Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la doctrina del Evangelio
Padeciendo los discípulos tempestad una noche en el mar, vino a ellos
Cristo sobre las aguas, entró en su nave y cesó el viento; llegaron a tierra, y
sanó a muchos enfermos que vinieron a pedirle salud.
Punto I.- Considera la tempestad que padecieron los discípulos que se
embarcaron sin su maestro en el mar; porque a donde falta el Señor, luego se
mueven tempestades. Aprende a no perderle de vista; más ruégale afectuosamente
que no se aparte de ti, ni te deje apartar de su lado.
Punto II.- Considera la vigilancia y cuidado con que vivía el Salvador
de los suyos, y la que deben tener los prelados y superiores de quienes les ha
encomendado. Mira cómo entra en el mismo peligro con ellos y cómo los visita en
sus mayores aflicciones, y aprende a visitar y consolar a los tuyos y a tener
firme esperanza en la piedad de este Señor. Piensa el cuidado que tiene de ti y
cómo nunca te olvida y sabe y atiende a dónde estás, y los trabajos que te
cercan para consolarte en ellos y librarte de cualquier peligro en que te
hallares. Gózate de tener tan buen maestro y Señor, y clama en tus necesidades
suplicándole que venga y te favorezca, como lo hizo con sus discípulos.
Punto III.- Considera cómo los discípulos al principio no conocieron a
su Maestro, hasta que se acercó a ellos y entró en su nave. Llégate a Dios si
quieres conocerle, que por esto le ignoras y no le sirves como debes, porque andas retirado de su
presencia, embarcado en el mar de este mundo. Retírate de las criaturas y
hallarás al Creador. Conversa con Él en la oración, y alcanzarás luz para
conocerle, y espíritu para amarle y servirle.
Punto IV.- Considera cómo en llegando a tierra le llevaron los enfermos
y todos cobraron salud con solo tocar su vestidura. Pondera cuántas veces le
has tocado tú, no sólo su vestidura sino su Santísimo Cuerpo, y recibiéndole en
el tuyo, y sigues enfermo, porque no tienes la Fe que aquellos tuvieron. Llora
tu negligencia, y pídele al Señor que te sane pues tienes tantas enfermedades;
cuéntaselas una a una, y pídele que te sane de todas, y que te dé su gracia
para que no vuelvas a recaer en los pecados.