, que sólo hay una forma de salir de la crisis, a saber, la de Iglesia
redescubriendo plenamente su propia Tradición bi-milenaria. El día en que esta
convicción sea clara para las autoridades Romanas, será el tiempo en que los
acuerdos podrán fácilmente hacerse. (Entrevista con Mons. Fellay por el
R.P. Grégoire Célier, Fideliter, Mayo-Junio
de 2006).
Pero,
desafortunadamente, “Fellay 2” de 2011 prevaleció sobre “Fellay 1” de 2006.
Cinco años después él prefirió seguir la agenda impuesta por el Cardenal
Levada.
Mons. Fellay va a pagar un precio alto
por esta decisión porque, al final, no va a ganar el caso en el dominio
doctrinal ni en el dominio práctico.
En el dominio doctrinal: en lugar de
hacer que Roma retorne, fue él el que dio pasos atrás, dando graves concesiones
con su vergonzosa Declaración Doctrinal.
En el dominio práctico: terminó
dividiendo la Sociedad, alienando una gran parte de ella, a las comunidades
Tradicionalistas amigas y muchos de los fieles.
Es todavía fuente de frustración para
Mons. Fellay y sus cohortes el no alcanzar el muy deseado acuerdo práctico; por
eso, ahora, él daría cualquier cosa por lograr que las negociaciones vuelvan a
la mesa (véase respuesta a las objeciones).
Por lo tanto, este fue el espíritu que
prevaleció en la mente de Mons. Fellay cuando recibió la carta del Cardenal
Levada con sus nuevas propuestas, el 15 de Septiembre de 2011.
Ahora, vayamos
a considerar el Preámbulo del 14 de Septiembre de 2011, presentado por Roma a
Mons. Fellay, al cual había acordado no cambiar su sustancia.
III.-
El Primer Preámbulo Doctrinal (DP1) de Roma, 14 de Septiembre 2011
1.- La “Nota Preliminar.”
En el primer
Preámbulo, presentado por Roma a Mons. Fellay, la Nota Preliminar que lo
acompañaba habló de sus contenidos, los cuales:
Definían ciertos principios doctrinales y
criterio para la interpretación de la doctrina Católica, que son necesarios
para asegurar la fidelidad al Magisterio de la Iglesia y sentiré cum
Ecclesia, dejando abierto a discusión
legítima el estudio y explicación teológica de las expresiones o formulaciones
particulares presentes en los textos del Concilio Vaticano II y su Magisterio
subsecuente.
Al leer el
texto del Preámbulo, del 14 de Diciembre de 2011, nos damos cuenta que:
- ¡“Los principios doctrinales” no son
otros sino los más graves errores Conciliares, tales como colegialidad,
libertad religiosa y la nueva eclesiología!
- ¡“La interpretación de criterio” de estos
“principios” no es otro sino la “hermenéutica de la continuidad”, que
clama reconciliar estos errores con la Tradición!
Luego, cuando
esta Nota Preliminar habla de la
“fidelidad al Magisterio de la Iglesia y sentiré cum Ecclesia”, sabemos que, desde el Vaticano II, se
refiere a “la Iglesia Conciliar,” de la cual Mons. Lefebvre dijo era una
adúltera unión con la Revolución.
Finalmente,
cuando el cardenal habla de dejar abierto “a discusión legítima el estudio… de
los textos del Concilio Vaticano II y su subsecuente Magisterio,” esta es la
“zanahoria” dada a los superiores de la Sociedad para hacerles creer que esto
puede significar un cuestionamiento al Concilio.
Roma Conciliar
prometió la misma “discusión legítima” a todas las comunidades Ecclesia Dei
desde 1988, pero una después de la otra, han cesado de criticar e incluso han
aceptado las novedades conciliares (como Le Barroux ha aceptado la libertad
religiosa).
Entonces uno
se preguntará: ¿Cómo Mons. Fellay no puede ver que esta “discusión legítima”,
autorizada en papel, es sólo una trampa y de hecho no permite un solo
cuestionamiento real sobre el Concilio?
Por
consiguiente uno se sorprende por la ingenuidad de Mons. Fellay cuando:
·
En su carta-respuesta del 30 de Noviembre de
2011 él declara que el Preámbulo Doctrinal del 14 de Septiembre “eventualmente
(¿?) deja la puerta abierta para una futura discusión doctrinal” y
·
Cuando él dice aún más entusiastamente en su
carta del 12 de Enero de 2012 que “la nota preliminar indica un movimiento a
nuestro favor.”
No estamos de
acuerdo con Mons. Fellay cuando él habla de “un movimiento a nuestro favor.”
¿Dónde está? Es claro que, desde la primer conversación entre la Sociedad y la
Roma de hoy en día, el único “movimiento” que cualquiera puede notar de su lado
es la de llevarnos a la Iglesia Conciliar.
Eso es lo que
el Arzobispo Lefebvre dijo cuando le puso fin a las discusiones de 1988: “el
objetivo de esta reconciliación no es el mismo para la Santa Sede que para
nosotros.” (Carta al Papa, 2 de Junio de 1988).
Y, luego, ¿es
cierto, como Mons. Fellay afirma, que esta Nota del Preámbulo casualmente “deja
una puerta abierta para una futura discusión doctrinal”?
Después de
haber tratado todos los temas sobre los cuales había desacuerdo, ¿no fueron
suficientes las discusiones doctrinales de 2009-2011? ¿La conclusión no fue lo
suficientemente clara? ¡Ningún acuerdo doctrinal es posible!
¿Qué quedó
entonces para “discutir” con la Roma modernista, especialmente cuando la misma
Nota dice “aceptación del Preámbulo
Doctrinal que sigue al principal fundamento de la completa reconciliación con
la Sede Apostólica.”?
Está claro que
no quedaba nada de mayor importancia por discutir con la Sociedad.
Pero en
Septiembre de 2011 para Roma llegó el tiempo de someter a Mons. Fellay a una
prueba de doctrina.
2.- El Preámbulo Doctrinal (DP1) del 14
de Septiembre de 2011.
A. El Preámbulo Doctrinal del 14 de
Septiembre de 2011 en general.
Este Preámbulo
presentado por Roma Modernista es una “obra maestra” de astucia y ambigüedad.
Es un
“reciclado” de las proposiciones doctrinales que ya se le habían hecho a la
Sociedad en el pasado. Sus autores son, probablemente, los mismos teólogos
Modernistas que participaron en las recientes discusiones teologales con la
Sociedad.
Sin embargo,
él era consciente de la trampa del Preámbulo Romano, como fue mostrado cuando
habló, en el Cor Unum de Marzo de
2012, en referencia a esas proposiciones:
“Así hemos recibido una propuesta que
intentó hacernos entrar en el esquema de la hermenéutica de la continuidad.”
Pero debemos
llamar la atención sobre el hecho de que en su Declaración Doctrinal del 15 de
Abril de 2012, Mons. Fellay acepta las partes más importantes de este
Preámbulo, del cual él sospecha, al admitir el concepto de una “Tradición
viviente,” que encaja con la lógica de la “hermenéutica de la continuidad.”
B.- El Preámbulo Doctrinal del 14 de
Septiembre de 2011 en particular.
Está compuesto
por cinco partes:
-
La promesa de fidelidad a la Iglesia y al Papa
(I);
-
La aceptación de las enseñanzas del Magisterio
de la Iglesia en materia de fe y moral, de acuerdo con la doctrina de la
sección no. 25 de Lumen gentium (II);
-
La declaración de aceptación de las doctrinas
conciliares (III):
o Sobre
el Papa y el colegio de obispos (colegialidad);
o Sobre
el ecumenismo y libertad religiosa;
o Sobre
la nueva noción de Tradición y su desarrollo.
-
La aceptación de la validez y legitimidad de la
Misa Tradicional y sacramentos, así como esos de editio typica de Pablo VI y Juan Pablo II (IV);
-
La aceptación del nuevo Código de Derecho
Canónico (1983).
El texto del
Preámbulo doctrinal no es sorpresivo por su originalidad, porque por un lado
tomó otra vez los elementos del Protocolo de 1988, y por el otro sólo repitió
lo que la Iglesia conciliar ha ido demandando de la Sociedad por más de 40
años: las doctrinas del Concilio Vaticano II, la nueva Misa y el nuevo
Código de Derecho Canónico.
Roma reforzó
sus demandas al afirmar que el Magisterio actual el que decide qué
pertenece a la Tradición. Por lo tanto, la decisión en última instancia sobre
cualquier controversia en el contenido de la tradición siempre vuelve a las
autoridades actuales. Así que, de acuerdo con la “hermenéutica de la continuidad”
de Benedicto XVI, sería suficiente para las autoridades de la Roma actual el
afirmar que no hay nada contrario a la Tradición en el Concilio y sus reformas.
Roma locuta est. Causa finita est!
Es
relativamente fácil el responder a este documento, dado el hecho que estos
temas han sido estudiados y refutados por muchas veces por el Arzobispo
Lefebvre y los teólogos tradicionales por 50 años.
Entonces, ¿qué
es lo que hará Mons. Fellay?
IV. La Doble Respuesta de la Sociedad (30 de
Noviembre 2011 y 12 de Enero de 2012)
El 7 de
Octubre de 2011, Mons. Fellay, viendo la importancia del momento y queriendo
obtener la aprobación general de la Sociedad por su respuesta al Cardenal
Levada, decidió consultar a los superiores generales y obispos en una reunión
llevada a cabo en Albano-Laziale, Italia.
Sin embargo,
Mons. Fellay decidió excluir injustamente, de esta reunión, a Monseñor
Williamson, porque se negó a prometer permanecer en silencio en relación al
contenido del texto Romano y también se negó a detener la publicación de sus Comentarios Eleison. De hecho, la verdadera
razón fue porque sería (Mons. Williamson) un obstáculo mayor para hacer
compromiso con Roma. Más nos preguntamos cómo fue que Mons. Fellay logró tener
el apoyo para esta injusta exclusión…
Los superiores
que se presentaron, después de familiarizarse con el texto del Preámbulo,
decidieron dejar a Mons. Fellay el trabajo de responderle al Cardenal Levada.
Monseñor de
Galarreta nos dio un buen resumen de lo que fue discutido en esa reunión, cuando
dijo que las ofertas de Roma fueron “en su mayor parte, confusas, engañosas,
falsas y esencialmente malas,” que el Preámbulo Doctrinal fue “peor que el
Protocolo de 1988, en particular en relación al Concilio y el magisterio
post-conciliar.” También, afirmó que buscar los contactos “necesariamente provocará
males en el bien común que tenemos, a saber, el de la Sociedad y la familia de
la Tradición” (7 de Octubre de 2011).
Pero el
contenido del Preámbulo del Cardenal Levada y la respuesta a éste estuvieron
envueltos en tal “misterio” que fueron guardados en secreto por más de un
año para la mayoría de los miembros de la Sociedad, quienes no
contribuyeron a preservar la confianza en los superiores.
Muchos de
estos documentos (pero no todos) fueron finalmente publicados en Cor Unum no. 103 y 104 luego de que el
texto de la Declaración Doctrinal del 15 de Abril de 2012 fue “filtrado” en
Internet.[2]
La respuesta
dada por la Sociedad fue artera:
-
Una primera y corta respuesta, fechada el 30 de
Noviembre de 2011.
-
Una segunda y más larga respuesta, fechada el 12
de Enero de 2012, siguiendo la petición de “información adicional” por Mons.
Pozzo, Secretario de la Comisión Ecclesia Dei. Cor Unum no publicó esta carta de Mons. Pozzo.
1.
La primer respuesta, fechada el 30 de Noviembre
de 2011, con una propuesta para un nuevo Preámbulo Doctrinal (DP2).
Esta
respuesta contenía dos partes:
-
Una Nota Preliminar;
-
Un nuevo Preámbulo Doctrinal.
La respuesta
de la Sociedad, fechada el 30 de Noviembre de 2011, contenía, mayormente,
buenos pasajes con el espíritu de Mons. Lefebvre después de 1988, pero también
comenzó a dar concesiones y contener ambigüedades. Veremos que carecían de dos
elementos importantes y uno inaceptable fue introducido.
A.
La Nota Preliminar.
Después
de recordar las discusiones teologales con Roma, que se llevaron a cabo entre
2009 y 2011, la Nota de Mons. Fellay indicó que estos intercambios:
Han resaltado diferencias de posición
importantes que competen a la recepción del Concilio Vaticano II y el
magisterio post-conciliar. Estas diferencias no podrían ni pueden superarse a
través del argumento de la hermenéutica de la continuidad. Hay ahí algunas rupturas
que son muy obvias.
Luego,
la Nota recuerda que:
La Sociedad de San Pío X confiesa
enteramente la fe Católica y sólo pretende vivirla y profesarla integralmente.
También
recuerda los principales errores conciliares: libertad religiosa, la
negación de la unidad y exclusividad de la Iglesia, secularismo, ecumenismo y
el sacerdocio universal de los fieles.
Después,
el rechazo del nuevo Código Canónico es claramente expresado por las
“mismas ambigüedades que hay en el Concilio,” y piden guardar el Código de
1917.
En
la nueva Misa, después de conceder su “validez sacramental,” como también fue
aseverado por Mons. Lefebvre, la Nota afirma que en esta Misa:
“Vemos que hay un mal detrás de sus
deficiencias, que en sí mismas explican el desastre litúrgico en su mayor
parte.”
Todo
eso es corroborado por la muy conocida cita del Breve Examen Crítico (la “Intervención Ottaviani”) de los
cardenales Ottaviani y Bacci.
En
lo que respecta a la posible normalización canónica de la Sociedad:
“Esto debe permitirnos, sin ambigüedad,
continuar nuestra vida y apostolado, así como lo hemos hecho hasta hoy en día.”
Luego,
la Nota agrega una cita de la famosa Declaración
de Mons. Lefebvre del 21 de Noviembre de 1974.
En
la conclusión de esta respuesta uno encuentra lo siguiente en el quinto
párrafo:
“Esto es por lo que es imposible para
nosotros aceptar el texto del preámbulo Doctrinal que nos fue enviado. Su
aceptación sólo nos hubiera envuelto en una ambigüedad dañina y hubiera
sembrado confusión entre los miembros de la Sociedad, así como entre los fieles
que le están confiados. Queremos permanecer fieles al carisma de nuestra
fundación a cualquier precio, llamando a los errores por su nombre y
preservando la unidad en nuestras propias filas, a fin de servir mejor a la
Iglesia.”
Así
que Mons. Fellay rechazó abiertamente el DP1, porque en conciencia es gravemente
inaceptable.
Sin
embargo, notamos dos omisiones que crean ambigüedad:
La
respuesta de Mons. Fellay sólo se ocupa de la Nueva Misa; omite hablar de los nuevos
sacramentos. Con respecto a la Misa, para él es sólo una pregunta sobre
aceptar su validez en esta celebración. Se evita la pregunta importante
sobre la legitimidad de su promulgación.
B. El Preámbulo Doctrinal 2
Por
lo tanto, Mons. Fellay propone como un intercambio, por el DP1, su propio
documento corto, el Preámbulo Doctrinal (DP2), que consiste de:
(1) La
Profesión (de fe) del Concilio de Trento
(2) La
Profesión (de fe) del Concilio de Trento y la aceptación de la Constitución
Dogmática Pastor aeternus, del
Concilio Vaticano I, junto con el no. 25 de la Constitución Dogmática Lumen gentium, con la indicación de que
todos los textos del Concilio Vaticano II deben ser entendidos de acuerdo con
el juramento antimodernista eodem sensu
eademque semper sententiam ab apostolis per orthodoxos patres ad nos usque
transmissam (transmitido a nosotros de los Apóstoles a través de los Padres
ortodoxos, siempre en el mismo sentido e interpretación), que requerirá la
reformulación de ciertos textos del Vaticano II.
a. La
Profesión de Fe del Concilio de Trento (o de Pío IV, después llamado ‘del
Primer Concilio Vaticano’)
La Profesión de Fe en la Iglesia,
de manera oficial, fue hasta 1989; por lo tanto nada pudo ser más natural que
citarla.
b. La
Constitución Dogmática Pastor Aeternus.
Este documento esencial del Primer
Concilio Vaticano es una buena referencia puesto que también especifica los
límites y condiciones de la infalibilidad del papa.
c. No.
25 de la Constitución Dogmática Lumen
gentium.
Esta es la única cita tomada del
Preámbulo Doctrinal del Cardenal Levada (DP1).
Este texto del Lumen gentium del Vaticano II, tomado del Capítulo III, “Sobre la
Estructura Jerárquica de la Iglesia y en particular del Episcopado,” y tratando
sobre “la función de enseñanza de los obispos,” dice:
“Una
sumisión religiosa de la mente y voluntad deben mostrarse de una manera
especial al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando él no
habla ex cathedra; esto es, debe
mostrarse de una manera que su supremo magisterio fue reconocido
reverentemente, los juicios hechos por él son sinceramente adheridos, de
acuerdo con su mente manifiesta y voluntad. Su mente y voluntad en el asunto
serán conocidos ya sea por el carácter de sus documentos, de su repetición
frecuente de la misa doctrina o de su manera de hablar.”
Mostraremos,
luego, en la Parte II, por qué este pasaje de Lumen gentium es inaceptable.
2. La
segunda respuesta, fechada el 12 de Enero 2012, al Cardenal Levada (apéndice
DP2, fechado el 30 de Noviembre 2011).
La Comisión Ecclesia Dei, visiblemente insatisfecha
por la primer respuesta, fechada el 30 de Noviembre de 2011, le pidió a Mons.
Fellay, por medio del intermedio de Mons. Pozzo, “información adicional” que
sería remitida por Mons. Fellay el 12 de Enero de 2012.
Este
documento, presentado por el Obispo Fellay, pretendía “clarificar las razones para nuestra posición y el alcance del
documento.”
Está compuesto
por tres partes:
(A)
El Preámbulo en general,
(B)
El Preámbulo en particular, y
(C)
Su aplicación práctica.
Es notable por
su lucidez y firmeza en el análisis de las trampas propuestas por el
Preámbulo Doctrinal 1 (DP1), y las refuta en detalle, punto por punto.[3]
A. Sobre el tema del Preámbulo en general.
El documento
del 12 de Enero de 2012 afirma que “los
mayores problemas encubiertos por ciertas novedades del Vaticano II… no han
sido resueltos” por el Preámbulo Romano, y en este, ¡en lugar de
corregirlos, pidió a la Sociedad “corregir sus rumbos”!
Aún más, Mons.
Fellay sostiene:
“El Preámbulo nos impone todas las
novedades de las cuales ya hemos mostrado su dificultad, la resistencia, las
oposiciones que aún prevalecen” y esto requiere “la pura y simple aceptación de una posición contraria a nuestras
preocupaciones y nuestra autoridad.”
Este análisis
muestra muy bien que hasta ese momento, Mons. Fellay vio claramente las trampas
contenidas en el Preámbulo Romano, pero, al mismo tiempo, se volvió “miope”,
porque no discernió que el tiempo para discusiones doctrinales con Roma ha
terminado.
De alguna
manera, Roma está diciendo: “te escuchamos antes y durante las discusiones
doctrinales; ahora es tiempo de que te sometas a las novedades.”
Es por eso que
la Nota del Cardenal Levada, presentando el Preámbulo Doctrinal Romano,
especificó “tomamos como nuestro
principal fundamento, para una completa reconciliación con la Sede
Apostólica, la aceptación del Preámbulo Doctrinal que sigue.”
Por lo que si
hay una “completa reconciliación” con la firma del Preámbulo, entonces no hay
nada más por discutir…
B. Sobre el tema del Preámbulo en particular.
Luego, la
Carta del 12 de Enero enumeró los problemas específicos que las novedades
conciliares plantearon a la Fe Católica.
Primero, Mons.
Fellay señaló que el texto que crea más problemas está en el párrafo III
del Preámbulo. Él se planteó la cuestión del “criterio para la interpretación
de textos contenciosos,” y la noción del “progreso de la Tradición,” temas
queridos por los Modernistas.
a. Sobre el tema de “criterio de interpretación”:
Es la
justificación a priori de Roma por hacer cambios con el magisterio
post-conciliar, en relación a la Tradición.
Para Roma,
este “criterio de interpretación” significa sólo la integración del Vaticano II
y del magisterio post-conciliar a la Tradición de la Iglesia, por medio de la
“hermenéutica de la continuidad.” Para ellos, considerar al Vaticano II como
estando “en ruptura,” es el error de tanto conciliares “radicales” como de la
Sociedad San Pío X, con la diferencia de que los primeros apoyan esta ruptura y
los segundos la lamentan.
En la mente
Hegeliana de Benedicto XVI, siempre es posible armonizar dos ideas o posiciones
que son objetivamente opuestas, pero subjetivamente “reconciliables” a través
de la razón. Es un poco de “gimnasia mental” arriesgada, que contradice abiertamente
la realidad fáctica. El negar que después del Vaticano II hubo una ruptura con
el pasado, como Benedicto XVI ha hecho, es locura y ceguera. Es evidente, por
ejemplo, que poca o nula referencia se hace al Magisterio pre-Juan XXIII, en
los documentos conciliares o post-conciliares.
La Sociedad
intentó responder a este punto mencionando la famosa interpretación del
Concilio “a la luz de la Tradición.” Pero esta expresión no va muy lejos,
porque sólo pone adelante un argumento ad
hominem y no un argumento en profundidad.
En efecto, la
expresión para interpretar al Concilio Vaticano II “a la luz de la Tradición”
significa para la Sociedad que uno excluye las novedades del Concilio que están
en un claro estado de ruptura o discontinuidad con el Magisterio de
todos los tiempos, pero la Roma de hoy en día viene con la conclusión opuesta
al decir que no hay ruptura.
Esta
expresión, “el aceptar el Concilio a la luz de la Tradición” es defectuosa. En
efecto, hay muchos pasajes en el Concilio que son totalmente inaceptables e,
incluso con la mejor voluntad del mundo, no pueden ser interpretados de otro
modo sino por lo que dicen. Por ejemplo, aceptar Gaudium et spes o Dignitatis
humanae “a la luz de la Tradición” es totalmente imposible. El Vaticano II
va contra la Tradición en estos documentos y uno no puede hacerles decir lo
opuesto de lo que significan.
Por lo tanto,
aceptar el Concilio “a la luz de la Tradición” puede significar también que se
reconoce que ahí existe una posible “interpretación tradicional” de todos los
textos, que es precisamente lo que afirma la doctrina de la “hermenéutica de la
continuidad.”
Es verdad que
Mons. Fellay dijo que rechazaría ciertos elementes inaceptables del Concilio.
Pero, él nunca envió una lista de ellos en un texto oficial a Roma ni explicó
en detalle aquellos elementos que él rechazaría.
Entonces, ahí
hay dos lenguajes: uno para nosotros; uno para Roma. Los documentos
escritos que Mons. Fellay envió a Roma hablan de un deseo de aceptar el
Concilio “a la luz de la Tradición.” Es decir, da a entender que considera que todo
el Concilio puede ser leído de una manera “tradicional.” Por consiguiente,
Mons. Fellay defiende la hermenéutica de la continuidad sin nombrarla, pero
renombrándola como “luz de la Tradición.”
Además, la
palabra “Tradición” no tiene el mismo significado para nosotros que para Roma.
Nosotros consideramos que algo del Concilio o de los textos del magisterio
post-conciliar deben ser interpretados de acuerdo con Santo Tomás de Aquino,
mientras que el Papa nos impondría la interpretación, por ejemplo, de Karl
Rahner, considerando que ahí no hay ruptura.
Finalmente,
Mons. Fellay dijo en la carta fechada el 12 de Enero de 2012, que comprometerse
a sí mismo de “ir más allá, sería
construir en la incertidumbre.” Entonces, ¿rechazó el texto propuesto por
Roma? ¿Realmente va a parar todo? Sorpresivamente no, desde que Mons.
Fellay se negó a detener las negociaciones con Roma, y propuso un nuevo
Preámbulo (DP2), el del 30 de Noviembre de 2011, que hemos citado arriba.
Con su DP2 del
30 de Noviembre de 2011, Mons. Fellay pensó que para él aún era posible
presentar, como un “alumno astuto,” otra copia del papel de examen, que
notablemente evitó mencionar los textos del Concilio controversiales; pero uno
puede ver que el Cardenal Levada no era de la misma opinión.
b. Sobre el tema de “progreso de la Tradición”
Este
“progreso” de la tradición es un intento para justificar, a posteriori, por la Roma actual, los cambios hechos por el
magisterio conciliar y post-conciliar en relación a la doctrina tradicional. La
idea de “progreso” heterogéneo (en un sentido diferente) de dogma siempre ha
sido una bandera querida por los Modernistas, quienes creen en la constante
evolución de la verdad. Por lo tanto, no es sorprendente que Roma
modernista también quiso justificar los cambios hechos por el Concilio como
siendo el fruto de un normal progreso “dinámico.”
Contra este
progreso heterogéneo, la Sociedad respondió a Roma recordando lo que San
Vicente Lerins (†450) enseñó en su Commonitorioum
(Aide-memoire) sobre el progreso homogéneo de la doctrina, que fue citado
por el Concilio Vaticano I en la Constitución Dei Filius:
“Por lo tanto (…) que el entendimiento, el
conocimiento y la sabiduría de los individuos como de todos, de un hombre como
de toda la Iglesia, crezcan y progresen vigorosamente con el paso de las eras y
de los siglos; pero que sea solamente en su propio género, es decir, en el
mismo dogma, con el mismo sentido y el mismo entendimiento.” [Vincent of
Lerins, Commonitorium, §23:3] (Denz. 3020)
Luego, la
carta de Mons. Fellay dijo que ciertos conciliares y reformas post-conciliares
“no son consistentes con esa doctrina”
(la continuidad con la Tradición), justo como observó durante las discusiones
doctrinales.[4]
Además, la
carta continúa:
“La crisis (de la Iglesia) está atada
directamente a las reformas introducidas en nombre del Concilio: Nueva Misa,
nueva orientación ecuménica, nuevo ejercicio de autoridad por medio de
colegialidad, nueva doctrina en la libertad religiosa, etc. Los malos
frutos…que tienen sus raíces en el Concilio, más exactamente en los
silencios y equivocaciones de sus textos, su puerta abierta, su cambio de
aspectos o perspectiva, e incluso sus errores contra la doctrina de la fe.
c. Sobre el tema de una aplicación práctica.
Mons. Fellay
es realista cuando se pregunta, sobre la aplicación práctica del
Preámbulo: ¿Cómo pueden pedirnos una adhesión a “tesis siempre cambiantes y mal
explicadas”?
Además, si la
libertad de crítica, que es prometida a la Sociedad, excluye radicalmente la
posibilidad de criticar nuevos actos destructivos a la Iglesia, luego “la nueva situación (de un acuerdo) sería peor de lo que ya es ahora.”
Lógicamente,
él concluye en afirmar que, “nos
encontramos frente a la incapacidad de firmar este Preámbulo,
especialmente cuando se trata de la sustancia del texto y no sobre
detalles simples.”
¿Qué podemos
concluir de estas dos respuestas de Mons. Fellay y de su Preámbulo Doctrinal
(DP2) del 30 de Noviembre de 2011?
Estas dos
respuestas al Preámbulo Romano (DP1), por Mons. Fellay, a pesar de sus varias
deficiencias, siguen siendo, de alguna forma, correctas; al menos en sus
conclusiones.
Pero vale la
pena recordar que absolutamente todas las críticas que Mons. Fellay hizo sobre
el Preámbulo Romano en estas dos respuestas, no tienen peso, porque, como
podemos ver, tres meses después, el 15 de Abril de 2012, él redactó su propia
Declaración Doctrinal tomando 95% del mismo Preámbulo que acababa de
rechazar.
[1] No
hay obligación de obediencia al Papa en estos asuntos de gobierno prácticos
mientras no sea un buen líder de la Iglesia, esto es, mientras no defienda la
verdadera Fe. Sería imprudente comprometer el bien común, así como la seguridad
y la estabilidad, de aquellos que tienen la Fe para así satisfacer las órdenes
de un Papa que se comporta como un enemigo de la Iglesia al hacer que los
miembros pierdan su Fe.
[2]
Debemos señalar que, contrario a las acciones de Mons. Fellay, el Arzobispo
Lefebvre no hizo ningún “misterio” sobre los documentos que estaba
intercambiando con Roma. Incluso, algunas veces los abrió frente a los
seminaristas de Écône, como lo hizo con una carta que acababa de recibir de
Pablo VI durante una conferencia espiritual.
[3]
Nota: Es importante hacer notar aquí, que para ese tiempo (Enero 2012) Mons.
Fellay parecía permanecer firme en la línea dibujada por Mons. Lefebvre y la
Sociedad, al menos en términos de documentos
públicos. Es a ése “firme” obispo al que llamaremos “Fellay 1”, porque
después veremos aparecer (¿o salir a la luz?) a un más ambiguo y complaciente
“Fellay 2”; muy diferente al primero.
[4]
Mons. Fellay uso una expresión desgraciada cuando en una carta a Roma, del 12
de Enero de 2012, afirmó que el Magisterio tradicional “promulga varias
novedades,” porque, hablando estrictamente, el Magisterio de la Iglesia
Católica nunca promulga alguna “novedad”, pero au contraire, antes de la proclamación de un dogma, la Iglesia debe
estar segura que esa verdad fue siempre creída, al menos implícitamente.