Meditación
Por el P. Alonso de Andrade
De la vista que dio Cristo al ciego mendigo
Punto I.- Considera cómo este ciego, fue símbolo del pecador, pobre de
las riquezas verdaderas, mendigo de las criaturas, pidiendo a las puertas de
ellas, sentado y descuidado de su salvación en el descanso de sus vicios junto
al camino, porque a vista del verdadero que lleva al cielo, anda descaminado
por despeñaderos y a riesgo de caer a cada paso y dar consigo en el infierno.
Vuelve los ojos a ti mismo y considera el estado en que te puso el pecado, y
llora y gime tu miseria, y cóbrale el
aborrecimiento que debes tenerle. Mírate ciego, pobre, mendigo, sin luz ni
providencia, descuidado y sin camino en
la ceguedad de tus vicios, siguiendo desenfrenadamente tus desordenados
apetitos, y clama al Señor con este ciego pidiéndole vista y salud.
Punto II.- Considera cómo el ciego clamaba a Jesús, y los que pasaban le
impedían, más no por eso desistió de sus clamores hasta conseguir su petición;
en que te enseña a clamar a Dios en tus necesidades, y cuánto impide el tropel
de las cosas temporales que pasan con el tiempo, y los cuidados exteriores que
distraen el alma de la oración y no la
dejan clamar a Dios; pero tú, a imitación de este ciego no debes rendirte, sino
perseverar clamando y orando hasta conseguir tu
petición.
Punto III.- Considera cómo Cristo se detuvo a las voces del ciego y
ordenó a sus discípulos que se lo trajesen y le sanó. Mira cómo la oración del
pobre detuvo a Cristo, así conocerás la fuerza de la oración que detiene a Dios
en su camino y le hace parar a socorrer nuestras necesidades, clama en las
tuyas y dile con el ciego: Jesús, Hijo de
David, tened misericordia de mí, y no le dejes pasar sin que te oiga y
remedie como lo hizo con este ciego. Aprende del Salvador a detenerte cuando
oyeres la voz del pobre, y no pases sin remediarle en la manera que pudieres
sus necesidades. Advierte cuán fácilmente pudiera Cristo llegarse al ciego, y
no lo hizo sino mandó a los apóstoles que se lo trajesen, para que supiéramos que
es oficio de los apóstoles llevar los ciegos a Dios; y que les manda a sus
discípulos, y a ti si eres uno de ellos, que le lleves todos los ciegos en el
alma que pudieres, para que les dé la vista. Considera cuántos lo están porque
tú no se los llevas, y que son muchos los que ciegos con sus pasiones se
despeñan en el abismo por no darles tú la mano ni llevarlos al conocimiento de
Dios. Duélete de tu poca caridad y procura en adelante el bien de tus prójimos
amándolos como a ti y haciendo lo que quisieras que hicieren contigo.
Punto IV.- Considera cómo en dando Cristo vista al ciego, él le siguió
dándole mil gracias, y toda la gente glorificó a Dios; a donde conviene meditar
dos cosas. La primera el agradecimiento de este ciego, no solo de palabra
alabando a Dios, sino de obra siguiéndole como discípulo, así debes darle tú
gracias por las mercedes que te hace, no solo de palabra engrandeciendo su
bondad, sino también de obra sirviéndole y siguiéndole y haciéndote su
discípulo, que para esto te da ojos para que le sigas y le sirvas. Lo segundo,
pondera que todos los que antes le impedían clamar a Cristo, después le
ayudaron a darle gracias y alabanzas por la merced que le hizo. Si tienes valor
para perseverar en llamar a Dios sin rendirte a las contradicciones de los
hombres, sentirás su divino favor, y que los mismos que te contradicen te
ayudarán a bendecir a Dios. Contempla el gozo de este ciego cuando se halló con
vista y la alegría de su alma, cuando vio la luz del cielo y con ella a Cristo,
el cual se la dio en el cuerpo y en el alma para conocerle, confesarle,
seguirle y servirle. ¡Oh, dichoso ciego, que alcanzaste tanto bien! ¡Oh,
piadoso Señor, que así oyes a quien te llama! No cierres tus oídos a mis
clamores. Ten, Señor, misericordia de mí, y dame vista para que te conozca,
ame, siga y sirva eternamente. Amén.