Cuando entraron los rojos en uno de los pueblos de Aragón, obligaron a un cristiano hornero a que echase en su horno todas las imágenes de los Santos de la parroquia.
Resistióse, con valentía el hornero.
No le valió; uno de los oficiales hizo astillas las imágenes, y le obligó a quemarlas en el horno.
Entre estas imágenes llevaron también un hermoso Sagrario que el oficial hizo pedazos, y se marchó.
Un hijo del hornero, de cinco años, notó entre el montón de leña un objeto que relucía, un cristal redondo. Lo tomó en sus manos y se dio cuenta de que era la caja de cristal que encierra la hostia consagrada que se coloca en la custodia. Todavía conservaba la sagrada Forma.
Va corriendo con su padre, y le dice: “Padre, ahí está Nuestro Señor”. No acababa de comprender el hornero las palabras del niño. Va al montón de leña y se puso a temblar.
“Toma, hijo mío, tómalo tú que eres un ángel”.
Lo cogió el niño con todo respeto y reverencia, y se lo llevó a su cuarto.
Durante el día le acompañaba todo el tiempo que podía. Durante la noche descansaba junto a Jesús.
El mismo día de la liberación del pueblo, fue el Señor cura a tomar la caja de cristal. Se formó una procesión devotísima hasta la iglesia. Vio, con sorpresa, que no se habían corrompido las sagradas Especies durante los dos años que había estado en el aposento del niño, y las consumió.
El niño se llama Antonio Peña, su padre José Peña Pallas, hornero del pueblo de Almolda, provincia de Zaragoza.
Milagros Eucarísticos