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lunes, 20 de junio de 2016

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESUS: R. P. ALTAMIRA (Bogotá, año 2016)



Queridos hijos:

 El viernes fue la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Colombia es un país que está consagrado al Sagrado Corazón. La liturgia católica permite hacer la “solemnidad” de esta fiesta el domingo siguiente. Por lo cual hoy, la Misa es del Sagrado Corazón. La semana pasada, en la Solemnidad de Corpus Christi, habíamos empezado a hablar sobre los efectos de la Sagrada Comunión en nuestras almas. Sin duda que el Sagrado Corazón no tendrá problema en que sigamos este tema. Lo haremos en su honor. Y puesto que el Sagrado Corazón es una de las expresiones del amor que nos tiene Dios Nuestro Señor Jesucristo, al intentar profundizar estos efectos de la Sagrada Comunión, al mismo tiempo intentamos profundizar la unión y el amor que podemos y debemos tener con Él. 

La semana pasada habíamos dicho tres efectos: (1) La Sagrada Comunión nos une íntimamente con Dios Nuestro Señor Jesucristo. Detrás de esto, habíamos repetido la profundidad de las palabras de Cristo “el que comulga «ESTÁ EN MÍ Y YO EN ÉL (Jn 6,56)»”.

Una enseñanza práctica muy importante: Bastaría una sola Comunión ardientemente recibida para remontarnos a la cumbre de la santidad. (2) 

En segundo lugar, dijimos que la Sagrada Comunión borra pecados veniales, y que en determinadas circunstancias puede perdonar incluso pecados mortales (cuando se va a comulgar con buena fe, sin conciencia de tener pecado mortal, por olvido, por no recordarlo). (3) 

El tercer efecto: La Sagrada Comunión remite o perdona la pena temporal que debemos por nuestros pecados. Dicha pena se debe pagar en ésta o en la otra vida. Y así, en cuanto al Purgatorio: Una sola Comunión bien hecha debería bastar para librarnos totalmente de la pena que debemos pagar por nuestros pecados y evitarnos el Purgatorio entero. Pero el grado de pena perdonada depende de nuestras disposiciones al comulgar. Cuántas cosas tan importantes para tener siempre en cuenta. Pero sigamos adelante. 

 La Sagrada Comunión nos une íntimamente con toda la Santísima Trinidad. Es una consecuencia necesaria y derivada del hecho de que en Hostia Consagrada esta Cristo entero, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Y puesto que las tres divinas personas son inseparables, donde está una de ellas, están necesariamente las otras dos. Estando Jesucristo -Dios Hijo- en la Comunión, también está Dios Padre y Dios Espíritu Santo; toda la Trinidad. El alma que está en gracia, es siempre y en todo momento templo vivo de la Santísima Trinidad, la cual inhabita en el alma: “Jesús respondió y dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada” (Jn 14,23). 

“Templo de Dios vivo somos nosotros, según aquello que dijo Dios: Habitaré en ellos y andaré en medio de ellos; y Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2 Cor 6,16). La Sagrada Comunión perfecciona y arraiga más esta inhabitación trinitaria en el alma. Un autor nos enseña: “dice Santo Tomás, «por la gracia la Trinidad entera es huésped del alma». Sin embargo, esto es más cierto en el momento de la Comunión, porque en ese momento viene Jesús a nosotros […] para comunicar esta vida que Él tiene del Padre. El que come este pan tendrá la vida… 

Así como el Padre, que me ha enviado, vive, y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí (Jn 6,58). El alma del que comulga llega a hacerse como el cielo de la Trinidad. En mi alma, como en el cielo, enuncia el Padre su eterna Palabra, engendra a su Hijo… en mi alma, el Padre y el Hijo cambian sus mutuas ternuras, se mantienen en este lazo inenarrable […] y su amor se exhala en ese soplo abrasador, torrente de llama, que es el Espíritu Santo” (Padre Bernardot OP, “De la Eucaristía a la Trinidad”, I n. 3). Toda la Trinidad está en nuestras almas cuando comulgamos.

La Sagrada Comunión nos une también con todos los miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo, es decir, de la Iglesia Católica. San Pablo dice: “El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, muchos somos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan” (I Cor 10, 16-17). 

Esto es la común unión, de allí viene la palabra “Comunión”: Común unión de Cristo con sus miembros, común unión de los miembros entre sí. La razón es porque todos los miembros vivos están injertados en Cristo, formando con Él el organismo viviente de su Cuerpo Místico o Cristo total. La Comunión nos une con Cristo, nuestra Cabeza, y es imposible unirse con Él y no unirse al mismo tiempo con todos los miembros. Por eso, la Sagrada Comunión es el gran signo o sacramento de la unidad (San Agustín), y lo que lleva a su perfección el deseo de Cristo: 

“Que todos sean uno… a fin de que sean consumados en la unidad” (Juan 17,21-23). ¿Quiénes son los miembros vivos del Cuerpo Místico o de la Iglesia Católica? (1) En primer lugar, la Santísima Virgen María. La Sagrada Comunión nos une íntimamente a Ella. No sólo porque es la Madre de Dios y el miembro más excelso de su Cuerpo Místico, sino también porque en la Hostia Consagrada hay algo que pertenece a María: La carne de Jesús se formó de las entrañas de María. Un autor dice: Cuando comulgamos a Cristo “también comulgamos a María”. (2) En segundo lugar, los ángeles. Cuya cabeza es Cristo aun en cuanto hombre. La Sagrada Hostia es llamada panis angélicus, pan de los ángeles. 

Los ángeles se nutren de la contemplación y goce fruitivo del Verbo Eterno, y es ese mismo Verbo Eterno, Jesucristo, el que en la Sagrada Comunión es entregado a nosotros como manjar.2 (3) Los bienaventurados del Cielo son miembros vivos: Iglesia Triunfante. Ellos experimentan un gozo indecible al vernos comulgar (lo ven todo reflejado en el Verbo), y se unen íntimamente a nosotros en el momento en que la Comunión nos une así con la Cabeza. (4) Las almas del Purgatorio, o Iglesia Purgante, son también miembros vivos. Ellos esperan la ayuda de nuestros sufragios. No hay otro medio más íntimo de unirnos con nuestros difuntos que ofrecer una Santa Misa o recibir la Comunión. Con ello nos unimos a ellos en forma bien real, les damos alivio en sus penas y aceleramos la hora de su liberación para el Cielo. (5) 

Y al comulgar nos unimos con todos los católicos del mundo que están en estado de gracia. Es una unión espiritual de almas respecto de la cual no hay una idea humana cabal3 . Es el dogma de la comunión de los santos. 

El tercer efecto: La Sagrada Comunión nos aumenta la gracia santificante en el alma. Todos los Sacramentos dan la gracia. Pero la Sagrada Comunión lo hace en grado sumo, ya que contiene la fuente misma de la gracia, que es Dios Nuestro Señor Jesucristo. Mas es importante no olvidar que el grado de gracia depende de nuestras disposiciones al comulgar. 

La gracia propia de la Eucaristía se llama gracia cibativa o nutritiva porque se nos da a manera de alimento que conforta y vigoriza nuestras almas. Santo Tomás de Aquino advierte que la Sagrada Comunión produce en nuestras almas los mismos efectos que el alimento material produce en nuestros cuerpos: “todo lo que hacen el manjar y bebida materiales en la vida del cuerpo, a saber: sustentar, aumentar, reparar y deleitar, lo hace este sacramento en la vida espiritual” (III, 79,1). El manantial y la fuente de la gracia es Dios Nuestro Señor Jesucristo. Sin la unión con Cristo, al menos en el deseo, “in voto”, nadie puede tener la gracia. En cualquier forma y de cualquier manera que se reciba la gracia, allí está implícito el deseo de la Comunión, allí está implícita la unión con Cristo. Todos los Sacramentos se ordenan a la unión con Cristo, pero ésta se consigue plenamente en la Sagrada Comunión.

Para terminar, volvemos al Sagrado Corazón de Jesús. Alguna vez el Padre Castellani tuvo conceptos muy hermosos sobre el Sagrado Corazón. Decía algo así: El Sagrado Corazón es el amor de Dios, de Cristo, hacia los hombres, pero “visto desde adentro”, un amor infinito, pero “un amor no correspondido”. Al igual que lo que se expresa con el Sagrado Corazón, la Sagrada Comunión es un amor con Dios, es o debe ser unión de amor, unión con el Sagrado Corazón. Mas esperamos no sea “la de un amor no correspondido”, sino la unión de alguien o de algunos que nos sabemos miserables, pero que queremos amar a Dios, y amarlo mucho. Todo lo que Dios es, todo lo que nos ha enseñado, todo lo que Dios ha hecho, todo lo que nos ha dado, ¡todo ese amor!… frente a todo lo que no nos importa Dios, todo lo que no sabemos de Dios ni de su Religión, todo lo que no valoramos de Él, todo lo que pecamos, todo lo que no le amamos. 

La nada y el Creador. La nada y el Todo. Y a pesar de todas estas cosas, a pesar de toda esa ingratitud, Dios, el Sagrado Corazón de Jesús, sigue esperándonos, sigue amándonos, sigue ofreciéndonos su amor. Colombia (país consagrado al Sagrado Corazón), el mundo entero, cada vez más y más se alejan de Dios Nuestro Señor Jesucristo. No puede ser que todo lo nombrado sean los hechos, “los hechos de Dios” hacia el hombre, no puede ser que todo ello sea Verdad, no puede ser que yo lo sepa, no puede ser que yo sea consciente de ello, y que no haya contrapartida de mi parte, que “la nada” no tenga reciprocidad con Dios, con su amor. No puede ser que uno viva como si todas esas realidades no fuesen tales, que yo viva envuelto en mi antiDios, en mis pecados, incoherencias, flojeras, etc. Quiera el Sagrado Corazón, quiera la Santísima Virgen, darnos el que lo que Dios hizo no sea vano, que no sea vano en nosotros, y que le devolvamos nuestro amor, hasta el fin. 

AVE MARÍA PURÍSIMA. 

1 Seguimos en esto al Padre Antonio Royo Marín OP, en su libro “Teología Moral para seglares”, Tomo II, página 205ss, ediciones de la BAC, año 1958.
2 El Padre Royo Marín enseña aquí que los ángeles se relacionan de distinta manera con Cristo, ya que sólo los hombres fueron redimidos por Él.
 3 Los católicos que están en pecado mortal, si conservan la Fe y la Esperanza informes, pertenecen de algún modo al Cuerpo Místico –radicalmente se dice en teología-, pero pertenecen como miembros muertos o ramas secas, en gran peligro de eterna condenación. Los paganos, infieles y herejes no son miembros en acto, sino únicamente en potencia, en cuanto están llamados a la conversión. Los demonios y los condenados no lo son ni siquiera en potencia, por su eterna desvinculación con Cristo.