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lunes, 10 de marzo de 2014

LA CRUZADA POR LA LIBERTAD RELIGIOSA EN MEXICO: La guerra cristera (4a parte)

LA CRUZADA POR LA LIBERTAD RELIGIOSA EN MEXICO: La guerra cristera (4a parte)


d) La ruptura definitiva y cesación del culto en las Iglesias. (1926)
Por otro lado el 14 de Julio el Comité episcopal aprobó el proyecto de boicoteo económico que meses antes le había propuesto la liga, mientras enviaba al Vaticano la decisión a la que habían llegado que decía: "El comité Episcopal ha resuelto hacer un esfuerzo supremo para conservar la vida de la Iglesia, y emplear el único medio que cree eficaz, y que consiste en que, unidos todos los obispos, protesten contra ese decreto declarando que no pueden obedecer y que no obliga en conciencia, y suspender el culto público en toda la nación por no poderse ejercitar conforme lo piden los sagrados cánones y la estructura divina de la Iglesia."
El 23 de Julio llegó la contestación de Roma en estos términos: "S.S. condena ley a la vez que todo acto que pueda significar o ser interpretado por el pueblo fiel como aceptación o reconocimiento de la ley. A tal norma debe acomodarse el Episcopado Mexicano en su modo de obrar, de suerte que tenga la mayoría y hacer posible la uniformidad y dar ejemplo de concordia."
Al siguiente día, con la aprobación de del Vaticano, el Comité Episcopal decidió la publicación de la pastoral colectiva anunciando la suspensión del culto cuando el decreto de Calles entrara en vigor o sea el 31 de Julio de 1926. El 25 del mismo mes se publicó la carta que decía: (La Cristiada tomo 2 pág. 266)(Art. pág. 11 y 12)
El Gobierno no queriendo dar el brazo a torcer y deseando llevar el conflicto hasta sus ultimas consecuencias, contestó con una circular de la Secretaría de Gobernación en estos términos: "Tiene conocimiento el ejecutivo de que el clero católico, como alarde de rebeldía y una demostración de desconocimiento a los preceptos constitucionales, a dispuesto suspender al servicio del culto público religioso a partir del 31 del corriente mes, fecha en que entrará en vigor la ley reformatoria del Código Penal, promulgada el 2 de julio en curso.
Como el Ejecutivo considera esta medida como una nueva maniobra del clero para desvirtuar la vigencia de la Ley Suprema de la República, agitar la opinión pública y procurara que surjan alteraciones del orden, por acuerdo del C. Presidente recomiendo a usted dicte la disposiciones que crea necesarias para que la ley... sea respetada y acatada por todos." Tan mal cayó esta circular en el ánimo del pueblo católico que ya se preveía una violenta reacción por eso dijo Calles: "Creo que estamos en el momento en que los campos van quedar deslindados para siempre; la hora se aproxima en la cual se va a librar la batalla definitiva, vamos a saber si la revolución ha vencido a la reacción o si el triunfo ha sido efímero."
Cuando el pueblo católico se entero de la suspensión del culto religioso, nadie daba crédito a lo que oía, les parecía una horrible pesadilla algo similar al fin del mundo. Difícil nos sería describir la conmoción que generó, tal suspensión, en los corazones de estos católicos mexicanos, esta conmoción se sentía y se palpaba tanto en el ámbito social como en el familiar. Un contemporáneo describe la situación de la siguiente manera: (Tomado de la Cristiada de Jean Meyer pág.95.)
"Desde el día en que el Episcopado anunció su decisión de suspender el culto publico, empezó a ir gente con el fin de arreglar sus conciencias, no obstante que era tiempo de que andábamos en el beneficio de la labor, es decir, trabajando la tierra. Cada día que pasaba era más la apretura(concurrencia) de gente en el pueblo, de todos los ranchos(caseríos) circunvecinos acudía gente, en todos los pechos se escuchaba zozobra en todos los semblantes se veía palidez, en todos los ojos se veía tristeza y las gargantas se detenían para pronunciar palabra(sensación de angustia) y no era otra la pregunta más que ¿a que se debe esto? y ¿porque cierran la Iglesia, que es lo que pasa? y solo se contestaba: pues quien sabe, yo no sé. En dicha parroquia había tres sacerdotes pero fueron insuficientes para confesar a tanta gente, no tenían tiempo ni descanso para ir a tomar sus alimentos, pasaban los días desde muy temprano hasta muy altas horas de la noche sentados en los confesionarios, pero no les fue posible confesar a aquella multitud. Los días y las horas transcurrían y pasaban y se esfumaban. Y la gente cabizbaja y pensativa, que no acataban, no aceitaban, no les cabía en el juicio (no comprendían).. .había caído como un rayo en todos los corazones en todas las mentes... pero no había remedio había que obedecer. Pero no era solo esto: la ley arbitraria dictada por Plutarco Elías Calles no terminaba ahí, en cerrar los templos, sino que tenía que salir de ahí Dios, aunque El había dicho: "He aquí que Yo estaré con vosotros por los siglos de los siglos" Esa promesa se había de quebrantar, tenía que irse a los bosques, tenía que abandonar su casa, así como El un día hecho a los mercaderes del templo diciéndoles: "Mi casa de oración", y un día tuvo que dejarla y huir como un criminal porque Calles lo había dicho. Se cerró el templo, el sagrario quedó vacío, ya no esta Dios ahí, se fue a ser huésped de quien gustaba darle posada ya temiendo ser perjudicado por el gobierno; ya no se oyó el tañer de las camparas que llaman al pecador a que vaya a hacer oración. Sólo nos quedaba un consuelo: que estaba la puerta del templo abierta y los fieles por la tarde iban a rezar el rosario y a llorar sus culpas. El pueblo estaba de luto, se acabo la alegría, ya no había bienestar y tranquilidad, el corazón se sentía oprimido y, para completar todo esto, prohibía el gobierno la reunión en la calle como suele suceder que se para una persona con otra, pues esto era un delito grave.”

e) Primeros levantamientos:

“De sobra se que lo que va a comenzar para nosotros ahora es un calvario. Dispuestos hemos de estar a coger y a llevar nuestra cruz. A Uds., que han querido espontáneamente batir la masa y afrontar conmigo las más difíciles situaciones, los he llamado para plantearles ahora con crudeza el problema tal cual es. Si los convido en este momento a continuar la tarea, no quiero que alguno este engañado acerca del alcance que tiene la invitación: los convido a sacrificar su vida para salvar a México. Siento la sagrada obligación de no engañar, yo, que soy aquí el responsable de la decisión de todos. Si me preguntará alguno de Uds., que sacrificio le pido  para sellar el pacto que vamos a celebrar, le diría dos palabras: TU SANGRE. El que quiera seguir adelante, dejen de soñar con curules, triunfos militares, galones, brillo, victoria y dominio sobre los demás. México necesita una tradición de sangre para cimentar su vida libre de mañana. Para esa obra está puesta mi vida y para esa tradición les pido la vuestra.” (Anacleto González Flores.)
Con estas sentidas palabras y muy actuales abrimos el ciclo de la guerra Cristera propiamente gesta heroica realizada, gracias a la Providencia, allá por el año de 1926.
   La cesación del culto y el cierre de las Iglesias fue, sin duda, un factor determinante. La jerarquía eclesiástica quizá, con esta medida, esperaba este resultado, pero ya no se podían detener. por otro lado, los movimientos armados que comenzaron a levantarse en varios estados de México ante el endurecimiento de la posición del gobierno con relación a la Iglesia. Los famosos inventarios hechos a las Iglesias fue la mecha que provoco este gran incendio. Los levantamientos armados Cristeros en defensa de la fe, cronológicamente se dieron de la siguiente manera:

LOS LEVANTAMIENTOS ARMADOS. (Julio de 1926 a Enero de 1927)

  Desde mediados de julio de 1926 hasta Enero o febrero de 1927 los movimientos armados cristeros, integrados principalmente por gente de las aldeas y poblados, no tenían una organización militar definida, fueron muchos los grupos que se levantaron por aquí y por allá, pero actuaban de manera aislada sin coordinación entre ellos, razón por la cual el gobierno, mejor organizado y bien pertrechado, en un principio no les dio importancia pues bastaba con una campaña bien organizada para acabar con ellos. Además los federales tenían otro elemento a su favor, la mayoría de los dirigentes cristeros no eran militares de carrera. Es verdad que muchos de ellos militaron en su momento con Francisco Villa o Emiliano Zapata pero no tenían los conocimientos necesarios para sostener una batalla frontal contra las tropas enemigas.
A pesar de todos estos inconvenientes confiando más en la providencia, conscientes de que la defensa de la fe católica era una causa justa y necesaria y su defensa una santa obligación se lanzaron al campo de batalla, dejando sus hogares y sus tierras,  cual otros macabeos en varios estados del territorio mexicano. Aquí sólo citaremos los levantamientos de mayor importancia:

a) ESTADO DE ZACATECAS

El 14 de Agosto por la noche fue detenido el párroco de Chalcahuites Zacatecas el padre Luis Bátiz Sáinz junto con Manuel Morales y otros dos jóvenes, por tropas del gobierno. Al amanecer del día siguiente fueron sentenciados a muerte. Antes de que los fusilaran el padre Bátiz Sáinz dijo a los asesinos: “Yo le doy mi vida, disponga de ella, pero le pido por amor de Dios, por caridad, que no les haga nada a estos jóvenes. Mire: éste Manuel Morales, es casado, tiene su esposa sus tres hijitos pequeñitos. Éstos dos jóvenes son el sostén de sus familias, tienen a sus madres ancianas, que no cuentan con más apoyo que ellos.’ Entonces el propio Manuel Morales Cervantes, recusando su indulto, interviene con estas palabras: "‘Mire: señor Cura, con gusto doy mi vida y se la entrego a Dios. Yo muero. Dios no muere, Él Cuidará de mi esposa y de mis hijitos. ¡Que se haga la voluntad santísima de Dios!" El Párroco respondió: "Moriremos por la causa de Dios. No importa, otros verán el triunfo. Dios no muere. ¡Viva Cristo Rey.”[1]
Ese mismo día, era día de mercado, llegó al pueblo don Pedro Quintanar, comerciante en ganado, hombre de mucha influencia en la región pues había sido jefe de la gente que defendió a la región de las bandas villistas, de 1914 a 1920 y conocedor de armas. El pueblo acudió a él para suplicarle que rescatara de los enemigos al padre Batíz, pero el padre ya había sido fusilado. A esos asesinos les tendió una emboscada a la salida del pueblo muriendo muchos de ellos. Este triunfo de don Pedro Quintanar acelero el levantamiento que Aurelio Acevedo y sus amigos venían fraguando desde el primero de agosto. El gobierno, conociendo la autoridad de don Pedro Quintanar en la región, movilizó a los agraristas y requisó las armas y los caballos de los campesinos. Esta medida propicio un levantamiento inmediato “pues no convenía que los agrarios nos quitaran las pocas armas que teníamos.” Mas tarde se le unió Aurelio Acevedo quien le propuso el mando de las tropas, Quintanar acepto el ofrecimiento. Su mujer quiso disuadirlo, pero él le contesto con estas palabras: “Tengo un compromiso con la virgen de Guadalupe.” La otra causa del levantamiento lo constituyo el impío manifiesto callista puesto en el templo de Huejuquilla que decía entre otras cosas: “El 31 de Julio de 1926 tendrán que ser cerrados todos los templos de la República Mexicana y los sacerdotes tienen que ser expulsados a otros países.
Articulo 1.: Todo encargado de un templo, si repica las campanas, sera multado con cincuenta pesos y un año de prisión.
Articulo 2º.: Toda aquella persona que enseñe a rezar a sus hijos la misma pena.
Articulo 3º.: En toda aquella casa en que haya santos, la misma pena.
Articulo 4º.: Toda aquella persona que porte insignias en su cuerpo por igual.”
Del mismo tono eran los restantes artículos. Por supuesto el pueblo no acato lo dispuesto en el manifiesto, he aquí sus palabras: “Bueno luego que vimos dicho manifiesto, nos dijimos: pues ciertamente el gobierno espera que se respete, pero en tales y cuales cosas esto no nos conviene, y primero saltan pedazos de gente que se haga lo que el gobierno diga.
Inmediatamente nos reunimos para ver cómo le hacíamos y opinar cómo le podríamos hacer, y tomamos el parecer a toda la gente, si eran de conformidad para defender la religión, y dijimos que sí, que estabamos dispuestos a pelar hasta morir...”[2]



[1] El Clamor de la Sangre, Blanco Gil pág. 269.  
[2] Meyer/ Aurelio Acevedo