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domingo, 24 de marzo de 2019

MIRADAS CON QUE JESUS NOS MIRA



 He observado que muchos favores y  milagros del Evangelio fueron otorgados, más que a la Fe de los que lo pedían, a la ternura con que se trataba al Corazón de Jesús.

  Pregunto: Si Lázaro no hubiera tenido hermanas tan tiernas para con Jesús, ¿hubiera resucitado? Yo creo que no. La resurrección de Lázaro y las lágrimas con que Jesús ablanda la piedra de su sepulcro son el fruto de la ternura para con Él.

  Una comprobación de esta eficacia nos da la Sagrada Liturgia de la Misa, en los besos que al altar, al libro del Evangelio y a la patena da el sacerdote mientras celebra.

  Fijaos: cada beso va acompañado de la petición de un gran favor para sí y para la Iglesia, como remisión de pecados,  participación de bendiciones y gracias, etc.

  Besando: ¿no es así como sacan los pequeñuelos de sus madres cuanto quieren?...

  Jesús en el Sagrario quiere que le lloren y compadezcan porque habla y  no es oído, espera y nadie acude, llama y es despreciado…
  El Corazón  de Jesús, a pesar de su inmovilidad y silencio aparentes en el Sagrario, no está ni ocioso ni callado.

  ¿Cómo vamos a saber lo que dice y hace Jesús en el Sagrario? ¡En el Evangelio! El Evangelio es el retrato de Jesucristo por fuera y por dentro, es la misma tercera persona de la Trinidad augusta la que se ha cuidado de velar por la exactitud y verdad de ese retrato del Hijo de Dios hecho hombre.

  Pensemos, venir del cielo todo un Dios para estar en el Sagrario y hacer el milagro más estupendo de sabiduría, poder y amor para poder llegar hasta la ruindad del hombre, quedarse quieto, callado y hasta gustoso, lo traten bien o lo traten mal, lo busquen o lo desprecien, lo alaben o lo maldigan…

  Sabedlo, demonios que queréis perderme, enfermedades que ponéis tristezas en mi vida, contrariedades, desengaños, que arrancáis lágrimas a mis ojos y gotas de sangre a mi corazón, pecados que me atormentáis con vuestros remordimientos, sabedlo que el Fuerte, el Grande, el Magnífico, el Suave, el Vencedor, el Buenísimo Corazón de Jesús está aquí, aquí, en el Sagrario mío!!!
Sabed que yo estoy todos los días con vosotros hasta la consumación de los siglos.

  El Corazón de Jesús en el Sagrario me mira, me mira siempre. Me mira en todas partes. Me mira como si no tuviera que mirar a nadie más que a mí. ¿Por qué? Porque me quiere.

  Nuestro Señor Jesucristo tiene tres miradas. Una es la mirada que tiene para con los amigos que no han caído. Otra es para los amigos que  han caído, pero que quieren levantarse y la otra para los que cayeron y no se levantarán porque no quieren.

  Con la primera mirada el Corazón de Jesús envuelve a las almas inocentes y sencillas.
   La segunda mirada tiene por escenario el patio del Sumo Sacerdote. El Reo ha mirado al amigo que caía. Mirada de recuerdos de beneficios recibidos, de reproches que duelen y parten el alma de pena, de invitación a llanto de perdón.

  La tercera mirada ¡qué desoladora! ¡qué triste debe ser la mirada de Jesús sobre un alma que se condenará!
 ¿Con cuál de estas tres miradas seremos mirados?

  ¿Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario?
  Manuel González
  Obispo de Palencia
  1937