Traducir
miércoles, 28 de mayo de 2025
lunes, 26 de mayo de 2025
EL SANTO ABANDONO (CONCLUSION)
Vamos a resumir con brevedad este trabajo, a fin de poner
de relieve conclusiones prácticas.
La voluntad divina es la regla suprema de nuestra vida, la
norma del bien, de lo mejor, de lo perfecto; cuanto más se
conforma con ella, más se santifica el alma.
Existe la voluntad de Dios significada a la que corresponde
la obediencia. Para nosotros religiosos, su principal
manifestación es la Santa Regla con las órdenes de los
Superiores. De parte de Dios es la dirección estable y
permanente, y en cuanto a nosotros, el trabajo normal y de
todos los días. La obediencia será, pues, el gran medio de
santificación.
Existe también el beneplácito divino, al cual corresponde la
conformidad de nuestra voluntad. Este se manifiesta por los
acontecimientos; preséntasenos como ellos, variable,
imprevisto, a veces desconcertante; en el fondo, es un querer
de Dios, siempre paternal y sabio. La Regla está hecha para la
Comunidad; el beneplácito divino corresponde más a nuestras
necesidades personales, y lejos de suplantar a la Regla,
añade a la acción de ésta la suya propia, siempre beneficiosa
y con frecuencia eficaz, y a veces hasta llega a ser decisiva. El
verdadero espiritual se adhiere con amor a toda voluntad de
Dios, sea significada o de beneplácito, de suerte que pueda
recoger todos los frutos de santidad que aquélla le
proporciona.
La conformidad nacida del temor, o la simple resignación, produce
desde luego efectos saludables; nadie hay que no
pueda y deba practicarla. La conformidad, fruto de la
esperanza, es más elevada en su causa y más fecunda en sus
resultados y es accesible a todas las almas piadosas. La
conformidad que produce el amor divino es sin comparación la
más noble, la más meritoria, la más dichosa; transformada en
hábito forma el camino de las almas adelantadas. Es esta
conformidad perfecta, amorosa y filial la que hemos estudiado
bajo el nombre de abandono.
El Santo Abandono eleva en nosotros a su más alto grado,
y con tanta fuerza como suavidad, el desasimiento universal,
el amor divino, todas las virtudes. En la cadena más poderosa
y más dulce para hacer nuestra voluntad cautiva de la de Dios
en una unión del todo cordial, de una humilde confianza y de
una afectuosa intimidad. El abandono es por excelencia el
secreto para asegurar la libertad del alma, la igualdad del
espíritu, la paz y la alegría del corazón. Nos procura un
agradable reposo en Dios, y lo que aún vale más, es que El es
el artista de nuestras más encumbradas virtudes, el mejor
maestro de la santidad. Llevándonos de la mano de concierto
con la obediencia, nos guía con seguridad por los caminos de
la perfección, nos prepara una muerte feliz y nos eleva a
pasos agigantados a las cumbres del Paraíso. Es el verdadero
ideal de la vida interior. ¿Qué alma, por poco clarividente que
sea, no aspirará a tal estado con todas sus fuerzas? Si se
conociera mejor su valor, ¿podría uno ser indiferente en tender
a él, acercarse, establecerse firmemente y hacer en él, de
continuo, nuevos progresos? Seguramente que sin pagar el
precio debido no podremos obtenerlo, mas una vez
posesionados de este tesoro, ¿no recompensa con usura
nuestro trabajo? ¿Qué hemos de hacer, pues, para
conseguirlo?
Ante todo el abandono, según lo hemos visto, exige tres
condiciones y trataremos, de hacernos indiferentes por virtud a
los bienes y a los males, a la salud y a la enfermedad, a las
consolaciones y a las sequedades, a todo lo que no es Dios y
su santa voluntad, a fin de que El pueda disponer de nosotros
a su agrado sin resistencia de nuestra parte. Y puesto que la
naturaleza tiene sus raíces más profundas en el orgullo y la
independencia, consagraremos nuestros más exquisitos
cuidados a la obediencia y a la humildad.
Empeño nuestro ha de ser crecer cada día en la fe y
confianza en la Providencia. El acaso no es más que una
palabra. Dios es quien dirige los grandes acontecimientos del
mundo y los menores incidentes de nuestra vida. Se sirve de
las causas segundas, pero éstas no obran sino bajo su
impulso. Quieran o no, los malos como los buenos no son en
sus manos sino simples instrumentos; reservándose El
recompensar a los unos y castigar a los otros; quiere, sin
embargo, hacer servir sus virtudes y sus defectos para nuestro
adelantamiento espiritual, y ni los mismos pecados podrán
estorbarle en sus designios; están ya previstos por El y los ha
hecho entrar en sus planes. Ahora bien, Aquel que todo lo ha
combinado y que es el Soberano Dueño de los hombres y de
los acontecimientos, es también nuestro Padre infinitamente
sabio y bueno, es nuestro Salvador que ha dado su vida por
nosotros, es el Espíritu de amor ocupado por completo en
nuestra santificación. Sin duda, se propone su gloria, mas no
la cifra sino en hacernos buenos y felices. Buscará, pues, en
todo el bien de su Iglesia y de nuestras almas. Piensa sobre
todo en nuestra eternidad. Nos ama como Dios, y de la
manera que El sabe hacerlo, pura y sinceramente; y si
crucifica en nosotros al hombre viejo, es para dar la vida al hijo
de Dios; aun cuando castiga con alguna dureza, su amor es
quien dirige su mano, su sabiduría regula los golpes. ¡Pero no
siempre lo entendemos así y a veces la conducta de la
Providencia nos irrita y desconcierta! Pudiera entonces
decirnos el buen Maestro como a Santa Gertrudis: «Sería muy
de mi agrado que mis amigos me juzgasen menos cruel.
Deberían tener la delicadeza de pensar que no uso de
severidad sino para su bien, y para su mayor bien. Hágolo por
amor; y si esto no fuera necesario para curarlos o para
acrecentar su gloria eterna, ni siquiera permitiría que el viento
más leve los contrariara.» Jesús, instruyendo a su fiel esposa,
«hízola comprender poco a poco que todo cuanto sucede a los
justos viene de mano de Dios; que los sufrimientos, las
humillaciones son de un precio incomparable y constituyen los
más preciados dones de su Providencia; que las enfermedades
espirituales, las tentaciones, las faltas mismas
vienen a ser, por medio de su gracia, poderosos instrumentos
de santificación.
Mostróle Jesús cómo escucha las oraciones
de sus amigos, aun en aquellas ocasiones en que se creen
olvidados o rechazados; cómo a sus ojos la intención avalora
sus actos; cómo -en los fracasos- los buenos deseos pasan y
son considerados como obras. Le reveló también la elevada
perfección de un abandono completo al divino beneplácito, y la
alegría que halla su corazón al ver un alma entregarse
ciegamente a los cuidados de su Providencia y de su amor.»
Santa Gertrudis comprendió estas divinas enseñanzas, y
tan profundamente las grabó en su corazón, que supo repetir
en cualquiera ocasión con nuestro Maestro: «Sí, Padre mío,
puesto que tal es vuestro beneplácito.» Si queremos también
nosotros entonar continuamente este himno del abandono,
debemos penetrarnos de estas verdades saludables, nutrirnos
de ellas a satisfacción en la oración y piadosas lecturas, de
suerte que poco a poco nos formemos un estado de espíritu
conforme al Evangelio. Hasta será conveniente, dado el caso,
no cerrar los ojos a esta luz de la fe para no mirar sino el lado
desagradable de los acontecimientos. Este aviso es de la más
alta importancia, porque la naturaleza orgullosa y sensual no
gusta de ser contrariada, humillada, molestada en sus
comodidades, privada de gozos y saturada de sufrimientos.
Rebélase entonces, entregada por completo al sentimiento de
su dolor, murmura contra la prueba y contra los causantes de
ella, olvida a Dios que nos la envía, sin pensar en los frutos de
santidad que de ahí espera El sacar. De aquí proviene tanta
turbación, inquietud y amargura, cuando por el contrario, esta
dañosa agitación debiera hacer comprender que nuestra vista
se extravía y la voluntad se doblega. ¡ Dichosos aquellos que
poseen la sabiduría de ver la mano de nuestro Padre celestial
en todos los acontecimientos, agradables o penosos, y no
mirarlos sino a la luz de la eternidad!
Si el desprendimiento universal, la fe viva y la confianza en
la Providencia nos disponen admirablemente al Santo
Abandono, es el amor de Dios quien lo realiza en nosotros. A
El solo pertenece fundir nuestra voluntad en la de Dios, y dar a
esta unión tan íntima el carácter de amorosa intimidad y de filial
confianza, que señala el Santo Abandono. Mas esta
metamorfosis de nuestra voluntad, esta donación total de
nosotros mismos, la lleva a cabo como naturalmente el amor
divino; es su tendencia y de ello experimenta necesidad, y
sólo con esta condición se satisface; con el corazón da
también la voluntad, se entrega por completo y sin reservarse
nada. Así, al menos, sucede cuando el amor ha tomado
incremento. Por consiguiente, la ciencia del abandono no es
otra cosa que la ciencia del amor, y para progresar en esta
perfecta conformidad, es necesario aplicarse a crecer en el
amor, no en este amor en el cual secretamente se mezcla
cierto escondido interés con que nos buscamos a nosotros
mismos, sino en el amor enteramente puro, que sabiamente
se olvida de sí para darse del todo a Dios.
Ricos de fe, de confianza y de amor, nos hallamos en
excelentes disposiciones para recibir con respeto y sumisión
los acontecimientos todos del divino beneplácito, a medida
que se produzcan, o para esperarlos con una dulce
tranquilidad de espíritu y en una paz llena de confianza.
Haciendo la voluntad de Dios significada, y sin omitir la
previsión y los esfuerzos que requiere la prudencia, se
desecha fácilmente la turbación y la inquietud, se reposa en
los brazos de la Providencia, al modo de un niño en el seno de
su madre.
El desprendimiento universal, la fe, la confianza y el amor,
no son posibles sino con la gracia, y ésta se precisa muy
abundante para obtenerlos en el grado que los exige el Santo
Abandono. La oración, pues, se impone. Nos recomienda San
Alfonso: «no olvidemos que es necesario orar, sea cualquiera
el estado en que nos hallemos», aun en las consolaciones, la
calma y prosperidad: mayormente bajo los golpes de la
adversidad, en las tentaciones, las tinieblas y las pruebas de
todo género. Nos enseña a «clamar a Dios: Señor,
conducidme por el camino que os plazca, haced que cumpla
vuestra voluntad, no deseo otra cosa». Sin duda, tenemos
derecho a pedir que el Señor nos alivie la carga, mas San
Alfonso nos indica un camino más generoso: «Esposa bendita
de Jesús -dice a su Monja santa- acostumbraos en la oración
a ofreceros siempre a Dios; protestad que por su amor estáis
dispuesta a padecer cualquier pena de espíritu o de cuerpo,
cualquier desolación, cualquier dolor, enfermedad, deshonra o
persecución, pidiéndole siempre os dé fuerzas para hacer en
todo su santa voluntad.» Sin embargo, por nuestra parte no
aconsejaríamos de ordinario pedir a Dios pruebas; creemos
también que en lugar de considerar las cruces de un modo
particular, será más prudente aceptar en general las que Dios
nos destine, confiándonos a su bondad y discreción. «No
olvidéis -continúa San Alfonso este excelente consejo que dan
los maestros de espíritu, a saber: cuando sucede alguna grave
adversidad, entonces no hay materia más propia para la
oración, y por consiguiente para hacer repetidos actos de
resignación, como tomar objeto de ella la misma tribulación
que ha sobrevenido. Este ha sido el continuo ejercicio de los
santos, conformar su voluntad con la de Dios. San Pedro de
Alcántara lo practicaba aun durante el sueño. Santa Gertrudis
repetía trescientas veces al día: Jesús mío, no se haga mi
voluntad sino la vuestra.» San Francisco de Sales
recomendaba a Santa Juana de Chantal «que hiciera un
ejercicio particular de querer y de amar la voluntad de Dios
más enérgicamente, con más ternura y con más amor que a
ninguna cosa del mundo; y esto no tan sólo en las
circunstancias soportables, sino en las más insoportables.
Poned vuestros ojos en la voluntad general de Dios con la que
quiere todas las obras de su misericordia y de su justicia en el
cielo, en la tierra, bajo la tierra; y con profunda humildad
aprobad, alabad y después amad esta santa voluntad
enteramente equitativa y bella en extremo. Poned vuestros
ojos en la voluntad especial de Dios, con la cual ama a los
suyos; considerad la variedad de consolaciones, pero sobre
todo de tribulaciones que los buenos sufren, y después con
grande humildad aprobad, alabad y amad esta voluntad.
Considerad esta voluntad en vuestra persona, en todo cuanto
os acontezca y puede aconteceros de bueno y malo,
exceptuando el pecado; después aprobad, alabad y amad
todo esto, protestando que queréis eternamente honrar, amar,
adorar esta soberana voluntad, entregando a merced suya
vuestra persona, a todos los vuestros, y a mí entre ellos.
Terminad por último con una ilimitada confianza de que esta
voluntad hará todo bien para nosotros y para nuestra felicidad.
Después de haber hecho dos o tres veces en la forma
indicada este ejercicio, podréis acortarlo, variarlo y
acomodarlo como mejor os parezca, ya que es necesario
fijarlo con frecuencia en el corazón a modo de jaculatoria».
La princesa Isabel en su prisión, de la que no había de salir
sino para subir al cadalso, repetía con frecuencia y todas las
mañanas esta oración: «¿Qué me sucederá hoy, Dios mío? Lo
ignoro por completo, pero sé que nada me acontecerá que
Vos no lo hayáis previsto, regulado y ordenado desde toda la
eternidad. Esto me basta, Dios mío, esto me basta: adoro
vuestros inescrutables designios y a ellos me someto con todo
mi corazón por amor vuestro. Todo lo quiero, todo lo acepto,
de todo os hago un sacrificio, y uno este sacrificio al de
Jesucristo mi divino Salvador. En su nombre y por los méritos
infinitos de su Pasión os pido la paciencia en mis trabajos, y la
perfecta sumisión que os es debida por todo lo que queréis y
permitís. Así sea.»
Podemos decir de cuando en cuando con el P. Saint-Jure:
«Señor mío y Dios mío, quiero y recibo con agrado todo lo que
Vos queréis, y cuando lo quisiereis, como lo quisiereis y para
los fines que os propusiereis, en cuanto al frío, al calor, a la
lluvia, a la nieve, a las tempestades y a todos los desórdenes
de los elementos, lo mismo en cuanto al hambre, a la sed, a la
pobreza, a la infamia, a los ultrajes, a los disgustos, a las
repugnancias y a todas las demás miserias. Me abandono a
Vos con un corazón sumiso, para que dispongáis de mi en
esto como en todo lo demás, según vuestro beneplácito.
Referente a las enfermedades, Vos sabéis las que habéis
resuelto enviarme. Yo las quiero y desde este momento las
acepto y las abrazo en espíritu, inmolándome a vuestra divina
y adorable voluntad. Esas quiero y no otras, porque son las
que Vos queréis, las recibo con una perfecta conformidad en
vuestra voluntad como las habéis Vos ordenado, ya en cuanto
al tiempo de su venida, ya al de su duración o al de su
cualidad. No las quiero ni más crueles ni más suaves, ni más
cortas ni más largas, ni más benignas ni más agudas, sino tan
sólo como ellas deben serlo según vuestra voluntad.» En
todas las cosas, «Señor mío y Dios mío, me abandono y me entrego
por completo a Vos; os entrego mi cuerpo, mi alma,
mis bienes, mi honra, mi vida y mi muerte. Adoro todos
vuestros designios sobre mí, y con todo mi corazón os suplico
que cuanto hayáis resuelto acerca de mi, sea en el tiempo,
sea en la eternidad, se cumpla en el más alto grado posible de
perfección.»
Es fácil reproducir estos actos en tanto no se deje sentir la
prueba, mas lo importante es repetirlos sobre todo cuando la
cruz pesa sobre nuestros hombros. «En vez de perder el
tiempo -dice el P. de la Colombière- en quejaros de los
hombres o de la fortuna, arrojaos sin demora a los pies del
Divino Maestro, pidiéndole la gracia de llevarlo todo con
paciencia y constancia. Un hombre que ha recibido una herida
mortal, si es prudente, no corre tras el que le ha herido, sino
que se va derecho al médico que puede curarle. Además, si
buscáis al autor de vuestros males, aun en este caso os es
preciso ir a Dios, puesto que no hay fuera de El quien pueda
realmente causarlos. Id, pues, a Dios; id empero prontamente,
id al momento; que sea éste vuestro primer cuidado. Id, por
decirlo así, a devolverle el azote con que os ha azotado y de
que se ha servido para heriros. Besad mil veces las manos de
vuestro Crucifijo, esas manos que os han golpeado, que han
llevado a cabo todo el mal que os aflige. Decidle muchas
veces estas hermosas palabras que El mismo decía a su
Padre en su cruel agonía. Señor, no se haga mi voluntad, sino
la vuestra. Os bendigo con todo mi corazón, os doy gracias de
que vuestras órdenes se ejecuten en mi, y aunque pudiera
resistir a ellas, no dejaría de someterme. De grado recibo esta
calamidad tal cual es y en todas sus circunstancias. No me
quejo ni del mal que sufro, ni de las personas que me lo
causan, ni de la forma en que me viene, ni del tiempo ni del
lugar en que me ha sorprendido. Seguro estoy de que Vos
habéis querido todas esas cosas, y preferiría morir antes que
oponerme en nada a vuestra santísima voluntad. Si, Dios mío,
todo lo que quisiereis en mí y en todos los hombres, ahora y
en todo tiempo, en el cielo y en la tierra; hágase vuestra
voluntad, pero que se haga en la tierra tal como se cumple en
el cielo.»
Si supiéramos ver siempre esta santísima y adorable voluntad,
significada o de beneplácito, aprobaría, adherirnos
siempre a ella, cumplirla con generosidad, con amor y
fidelidad como los santos y los ángeles lo hacen en el cielo,
esta voluntad divina transformaría muy pronto la faz de la
tierra; la santidad florecería por todas partes, reinarían la
alegría en los corazones, la caridad entre los hombres, la paz
en las familias y en las naciones. A pesar de las pruebas, la
vida deslizaríase dulce y placentera, embalsamada de
confianza y de amor, cargada de virtudes y de méritos.
Llegado el momento, abandonaríamos con gusto el destierro
por la patria y, lejos de temer a Dios como juez, nos
apresuraríamos a ir a nuestro Padre. Vendría, pues, a ser la
tierra la antesala del cielo, y el Paraíso sería para nosotros
admirablemente rico de gloria y felicidad. ¡Cuánto han de
bendecir al Señor los que han aprendido a amarle y a seguirle
con amor y confianza por cualquiera parte que los conduzca!
¡Cuán miserablemente se engañan los esclavos de su propia
voluntad, que no tienen suficiente confianza en Dios, su
Padre, su Salvador, el Amigo verdadero, para permitirle
santificarlos y hacerlos felices! Nosotros, al menos, amemos a
nuestro dulce Maestro, tan sabio y tan bueno; hagamos con
ánimo esforzado todo lo que El quiere; aceptemos con
confianza todo cuanto El dispone: éste es el camino de
elevadas virtudes, el secreto de la dicha para el tiempo y para
la eternidad.
martes, 20 de mayo de 2025
LOS TRES DIAS DE OBSCURIDAD (Marie-Julie Jahenny)
Marie Julie Jahenny: "Todo debe perderse sin remedio humano posible, para que se vea bien que la salvación viene de Él solo".
La religión permanecerá solo en «las almas solitarias de unos pocos que serán acosados y perseguidos». Habrá un «nuevo clero» y «nueva misa… nuevos predicadores y nuevos sacramentos, nuevos bautismos, nuevas cofradías… No quedará ningún vestigio del Santo Sacrificio». San Miguel le dijo que Satanás tendría posesión de todo y "toda bondad, fe y religión serán enterradas en la tumba".
En 1873 recibió del Cielo el más importante regalo místico: Los Estigmas de Cristo, desde los 23 años de edad hasta su muerte, 60 años más tarde, llevó en su cuerpo las Llagas de Nuestro Señor en el grado más visible que ninguna otra persona los ha llevado en la historia de la Iglesia.
A más de las Cinco Llagas en sus manos, pies y costado, Marie-Julie sufrió también, las heridas infringidas por la Corona de Espinas, y las marcas de los hombros que Jesucristo Nuestro Señor padeció por cargar la Santa Cruz. A todo esto, ella también padeció las heridas causadas por los azotes en la espalda de Cristo.
Con exactitud predijo las dos Guerras mundiales, la elección del Papa San Pío X, varias persecuciones de la Iglesia, los castigos designados a Francia por su apostasía. Muchas de sus profecías han quedado sin publicarse. Sin embargo, sus advertencias para los Últimos Tiempos deben ser leídas por aquellos que “tengan oídos”. Marie-Julie tuvo el maravilloso don de poder distinguir el pan eucarístico del pan ordinario, los objetos benditos de los que no lo eran; sabía decir el lugar de donde venían las reliquias y finalmente, podía entender los cantos y oraciones sagradas de cualquier idioma.
Desde el 28 de diciembre de 1875 sobrevivió por cinco años con solo comer la Hostia Consagrada cada día. El Dr. Imbert-Gourbeyre comprobó que durante ese período de tiempo no tuvo ninguna excreción líquida o sólida. También, cuando estaba en éxtasis, no sentía ningún dolor ni era molestada por la intensidad de la luz. Algunos de estos éxtasis estaban acompañados de levitación y en ese momento su cuerpo no pesaba nada.
La vidente, hacia el fin de sus días quedó ciega, sorda, muda y tullida; subsistió milagrosamente con el Santísimo Sacramento en los últimos años de su vida.
Marie-Julie subió al Cielo el 4 de marzo de 1941 con la admiración de numerosos científicos que la examinaban continuamente, también con el desprecio de los descreídos y de los orgullosos; con la devoción de sus amigos de toda la vida como Mon. Fourier, obispo de Nantes y del grupo de quienes difundían sus mensajes y sus penas a un mundo ingrato e indiferente.
PROFECÍAS
Una de las profecías más interesantes de Marie-Julie es la visión que tuvo del diálogo entre Nuestro Señor Jesucristo y Lucifer-Satanás, en el que éste amenazó de la siguiente manera: “Atacaré a la Iglesia. Derribaré la Cruz, diezmaré la población y depositaré una gran debilidad en los corazones. Propiciaré la negación de la Religión Católica. Por un tiempo seré el amo de todas las cosas en la tierra, todo estará bajo mi control, aún Tu Templo y Tus fieles”
INVENTO DEL NUEVO RITUAL
El 27 de noviembre de 1902 y el 10 de mayo de 1904, Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen María le anunciaron la conspiración del Nuevo Ritual de la Misa. “Te anunciamos la siguiente advertencia: Los discípulos que no son de Mi Evangelio están trabajando intensamente en estructurar, de acuerdo a sus propias ideas y bajo la influencia del enemigo de las almas, una nueva Misa que contenga conceptos odiosos a Mis designios.” “Cuando esta fatal hora llegue, la fe de mis sacerdotes se pondrá a prueba".
Marie- Julie Jahenny reveló que los que gobiernan el rebaño, serán los responsables de la crisis venidera. Aparentemente, el comunismo no podría triunfar si la Iglesia permaneciera en la Fe. También ella mencionó que la creciente libertad adquirida por los sacerdotes y Obispos la usarán malamente. Mencionó a un Papa venidero, que en el último momento, revertirá su política para hacer un llamado al clero. Pero, no será obedecido, al contrario, una Asamblea de Obispos le demandará aún mayor libertad, declarando que pronto no le obedecerían más. Marie Julie declaró que esa “revolución roja” lo derribará. Entonces una horrorosa religión remplazará a la religión Católica y vio a muchísimos obispos abrazando esa “sacrílega e infame religión.”
Los tres días de oscuridad han sido profetizados por muchos santos incluyendo a Anna María Taigi, al Padre Pío de Pietrelcina y a Marie-Julie Jahenny. Marie-Julie anunció tres días de oscuridad durante los cuales los poderes infernales serán soltados y ejecutarán a todos los enemigos de Nuestro Señor Jesucristo. “La crisis vendrá de repente, los castigos serán repartidos en todos y se sucederán uno tras otro sin interrupción……” 4 de enero de 1884. “Los tres días de oscuridad serán en JUEVES, VIERNES Y SÁBADO. Días del Sagrado Sacramento, de la Santa Cruz y de la Santísima Virgen...
miércoles, 14 de mayo de 2025
viernes, 9 de mayo de 2025
SOBRE EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION EN TIEMPOS DE APOSTASIA
jueves, 8 de mayo de 2025
NO BASTA CON RECIBIR SACRAMENTOS VÁLIDOS PARA AGRADAR A DIOS
Este no es un sermón más.
Aquí termina el compromiso y comienza la Cruz.
En una época en la que muchos ofrecen sacramentos válidos mientras se mantienen sometidos a la Roma modernista, un sacerdote se niega a sacrificar la fe por acceso a sacramentos.
Mientras otros se esconden tras apariencias y evitan la confrontación, el Padre Hewko y el R. P. Rafael OSB se mantienen donde se mantuvieron los santos: intransigentes, claros, sin miedo.
Sin indulto. Sin neo-FSSPX. Sin sedevacantismo. Sin falsa resistencia.
No son etiquetas vagas. Cada una representa una traición real y mortal a Cristo y a su Iglesia.
El indulto funciona con el permiso de quienes rechazan la realeza de Cristo.
La neo-FSSPX silencia a su fundador y busca la reconciliación con los mismos errores que él condenó.
La falsa resistencia tolera el escándalo y la ambigüedad doctrinal mientras finge defender la Tradición.
Todos pueden ofrecer sacramentos válidos. Pero la validez no basta.
Este es el peligroso error del minimalismo sacramentista: la idea de que, mientras la forma sea correcta y el rito válido, es seguro asistir a la Misa.
Pero la Iglesia nunca ha enseñado que la validez por sí sola garantice el fruto espiritual.
Los sacramentos funcionan ex opere operato, pero solo dentro del marco de la verdadera fe católica.
Fuera de ese marco, pueden convertirse en un peligro para las almas. Incluso pueden convertirse en una trampa.
Una Misa ofrecida en unión con el error puede parecer santa. Pero se convierte en una puerta a la transigencia. Forma conciencias para aceptar medias verdades. Debilita la voluntad. Le dice al alma que la unión con la Roma modernista es tolerable, incluso beneficiosa. Pero no lo es.
Asistir a una Misa así no es un acto neutral. Es un consentimiento tácito a la traición.
Solo la plena fe católica sigue siendo agradable a Dios. No las verdades parciales. No la fidelidad condicional. No el minimalismo sacramentista.
Esta es la prueba de nuestro tiempo. ¿Aceptaremos sacramentos válidos de quienes han traicionado la Fe? ¿O permaneceremos fieles, incluso cuando eso signifique sacrificio, aislamiento y sufrimiento?
Aquí es donde se mantuvieron los santos en cada época de apostasía.
Fueron exiliados. Fueron perseguidos. Fueron martirizados.
No por falta de misas, sino porque se negaron a asistir a las que se ofrecían en unión con el error.
Sabían lo que debemos recordar: la fe es lo primero. Los sacramentos no son magia. No se dan para encubrir la traición. Son para quienes permanecen con Cristo, incluso cuando eso signifique la cruz.
Vigila, comparte y mantente firme en la verdad.
Porque ha llegado el momento en que incluso los sacramentos se usan para llevar almas al error. Y solo quienes aman a Cristo más que la comodidad verán el peligro.
Esta es la línea. Esta es la batalla.
Aquí es donde comienza la cruz.
PARA GANAR EL CIELO DÍA A DÍA
"¡Cuánto amo las pequeñas mortificaciones que nadie ve!: como levantarse un cuarto de hora más pronto, levantarse un momentito para rezar por la noche; pero hay personas que sólo piensan en dormir. Podemos privarnos de calentarnos; si estamos mal sentados, no buscar colocarnos mejor; si paseamos en el jardín, privarnos de algunas frutas que nos agradarían; al hacer la limpieza en la cocina, no picotear; privarse de mirar algo bonito que atrae la mirada en las calles de las grandes ciudades sobre todo. Cuando vamos por la calle, fijemos la mirada en Nuestro Señor llevando su cruz ante nosotros, en la Santa Virgen que nos mira, en nuestro ángel de la guarda que está a nuestro lado".
San Juan María Vianney (El Santo cura de Ars)
miércoles, 7 de mayo de 2025
martes, 29 de abril de 2025
sábado, 26 de abril de 2025
LLAMADO A LOS CATÓLICOS PARA ROGAR A DIOS POR UN PAPA SANTO
Buenos días hermanos
Saludo Fraternal
Dios los Guarde en Gracia.
Como siempre hemos estado pidiendo en la Capillita, al Señor la Gracia de un Papa Santo.
Y así como les dije el Domingo y cada Domingo no nos cansemos de pedir la Gracia De un Papa Santo en todo momento y lugar, elevar esta suplica al Altísimo.
La Santa Iglesia Católica está siendo perseguida y desterrada de Roma.
Ya esta en un hilo El Santo Sacrificio.
Cada día crece más el cisma,la herejía, la confusión, no sólo en la Iglesia visible o oficial o Conciliar que ya dejó de ser Conciliar y pasó a ser " La Iglesia Sinodal Inclusiva." Pero esto también ocurre en la Iglesia Tradicional.
De hecho se está viviendo.
Obispos contra Obispos, Sacerdotes contra Sacerdotes, fieles contra fieles se destruyen entre sí sólo por conservar un puñado de fieles o de infieles, causando con todo esto la pérdida de la fe, y muchas almas se están perdiendo por esta causa. De lo cual no es solamente culpable los Obispos y Sacerdotes si no también los bautizados que no quieren cumplir sus promesas bautismales.
La situación es tan caótica que los fieles se hacen los de la oreja sorda y los ciegos para no escuchar ni ver lo que está sucediendo a su alrededor.
Solo quieren los Sacramentos, sin mirar más allá.
Un papel muy fuerte en todo esto juega la ignorancia culpable.
En fin la oscuridad reina.
Los invito hermanos Católicos a unirnos en Oración por La Gracia De Un Papa Santo.
Un Pastor con alma de Mártir, un Pastor con la Disposición de lavar la Iglesia con su Sangre.
Vemos como el agua, el fuego y la Sangre son los medios que El Señor a utilizado a través de la historia para purificar su Iglesia. Pues está vez no va a ser diferente, solo un Mártir y del más alto Rango Jerárquico puede ofrecer su Sangre siendo otro Cristo con Cristo, pueda desagraviar y reparar tanto daño y mal que se a causado al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María en toda su Iglesia.
No es el momento dijo Santa Teresa De Jesús a sus monjas "Hijas mías no es el momento de pedir cosas de poca monta"
Y yo les Repito a voces ¡¡¡ No es el momento de pedir cosas de poca monta!!! Es el momento de pedir y pedir a grandes voces ¡¡¡ Señor,tus enemigos nos cercan, Señor, tus enemigos nos acorralan, Señor, tus enemigos nos circunvalaran, si Tú Señor no nos miras!!!
"Oh Señor suplicamos por mediación Del Inmaculado Corazón de María y la intersección de Nuestro Padre San José y de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo y de todos los Santos la Gracia de un Papa Santo"
"Señor Ten compasión de Tú Iglesia"
Roguemos hermanos como dice San Pablo con Temor y Temblor porque el tiempo apremia.
Dios nos Guarde en Gracia
Para que en todo sea Dios Glorificado
miércoles, 23 de abril de 2025
viernes, 11 de abril de 2025
AMARGUÍSIMOS SUFRIMIENTOS DE LA SANTISIMA VIRGEN EN LA PASION DE SU HIJO
Tomado del Sermón angélico en la Revelaciones Celestiales de Santa Brígida
FERIA SEXTA. - LECCIÓN TERCERA
CAPÍTULO 18
La Pasión del Hijo de la Virgen nos encomiende en manos del altísimo Padre. Amén.
Por último, en aquel mismo tiempo en que había predicho el Hijo de la Virgen: Me buscaréis y no me encontraréis, la punta de una penetrante espada hirió cruelmente el corazón de la Virgen.
Entregado, según fué su santa voluntad, el Hijo por un traidor discípulo, y por los enemigos de la verdad y de la justicia, una espada de dolor penetraba el corazón y entrañas de la Virgen, y traspasando cruelmente su alma, introducíase con gravísimo dolor por todos los miembros de su cuerpo.
Pues en el alma de la Virgen entraba con la mayor amargura esa espada, siempre que a su amadísimo Hijo se le presentaban padecimientos y oprobios. Veía, pues, a su Hijo abofeteado por mano de los impíos, azotado cruel e impíamente, condenado a muerte con la mayor infamia por los príncipes de los judíos, y conducido con las manos atadas al lugar de su Pasión, en medio del clamoreo del pueblo, que gritaba: Crucifica al traidor, llevando con mucha debilidad la cruz sobre sus hombros, precediéndole otros que le traían atado en pos de ellos, acompañándole algunos que le empujaban a puñadas, y trataban como cruelísima fiera a aquel mansísimo cordero, el cual, según profetizó Isaías, en todos sus padecimientos era tan sufrido, que a manera de cordero fué llevado a la muerte, sin dar un quejido, y callado al modo de la oveja ante el esquilador, no abrió sus labios; el cual, así como por sí mismo mostró la mayor paciencia, igualmente su santísima Madre sufrió con suma paciencia todas sus tribulaciones. Y al modo que el cordero acompaña a su madre adonde quiera que fuere llevada, así la Virgen Madre seguía a su Hijo conducido a los lugares de los tormentos.
Pero viendo la Madre al Hijo con una corona de espinas puesta por burla, el rostro cubierto de sangre, y las mejillas rojas con las fuertes bofetadas, llenóse de gravísima angustia, y con la fuerza de los dolores comenzaron a palidecer sus mejillas; al correr por todo su cuerpo la sangre del Hijo en su flagelación, un raudal de lágrimas corría de los ojos de la Virgen; al ver después al Hijo cruelmente extendido en la cruz, empezaron a consumirse todas las fuerzas de su cuerpo; mas al oír las martilladas, cuando con clavos de hierro eran traspasados pies y manos del Hijo, faltándole entonces a la Virgen todos los sentidos, postróla como muerta lo fuerte del dolor; al ver que los judíos daban de beber a Jesús hiel y vinagre, la ansiedad del corazón secó la lengua y el paladar de la Virgen, de modo, que entonces no podía mover para hablar sus benditos labios; al oír después aquella débil voz de su Hijo, diciendo en la agonía de la muerte:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? , y viendo, finalmente, ponerse yertos todos los miembros del Hijo, y que inclinado la cabeza expiraba, entonces lo cruel del dolor comprimió el corazón de la Virgen, que no podía mover ni una sola de sus articulaciones.
En lo cual se ve que no hizo entonces Dios corto milagro, cuando la Virgen Madre, inundada interiormente con tantas y tan grandes dolores, no expiró al ver a su amadísimo Hijo, desnudo y atormentado, vivo y muerto, traspasado con una lanzada, siendo la mofa de todos, crucificado entre ladrones, huyendo de él casi todos cuantos le conocían, y aun muchos de éstos apartándose bastante de la rectitud de la fe.
Luego, así como su Hijo padeció una muerte amarguísima sobre todos los vivientes en este mundo, de la misma manera la Madre sufrió en su bendita alma amarguísimos dolores. Refiere la Sagrada Escritura que al ver la mujer de Finées el arca de Dios en poder de sus enemigos, expiró de repente con la vehemencia del pesar; pero el dolor de esta mujer no podía compararse con los dolores virginales de María al ver el cuerpo de su bendito Hijo, del cual era figura la referida arca, puesto y clavado en una cruz: pues amaba la Virgen a su Hijo, verdadero Dios y hombre, con mayor amor de que cualquiera nacido de mujer, por obra de varón, pudiera amarse a sí mismo o a otro.
Por lo cual, como se considera admirable el que muriese de pesar, padeciendo más leves dolores esa mujer de Finées, y que sobrevivió María, sin embargo de padecer mucho más graves angustias. ¿Quién al pensar en esto no podrá juzgar sino que la Santísima Virgen conservó su vida contra todas las fuerzas corporales por especial don de Dios? Por último: al morir el Hijo de Dios abrió el cielo, y rescató con su poderío a sus amigos, detenidos en los infiernos. Mas recobrándose de su amargura la Virgen, conservaba sola en su integridad la recta fe hasta la resurrección del Hijo, y reduciéndolos a la fe, corregía a muchos que miserablemente se apartaban de ella.
Muerto, pues, su Hijo, fué bajado de la cruz y envuelto en un lienzo, para ser sepultado como cualquiera otro cadáver, y entonces apartáronse de él todos, creyendo pocos que resucitaría; mas entonces también huyeron del corazón de la Madre los estímulos de los dolores, y comenzó a renovarse suavemente en ella el placer de los consuelos, porque se sabía que estaban completamente terminadas las tribulaciones de su Hijo, y que este Señor, con su divinidad y humanidad, debía resucitar al tercer día para la gloria eterna, y que en adelante no debía ni podía padecer molestia alguna.
martes, 8 de abril de 2025
CAP. 4 FRUTOS DEL SANTO ABANDONO (Muerte santa y valimiento cerca de Dios)
Artículo 5º.- Muerte santa y valimiento cerca de Dios
A medida que el alma avanza en el Santo Abandono,
progresa también en el desasimiento de todas las cosas para
no adherirse sino a Dios sólo; la fe, la confianza y el amor con
todas las demás virtudes han tomado en ella vastas
proporciones, y la unión de su voluntad con la de Dios se ha
ido estrechando de día en día. El alma camina a pasos
agigantados por el camino de la perfección. Una santa vida prepara
una muerte santa, y en cierto modo la asegura. La
perseverancia final es siempre la gracia de las gracias, el don
gratuito por excelencia; mas nada hay comparable al Santo
Abandono para mover a nuestro Padre celestial a
concedernos esta gracia decisiva. El, que va en busca del
pecador, ¿podrá acaso rechazar un alma que sólo vive de
amor y filial sumisión? Que ella prosiga por este camino hasta
el fin, y vedla salva, pero al modo de los santos. Aun hablando
de los cristianos ordinarios, el piadoso Obispo de Ginebra
acostumbraba decir: «A Dios con todo su poder le es
imposible condenar a un alma que, al salir de su cuerpo, tiene
su voluntad sumisa a la voluntad divina. Tal como se halla
nuestra voluntad a la hora de nuestra muerte, del mismo modo
permanecerá toda la eternidad. Como queda el árbol al ser
derribado, así permanece. Por este motivo, cuando asistía a
un moribundo hacia los mayores esfuerzos para conseguir que
sometiera por completo su voluntad a la de Dios, y apenas le
hablaba de otra cosa.»
La muerte nos arrebatará nuestros bienes y nuestra
situación, nuestros parientes y hasta nuestro cuerpo. Cuando
uno está bien afianzado en el Santo Abandono, ni siquiera
llega a sentir esas crueles separaciones que desgarran el
alma apegada a las cosas de este mundo. Este abandono nos
ha hecho indiferentes por virtud a todo lo que la muerte nos ha
de arrebatar por fuerza; venga cuando quiera, que el sacrificio
está ya hecho en el corazón y ninguna mella hacen en éste las
cosas que ella nos quita, pues no se quiere sino a Dios solo, y
precisamente la muerte es la que va a colmar este deseo.
Sin duda, traerá un terrible cortejo de sufrimientos y
tentaciones; es el combate decisivo y la prueba dolorosa entre
todas. Nada, empero, dispone a este trance supremo como el
Santo Abandono, pues él nos ha formado para recibirlo todo
de la mano de Dios con amor y confianza, y a cumplir con
valentía nuestro deber hasta bajo el peso de la cruz,
apoyándonos en el poder y en la bondad de Dios. He aquí la
razón por qué Santa Teresa del Niño Jesús haya podido decir
con legítima seguridad: «No temo en manera alguna los
últimos combates, ni los sufrimientos de la enfermedad por
intensos que sean. Dios me ha socorrido siempre: El me ha ayudado
y conducido desde mi tierna infancia... Cuento con
El. Podrá el sufrimiento alcanzar su máxima intensidad, mas
estoy segura de que El no me abandonará jamás.» Aun para
las almas más santas, es una cosa en sumo grado
impresionante el paso del tiempo a la eternidad. « ¡ Qué
solemne hora ésta en que me hallo! -decía en sus últimos
momentos Sor Isabel de la Trinidad-. El más allá es
imponente; parecíame haber vivido en él después de largo
tiempo y, sin embargo, lo desconozco por completo... Yo
experimento un sentimiento indefinible, algo de la justicia, de
la santidad de Dios. ¡Me hallo tan pequeña, tan desprovista de
méritos! ¡Cuán necesario es exhortar a los agonizantes a la
confianza! » « ¡Qué necesario es -decía Santa Teresa del Niño
Jesús-, qué necesario es orar por los agonizantes! ¡Si lo
entendiéramos bien! » Razón tenía ella para expresarse de
esta suerte, pues a pesar de haber llevado una vida tan pura,
percibía el sonido de una voz maldita que murmuraba a sus
oídos: «¿Tienes seguridad de ser amada de Dios? ¿Ha venido
El a decírtelo?» Con esto permaneció durante muchos días en
un estado de angustia que no se puede explicar. «¡Padre mío
-decía a su confesor Santa Juana de Chantal en su agonía-,
os aseguro que los juicios de Dios son espantosos! »
Preguntóle aquél si tenía miedo. - «No, respondió ella; mas os
aseguro que los juicios de Dios son terribles.» Es el grito de la
naturaleza en el último trance, es el pasmo de este momento
decisivo, infinitamente solemne; es la angustia de una
conciencia delicada, alarmada por su misma humildad. Un
alma que vive en el Santo Abandono triunfará de este temor.
No descuida medio alguno de completar su preparación, mas
ante todo piensa en que va por fin a ver a su Padre, a su
Amigo, a su Amado, a Aquel en quien ella ha puesto todas sus
complacencias; el Dios de su corazón, al cual no ha cesado de
dar su vida gota a gota; gusta recordar con una dulce emoción
las innumerables pruebas de su amor, de sus misericordias,
de sus inefables ternuras, y siente que ella le ama del fondo
de su alma y que a su vez es aún mucho más amada. ¡Cuán
feliz se considera pudiendo decir con el Salmista en esta hora
tan seria y decisiva: «Vos sois mi Dios, y mi suerte está en
vuestras manos!». En una palabra, ella ha vivido de amor y de
confianza, muere en el amor y en la confianza. Después de
una vida tan llena de penas interiores, Santa Juana de Chantal
y San Alfonso de Ligorio tuvieron la más dulce muerte. Tal vez
quiera Dios conservarnos sobre la cruz hasta el fin, mas no es
raro ver a las almas que han practicado el abandono morir sin
temor alguno, irse a la eternidad tranquilas y alegres, como un
niño que entra en el hogar paterno, cual religioso que se dirige
a cantar el Oficio. Tal fue el fin de la bienaventurada María
Magdalena Postel: «En su muerte no encontramos debilidad
alguna, ningún temor. Después de haber estado tan
perfectamente sometida a la divina voluntad durante su larga
carrera, no podía dejar de estarlo en el día decisivo. Sus horas
postreras rebosan en calma, en confianza y en abandono. A la
invitación del capellán para que ofrezca el sacrificio de su vida,
responde: "Nada me cuesta, ¡hágase en todo la voluntad de
Dios!" Maravilladas de su serenidad y sosiego, pregúntanle
sus hijas si es feliz. "¡Que si soy feliz!" y su rostro se tomó
radiante, parecía transparente como un alma que vuela al
cielo, no cesando de unirse a su Amado por actos de fe y
amorosas aspiraciones.» En esta hora decisiva nadie se
encontrará sobradamente puro ni bastante rico en méritos. Es
verdad, mas nada hay de tanta eficacia como el Santo
Abandono para hacer del todo fructuosa la suprema prueba.
¡Cuánto se gana soportando con una amorosa paciencia el
duro trabajo de la destrucción, recibiendo de la mano de Dios
con filial confianza el golpe de la muerte! Esto formará un
magnifico haz de méritos añadidos a otros muchos, y éste
será el más cargado de buen grano. Es además una ofrenda
muy agradable a la justicia divina, y quizá una satisfacción
suficiente por nuestros pecados. Según San Alfonso, «aceptar
la muerte que Dios nos presenta para conformarnos con su
voluntad, es merecer una recompensa parecida a la de los
mártires: éstos no son reputados por tales, sino en cuanto han
aceptado los tormentos y la muerte para agradar a Dios. El
que muere conformándose con la Divina Voluntad tiene una
muerte santa, y el que muere en una mayor conformidad tiene
una muerte más santa. Asegura el Padre Luis de Blosio que
en la muerte, un acto de perfecta conformidad nos preserva no
tan sólo del infierno, sino que también del purgatorio». ¿No será, al
menos, un motivo de angustia dejar en el
destierro, en los peligros, en la necesidad tal vez, todo lo que
se ha amado después de Dios: su familia, su Comunidad,
seres queridos que habrán puesto su confianza en nosotros?
La bienaventurada María Magdalena deja en el mayor
desamparo una Congregación apenas fundada, «pero ella,
que no había sido durante su vida sino el instrumento de la
Providencia, muere sin preocupación por su Comunidad; no
habiendo contado nunca con ningún brazo humano, en sus
últimos momentos tampoco cuenta sino con el Señor». A todos
los que se ha amado según Dios, no se deja de amarlos en el
cielo; lejos de esto, el afecto se hace más intenso y más puro,
y se está mejor situado para velar sobre ellos y para manejar
sus verdaderos intereses. ¿No es Dios el Soberano Dueño de
su suerte? ¿Y quién será tan poderoso cerca de El como un
alma que no ha vivido sino de su amor, en una constante
fidelidad para cumplir su voluntad significada, en un perfecto
abandono a su beneplácito? El mismo nos ha declarado «que
hará la voluntad de los que le temen, y que escuchará sus
ruegos». No hay palabra que más anime que ésta: hagamos la
voluntad de Dios, y El hará la nuestra; hagamos todo lo que El
quiere, que El hará todo lo que nosotros queramos. De ahí es
de donde procede el poder de intercesión de las almas que
viven en una amorosa y perfecta conformidad: ellas nada
niegan a Dios y Dios no les negará nada a ellas. El poder de
su oración en la tierra y en el cielo, estará siempre en relación
con su grado de amor, de obediencia y de abandono; y si Dios
se complace en glorificar algunas almas entre las mejores, no
busquemos en otra parte la causa de su elección.
He aquí por qué Santa Teresa del Niño Jesús es el gran
taumaturgo de nuestros días. Al fin de su vida parece tener
conciencia de su misión, cuyos secretos revela más de una
vez: «Yo quiero pasar mi cielo haciendo bien sobre la tierra.
Después de mi muerte haré caer una lluvia de rosas. Siento
que mi misión va a comenzar, mi misión de hacer amar a Dios
como yo le amo y de manifestar mi pequeño camino a las
almas. «¿Cuál es el pequeño camino que queréis enseñar?»
«Es el camino de la infancia espiritual, es el camino de la
confianza y del completo abandono.» Escuchemos ahora la razón que ella pone en primer término. «Yo no he dado a Dios
sino amor. El me devolverá amor. El cumplirá todos mis
deseos en el cielo, porque yo no he hecho jamás mi voluntad
en la tierra.»
Terminemos por un rasgo que se encuentra en todas
partes, pero que de un modo especial nos pertenece: pues el
héroe es un hermano converso de nuestra Orden, el
bienaventurado Aniano de Eberbach, y el narrador es también
de los nuestros, el bienaventurado Cesáreo, Prior de
Heisterbach. Vivía en el Monasterio de Eberbach un santo
hermano que se distinguía sobre todo por la obediencia y
simplicidad. Habíale Dios otorgado con tanta largueza el don
de milagros, que con sólo tocar su cinturón o sus hábitos los
enfermos sanaban de cualquier enfermedad. Maravillado de
un favor tan singular, y no advirtiendo en este hermano señal
alguna de santidad, preguntóle su Abad un día cómo explicaba
que Dios hiciera tantos prodigios por su mediación.-No lo sé,
respondió éste, porque ni oro, ni velo, ni trabajo, ni ayuno más
que mis hermanos; lo único que puedo decir es que en
cualquier acontecimiento, próspero o adverso, adoro la
voluntad de Dios. Tengo siempre un gran cuidado de querer
en todas las cosas lo que Dios quiere, y El me concede la
gracia de conservar mi voluntad enteramente abandonada a la
suya. Ni me eleva la prosperidad, ni me abate la adversidad,
porque todo lo recibo indiferentemente como de la mano de
Dios, y el único fin de mis oraciones es que se cumpla
perfectamente su santa voluntad en mí y en todas las
criaturas. - Decidme, replicó el Abad, ¿no os turbasteis algo
cuando el otro día una mano malvada incendió la granja, y
destruyó nuestros medios de subsistencia? - No, padre, muy
por el contrario, he dado gracias a Dios, según mi costumbre
en semejantes ocasiones, persuadido de que el Señor nada
hace o permite que no redunde en su gloria y en mayor bien
nuestro. Habida esta respuesta, que muestra tan perfecta
conformidad con la voluntad de Dios, ya no se maravilló el
Abad de que aquel religioso obrase tantos prodigios.
viernes, 28 de marzo de 2025
21 ejemplos de liberalismo en la “nueva” FSSPX
La FSSPX actual no es la misma que la de antaño. Existen innumerables ejemplos de sus enseñanzas y prácticas que lo demuestran. Muchos están documentados en Catholic Candle , tanto en su sitio web actual como en el antiguo, CatholicCandle.neocities.org.
A continuación se presentan veintiún ejemplos de este liberalismo de la FSSPX, tomados de muchos más que podríamos haber enumerado aquí. No podemos ignorar la montaña de evidencia. Usted tampoco debería hacerlo.
1. La FSSPX enseñaba anteriormente que la vacuna contra la rubéola y otras vacunas desarrolladas mediante abortos siempre son pecaminosas. En cambio, la FSSPX ahora afirma no solo que esta misma vacuna contra la rubéola es justificable para algunas personas, sino también que las vacunas contra la COVID-19, que también se desarrollaron mediante abortos, también lo son. [1] La nueva postura de la FSSPX es errónea, liberal y contradice su enseñanza previa sobre las vacunas desarrolladas mediante abortos.
2. La FSSPX afirma que ahora acepta el 95% del Vaticano II [2] y afirma que el Vaticano II no contiene herejías directas ni muchos errores. [3] La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que los documentos del Vaticano II están plagados de enseñanzas liberales y herejías.
3. La FSSPX ahora enseña que la libertad religiosa enseñada por el Vaticano II es “muy, muy, muy limitada”. [4] La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que el alcance de la libertad religiosa que enseña el Vaticano II es ilimitado siempre que no se altere el orden público. [5] Esta es la misma restricción exigua que los revolucionarios franceses impusieron después de la Revolución Francesa. En otras palabras, budistas, protestantes e incluso satanistas pueden hacer lo que quieran en público, siempre que sean pacíficos y no se vuelvan violentos.
4. La “nueva” FSSPX enseña falsamente que “muchos textos del Vaticano II son tradicionales”. [6] La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que no existen documentos tradicionales del Vaticano II (y mucho menos “muchos”).
5. Entre estos documentos del Vaticano II se encuentra la Lumen Gentium . La FSSPX ahora enseña que este documento está libre de errores y de liberalismo. [7] La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que existen cientos de herejías, declaraciones liberales y falsas en la Lumen Gentium. [8]
6. La “ nueva” FSSPX llamó a la nueva misa “Santa Misa”. [9] Además de llamarla “Santa Misa”, ahora llama a la Misa Tradicional por su nombre conciliar, es decir , la “Forma Extraordinaria”. [10] La FSSPX enseñó que la nueva misa es buena, pero no tan buena como la Misa Tradicional, comparándola con una trompeta de hojalata y con una de plata. [11] De hecho, mientras Mons. Fellay era superior general, asistió a la nueva misa y posteriormente la elogió. [12] Sus dos asistentes (que eran segundo y tercer lugar en autoridad en la FSSPX) asistieron a una nueva misa en otra ocasión. [13] La “nueva” FSSPX ha atribuido la disputa entre el Vaticano y la “vieja” FSSPX sobre la nueva misa a lo “profundos” que eran los “motivos” de Monseñor Lefebvre y al desconcierto de los sacerdotes y seguidores de la FSSPX porque estaban “hartos” de la “forma en que se celebraba la nueva misa”. [14] Monseñor Fellay dice que “lo que hay que corregir ” en la nueva misa son cosas como hacer una mejor traducción vernácula. [15] La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que la nueva misa en sí misma es malvada y sacrílega.
7. La «nueva» FSSPX afirma falsamente que el papa Francisco permanece en la verdad y está protegido del error. [16] Cuando era superior general, el obispo Fellay declaró estar «muy satisfecho» con muchas de las enseñanzas del papa Francisco. [17]
8. Jesucristo es Dios. Por esta razón, María es la Madre de Dios, pues es madre de una Persona que es Dios. Por la misma razón, los judíos cometieron deicidio porque mataron a una Persona que es Dios. El Vaticano II contradijo la enseñanza tradicional, desde la época de los apóstoles, de que los judíos cometieron deicidio. [18] La FSSPX ha adoptado este error conciliar y niega la enseñanza de la Iglesia de que los judíos cometieron deicidio. [19] La verdad que niega la «nueva» FSSPX es que los judíos cometieron deicidio, como siempre ha enseñado la Iglesia.
9. Los católicos no deberían dar por seguro que iremos al cielo. Pero eso es lo que enseña ahora la FSSPX. [20] Lo cierto es que la (supuesta) certeza de la salvación es el vicio de la presunción.
10. La nueva FSSPX enseña falsamente que el Vaticano II hace bien , cuando Monseñor Fellay, su entonces superior general, afirmó que el «Concilio Vaticano II… ilumina –es decir , profundiza y hace más explícitos– algunos aspectos de la vida y de la doctrina de la Iglesia». [21] La verdad es que el Vaticano II no hace ningún bien.
11. Entre otros innumerables errores conciliares se encuentra la afirmación de que existen «grados» de comunión con la Iglesia Católica. [22] La «nueva» FSSPX indica que acepta esta teoría conciliar al utilizar ahora el término « plena comunión», como si existiera cualquier otro tipo de comunión. Id .
12. Siendo superior general, el obispo Fellay afirmó que la exhortación del papa Francisco sobre el matrimonio ( Amoris Laetitia ) «contiene muchos aspectos correctos y bellos». [23] Lo cierto es que se trata de un documento vil y completamente conciliar. El obispo Fellay afirma falsamente que la abominable Amoris Laetitia del papa Francisco es como una «hermosa barca» con un agujero «muy pequeño». [24] La «nueva» FSSPX minimiza enormemente la maldad de las enseñanzas del papa Francisco.
13. La FSSPX enseña que la Optatam Totius del Vaticano II está libre de errores y de liberalismo. Lo cierto es que contiene muchas afirmaciones liberales y falsas. [25]
14. La “nueva” FSSPX publicó un artículo sobre la hostilidad del islam hacia otras religiones. Este artículo enfatizó la importancia de la libertad religiosa para todas las religiones y omitió mencionar la verdad católica de que el error (incluido el error religioso) no tiene derechos. [26] La verdad es que solo la verdadera fe católica tiene derechos. [27]
15. La «nueva» FSSPX afirma que debemos cambiar continuamente. [28] Esto se hace eco de la jerarquía conciliar, que enfatiza constantemente la necesidad de cambiar, de «renovarnos» y de «subir a la ola de la revolución de la fe». [29]
16. La Iglesia conciliar se refiere a la promoción de los errores conciliares como la Nueva Evangelización . [30] La “nueva” FSSPX declaró que el papa Francisco la ve como una ayuda para la Nueva Evangelización . Id. Esto es escandaloso, ya que implica que la N-FSSPX aprueba y está dispuesta a promover el modernismo del papa Francisco.
17. La FSSPX ahora difumina la diferencia entre la Iglesia católica y la Iglesia conciliar modernista. [31] Monseñor Lefebvre hizo esta clara distinción. [32]
18. La FSSPX y Monseñor Lefebvre solían decir que los grupos indultados « están haciendo la obra del diablo». [33] Ahora la FSSPX trata a esos grupos como colegas en la viña del Señor. [34]
19. Cuando era superior general, Monseñor Fellay afirmó que, mediante un acuerdo con Roma, la FSSPX «regresaría a la Iglesia». [35] Lo cierto es que la «antigua» FSSPX (y otros católicos tradicionales con una visión correcta) ya formaban parte de la Iglesia. Irónicamente, cuanto más conciliar se vuelve la «nueva» FSSPX, más necesita «regresar a la Iglesia» rechazando su liberalismo.
20. La “nueva” FSSPX, a través de uno de sus obispos, aprobó un folleto para su uso en la FSSPX, que enseña la posición conciliar de que a un paciente o a su cuidador se le permite elegir dejar morir de hambre a ese paciente si mantenerlo vivo proporcionándole alimentos y líquidos es una carga demasiado grande para ese paciente o su cuidador . [36]
21. La «nueva» FSSPX promueve la postura unilateral de desarme nuclear de «no armas nucleares» del Papa Francisco y de organizaciones de izquierda como Greenpeace. La N-FSSPX se opone a la postura católica preconciliar de que todas las armas, incluidas las nucleares, pueden utilizarse siempre que se preserven las enseñanzas católicas sobre la guerra y la justa defensa. [37]