Por la tarde del
28 de febrero de 1794, las columnas infernales de los republicanos cruzaron el
arroyo de Malnaye. Se toparon sorpresivamente con un anciano de 70 años, era el
padre Voyneau, cura de esa región, que sin temor a nada había salido al encuentro
pidiendo clemencia por sus parroquianos. Mientras entonaba cánticos
montfortianos, los soldados lo capturaron, lo ataron a un poste para torturarlo.
Primero le cortaron los dedos con los cuales había esbozado una bendición,
luego le cortaron la lengua para que dejara de invocar el nombre de Jesucristo
y finalmente le arrancaron el corazón, el cual aplastaron con unas piedras al
costado del camino.
Las columnas
infernales se fueron abriendo paso hasta la iglesia de Petit-Luc donde se había refugiado gran parte de los habitantes,
especialmente ancianos, mujeres y niños. Nada los detuvo, los republicanos
empezaron a disparar fusilando a diestra y siniestra todo lo que se movía en el
bosque, varios sobrevivientes fueron asesinados a punta de bayoneta incluyendo
niños y bebés. Ya cuando parecía que se retiraban, se escuchó un fuerte
cañonazo, que terminó coronando la matanza, pues la iglesia de Notre-Damme des Lucs se desmoró sobre
los indefensos refugiados, aferrados a sus rosarios, suplicaban sin cesar a la
Madre del Cielo. Días después el padre Barbedette fue al pueblo y encontró una
montaña de cadáveres entremezclados con escombros, estatuas decapitadas,
ornamentos quemados y cruces partidas. Identificó un total de 563 cadaveres,
110 niños entre recién nacidos y 7 añitos de edad. Por estos santos inocentes, se
le considera a Petic Luc el “Belen
vendeano”.
Ya más reciente a
mediados del siglo XIX el nuevo párroco de Les Lucs, el padre Jean Bart excavó
los montones de escombros de la iglesia cañoneada y encontró grande cantidad de
huesos precisos entrelazados con escapularios del Sagrado Corazón y de Rosarios
con los cuales, con los cuales estos piadosos cristianos se habían servido para
rezar sus últimas plegarias.
Tomado del libro: Pasión y Gloria de la Vendée