31. Antes de juzgar al prójimo pongámosle en nuestro lugar, y a nosotros en el suyo; y seguramente nuestro juicio será entonces recto y caritativo.
32. Antes morir que pecar: pero si tenemos la desgracia de cometer un pecado, no por ello hemos de perder la esperanza, ni el ánimo, ni los buenos propósitos.
33. Antes morir que pecar; pero si tenemos la desgracia de cometer un pecado, antes hemos de perderlo todo que perder la esperanza, el ánimo y los buenos propósitos.
34. Antes perderlo todo que perder la confianza, el ánimo, la resolución de amar a Dios para siempre.
35. Aprendamos de una vez a amarnos en este mundo, de la misma manera que nos amaremos en el cielo.
36. Aprovechad las ocasiones que se ofrecen de hacer el bien; sucede con frecuencia que, dejando de hacerlo so pretexto de hacerlo mayor, no se hace ni uno ni otro.
37. Ascendamos siempre, sin cansarnos, hacia el Salvador, alejémonos poco a poco de los afectos terrenos y bajos.
38. Asistid con asiduidad a los oficios divinos públicos; de ellos sacaréis más fruto y consuelo que de vuestros ejercicios privados, porque la voluntad de Dios es que lo público prevalezca sobre lo privado.
39. Aspirad cada vez más a la perfecta comunión con Dios, y ese deseo os estimulará a ser cada vez más exacta con la observancia de las virtudes requeridas para contentarlo, entre las cuales la paz, la dulzura, la humildad y el dominio de sí mismo, tienen los primeros lugares.
40. Aunque el universo se trastornada de arriba abajo, no deberíamos turbarnos, porque el universo no vale tanto como la paz del alma.
41. Aunque estemos en la oración como una piedra, no importa, nuestra sola presencia es agradable a Dios pues es una muestra de nuestro amor filial a El.
42. Basta recibir los males cuando vienen, sin que hayamos de prevenirlos con un desmesurado temor, afligiéndonos de antemano.
43. Bienaventurados los corazones flexibles, porque no se romperán jamás.
44. Buena oración y buen modo de guardar la presencia de Dios es permanecer en su voluntad y en su beneplácito.
45. Bueno es mortificar la carne; pero vale mucho más purificar el corazón de sus afectos desordenados.
46. Buenos son los consuelos espirituales, y quien nos los da es perfectamente bueno; pero de esto no se infiere que seamos buenos los que lo recibimos.
47. Cada pasión se ha de corregir por su contrario: la vanidad por la seria reflexión sobre las miserias de esta vida; la cólera, pensando en las ventajas que trae la dulzura: y así en las demás.
48. Caridad, obediencia, necesidad; he aquí tres infalibles indicios de la voluntad de Dios, de lo que exige de nosotros.
49. Ciertamente es totalmente inútil confesarse de un pecado, por leve que sea, sin propósito de la enmienda.
50. Ciertamente no procuro ser tenido por sabio, ni hago ostentación de lo poco que sé.