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lunes, 22 de octubre de 2018

DE CÓMO NUESTRO SEÑOR CELEBRÓ UNA MISA JUNTO A LOS CUATRO EVANGELISTAS


En honor de la Santa Misa vamos a relatar aquí como el mismo Jesucristo celebró con la mayor solemnidad la consagración de la capilla de Einsiedeln.

Ochenta años después de la muerte de San Meinrado, un piadoso ermitaño de familia de príncipes, llamado Eberhard, fue a suplicar a Conrado, obispo de Constancia, que fuese a consagrar la capilla del santo. Fue allá Conrado, y la noche que precedió a la ceremonia, al ir a la iglesia a orar, oyo un coro de espíritus celestes que cantaban las antífonas y responsos de la consagración. Entró y vio a un gran numero de angeles y a Nuestro Señor vestido con los ornamentos episcopales, desempeñando las funciones de oficiante. 

La estupefacción lo dejó inmóvil pero continuó observando con atención. Jesús empleaba las palabras y los ritos prescritos a los obispos por el pontifical para esta circunstancia. Los cuatro evangelistas permanecían continuamente detrás de El quitándole y poniéndole la mitra. Los ángeles colocados en circulo alrededor del altar incensaban con incensarios de oro. San Pedro cerca de su Maestro tenía el báculo; de pie a su lado San Jorge llevaba el hisopo. San Agustín y San Ambrosio servían al Señor de prelados asistentes; San Esteban tenía la caja de Santo Crisma; San Lorenzo la de los Santos Oleos; San Miguel desempeñaba el oficio de maestro de capilla, y los ángeles cantaban os versículos, los responsos y los salmos. La Madre de Dios, a quién se dedicó el altar y la capilla aparecía mas brillante que el sol, mas refulgente que la luz.

Cuando terminó la Consagración, Cristo tomo una casulla, subió al altar y comenzó una Misa solemne. San Esteban cantó la epístola, San Lorenzo el Evangelio y a los ángeles se les oía cantar dulces cánticos. He aquí como cantaban el Sanctus y el Agnus Dei:

Santo, Santo es el Señor. Dios Santo tened piedad de nosotros en esta iglesia consagrada a la Virgen. El cielo y la tierra están llenos de tu esplendor. ¡Hosanna! Glorificado sea el Hijo de María, cuyo reino es eterno y ha venido en el nombre del Señor. ¡Hosanna en las alturas! Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de los vivos que creen en Ti. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de los muertos y dales el descanso eterno.Cordero de Dios que cargas con el peso de los pecados del mundo concede en tu reino bienaventuradola paz a los vivos y a los muertos.

En el Dominus vobiscum ellos respondían: Que esta sentado por encima de los querubines y que su mirada penetra hasta el abismo.
Concluída la Misa, la corte celestial desapareció, y San Conrado, lleno de alegría y consuelo, quedó solo. En las cenizas que cubrían el suelo de la capilla consagrada, reconoció las huellas de los pies de Nuestro Señor, y en los muros, las señales de las unciones.

A la mañana siguiente, el clero y los demás asistentes querían que el obispo consagrase el oratorio. No puedo hacerlo, contestó, el cielo lo ha hecho ya. A pesar de esto se le obligó a empezar la ceremonia. Entonces una voz celestial que todos oyeron claramente, repitió tres veces: Detente hermano mío, Dios mismo ha consagrado esta capilla.

Renunció naturalmente a hacer la consagración y envió a Roma la narración de este hecho maravilloso. Que es el testimonio más autentico de la sublimidad de la Santa Misa, puesto que Nuestro Señor mismo se dignó celebrarla. ¡Quién hubiera podido estar en ese momento alado del obispo Conrado y haber podido admirar con él ese prodigio! ¡Cuán grande hubiera sido nuestro arrobamiento, nuestra delicia, nuestra devoción! Pero de todos modos debemos regocijarnos al sólo conocimiento de que Cristo celebró la Misa del mismo modo que es uso celebrarla entre nosotros!


 *Esta Consagración se verificó el 14 de Septiembre del año 948 y es relatada por el mismo obispo San Conrado en su libro De Secretis.