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viernes, 12 de diciembre de 2025

EL GRAN ACONTECIMIENTO DE LAS APARICIONES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE


Es el relato en náhuatl sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, al norte de la actual Ciudad de México. Nican Mopohua (que puede traducirse como "Aquí Se Narra") son las dos primeras palabras de este relato, cuya autoría, según el editor Luis Lasso de la Vega, es de Antonio Valeriano.

EL GRAN ACONTECIMIENTO

INTRODUCCIÓN
Aquí se cuenta, se ordena, cómo hace poco, en forma por demás maravillosa, el amor de la perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra venerable Señora y Reina, la hizo visible allá en el Tepeyac, que se conoce (ahora) como Guadalupe.
En un principio se dignó dejarse ver de un indito de nombre Juan Diego, y, al final, su amor nos entregó su preciosa y amada imagen en la presencia del reciente Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

AMBIENTACIÓN
1.- Diez años después de sojuzgada la ciudad de México, ya por tierra la flecha y el escudo, (acabada la guerra), ya por doquier sosegados sus aguas y sus montes, (las ciudades), 2.- así como brotó, ya macolla, ya revienta sus yemas la adquisición de la verdad, el conocimiento de Quien es causa de toda vida: el verdadero Dios.
3.- Entonces, en el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un caballero indio, pobre pero digno, 4.- su nombre era Juan Diego, casateniente, por lo que se dice, allá en Cuautitlán, 5.- y, en lo eclesiástico, todo aquello era aún jurisdicción de Tlaltelolco.

PRIMERA APARICIÓN

6.- Era sábado, muy de madrugada, lo movía su interés por Dios (respondiendo a) su insistente llamada. 7.- Y cuando vino a llegar al costado del cerrito, en el sitio llamado Tepeyac, despuntaba ya el alba. 8.- Oyó claramente sobre el cerrito cantar, como cantan diversos pájaros preciosos. Al interrumpir su gorjeo, como que les coreaba el cerro, sobremanera suave, agradabilísimo, su trino sobrepujaba al del coyoltótotl y del tzinitzcan y al de otras preciosas aves canoras.
9.- Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura es mi mérito, mi merecimiento lo que ahora oigo? ¿Quizá solamente estoy soñando? ¿Acaso estoy dormido y sólo me lo estoy imaginando? 10.- ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso ya en el sitio del que siempre nos hablaron los ancianos, nuestros antepasados, todos nuestros abuelos: en su tierra florida, en su tierra de nuestro sustento, en su patria celestial?

11.- Tenía fija la mirada en la cumbre del cerrito, hacia el rumbo por donde sale el sol, porque desde allí algo hacía prorrumpir el maravilloso canto celestial.

12.- Y tan pronto como cesó el canto, cuando todo quedó en calma, entonces oye que lo llaman de arriba del cerrito, le convocan: "-Mi Juanito, mi Juan Dieguito".
13.- En seguida, pero al momento, se animó a ir allá a donde era llamado. En su corazón no se agitaba turbación alguna, ni en modo alguno nada lo perturbaba, antes se sentía muy feliz, rebosante de dicha. Fue pues a subir al montecito, fue a ver de dónde era llamado.
14.- Y al llegar a la cumbre del cerrito, tuvo la dicha de ver a una Doncella, que por amor a él estaba allí de pie, 15.- la cual tuvo la delicadeza de invitarlo a que viniera 'juntito' a Ella. 16.- Y cuando llegó a su adorable presencia, mucho se sorprendió por la manera que, sobre toda ponderación, destacaba su maravillosa majestad: 17.- sus vestiduras resplandecían como el sol, como que reverberaban, 18.- y la piedra, el risco en que estaba de pie, como que lanzaba flechas de luz; 19.- su excelsa aureola semejaba al jade más precioso, a una joya, 20.- la tierra como que bullía de resplandores, cual el arco iris en la niebla. 21.- Y los mezquites y nopales, y las otras varias yerbezuelas que ahí se dan, parecían esmeraldas. Cual la más fina turquesa su follaje, y sus troncos, espinas y ahuates deslumbraban como el oro.

22.- Ante su presencia se postró. Escuchó su venerable aliento, su amada palabra, infinitamente grata, aunque al mismo tiempo majestuosa, fascinante, como de un amor que del todo se entrega. 23.- Se dignó decirle: "-Escucha bien, hijito mío el más pequeño, mi Juanito: ¿A dónde te diriges?" 24.- Y él le contestó: "-Mi señora, mi reina, mi muchachita, allá llegaré a tu casita de México Tlatelolco. Voy en pos de las cosas de Dios que se dignan darnos, enseñarnos, quienes son imágenes del Señor, nuestro Dueño, nuestros sacerdotes". 


25.- Acto continuo con él dialoga, le hace el favor de descubrirle su preciosa y santa voluntad, 26.- le comunica: "-Ten la bondad de enterarte, por favor pon en tu corazón, hijito mío el más amado, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, y tengo el privilegio de ser Madre del verdaderísimo Dios, de Ipalnemohuani, (Aquel por quien se vive), de Teyocoyani (del Creador de las personas), de Tloque Nahuaque (del Dueño del estar junto a todo y del abarcarlo todo), de Ilhuicahua Tlaltipaque (del Señor del Cielo y de la Tierra). Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, 27.- para allí mostrárselo a Ustedes, engrandecerlo, 28.- entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación.
29.- Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos Ustedes, 30.- tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno, 31.- y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión.

32.- Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores.
33.- Y para realizar con toda certeza lo que pretende Él, mi mirada misericordiosa, ojalá aceptes ir a al palacio del Obispo de México, y le narres cómo nada menos que yo te envío de embajador para que le manifiestes cuan grande y ardiente deseo tengo de que aquí me provea de una casa, de que me levante en el llano mi templo. Absolutamente todo, con todos sus detalles, le contarás: cuanto has visto y admirado, y lo que has oído.
34.- Y quédate seguro de que mucho te lo voy a agradecer y a pagártelo, 35.- pues te enriqueceré, te glorificaré, 36.- Y mucho merecerás con esto que yo recompense tu cansancio, tu molestia de ir a ejecutar la embajada que te confiero. 

37.- Ya has oído, Hijo mío el más amado, mi aliento, mi palabra: ¡Ojalá aceptes ir y tengas la bondad de poner todo tu esfuerzo!"

ENTREVISTA CON ZUMÁRRAGA 

38.- E inmediatamente en su presencia se postró, respetuosamente le dijo: "-Señora mía, mi Niña, por supuesto que ya voy para poner por obra tu venerable aliento, tu amada palabra. Por ahora de ti me despido, yo, tu humilde servidor." 39.- En seguida bajó para ir a poner por obra su encargo: Vino a tomar la calzada que viene derecho a México. 40.- Y cuando hubo llegado al interior de la ciudad, de inmediato y directo se fue al palacio del Obispo que muy recientemente había llegado de Jefe de Sacerdotes, cuyo reverendo nombre era D. Fray Juan de Zumárraga, Sacerdote de San Francisco.
41.- Y al llegar, de inmediato hace el intento de verlo, rogando a sus servidores, sus domésticos, que vayan a anunciarlo. 42.- Al cabo de una espera un tanto excesiva, vienen a llamarlo cuando el Señor Obispo tuvo a bien convocarlo para que pasara. 43.- Y en cuanto entró, en seguida en su presencia se arrodilló, se postró. Luego ya le declara, le narra el venerable aliento, la preciosa palabra de la Reina del Cielo, su mensaje, y también le refirió respetuosamente todas las cosas que admiró, que miró, que escuchó. 

44.- Y cuando hubo escuchado todas sus palabras, su mensaje, como que no del todo le dio crédito. 45.- Le respondió, se dignó decirle: "-Hijito mío, otra vez vendrás, aún con calma te oiré, muy aun desde el principio lo miraré, pensaré lo que te hizo venir acá, tu voluntad, tu deseo."

SEGUNDA APARICIÓN

46.- Salió, pues, abatido de tristeza porque su encomienda no se realizó de inmediato. 47.- En seguida se regresó. Poco después, ya al acabar el día, se vino luego en derechura a la cumbre del cerrito, 48.- y allí tuvo la grande suerte de reencontrar a la Reina del Cielo, allí precisamente donde por primera vez la había visto. Lo estaba esperando bondadosamente.
49.- Y apenas la miró, se postró en su presencia, se arrojó por tierra, tuvo el honor de decirle: 50.- "Dueña mía, Señora, Reina, Hijita mía la más amada, mi Virgencita, fui allá donde Tú me enviaste como mensajero, fui a cumplir tu venerable aliento, tu amable palabra. Aunque muy difícilmente, entré al lugar del estrado del Jefe de los Sacerdotes. Lo vi, en su presencia expuse tu venerable aliento, tu amada palabra, como tuviste la bondad de mandármelo". 51.- "Me recibió amablemente y me escuchó bondadosamente, pero, por la manera como me respondió, su corazón no quedó satisfecho, no lo estima cierto. 52.- Me dijo: Otra vez vendrás, aún con más calma te oiré, muy aun desde el principio examinaré la razón por la que has venido, tu deseo, tu voluntad." 

53.- "Me di perfecta cuenta, por la forma cómo me contestó, que piensa que el templo que Tú te dignas concedernos el privilegio de edificarte aquí, quizá es mera invención mía, que tal vez no es de tus venerados labios. 54.-Por lo cual, mucho te ruego, Señora mía, mi Reina, mi Virgencita, que ojalá a alguno de los ilustres nobles, que sea conocido, respetado, honrado, a él le concedas que se haga cargo de tu venerable aliento, de tu preciosa palabra para que sea creído." 

55.- "Porque yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme, Virgencita mía, Hijita mía la más amada, Señora, Reina. 56.- Por favor, perdóname: afligiré tu venerado rostro, tu amado corazón. Iré a caer en tu justo enojo, en tu digna cólera, Señora, Dueña mía".

57.- Y la siempre gloriosa Virgen tuvo la afabilidad de responderle: 58.- "-Escucha, hijito mío el más pequeño, ten por seguro que no son pocos mis servidores, mis embajadores mensajeros a quienes podría confiar que llevaran mi aliento, mi palabra, que ejecutaran mi voluntad; 59.- mas es indispensable que seas precisamente tú quien negocie y gestione, que sea totalmente por tu intervención que se verifique, que se lleve a cabo mi voluntad, mi deseo. 60.- Y muchísimo te ruego, hijito mi consentido, y con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. 61.- Y de mi parte adviértele, hazle oír muy claro mi voluntad, mi deseo para que realice, para que haga mi templo que le pido. 62.- Y de nuevo comunícale de que manera nada menos que yo, yo la siempre Virgen María, la Venerable Madre de Dios, allá te envío de mensajero."

63.- Y Juan Diego le respondió respetuosamente, le dijo reverentemente: "-Señora mía, Reina, Virgencita mía, ojalá que no aflija yo tu venerable rostro, tu amado corazón; con el mayor gusto iré, voy ciertamente a poner en obra tu venerable aliento, tu amada palabra; de ninguna manera me permitiré dejar de hacerlo, ni considero penoso el camino. 64.- Iré, pues, desde luego, a poner en obra tu venerable voluntad, pero bien puede suceder que no sea favorablemente oído, o, si fuere oído, quizá no seré creído; pero 65.- mañana, por la tarde, cuando se ponga el sol, vendré a devolver a tu venerable aliento, a tu amada palabra lo que me responda el Jefe de los Sacerdotes" 66.- "Ya me despido, Hijita mía la más amada, Virgencita mía, Señora, Reina. Por favor, quédate tranquila". 67.- Y, acto continuo, él se fue a su casa a descansar.

SEGUNDA ENTREVISTA CON ZUMÁRRAGA

68.- Al día siguiente, Domingo, muy de madrugada, cuando todo estaba aún muy oscuro, de allá salió de su casa hacia acá, a Tlaltelolco: viene a aprender las cosas divinas, a ser pasado en lista; luego a ver al Gran Sacerdote.
69.- Y como a las diez de la mañana estuvo dispuesto: se había oído Misa, se había pasado lista, se había dispersado toda la gente. 70.- Y él, Juan Diego, luego fue al palacio del Señor Obispo. 71.- Y tan pronto como llegó, hizo todo lo posible para tener el privilegio de verlo, y con mucha dificultad otra vez tuvo ese honor. 

72.- A sus pies hincó las rodillas, llora, se pone triste, en tanto que dialoga, mientras le expone el venerable aliento, la amada palabra de la Reina del Cielo, 73.- para ver si al fin era creída la embajada, la voluntad de la Perfecta Virgen, tocante a que le hagan, le edifiquen, le levanten, su templo donde se dignó indicarlo, en donde se digna quererlo.

74.- Y el Señor Obispo muchísimas cosas le preguntó, le examinó, para que bien en su corazón constase (para cerciorarse) dónde fue a verla, qué aspecto tenía. Todo lo narró al Señor Obispo, con todos sus detalles, 75.- pero, pese a que todo absolutamente se lo pormenorizó, hasta en los más menudos detalles, y que en todas las cosas vio, se asombró porque clarísimamente aparecía que Ella era la perfecta Virgen, la venerable, gloriosa y preciosa Madre de nuestro Salvador Jesucristo, 76.- a fin de cuentas, no estuvo de acuerdo de inmediato, 77.- sino que le dijo que no nada más por su palabra, su petición, se haría, se ejecutaría lo que solicitaba, 78.- que era todavía indispensable algo como señal para que poder creerle que era precisamente Ella, la Reina del Cielo, quien se dignaba enviarlo de mensajero.
79.- Y tan pronto como lo oyó, Juan Diego dijo respetuosamente al Obispo: 80.- "-Señor Gobernante, por favor sírvete ver cuál será la señal que tienes a bien pedirle, pues en seguida me pondré en camino para solicitársela a la Reina del Cielo, que se dignó enviarme acá de mensajero".81.- Y cuando vio el Obispo que todo lo confirmaba, que desde su primera reacción en nada titubeaba o dudaba, luego lo despidió; pero 82.- apenas hubo salido, luego ordenó a algunos criados, en quienes tenía gran confianza, que fueran detrás de él, que cuidadosamente lo espiaran a dónde iba, y a quién veía o hablaba.

83.- Y así se hizo. Y Juan Diego en seguida se vino derecho, enfiló la calzada. 84.- Y lo siguieron, pero allí donde sale la barranca, cerca del Tepeyac, por el puente de madera, lo perdieron de vista, y por más que por todas partes lo buscaron, ya en ningún lugar lo vieron, 85.- por lo que se regresaron. Y con eso no sólo se vinieron a enfadar grandemente, sino también porque los frustró, los dejó furiosos, 86.- de manera que le fueron a insistir al Señor Obispo, le metieron en la cabeza que no le creyera, le inventaron que lo que hacía era sólo engañarlo deliberadamente, que era mera ficción lo que forjaba, o bien que sólo lo había soñado, sólo imaginado en sueños lo que decía, lo que solicitaba. 87.- Y en este sentido se confabularon unos con otros, que si llegaba a volver, a regresar, allí lo habían de agarrar y castigar duramente para que otra vez ya no ande contando mentiras, ni alborotando a la gente.
88.- Entre tanto Juan Diego estaba en la presencia de la Santísima Virgen, comunicándole la respuesta que venía a traerle de parte del Señor Obispo. 89.- Y cuando se lo hubo notificado, la Gran Señora y Reina le respondió: 90.- "-Así está bien, Hijito mío el más amado, mañana de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran Sacerdote la prueba, la señal que te pide. 91.- Con eso en seguida te creerá, y ya, a ese respecto, para nada desconfiará de ti ni de ti sospechará. 92.- Y ten plena seguridad, Hijito mío predilecto, que yo te pagaré tu cuidado, tu servicio, tu cansancio que por amor a mí has prodigado. 93.- ¡Animo, mi muchachito! que mañana aquí con sumo interés habré de esperarte".

TERCERA APARICIÓN - EL TIO MORIBUNDO
94.- Pero a la mañana siguiente, lunes, cuando Juan Diego debería llevarle alguna señal suya para ser creído, ya no regresó, 95.- porque cuando fue a llegar a su casa, a un tío suyo, de nombre Juan Bernardino, se le había asentado la enfermedad, estaba en las últimas, 96.- por lo que se pasó el día buscando médicos, todavía hizo cuanto pudo al respecto; pero ya no era tiempo, ya estaba muy muy grave. 97.- Y al anochecer, le rogó instantemente su tío que, todavía de noche, antes del alba, le hiciera el favor de ir a Tlaltelolco a llamar a algún sacerdote para que viniera, para que se dignara confesarlo, se sirviera disponerlo, 98.- porque estaba del todo seguro que ya era el ahora, ya era el aquí para morir, que ya no habría de levantarse, que ya no sanaría.
99.- Y el martes, todavía en plena noche, de allá salió, de su casa, Juan Diego, a llamar al sacerdote, allá en Tlatelolco.

100.- Y cuando ya vino a llegar a la cercanía del cerrito Tepeyac, a su pie, donde sale el camino, hacia el lugar donde se pone el sol, donde antes él pasara, se dijo: 101.- "-Si sigo de frente por el camino, no vaya a ser que me vea la noble Señora, porque como antes me hará el honor de detenerme para que lleve la señal al Jefe de los Sacerdotes, conforme a lo que se dignó mandarme. 102.- Que por favor primero nos deje nuestra aflicción, que pueda yo ir rápido a llamar respetuosamente el sacerdote religioso. Mi venerable tío no hace sino estar aguardándolo". 103.- En seguida le dio la vuelta al monte por la falda, subió a la otra parte, por un lado, hacia donde sale el sol, para ir a llegar rápido a México, para que no lo demorara la Reina del Cielo. 104.- Se imaginaba que por dar allí la vuelta, de plano no iba a verlo Aquella cuyo amor hace que absolutamente y siempre nos esté mirando.
105.- Pero la vio como hacia acá bajaba de lo alto del montecito, desde donde se había dignado estarlo observando, allá donde desde antes lo estuvo mirando atentamente.
106.- Le vino a salir al encuentro de lado del monte, vino a cerrarle el paso, se dignó decirle:
107.- "-¿Qué hay, Hijo mío el más pequeño? ¿A dónde vas? ¿A dónde vas a ver?".
108.- Y él, ¿acaso un poco por eso se apenó, tal vez se avergonzó, o acaso por eso se alteró, se atemorizó?
109.- En su presencia se postró, con gran respeto la saludó, tuvo el honor de decirle:
110.- "-Mi Virgencita, Hija mía la más amada, mi Reina, ojalá estés contenta; ¿Cómo amaneciste? ¿Estás bien de salud?, Señora mía, mi Niñita adorada?
111.- Causaré pena a tu venerado rostro, a tu amado corazón: Por favor, toma en cuenta, Virgencita mía, que está gravísimo un criadito tuyo, tío mío.
112.- Una gran enfermedad en él se ha asentado, por lo que no tardará en morir. 
113.- Así que ahora tengo que ir urgentemente a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que tenga la bondad de confesarlo, de prepararlo. 114.- Puesto que en verdad para esto hemos nacido: vinimos a esperar el tributo de nuestra muerte. 115.- Pero, aunque voy a ejecutar esto, apenas termine, de inmediato regresaré aquí para ir a llevar tu venerable aliento, tu amada palabra, Señora, Virgencita mía.
116.- Por favor, ten la bondad de perdonarme, de tenerme toda paciencia. De ninguna manera en esto te engaño, Hija mía la más pequeña, mi adorada Princesita, porque lo primero que haré mañana será venir a toda prisa".
117.- Y tan pronto como hubo escuchado la palabra de Juan Diego, tuvo la gentileza de responderle la venerable y piadosísima Virgen: 118.- "-Por favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor. 119.- ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aun tienes necesidad de cosa otra alguna? 120.- Por favor, que ya ninguna otra cosa te angustie, te perturbe, ojalá que no te angustie la enfermedad de tu honorable tío, de ninguna manera morirá ahora por ella. Te doy la plena seguridad de que ya sanó". 121.- (Y luego, exactamente entonces, sanó su honorable tío, como después se supo). 

LAS FLORES 
122.- Y Juan Diego, apenas oyó el venerable aliento, la amada palabra de la Reina del Cielo, muchísimo con ello se consoló, mucho con ello quedó satisfecho su corazón. 123.- Y le suplicó instantemente que de inmediato tuviera a bien enviarlo de mensajero para ver al gobernante Obispo, para llevarle la señal, su comprobación, para que le crea. 

124.- Y la Reina del Cielo de inmediato se sirvió mandarle que subiera arriba del cerrito, allí donde antes había tenido el honor de verla. 125.- Se dignó decirle: "-Sube, Hijito mío queridísimo, arriba del cerrito, donde me viste y te dic órdenes. 126.- Allí verás que están sembradas diversas flores: Córtalas, reúnelas, ponlas juntas. Luego bájalas acá, aquí ante mí tráemelas". 

127.- Y acto continuo, Juan Diego subió al cerrito. 128.- Y al alcanzar la cumbre, quedó mudo de asombro ante las variadas, excelentes, maravillosas flores, todas extendidas, cuajadas de capullos reventones, cuando todavía no era su tiempo de darse. 129.- Porque en verdad entonces las heladas son muy fuertes. 130.- Su perfume era intenso, y el rocío de la noche como que las cuajaba de perlas preciosas. 



131.- En seguida se puso a cortarlas, todas absolutamente las juntó, llenó con ellas el hueco de su tilma. 132.- Y conste que la cúspide del cerrito para nada es lugar donde se den flores, porque lo que hay en abundancia son riscos, abrojos, gran cantidad de espinas, de nopales, de mezquites. 133.- y si algunas hierbezuelas se dan, entonces era el mes de diciembre, en que todo lo devora, lo aniquila el hielo. 

134.- Bajó en seguida trayendo a la Reina del Cielo las diversas flores que le había ido a cortar, 135.- y Ella, al verlas, tuvo la afabilidad de tomarlas en sus manecitas, 136.- y volvió amablemente a colocárselas en el hueco de su tilma. Se dignó decirle: 

137.- "-Hijito queridísimo, estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo. 138.- De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi deseo, y con eso ejecute mi deseo, mi voluntad. 139.- Y tú... tú eres mi plenipotenciario, puesto que en ti pongo toda mi confianza. 140.- Y con todo rigor te ordeno que sólo exclusivamente frente al Obispo despliegues tu tilma y le muestres lo que llevas. 141.- Y le contarás con todo detalle cómo yo te mandé que subieras al cerrito para cortar las flores, y todo lo que viste y admiraste. 142.- Y con esto le conmoverás el corazón al Gran Sacerdote para que interceda y se haga, se erija mi templo que he pedido. 

143.- Y al dignarse despedirlo la Reina del Cielo, vino a tomar la calzada, viene derecho a México, viene feliz, rebosante de alegría, 144.- ya así viene, rebosante de dicha su corazón, porque esta vez todo saldrá bien, lo desempeñará bien. 145.- Pone exquisito cuidado en lo que trae en el hueco de su tilma, no vaya a ser que algo se le caiga. 146.- Viene extasiado por el perfume de las flores, tan diferentes y maravillosas.

CUARTA APARICIÓN - TERCERA ENTREVISTA CON ZUMÁRRAGA 

147.- Y al llegar al palacio episcopal le salió al encuentro el mayordomo e incluso otros criados del señor Obispo. 148.- Y les rogó que por favor le dijeran que quería verlo; pero ninguno accedió, no querían hacerle caso, quizá porque aún no amanecía, 149.- o quizá porque ya lo conocen, que sólo los fastidia, que les es insoportable, 150.- y porque ya les habían hablado de él sus compañeros que lo habían perdido de vista cuando pretendieron seguirlo. 


151.- Muy largo tiempo estuvo esperando la respuesta, 152.- y cuando vieron que llevaba ahí tan largo tiempo, cabizbajo, sin hacer nada, a ver si era llamado, notaron que al parecer traía algo en su tilma, y se le acercaron para ver lo que traía, para dar gusto a su corazón. 153.- Y al ver Juan Diego que era imposible ocultarles lo que llevaba, y que por eso lo molestarían, lo expulsarían a empellones o lo maltratarían, un poquito les mostró que eran flores. 154.- Y al ver que se trataba de diversas y finísimas flores, siendo que no era su tiempo, se asombraron muchísimo, y más al ver cuán frescas estaban, cuán abiertas, cuán exquisito su perfume, cuán preciosas, 155.- y ansiaron coger unas cuantas, arrebatárselas. 156.- Y no una, sino tres veces se atrevieron a agarrarlas, pero fracasaron, 157.- porque cuando pretendían tomarlas, ya no podían ver flores, sino las veían como pinturas, como bordados o aplicaciones en la tilma. 

158.- Con eso, en seguida fueron a decirle respetuosamente al Señor Obispo lo que habían visto, 159.- y que pretendía verlo el inedito que ya tantas veces había venido, quien tenía mucho esperando el recado, porque suplicaba permiso para verlo. 160.- Y tan pronto como el Señor Obispo escuchó eso, captó su corazón que esa era la prueba para que aceptara lo que ese hombre había estado gestionando. 161.- De inmediato se sirvió llamarlo, que en seguida entrara a casa para verlo. 

162.- Y cuando entró, se prosternó en su presencia, como toda persona bien educada. 163.- Y de nueva cuenta, y con todo respeto, le narró todo lo que había visto, admirado, y su mensaje.

LA VERSIÓN DE JUAN DIEGO

164.- Le dijo con gran respeto: "-Mi Señor, Gobernante, ya hice, ya cumplí lo que tuviste a bien mandarme, 165.- y así tuve el honor de ir a comunicarle a la Señora, mi Ama, la Reina del Cielo, venerable y preciosa Madre de Dios, que tú respetuosamente pedías una señal para creerme, y para hacerle su templecito, allí donde tiene la bondad de solicitarte que se lo levantes. 166.- Y también tuve el honor de decirle que me había permitido darte mi palabra de que tendría el privilegio de traerte algo como señal, como prueba de su venerable voluntad, conforme a lo que tú te dignaste indicarme".
167.- "Y tuvo a bien oír tu venerable aliento, tu venerable palabra y se prestó gustosa a tu solicitud de alguna cosa como prueba, como señal, para que se haga, se ejecute su amada voluntad. 168.- Y hoy, siendo aún noche cerrada, se sirvió mandarme que tuviera el honor de venir de nuevo a verte. 169.- Y yo me honré pidiéndole algo como su señal para que fuera creído, conforme a lo que me había dicho que me daría, y de inmediato, pero al instante, condescendió en realizarlo, 170.- y se sirvió enviarme a la cumbre del cerrito, donde antes había tenido el honor de verla, para que fuera a cortar flores diferentes y preciosas".
171.- "Y luego que tuve el privilegio de ir a cortarlas, se las llevé abajo. 172.- Y se dignó tomarlas en sus manecitas, 173.- para de nuevo dignarse ponerlas en el hueco de mi tilma, 174.- para que tuviera el honor de traértelas y sólo a ti te las entregara".


175.- "Pese a que yo sabía muy bien que la cumbre del cerrito no es lugar donde se den flores, puesto que sólo abundan los riscos, abrojos, espinas, nopales escuálidos, mezquites, no por ello dudé, no por eso vacilé. 176.- Cuando fui a alcanzar la cumbre del montecito, quedé sobrecogido: ¡Estaba en el paraíso!. 177.- Allí estaban reunidas todas las flores preciosas imaginables, de suprema calidad, cuajadas de rocío, resplandecientes, de manera que yo -emocionado- me puse en seguida a cortarlas. 178.- Y se dignó concederme el honor de venir a entregártelas, que es lo que ahora hago, para que en ellas te sirvas ver la señal que pedías, para que te sirvas poner todo en ejecución. 179.- Y para que quede patente la verdad de mi palabra, de mi embajada, 180.- ¡Aquí las tienes, hazme el honor de recibirlas!" 

LA IMAGEN EN LA TILMA 
181.- Y en ese momento desplegó su blanca tilma, en cuyo hueco, estando de pie, llevaba las flores. 182.- Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas, 183.- en ese mismo instante se convirtió en señal, apareció de improviso la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de conservarla, 184.- guardada ahí en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac, que llamamos Guadalupe.
185.- Y tan pronto como la vio el señor Obispo, y todos los que allí estaban, se arrodillaron pasmados de asombro, 186.- se levantaron para verla, profundamente conmovidos y convertidos, suspensos su corazón, su pensamiento. 

187.- Y el señor Obispo, con lágrimas de compunción le rogó y suplicó le perdonara por no haber ejecutado de inmediato su santa voluntad, su venerable aliento, su amada palabra. 188.- Y poniéndose de pie, desató del cuello la vestidura, el manto de Juan Diego, 189.- en donde se dignó aparecer, en donde está estampada la Señora del Cielo, 190.- y en seguida, con gran respeto, la llevó y la dejó instalada en su oratorio.

191.- Y todavía un día entero pasó Juan Diego en casa del Obispo, él tuvo a bien retenerlo. 192.- Y al día siguiente le dijo: "-¡Vamos! para que muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templecito". 193.- De inmediato se convidó gente para hacerlo, para levantarlo.

QUINTA APARICIÓN - EL TIO SANO 

194.- Y Juan Diego, una vez que les hubo mostrado dónde se había dignado mandarle la Señora del Cielo que se levantara su templecito, luego les pidió permiso. 195.- Aun quería ir a su casa para ver a su honorable tío Juan Bernardino, que estaba en cama gravísimo cuando lo había dejado y venido para llamar a algún sacerdote, allá en Tlatelolco, para que lo confesara y dispusiera, de quien la Reina del Cielo se había dignado decirle que ya estaba sano. 

196.- Y no solamente no lo dejaron ir solo, sino que lo escoltaron hasta su casa. 197.- Y al llegar vieron a su venerable tío que estaba muy contento, ya nada le dolía. 198.- Y él quedó muy sorprendido de ver a su sobrino tan escoltado y tan honrado. 199.- Y le preguntó a su sobrino por qué ocurría aquello, por qué tanto lo honraran.

QUINTA APARICIÓN: EL NOMBRE DE GUADALUPE
200.- Y él le dijo cómo cuando salió a llamar al sacerdote para que lo confesara y preparara, allá en el Tepeyac bondadosamente se le apareció la Señora del Cielo, 201.- y lo mandó como su mensajero a ver al Señor Obispo para que se sirviera hacerle una casa en el Tepeyac, 202.- y tuvo la bondad de decirle que no se afligiera, que ya estaba bien, con lo que quedó totalmente tranquilo.
203.- Y le dijo su venerable tío que era verdad, que precisamente en ese momento se dignó curarlo. 204.- Y que la había visto ni más ni menos que en la forma exacta como se había dignado aparecérsele a su sobrino. 205.- Y le dijo cómo a él también se dignó enviarlo a México para ver al Obispo. 206.- Y que, cuando fuera a verlo, que por favor le manifestara, le informara con todo detalle lo que había visto, 207.- y cuán maravillosamente se había dignado sanarlo, 208.- y que condescendía a solicitar como un favor que a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la SIEMPRE VIRGEN 

SANTA MARÍA DE GUADALUPE.
INICIO DEL CULTO
209.- Y en seguida traen a Juan Bernardino a la presencia del Señor Obispo, para rendir su informe y dar fe ante él. 210.- Y a ambos, a él y a su sobrino, los hospedó el Obispo en su casa unos cuantos días, 211.- durante todo el tiempo que se erigió el templecito de la Soberana Señora allá en el Tepeyac, donde se dignó dejarse ver de Juan Diego. 212.- Y el señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la preciosa y venerada imagen de la preciosa Niña del Cielo. 213.- Tuvo a bien sacarla de su palacio, de su oratorio, donde estaba, para que toda la gente pudiera ver y admirar su maravillosa imagen.
214.- Absolutamente toda la ciudad se puso en movimiento ante la oportunidad de ver y admirar su preciosa y amada imagen.

LA CONVERSIÓN DE MÉXICO
215.- Venían a reconocer su carácter divino, 216.- a tener la honra de presentarle sus plegarias, 217.- y mucho admiraban todos la forma tan manifiestamente divina que había elegido para hacerles la gracia de aparecerse, 218.- como que es un hecho que a ninguna persona de este mundo le cupo el privilegio de pintar lo esencial de su preciosa y amada imagen.
Traducido por Monseñor José Luis Guerrero Rosado


jueves, 4 de diciembre de 2025

PROMESAS DE NUESTRO SEÑOR A SANTA BRIGIDA (12 AÑOS)

 


1. El alma que las reza no sufrirá ningún Purgatorio.
2. El alma que las reza será aceptada entre los mártires como si hubiera derramado su propia sangre por la fe.
3 El alma que las reza puede (debe) elegir a otros tres a quienes Jesús mantendrá luego en un estado de gracia suficiente para que se santifiquen. (*)
4. Ninguna de las cuatro generaciones siguientes al alma que las reza se perderá.
5. El alma que las reza será consciente de su muerte un mes antes de que ocurra.
(*) Escribir los tres nombres (personas vivas) en un papel y guardarlo. Los nombres no se pueden cambiar.

Oración inicial

Oh Jesús, ahora deseo rezar la oración del Señor siete veces junto con el amor con que Tú santificaste esta oración en Tu Corazón. Tómala de mis labios hasta Tu Sagrado Corazón. Mejórala y complétala para que le brinde tanto honor y felicidad a la Trinidad en la tierra como Tú lo garantizaste con esta oración. Que esta se derrame sobre Tu santa humanidad para la glorificación de Tus dolorosas heridas y la preciosísima Sangre que Tú derramaste de ellas. Amén

1. La circuncisión



Padre Nuestro, Avemaría, Gloria

Padre Eterno, por medio de las manos inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, Te ofrezco las primeras heridas, los primeros dolores y el primer derrame de Sangre como expiación de los pecados de mi infancia y de toda la humanidad, como protección contra el primer pecado mortal, especialmente entre mis parientes.

2. La agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos



Padre Nuestro, Avemaría, Gloria

Padre Eterno, por medio de las manos inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco el intenso sufrimiento del Corazón de Jesús en el Huerto de los Olivos y cada gota de sudor de sangre como expiación de mis pecados del corazón y los de toda la humanidad, como protección contra tales pecados y para que se extienda el amor divino y fraterno.

3. La flagelación



Padre Nuestro, Avemaría, Gloria

Padre Eterno, por medio de las manos inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco las muchas miles de heridas, los terribles dolores y la preciosísima sangre de la flagelación como expiación de mis pecados de la carne y los de toda la humanidad, como protección contra tales pecados y la preservación de la inocencia, especialmente entre mis parientes.

4. La coronación de espinas




Padre Nuestro, Avemaría, Gloria

Padre Eterno, por medio de las manos inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco las heridas, los dolores y la preciosísima sangre de la sagrada cabeza de Jesús luego de la coronación de espinas, como expiación de mis pecados del espíritu y los de toda la humanidad, como protección contra tales pecados y para que se extienda el reino de Cristo aquí en la tierra.

5. Cargando la cruz



Padre Nuestro, Avemaría, Gloria

Padre Eterno, por medio de las manos inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco los sufrimientos en el camino a la cruz, especialmente la santa herida en su hombro y la preciosísima sangre como expiación de mi negación de la cruz y la de toda la humanidad, todas mis protestas contra tus planes divinos y todos los demás pecados de palabra, como protección contra tales pecados y para un verdadero amor a la cruz.

6. La crucifixión de Jesús



Padre Nuestro, Avemaría, Gloria

Padre Eterno, por medio de las manos inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco a Tu Hijo en la cruz, cuando lo clavaron y lo levantaron, las heridas en sus manos y en sus pies y los tres hilos de la preciosísima sangre que derramó allí por nosotros, las extremas torturas del cuerpo y del alma, su muerte preciosa y su renovación no sangrienta en todas las santas misas de la Tierra, como expiación de todas las heridas contra los votos y normas dentro de las Órdenes, como reparación de mis pecados y los de todo el mundo, por los enfermos y moribundos, por todos los santos sacerdotes y laicos, por las intenciones del Santo Padre por la restauración de las familias cristianas, para el fortalecimiento de la Fe, por nuestro país y por la unión de todas las naciones en Cristo y su Iglesia, así como también por la diáspora.

7. La llaga del costado de Jesús



Padre Nuestro, Avemaría, Gloria

Padre Eterno, acepta como dignas, por las necesidades de la Santa Iglesia y como expiación de los pecados de toda la humanidad, la preciosísima sangre y el agua que manó de la herida del Sagrado Corazón de Jesús. Sé misericordioso para con nosotros. ¡Sangre de Cristo, el último contenido precioso de su Sagrado Corazón, lávame de todas mis culpas de pecado y las de los demás! ¡Agua del costado de Cristo; lávame totalmente de las penitencias del pecado y extingue las llamas del Purgatorio para mí y para todas las almas del Purgatorio! Amén.


jueves, 27 de noviembre de 2025

Santa Catalina y la Medalla Milagrosa (27 de Nov)

 


"OH MARIA SIN PECADO CONCEBIDA RUEGA POR NOS QUE RECURRIMOS A VOS"

La Virgen María se apareció a Santa Catalina Labouré en Francia el 27 de noviembre de 1830, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. El relato indica: “Estaba vestida con una túnica blanca y un velo del mismo color que la cubría desde la cabeza hasta los pies...Los pies aparecían apoyados encima de una esfera o globo, mientras pisaban a una serpiente".
La Virgen le pidió a la santa acuñar una medalla para conceder abundantes gracias a los fieles que la usen. “Este globo que ves (a mis pies) representa al mundo entero, especialmente a Francia, y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no las piden”, le dijo.

"Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza", añadió.

miércoles, 22 de octubre de 2025

MONSEÑOR LEFEBVRE EXPLICA LOS MOTIVOS DE LA VERDADERA LUCHA EN DEFENSA DE LA IGLESIA

 


Mons. Marcel Lefevbre, Ecône, septiembre, 1990.

La situación que vivimos es gravísima y no podemos ignorarla. Esta es la respuesta adecuada que deben dar a todos aquellos que pre­guntan si la crisis actual va a acabar pronto, si no sería posible una auto­rización para la Liturgia tradicio­nal, para nuestros Sacramentos...
Sin ninguna duda que el proble­ma de la Liturgia y de los Sacra­mentos es muy importante, pero más importante todavía es la cues­tión de la Fe. En cuanto a nosotros esta cuestión está resuelta, pues profesamos la Fe de siempre, la del Concilio de Trento, la del Catecis­mo de San Pío X, la de todos los Concilios y de todos los Papas que han precedido al Vaticano II, senci­llamente la Fe de la Iglesia...
Pero, ¿y Roma? El manteni­miento y la obcecación de las fal­sas ideas y de los graves errores del Vaticano II siguen. En esto no hay duda.
Hemos recibido varios recortes de l’Osservatore Romano, y entre ellos hay discursos del Papa, del Cardenal Cassaroli, del Cardenal Ratzinger. Todos ellos son docu­mentos oficiales de la Iglesia, de autenticidad innegable, que nos de­jan verdaderamente estupefactos.
He vuelto a leer en estos días —(ya que más o menos estoy en el paro)— un libro muy conocido, de Barbier, sobre el catolicismo libe­ral. Es impresionante cuando se ad­vierte que nuestro combate es exactamente el mismo que llevaron a cabo los católicos del siglo XIX, tras la Revolución Francesa, y el mismo combate de los Papas Pío VI, Pío VII, Pío VIII, Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X, hasta Pío XII. ¿Cómo podemos re­sumir este combate? Este combate está plasmado en Quanta Cura y en el Syllabus de Pío IX, como también en Pascendi dominici gregis de San Pío Todos estos son unos documentos sensacionales que produjeron una gran impresión en su tiempo, exponiendo la doctri­na de la Santa Sede frente a los errores modernos. Es la misma doctrina que la Iglesia levantó con­tra los errores manifestados en la Revolución Francesa, de forma es­pecial en la Declaración de los De­rechos Humanos.
Hoy, en nuestros días, esa lucha es también la nuestra: frente a los partidarios del Syllabus, de Quanta Cura y de Pascendi, están los que se sitúan en contra. Así de sencillo.

Los “anti-SylIabus” han adoptado los principios de la Revolución

Los que están en contra de es­tos documentos han adoptado los principios de la Revolución, los errores modernos. Por el contrario los que los aceptan permanecen en la verdadera Fe católica.
Es público y notorio que el Cardenal Ratzinger ha dicho ofi­cialmente que el Vaticano II ha si­do un anti-Syllabus. Si su posición es claramente contra el Syllabus, es seguro que ha adoptado los princi­pios de la Revolución. Además lo ha afirmado con toda claridad: “La Iglesia se ha abierto a las doctrinas que no son las suyas sino que pro­vienen de la sociedad civil, etc...” Nadie ignora que se trata de los principios de 1789. los Derechos Humanos.
Nos encontramos exactamente en la misma situación que el Carde­nal Pie. Monseñor Freppel. Louis Veuillot. el diputado Keller en Alsacia. Monseñor Ketteler en Ale­mania o el Cardenal Mermillod en Suiza. Todos ellos combatieron por un buen fin, junto a la gran mayoría de los Obispos, pues en ese tiempo tenían la gran suerte de contar con la gran mayoría de los Obispos. Es cierto que Monseñor Dupanloup, y tras él, algunos otros Obispos de Francia se quedaron al margen. Lo mismo ocurrió en Alemania y en Italia. También en estos países al­gunos Obispos se opusieron al Syllabus y a Pío IX, pero en realidad fueron casos excepcionales.
Estaba en pie esta fuerza revo­lucionaria de los herederos de la Revolución Francesa, y dispuestos a ayudarles también estaban los Du­panloup. los Montalembert, los Lamennais.... que se obstinaban en no invocar los Derechos de Dios frente a los Derechos Humanos. “No que­remos otro Derecho distinto al resto de los ciudadanos”; es decir el Derecho que engloba al común de los hombres, al común de las religio­nes, a todo el mundo. El Derecho común, no los derechos de Dios...
Hoy en día estamos en la mis­ma situación, no nos hagamos ilu­siones. Nuestro combate es terrible. Pero apoyados en los Papas que se han sucedido a lo largo de los si­glos, no tenemos por qué tener miedo ni por qué dudar.
Algunos desearían cambiar esto o aquello, llegar a un entendimien­to con Roma o con el Papa... Noso­tros también estaríamos dispuestos a ello si estuvieran con la Tradición y fueran los continuadores del tra­bajo que llevaron a cabo los Papas del siglo XIX y los de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo las autoridades de Roma reconocen que han emprendido un nuevo ca­mino y que el concilio Vaticano II es una nueva era y en esta era la Iglesia recorre una nueva etapa.
Esto es lo que hay que inculcar a nuestros fieles para que así se sientan solidarios con toda la His­toria de la Iglesia. En realidad este combate data antes de la Revolución: es el combate de Satanás con­tra la ciudad de Dios. ¿Qué solu­ción tendrá? No sabemos, es el se­creto de Dios, es un misterio. Pero no nos inquietemos, tengamos con­fianza en la gracia de Dios.
No hay duda que nuestro com­bate se dirige contra las ideas ac­tualmente vigentes en Roma, las ideas expresadas por el Papa, Ratzinger, Casaroli, Willebrands, y muchos más. Y si las combatimos es porque estas ideas afirman lo contrario de lo que dijeron y afir­maron solemnemente los Papas du­rante siglo y medio.
No hay más remedio que elegir. Esto mismo se lo dije yo al Papa Pablo VI. Estamos en la necesidad de elegir entre Su Santidad, el Con­cilio y los Papas que le han prece­dido. ¿A quién hay que escoger? ¿A los Papas que han reafirmado la doctrina de la Iglesia durante siglo y medio o a las novedades del Con­cilio Vaticano II aprobadas por Su Santidad? “¡Oh, no estamos aquí para hacer Teología!”, fue su res­puesta. ¡La cosa está clara!
No podemos dudar ni un mo­mento si no queremos encontrarnos como aquellos que han caído en la trampa de los pactos y componen­das. Hay siempre algunos que se sitúan en el campo del adversario. No se sitúan en el propio campo de batalla, de los que combaten en las mismas trincheras, sino que su mi­rada se dirige siempre hacia el lado enemigo.
Como siempre, dicen que debe­mos ser caritativos, tener buenos sentimientos y evitar las divisiones. A pesar de todo... si dicen la Misa tradicional, no serán tan malos co­mo algunos comentan...
Y sin embargo nos traicionan, dan la mano a los que están destru­yendo la Iglesia y a los que profe­san ideas modernistas y liberales, condenadas por la Iglesia. Y ahora son los que realizan el trabajo del diablo, ellos que se ufanan de tra­bajar, como nosotros, por el Reino de Nuestro Señor Jesucristo y la salvación de las almas.
“Con tal que nos permitan cele­brar la Misa tradicional, podemos pactar con Roma, ¿por qué no?” Así discurren. Se encuentran en un verdadero callejón sin salida, pues no se puede dar la mano a los mo­dernistas y querer guardar la Tradi­ción.
Si se tienen contactos para atra­erlos a la Tradición, convertirlos, podría ser. Esto sería un sano ecu-menismo. Pero dar la impresión de que se les rechaza y después decir que sería bueno hablar con ellos, no es posible. ¿Cómo es posible hablar con ellos cuando nos acusan de estar congelados como cadáve­res? Según ellos, nosotros no so­mos la Tradición viva, somos gente triste, “sin vida y sin alegría”. ¡Sin duda alguna nunca han conocido lo que es la Tradición! Es inverosímil. ¿Cómo pretenden que tengamos re­laciones con esa gente?
Esta es la razón por la cual a veces tenemos problemas con de­terminados seglares, muy buenos, que están junto a nosotros y que aceptaron las consagraciones de 1988, pero que guardan como una especie de amargura por no poder seguir relacionándose con sus amistades de antes, que no acepta­ron las consagraciones y que en la actualidad están contra nosotros. “Es una pena, me gustaría volver­les a ver, estar un rato juntos y es­trecharles la mano”. Pues eso es una traición, porque a la primera de cambio se irán con ellos. Sepamos bien lo que queremos.
Eso ha sido lo que ha destruido a la Cristiandad en Europa. Fran­cia, Alemania, Suiza... Son precisa­mente los liberales los que han per­mitido a la Revolución tomar asiento, justamente al tender la ma­no a aquellos que tienen principios contrarios.

No queremos colaborar en la destrucción de la Iglesia

Hay que saber si también noso­tros queremos colaborar en la des­trucción de la Iglesia, en la destruc­ción del Reinado social de nuestro Señor Jesucristo, o por el contrario si estamos decididos a trabajar por el Reino de Nuestro Señor.
Todos los que quieran unirse a nosotros y trabajar con nosotros, Deo gratias, serán bienvenidos sin preguntarles siquiera de dónde vie­nen, pero que no nos digan que nos dejan para colaborar con los otros, los de los pactos y componendas. Es imposible.
A lo largo del siglo XIX los ca­tólicos se han destrozado, literal­mente, a propósito del documento del Syllabus, unos a favor, otros en contra...
Acordémonos del Conde de Chambord, criticado al no aceptar la realeza por una cuestión de ban­dera. Pero ésta no era la cuestión. lo que no quería el Conde de Chambord era someterse a los prin­cipios de la Revolución. Dijo que no consentiría jamas ser el rey de la Revolución. Tenía razón, pues hubiera sido elegido por el país y la Asamblea, pero a condición de aceptar el Parlamentarismo, es de­cir los principios de la Revolución. Fue en ese momento cuando dijo al país y a la Asamblea, que le otor­gaban su plebiscito, que no acepta­ba la Revolución. “No, debo ser rey, pero según mis antepasados que precedieron a la Revolución”.
Tenía razón, hay que escoger. Y con el Papa escogió los principios anteriores a la Revolución, princi­pios católicos y contrarrevolucio­narios. Nosotros también, con el Syllabus, hemos escogido ser con­trarrevolucionarios, contra los erro­res modernos, permaneciendo en la verdad católica y defendiéndola.
Este combate entre la Iglesia los liberales modernos es el comba­te del Vaticano II. No hay que rom­perse la cabeza. Y este combate lleva muy lejos. Cuanto más se ana­lizan los documentos del Vaticano II y la interpretación que ha dado de ellos la Iglesia Católica, más se apercibe uno que no es cuestión sólo de algunos errores, ecumenismo, libertad religiosa, colegialidad, un cierto liberalismo, sino más bien de una perversión del espíritu. Es una nueva Filosofía, basada en la nueva Filosofía del subjetivismo. El libro de Jean Dörmann, La extraña te­ología de Juan Pablo II y el espíri­tu de Asís— es muy esclarecedor en este sentido. Comenta el pensamien­to del Papa, en especial un retiro que, siendo todavía Obispo, predicó en el Vaticano. Nos muestra que to­do es subjetivo en el Papa. Cuando se leen de nuevo sus discursos, se da cuenta uno que su pensamiento obedece a esta característica. A pe­sar de las apariencias, no es un pen­samiento católico. La idea que el Papa tiene de Dios, de Nuestro Se­ñor, tiene su origen en lo más pro­fundo de su conciencia, y no en una Revelación objetiva a la cual asiente por su inteligencia. Es él quien construye la idea de Dios. Últimamente ha dicho en un documento inaudito que la idea de la Trinidad llegó muy tarde, pues fue preciso que la psicología del hombre inte­rior pudiese ser capaz de llegar a la Santísima Trinidad. Así pues la idea de la Trinidad no nos ha sido revela­da, sino que proviene de lo más hondo de nuestra conciencia. Es una idea totalmente diferente de la Re­velación, de la Fe y de la Filosofía, es una total perversión. ¿Qué salida hay? No lo sé. Pero es un hecho.
No son pequeños errores. Nos encontramos ante una corriente de Filosofía que se remonta a Descar­tes, a Kant, a toda una serie de filósofos modernos que prepararon la Revolución.
El texto que sigue pertenece a Juan Pablo II y fue publicado por l'Osservatore Romano el 2 de Ju­nio de 1989:
“Mi visita a los países nórdicos viene a confirmar el interés de la Iglesia católica por el Ecumenis­mo, que quiere promover la unidad entre todos los cristianos. Hace veinticinco años que el Concilio Vaticano II insistió claramente en la urgencia de este desafío que se le presenta a la Iglesia. Mis prede­cesores desearon alcanzar este ob­jetivo permaneciendo atentos a las mociones del Espíritu Santo, que es fuente divina y garantía del movi­miento ecuménico. Desde el inicio de mi Pontificado, he hecho del Ecumenismo una prioridad dentro de mi solicitud por la acción pasto­ral”. Está claro.
Y  sin parar el Papa pronuncia discursos sobre el Ecumenismo ya que constantemente recibe a dele­gaciones de ortodoxos, de todas las religiones en general y de todas las sectas.
Y  a pesar de todo se puede de­cir que este Ecumenismo no ha su­puesto ningún progreso para la Iglesia. En realidad no ha supuesto nada si no es confortar a los no ca­tólicos en sus errores, sin intentar convertirlos. Todo lo que se dice respecto a esto es un verdadero ga­limatías: la comunión, el acerca­miento, deseos de estar en una co­munidad perfecta, esperanza de po­der comulgar dentro de poco en los sacramentos de la unidad... Y así sin parar. Pero no hay ningún avan­ce y será imposible que lo haya.
De nuevo en L’Osservatore Ro­mano encontramos un discurso del Cardenal Casaroli en el que se diri­ge a la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas:
“Es para mí un placer muy grande haber sido invitado para hablar en esta Asamblea, y aprove­cho la ocasión para comunicarles las palabras de ánimo que les diri­ge la Santa Sede, deseando tam­bién hablarles -y ustedes lo com­prenderán- sobre un aspecto espe­cífico de la libertad fundamental de pensar y actuar según su con­ciencia, es decir la libertad de reli­gión (¡Oír estas cosas en la boca de un Arzobispo!). Juan Pablo II no dudaba en afirmar el año pasado, en un mensaje para la Jornada mundial de la paz, que la libertad religiosa constituye como una pie­dra angular en el edificio de los Derechos Humanos.
“La Iglesia Católica y su Pas­tor Supremo, que ha hecho de los Derechos Humanos uno de los grandes temas de su predicación, no han dejado de recordar que en el mundo hecho por el hombre y para el hombre (¡dixit Casaroli!) toda la organización de la socie­dad tiene sentido en la medida en que la dimensión humana es su preocupación central. (De Dios no se habla, nada de la dimensión de Dios en el hombre, horroroso. Es puro paganismo). Y el Cardenal continúa: “Todo hombre y todo el hombre, ésta es la preocupación de la Santa Sede, y también la vues­tra, sin duda”.
¡No digamos más! No tenemos que hacer nada con esa gente, no tenemos nada en común con todos ellos.
El famoso Cardenal Ratzinger se encuentra un tanto molesto por haber dicho que el Vaticano II era un contra-Syllabus, pues a menudo se le reprocha esta frase. Por eso encontró una explicación que dio a conocer el 27 de junio de 1990.
En Roma se ha publicado un documento interminable para expli­car las relaciones entre el Magiste­rio y los teólogos. Como no saben ya que hacer con los problemas que se les plantean por todas partes, tra­tan de atraerse a los teólogos sin condenarles tampoco demasiado. Páginas y páginas en un documento en el que se pierde uno fácilmente.
Es precisamente en la presenta­ción de este documento donde el Cardenal Ratzinger nos comunica la posibilidad de poder decir lo contrario de lo que los Papas han afirmado siempre desde hace siglo y medio.
“El documento, dice el Carde­nal, afirma, quizá por primera vez, (desde luego que la primera vez), que hay decisiones del Magisterio que no pueden ser la última pala­bra sobre determinada materia, pe­ro sí son un anclaje substancial en el problema (¡qué picaro!) y sobre todo una expresión de prudencia pastoral. Una especie de disposi­ción provisional. (¡Calificar de disposiciones provisionales a las de­claraciones oficiales de la Santa Sede!). El núcleo permanece esta­ble pero los aspectos particulares, sobre los que ejercen una influen­cia las circunstancias temporales, pueden ser susceptibles de rectifi­caciones posteriores. A este respec­to puedo señalar las declaraciones de los Papas del siglo pasado so­bre la libertad religiosa (¡por fa­vor!) como también las declaracio­nes antimodernistas de principios de siglo. (¡No le importa nada!). Y sobre todo las decisiones de la Co­misión bíblica de la misma época” (¡Sí, sobre todo!).
Así pues tres decisiones del Magisterio que pueden arrinconar­se. Que pueden cambiar. En este mismo sentido podríamos sacar a la luz las declaraciones papales del siglo pasado, ¡porque también ellas tendrán necesidad de ser rectifica­das tras el paso del tiempo!
“Las declaraciones antimoder­nistas han prestado un gran servi­cio pastoral en su tiempo, en cir­cunstancias muy determinadas, pe­ro ahora están superadas”. (Y así queda atrás la página del modernis­mo. Se terminó y no hay que hablar más).
El Cardenal se defiende de la acusación que se le hace de estar en contra del Syllabus, en contra de las decisiones pontificias y del Ma­gisterio: permanece un núcleo (¿qué núcleo?, ¡no se sabe!), pero los aspectos particulares sobre los que tienen una influencia especial las circunstancias temporales pue­den ser susceptibles de modificaciones posteriores. El juego sigue... ¡es increíble!
¿Cómo podemos tener confianza en esas personas?
¿Cómo podemos tener confian­za en gente así? Gente que justifica el rechazo de Quanta Cura, de Pascendi, de las declaraciones de la Comisión bíblica, etc...
Una de dos, o somos los here­deros de la Iglesia Católica, de Quanta Cura, de Pascendi, junto a los Papas de antes del Concilio y la gran mayoría de Obispos, todos a favor del Reinado de Nuestro Señor y la salvación de las almas, o si no somos los herederos de los que, sin importarles la ruptura con la Iglesia y su doctrina, admiten los princi­pios de los Derechos Humanos, ba­sados en una verdadera apostasía, con la única intención de poder es­tar presentes, aunque sea como la­cayos, en el gobierno mundial revo­lucionario. En el fondo se trata de eso: tanto decir que están a favor de los Derechos Humanos, de la liber­tad religiosa, la democracia y la igualdad entre todos, obtendrán un puesto en el gobierno mundial, pero será meramente de lacayos.
Si digo todas estas cosas es porque me parece que es necesario unir nuestro combate a todo lo que le ha precedido. Todo esto no ha comenzado con el Concilio, este combate durísimo y penosísimo en el que muchos han quedado exhaustos. La separación de la Iglesia y del Estado, la expulsión de los re­ligiosos, la expropiación de los bie­nes de la Iglesia, todo esto ha sido una auténtica persecución no sola­mente en Francia, sino también en Suiza, en España, en Alemania y en Italia.
Cuando los Estados Pontificios son ocupados, el Papa se confina en el Vaticano, presa de sucesos abominables. ¿Vamos a aliarnos con ellos, contra la doctrina de los Papas, sin hacer caso de los lamen­tos que éstos han lanzado para de­fender los derechos de la Iglesia y de nuestro Señor, en definitiva para defender las almas?
Estoy convencido que tenemos unas fuerza y una solidez que no provienen de nuestra propia lucha. Pues el combate que llevamos a ca­bo no es algo nuestro, es el comba­te de Nuestro Señor Jesucristo por amor y para defender a la Iglesia. No podemos dudar: o estamos con la Iglesia o en contra de ella. No podemos admitir a esta iglesia con­ciliar que cada vez tiene menos de la Iglesia católica, prácticamente no le queda ya nada.
Cuando el Papa hablaba en otros tiempos de los Derechos Hu­manos, hacía también alusión a los deberes propios del hombre. Ahora no. Todas estas reflexiones son pa­ra sentirnos fortalecidos y conven­cidos y llevar adelante este comba­te, con la gracia de Dios. No existi­ríamos ya si Nuestro Señor no estu­viese con nosotros. En cuatro o cinco ocasiones la Hermandad ha estado en peligro de desaparecer. Gracias a Dios no ha sido así. Una de ellas fue el momento de las con­sagraciones episcopales, nos lo ha­bían dicho. Los falsos augures e in­cluso gente cercana a nosotros nos lo habían dicho: “Monseñor, no ha­ga eso nunca, será el fin de la Her­mandad”. Pero Dios no lo quiso así. Eso es todo.
A lo largo de este combate ha habido también mártires, los de la Revolución Francesa y todos los que moralmente han estado perse­guidos. San Pío sufrió el martirio a causa de tantos Obispos persegui­dos, monasterios expropiados, reli­giosos expulsados fuera de sus fronteras y tantas cosas más. ¿Y eso ahora no tiene ningún valor? ¿Va a ser una lucha inútil, absurda, que va a acabar condenando a las propias víctimas y mártires? No, no es posible.
Inmensos en este combate, en esta lucha, demos gracias a Dios por ello. Es cierto que somos per­seguidos, los únicos excomulga­dos, pero no podemos dejar de ser lo que somos.
¿Qué va a pasar? No lo sé. Po­demos leer en la Escritura: “Vendrá y todo volverá a su lugar”, Omnia restituet. ¡Que venga pronto!
Humanamente hablando no veo por el momento la posibilidad de llegar a un acuerdo. Me dicen que si Roma llegase a aceptar a los Obis­pos consagrados por mí, dejándonos libres de la jurisdicción ordinaria de los Prelados diocesanos... Primera­mente están muy lejos de hacer algo así, y haría falta además que nos hi­ciesen de verdad tal ofrecimiento, cosa que no están dispuestos a ha­cerlo. El fondo de la cuestión, en 1988, ha sido precisamente la con­cesión de un Obispo tradicionalista. Lo que nos ofrecían siempre era un Obispo de acuerdo a la Santa Sede. Pero todos sabemos lo que esto quiere decir. Concediéndonos lo que pedíamos sabían muy bien que nos erigiríamos en una gran fortale­za tradicional y eso no lo quieren y no están dispuestos a dárselo a na­die, ni a los que han pactado con ellos. Por eso el protocolo que firmé no ha sido el mismo que el que fir­maron los otros. Nuestro protocolo incluía un Obispo tradicional y dos miembros en la comisión romana. Mientras que los otros que han fir­mado el pacto con Roma no cuen­tan ni con obispo alguno ni con miembros suyos propios. Roma no quiere en los protocolos que se fir­men clausulas de este tipo.

Dios ha querido la Hermandad

El 1 de Noviembre de 1990 se cumplen los 20 años de nuestra Hermandad, y estoy plenamente convencido que esta Hermandad representa lo que el Señor quiere para guardar y mantener la Fe, la verdad de la Iglesia, y todo lo que aún se puede salvar en la Iglesia. Este objetivo se cumple también gracias a los Obispos que están junto al superior General y que cumplen su papel de guardianes y centinelas de la Fe, predicando y administrando los Sacramentos del Orden y de la Confirmación. Todo esto es absolutamente necesario, insustituible.
Nos llenamos de un gran con­suelo al meditar estas cosas y en verdad que podemos dar gracias a Dios, siguiendo en nuestra labor con perseverancia; de esta forma podremos recibir un día el premio por lo que hemos hecho. Aunque la visita del Cardenal Gagnon no haya dado muchos frutos, sin em­bargo ella es signo de nuestra pre­sencia y del bien que se hace en la Hermandad. Y aunque no lo digan claramente, no es menos cierto que tienen que reconocer que la Hermandad representa una fuerza irreemplazable para la Fe, de suer­te que si ellos llegan a reencontrar la Tradición, podrán tener la ale­gría y la satisfacción de servirse de esta institución. Pidamos a la Santísima Virgen, nuestra Señora de Fátima, especialmente en las peregrinaciones, que ayude a nuestra Hermandad con abundan­tes vocaciones. Nuestros Semina­rios no están totalmente llenos, ne­cesitamos más vocaciones. Con la gracia de Dios las tendremos. Mu­chas gracias por todo. Ahora lo único que pido es tener una buena y santa muerte, no me queda otra cosa que hacer.