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lunes, 14 de septiembre de 2015

MONASTERIO SAN JOSÉ: Boletín informativo Agosto - Septiembre del 2015





Estimados amigos y benefactores: 

La oración, la penitencia, y la vigilancia nos apremian a cada uno de nosotros hoy más que nunca en medio de la crisis sin precedentes que vivimos y que azota a la Iglesia Católica, a la FSSPX y por lo tanto a todo el mundo entero, visualizándose por lo mismo, por todos lados, un castigo inminente de proporciones insospechadas. La Iglesia Conciliar desde el Vaticano II, hace ya 50 años, ha optado por incorporar los falsos principios de la Revolución a su doctrina como su propia herencia; principios ya condenados multitud de veces por la Iglesia Católica por su Magisterio infalible. 

Han pasado ya cincuenta años de apostasía, de traición; 50 años de haber destronado a Nuestro Señor Jesucristo y de haber puesto al hombre y su “sagrada” libertad en su lugar. Ahora Francisco convoca a un jubileo “santo” para conmemorar estos 50 años de apostasía. Y para colmo de males, la misma FSSPX, el que era el último bastión organizado de defensa de la fe hasta hace algunos años, se ha unido a los festejos de los enemigos de Cristo, llamando también a este año “santo”(DICI, comunicado de la casa general, 1 de Septiembre 2015), aceptando además el “regalo” que les ofreció Francisco por este jubileo, de ser contados como parte de la Iglesia Conciliar, borrando el estado de necesidad real que ha creado la apostasía de la Roma modernista. 

Al realizar estos actos, la FSSX ha canonizado como “santo” al Vaticano II y ha puesto la etiqueta de católica a la nueva Iglesia masónica apostata Conciliar. Con este acto de ceguera y compromiso traidor, la FSSPX se ha unido a la destrucción de la Iglesia Católica por omisión y por comisión. Alejémonos de todos estos traidores al reinado social e individual de Nuestro Señor Jesucristo para no ser partícipes de su pecado, vigilando sobre la defensa de la fe, con oración asidua para encontrar nuestro refugio, fortaleza y consolación debajo de los sagrados corazones de Jesús, María, y José. Y hagamos frutos dignos de penitencia para que ayudemos a Jesucristo a reconquistar su Reino desde el madero de la Cruz a través de nosotros: “Regnabit a ligno Deus” (Dios reinó desde el madero de la Cruz), para que podamos escapar sino ya al castigo temporal inminente, por lo menos escapar al castigo del fuego eterno del infierno. 
Con nuestras oraciones y la santa bendición. Padre Prior y la comunidad benedictina del Monasterio San José 



Avisos sobre la vocación religiosa
 De los medios para conservar la vocación San Alfonso Maria de Ligorio

 El que desea obedecer fielmente a la voz de Dios debe determinarse, no sólo a seguirla, sino a seguirla sin demora y cuanto antes, si no quiere exponerse a grave riesgo de perder la vocación. Tres son los medios más principales para custodiar la vocación: secreto, oración y recogimiento.

1. Del Secreto. 

Ordinariamente hablando, debemos guardar secreto sobre nuestra vocación, de suerte que nadie se entere de ella, excepción hecha del director espiritual; porque, de ordinario, las gentes del siglo no tienen escrúpulo ni reparo de insinuar a los jóvenes llamados al estado religioso que en todas partes, aun en medio del mundo, se puede servir a Dios. ¡Lástima que semejantes proposiciones salgan a veces de labios de sacerdotes y de religiosos, pero de religiosos que entraron en la Orden sin vocación o que ignoran lo que esta palabra significa! Es cierto que podemos servir a Dios en todas partes; pero esto se ha de entender de los que no son llamados a la religión, y no de aquellos que se sienten con vocación de Dios y se quedan en el mundo para satisfacer sus caprichos. Estos con gran trabajo, como queda dicho, llevarán vida arreglada y servirán a Dios. 

De modo especial se debe ocultar la vocación a los parientes. Falsamente opinó Lutero cuando afirmó, según el testimonio de Belarmino, que pecaban los hijos entrando en religión sin el consentimiento de sus padres, y por toda razón añadía que los hijos están obligados a obedecerlos en todo. Esta opinión ha sido combatida unánimemente por los Concilios y los Padres de la Iglesia. 

El décimo Concilio de Toledo dice expresamente que es lícito a los hijos entrar en religión sin licencia de sus padres, siempre que hayan pasado los años de la pubertad. Dice así: "Los padres podrán negar su permiso a los hijos que desean hacerse religiosos hasta los catorce años; pasados los catorce años, podrán los hijos abrazar lícitamente el estado religioso, ora lo consientan los padres, ora sea por libre voluntad y elección de los hijos". Lo mismo dice el canon 24 del Concilio Tiburtino, y lo enseñan los Santos Doctores Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Bernardo, Tomás y otros que dicen con San Juan Crisóstomo: "Cuando los padres son estorbo para el adelantamiento espiritual de los hijos, no se deben atender sus razones". 

Son de parecer algunos autores que, cuando un hijo llamado por Dios al estado religioso puede fácilmente y sin ningún obstáculo obtener el consentimiento de sus padres, convendría que les pidiese su bendición y consentimiento. Este parecer, especulativamente hablando, se podría sostener; pero en la práctica está ordinariamente cercado de mil peligros. Conviene aclarar aquí este punto para acabar con ciertos escándalos farisaicos. Es cierto que en la elección de estado no tenemos obligación de obedecer a los padres. Esta es sentencia común entre los Doctores, y concuerdan con Santo Tomás, que dice así: "Cuando se trata de contraer matrimônio o de guardar castidad o de cosa semejante, ni los criados están obligados a obedecer a sus señores ni los hijos a sus padres". Sin embargo, cuando el hijo quiere contraer matrimonio, el P. Pinamonti, en su obra de la Vocación religiosa, sigue la opinión de Sánchez, Koning y otros teólogos, que aseguran, y con razón, que el hijo está obligado a pedir consejo a sus padres, porque en estos negocios tienen más experiencia que el hijo, y en semejantes circunstancias fácilmente los padres tienen en cuenta sus obligaciones.

Pero tratando de la vocación religiosa no están obligados los hijos, como atinadamente observa el P. Pinamonti, a pedir consejo a sus padres, ya porque en este asunto carecen de experiencia, ya porque sus miras e intereses los convierten en enemigos de los hijos. Hablando Santo Tomás de la vocación religiosa, dice: "No pocas veces los amigos de carne y sangre se oponen a nuestro adelantamiento espiritual". Y antes prefieren que los hijos se condenen viviendo en compañía que se salven si tienen que abandonarlos. Por esto exclama San Bernardo: "¡Oh padre cruel, oh madre sin entrañas!, que sólo hallan consuelo en la condenación de su hijo, y prefieren que perezca en su compañía antes que reine lejos de ellos". Cuando Dios llama a uno a la vida religiosa, dice un grave autor, le exige que se olvide de sus padres, recordándole estas palabras del Salmista: "Escucha, hija, y considera, y presta atento oído, y olvida tu pueblo y la casa de tu padre". 

Con estas palabras advierte el Señor que, cuando nos convida a seguirle, no se debe pedir consejo a los padres. He aquí las palabras del citado autor: "Si es voluntad de Dios que el alma llamada a la religión se olvide de sus padres y de su casa, también lo es que para llevar a la práctica el consejo del Señor no debe pedir consejo a sus padres y hermanos". Explicando San Cirilo las palabras que Jesucristo dijo al joven del Evangelio: "Ninguno que después de haber puesto mano en el arado vuelve los ojos atrás es apto para el Reino de los Cielos", dice que el que pide tiempo para consultar la vocación con los parientes, ese es cabalmente quien mira atrás y el declarado por el Señor como imposibilitado de entrar en el Reino de los Cielos. Por esto Santo Tomás aconseja con mucho encarecimiento a los que son llamados a vida más perfecta que no pidan parecer sobre la vocación a sus parientes. De la consultación en este asunto, en primer lugar, ella debe marcharse a los parientes.

Por consiguiente, hermano mío amadísimo, si Dios te manda abandonar el mundo, sé muy cauto y no cometas la imprudencia de declarar semejante determinación a tus padres. Pide a Dios su santa bendición, obedece cuanto antes al divino llamamiento, sin que ellos lo entiendan, si no quieres exponerte al peligro de perder tu vocación. Porque, ordinariamente hablando, los parientes, como queda dicho, y, sobre todo, los padres, ponen mil trabas a la ejecución de semejantes designios. 

Y hay padres y madres que, no obstante ser muy temerosos con Dios, alucinados por la pasión y por sus propios intereses, se fatigan en inventar mil trazas para estorbar, sin escrúpulo alguno y bajo especiosos pretextos, la vocación de sus hijos. Es que el infierno pone en pie de guerra todas sus fuerzas y se arma con todo su poder para impedir que los que son llamados por Dios a la vida religiosa lleven a la práctica sus designios. 

Por esto conviene ocultar semejante determinación a los amigos, los cuales no tendrán escrúpulo ni reparo, si no de aconsejaros lo contrario, a lo menos de publicar vuestro secreto, viniendo por aquí vuestros padres en conocimiento de los designios que meditáis. " Vosostros no me escogiteis a Mí, pero Yo os escogí y os he designado para que vayáis, y llevéis fruto" (Juan XV, 16) " Niguno puede venira Mí, si el Padre que me envió, no lo atrae." (Juan VI, 44) " Nadie va al Padre, sino po Mí" (Juan XIV, 6) " Los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre desea que los que adoran sean tales". (Juan IV, 23) " A fin de que todos honren al Hijo como honran al Padre".(Juan V, 23) " Si alguno me sirve, el Padre lo honrará" (Juan XII, 26) 

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