Traducir

sábado, 21 de febrero de 2015

MEDITACIONES: Sábado primero de Cuaresma


Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la doctrina del Evangelio

   Padeciendo los discípulos tempestad una noche en el mar, vino a ellos Cristo sobre las aguas, entró en su nave y cesó el viento; llegaron a tierra, y sanó a muchos enfermos que vinieron a pedirle salud.

   Punto I.- Considera la tempestad que padecieron los discípulos que se embarcaron sin su maestro en el mar; porque a donde falta el Señor, luego se mueven tempestades. Aprende a no perderle de vista; más ruégale afectuosamente que no se aparte de ti, ni te deje apartar de su lado.

   Punto II.- Considera la vigilancia y cuidado con que vivía el Salvador de los suyos, y la que deben tener los prelados y superiores de quienes les ha encomendado. Mira cómo entra en el mismo peligro con ellos y cómo los visita en sus mayores aflicciones, y aprende a visitar y consolar a los tuyos y a tener firme esperanza en la piedad de este Señor. Piensa el cuidado que tiene de ti y cómo nunca te olvida y sabe y atiende a dónde estás, y los trabajos que te cercan para consolarte en ellos y librarte de cualquier peligro en que te hallares. Gózate de tener tan buen maestro y Señor, y clama en tus necesidades suplicándole que venga y te favorezca, como lo hizo con sus discípulos.

   Punto III.- Considera cómo los discípulos al principio no conocieron a su Maestro, hasta que se acercó a ellos y entró en su nave. Llégate a Dios si quieres conocerle, que por esto le ignoras y no le  sirves como debes, porque andas retirado de su presencia, embarcado en el mar de este mundo. Retírate de las criaturas y hallarás al Creador. Conversa con Él en la oración, y alcanzarás luz para conocerle, y espíritu para amarle y servirle.

   Punto IV.- Considera cómo en llegando a tierra le llevaron los enfermos y todos cobraron salud con solo tocar su vestidura. Pondera cuántas veces le has tocado tú, no sólo su vestidura sino su Santísimo Cuerpo, y recibiéndole en el tuyo, y sigues enfermo, porque no tienes la Fe que aquellos tuvieron. Llora tu negligencia, y pídele al Señor que te sane pues tienes tantas enfermedades; cuéntaselas una a una, y pídele que te sane de todas, y que te dé su gracia para que no vuelvas a recaer en los pecados.