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sábado, 23 de noviembre de 2019

MARTIRIO DEL PADRE PRO (23 NOVIEMBRE 1927)

Plegaria escrita por el Padre Pro el 13 de noviembre de 1927:

“¡Déjame pasar la vida a tu lado, Madre mía, acompañado de tu soledad amarga y tu dolor profundo…! ¡Déjame sentir en mi alma el triste llanto de tus ojos y el desamparo de tu corazón!

   No quiero en el camino de mi vida saborear las alegrías de Belén, adorando entre tus brazos virginales al niño Dios. No quiero gozar en la casita humilde de Nazaret de la amable presencia de Jesucristo. ¡No quiero acompañarte en tu Asunción gloriosa entre los coros de los ángeles!
   Quiero en mi vida las burlas y mofas del Calvario; quiero la agonía lenta de tu Hijo, el desprecio, la ignominia, la infamia de su Cruz. Quiero estar a tu lado, Virgen dolorosísima, de pie, fortaleciendo mi espíritu con tus lágrimas, consumando mi sacrificio con tu martirio, sosteniendo mi corazón con tu soledad, amando a mi Dios y a tu Dios con la inmolación de mi ser”.

   El 23 de noviembre de 1927 el Padre Pro se coloca en el lugar que se le designa, de frente al pelotón. El mayor Torres le pregunta si desea alguna cosa: -Que me permitan rezar –responde.

   Se postra de rodillas, se santigua lentamente, cruza los brazos sobre el pecho, ofrece a Dios el sacrificio de su vida, besa devotamente el pequeño crucifijo que tiene en la mano y se levanta.
   Rehúsa ser vendado y se vuelve de cara a los espectadores y soldados, y los deja atónitos con su serenidad.

   En una mano aprieta el crucifijo, en otra el rosario. Extiende los brazos en forma de cruz, levanta los ojos al cielo.
-¡Viva Cristo Rey!

   Hace la señal a los soldados de que está dispuesto. Resuena una descarga cerrada y cae con los brazos extendidos. Un soldado se le acerca y le da el tiro de gracia en la sien. Eran las 10:38.

   A  las 4:00 sale el cadáver del Padre Pro, en hombros de varios sacerdotes. Por todas partes resonaban aplausos y gritos de ¡Viva Cristo Rey! De los balcones caía copiosísima lluvia de flores. En las calles las gentes de arrodillaban.

   Espontáneamente la multitud se puso a rezar el rosario. Más de 20,000 personas esperaban en el panteón. Se depositó el cadáver del Padre Pro en su nicho y, entretanto, todos los asistentes guardaron respetuoso silencio.

   A lo lejos se oyó una voz firme que entonaba el conocido cántico:
   Tú reinarás, ¡oh Rey Bendito!
   Pues Tú dijiste reinaré.
   Y toda aquella multitud derramando lágrimas respondió:
   Reine Jesús por siempre,
   Reine su Corazón,
   En nuestra patria, en nuestro suelo,
   Que es de María la nación.

   La multitud emprende el camino de regreso hacia la ciudad. Los cánticos y vivas llenan el espacio. Desde las ventanas de su Castillo, pudo ver el presidente Calles desfilar a sus enemigos vencedores, que cantaban:
-¡Viva Cristo Rey!
   De la misma manera, hace diecinueve siglos, pasaban delante de Nerón los primeros cristianos, que venían de ver morir a sus hermanos.
   “Dios quiere que aceptemos todo lo que nos pasa como venido de Su Santísima mano. La mayor santidad consiste en cumplir su voluntad”. Padre Pro
   “Una cosa que le dará mucha alegría, es saber que, mientras más desolados y solos nos encontramos, más cerca de nosotros está Cristo Jesús”. Padre Pro
   “Óyeme. Los últimos escalones de una subida difícil son los más costosos, el último esfuerzo de un corredor para llegar a la meta es el más arduo… y tú que estás a punto de coronar la obra, emprendida con tanta abnegación ¿desfallecerás? ¡Hijitos míos, nos dice Jesús, no los dejará huérfanos! ¡Yo estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos! Si esta promesa es siempre verdadera, dime: ¿no será cierta en el momento más difícil de nuestra vida? Escucha a Nuestro Señor que te dice: Yo estoy contigo porque me amas. Sigue esa calle de la amargura; sube al Gólgota del vencimiento, muere conmigo en la cruz del amor, porque la blanquísima luz de la resurrección va a brillar muy pronto en tu alma…”  Padre Pro