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miércoles, 27 de marzo de 2019

Ejercicio para unir nuestros padecimientos con los de Cristo


FUENTE
Porque sería larga escritura poner ejercicio a todas las cosas que hacemos, bastarán éstas para dar la forma; pues son las más ordinarias. (Si a mayor cumplimiento quisiere usar de estos bienes extraordinarios que se siguen en todo será Dios servido.)
 Cuando esté en pie. Ofrecerle pensando cuando el Señor estaba en pie delante los jueces.
Cuando esté sentado. Ofrézcase a cuando estando Cristo sentado se burlaban diciendo: «Ave rex Iudeorum».”Salve, Oh rey de los judíos”
 Cuando camine. Ofrézcase cuando el Señor caminaba por los caminos de Samaría y del monte Calvario.
Cuando está cansado. A cuando el Señor fatigado del camino se sentó junto a un pozo.
Cuando visita a los enfermos. A cuando el Señor visitaba y sanaba.
Cuando son criticadas nuestras buenas palabras. Ofrézcase a cuando le contradecían sus santas palabras, murmurando porque decía: “Destruid este templo y Yo lo reconstruiré en 3 días” “en verdad os digo, antes que Abraham fuese creado,
existo Yo”.
Cuando somos mal respondidos. A cuando le dijeron: “¿Así respondes al Pontífice?” dándole una bofetada, hiriendo en aquel Sacratísimo rostro, espejo de los ángeles y consolación de los santos.
Cuando padecemos hambre. A la que quiso padecer en el desierto.
 Cuando sentimos frío. Al que pasó en el pesebre cuando nació.
Cuando tenemos sed. A la que tuvo en la cruz cuando dijo: «Sitio».”Tengo sed”
Cuando nos despiertan estando con sueño. A cuando le despertaron en la barquita estando durmiendo.
  Cuando nos dejan nuestros amigos en las necesidades. A cuando fue abandonado de sus discípulos.
  Cuando nos apartamos de nuestros amados. A cuando se despidió de su bendita Madre.
Cuando son murmuradas nuestras buenas obras. A cuando, lanzando los demonios, decían que en virtud de Belcebúch echaba los demonios.
Cuando nos suceden cosas de afrentas y vergüenzas públicas. A cuando le sacó Pilato al pueblo diciendo: Ecce Homo.
Cuando falsamente somos acusados o reprendidos. A las informaciones falsas que recibieron en casa de Caifás.
Cuando nos hacen agravio e injusticia. A la sentencia injusta que le dieron.
Cuando padecemos graves enfermedades o dolores. A los que padeció en los azotes, en la coronación de las espinas y en la cruz, y así desde la cabeza a los pies fue herido para que, en cualquier parte de nuestro cuerpo que sintamos dolor, tengamos a qué ofrecerle.
Finalmente, cuando nos viéremos en el artículo de la
muerte, ofrezcamos nuestro espíritu a cuando dijo a su Padre:  “En tus manos encomiendo mi espíritu”, y ofreciendo nuestra vida por su muerte mereceremos vivir con él en su gloria. Amén.