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lunes, 26 de mayo de 2025

EL SANTO ABANDONO (CONCLUSION)

 


Vamos a resumir con brevedad este trabajo, a fin de poner

de relieve conclusiones prácticas.


La voluntad divina es la regla suprema de nuestra vida, la

norma del bien, de lo mejor, de lo perfecto; cuanto más se

conforma con ella, más se santifica el alma.


Existe la voluntad de Dios significada a la que corresponde

la obediencia. Para nosotros religiosos, su principal

manifestación es la Santa Regla con las órdenes de los

Superiores. De parte de Dios es la dirección estable y

permanente, y en cuanto a nosotros, el trabajo normal y de

todos los días. La obediencia será, pues, el gran medio de

santificación.


Existe también el beneplácito divino, al cual corresponde la

conformidad de nuestra voluntad. Este se manifiesta por los

acontecimientos; preséntasenos como ellos, variable,

imprevisto, a veces desconcertante; en el fondo, es un querer

de Dios, siempre paternal y sabio. La Regla está hecha para la

Comunidad; el beneplácito divino corresponde más a nuestras

necesidades personales, y lejos de suplantar a la Regla,

añade a la acción de ésta la suya propia, siempre beneficiosa

y con frecuencia eficaz, y a veces hasta llega a ser decisiva. El

verdadero espiritual se adhiere con amor a toda voluntad de

Dios, sea significada o de beneplácito, de suerte que pueda

recoger todos los frutos de santidad que aquélla le

proporciona.


La conformidad nacida del temor, o la simple resignación, produce

desde luego efectos saludables; nadie hay que no

pueda y deba practicarla. La conformidad, fruto de la

esperanza, es más elevada en su causa y más fecunda en sus

resultados y es accesible a todas las almas piadosas. La

conformidad que produce el amor divino es sin comparación la

más noble, la más meritoria, la más dichosa; transformada en

hábito forma el camino de las almas adelantadas. Es esta

conformidad perfecta, amorosa y filial la que hemos estudiado

bajo el nombre de abandono.


El Santo Abandono eleva en nosotros a su más alto grado,

y con tanta fuerza como suavidad, el desasimiento universal,

el amor divino, todas las virtudes. En la cadena más poderosa

y más dulce para hacer nuestra voluntad cautiva de la de Dios

en una unión del todo cordial, de una humilde confianza y de

una afectuosa intimidad. El abandono es por excelencia el

secreto para asegurar la libertad del alma, la igualdad del

espíritu, la paz y la alegría del corazón. Nos procura un

agradable reposo en Dios, y lo que aún vale más, es que El es

el artista de nuestras más encumbradas virtudes, el mejor

maestro de la santidad. Llevándonos de la mano de concierto

con la obediencia, nos guía con seguridad por los caminos de

la perfección, nos prepara una muerte feliz y nos eleva a

pasos agigantados a las cumbres del Paraíso. Es el verdadero

ideal de la vida interior. ¿Qué alma, por poco clarividente que

sea, no aspirará a tal estado con todas sus fuerzas? Si se

conociera mejor su valor, ¿podría uno ser indiferente en tender

a él, acercarse, establecerse firmemente y hacer en él, de

continuo, nuevos progresos? Seguramente que sin pagar el

precio debido no podremos obtenerlo, mas una vez

posesionados de este tesoro, ¿no recompensa con usura

nuestro trabajo? ¿Qué hemos de hacer, pues, para

conseguirlo?


Ante todo el abandono, según lo hemos visto, exige tres

condiciones y trataremos, de hacernos indiferentes por virtud a

los bienes y a los males, a la salud y a la enfermedad, a las

consolaciones y a las sequedades, a todo lo que no es Dios y

su santa voluntad, a fin de que El pueda disponer de nosotros

a su agrado sin resistencia de nuestra parte. Y puesto que la

naturaleza tiene sus raíces más profundas en el orgullo y la

independencia, consagraremos nuestros más exquisitos

cuidados a la obediencia y a la humildad.


Empeño nuestro ha de ser crecer cada día en la fe y

confianza en la Providencia. El acaso no es más que una

palabra. Dios es quien dirige los grandes acontecimientos del

mundo y los menores incidentes de nuestra vida. Se sirve de

las causas segundas, pero éstas no obran sino bajo su

impulso. Quieran o no, los malos como los buenos no son en

sus manos sino simples instrumentos; reservándose El

recompensar a los unos y castigar a los otros; quiere, sin

embargo, hacer servir sus virtudes y sus defectos para nuestro

adelantamiento espiritual, y ni los mismos pecados podrán

estorbarle en sus designios; están ya previstos por El y los ha

hecho entrar en sus planes. Ahora bien, Aquel que todo lo ha

combinado y que es el Soberano Dueño de los hombres y de

los acontecimientos, es también nuestro Padre infinitamente

sabio y bueno, es nuestro Salvador que ha dado su vida por

nosotros, es el Espíritu de amor ocupado por completo en

nuestra santificación. Sin duda, se propone su gloria, mas no

la cifra sino en hacernos buenos y felices. Buscará, pues, en

todo el bien de su Iglesia y de nuestras almas. Piensa sobre

todo en nuestra eternidad. Nos ama como Dios, y de la

manera que El sabe hacerlo, pura y sinceramente; y si

crucifica en nosotros al hombre viejo, es para dar la vida al hijo

de Dios; aun cuando castiga con alguna dureza, su amor es

quien dirige su mano, su sabiduría regula los golpes. ¡Pero no

siempre lo entendemos así y a veces la conducta de la

Providencia nos irrita y desconcierta! Pudiera entonces

decirnos el buen Maestro como a Santa Gertrudis: «Sería muy

de mi agrado que mis amigos me juzgasen menos cruel.

Deberían tener la delicadeza de pensar que no uso de

severidad sino para su bien, y para su mayor bien. Hágolo por

amor; y si esto no fuera necesario para curarlos o para

acrecentar su gloria eterna, ni siquiera permitiría que el viento

más leve los contrariara.» Jesús, instruyendo a su fiel esposa,

«hízola comprender poco a poco que todo cuanto sucede a los

justos viene de mano de Dios; que los sufrimientos, las

humillaciones son de un precio incomparable y constituyen los

más preciados dones de su Providencia; que las enfermedades

espirituales, las tentaciones, las faltas mismas

vienen a ser, por medio de su gracia, poderosos instrumentos

de santificación. 


Mostróle Jesús cómo escucha las oraciones

de sus amigos, aun en aquellas ocasiones en que se creen

olvidados o rechazados; cómo a sus ojos la intención avalora

sus actos; cómo -en los fracasos- los buenos deseos pasan y

son considerados como obras. Le reveló también la elevada

perfección de un abandono completo al divino beneplácito, y la

alegría que halla su corazón al ver un alma entregarse

ciegamente a los cuidados de su Providencia y de su amor.»


Santa Gertrudis comprendió estas divinas enseñanzas, y

tan profundamente las grabó en su corazón, que supo repetir

en cualquiera ocasión con nuestro Maestro: «Sí, Padre mío,

puesto que tal es vuestro beneplácito.» Si queremos también

nosotros entonar continuamente este himno del abandono,

debemos penetrarnos de estas verdades saludables, nutrirnos

de ellas a satisfacción en la oración y piadosas lecturas, de

suerte que poco a poco nos formemos un estado de espíritu

conforme al Evangelio. Hasta será conveniente, dado el caso,

no cerrar los ojos a esta luz de la fe para no mirar sino el lado

desagradable de los acontecimientos. Este aviso es de la más

alta importancia, porque la naturaleza orgullosa y sensual no

gusta de ser contrariada, humillada, molestada en sus

comodidades, privada de gozos y saturada de sufrimientos.

Rebélase entonces, entregada por completo al sentimiento de

su dolor, murmura contra la prueba y contra los causantes de

ella, olvida a Dios que nos la envía, sin pensar en los frutos de

santidad que de ahí espera El sacar. De aquí proviene tanta

turbación, inquietud y amargura, cuando por el contrario, esta

dañosa agitación debiera hacer comprender que nuestra vista

se extravía y la voluntad se doblega. ¡ Dichosos aquellos que

poseen la sabiduría de ver la mano de nuestro Padre celestial

en todos los acontecimientos, agradables o penosos, y no

mirarlos sino a la luz de la eternidad!


Si el desprendimiento universal, la fe viva y la confianza en

la Providencia nos disponen admirablemente al Santo

Abandono, es el amor de Dios quien lo realiza en nosotros. A

El solo pertenece fundir nuestra voluntad en la de Dios, y dar a

esta unión tan íntima el carácter de amorosa intimidad y de filial

confianza, que señala el Santo Abandono. Mas esta

metamorfosis de nuestra voluntad, esta donación total de

nosotros mismos, la lleva a cabo como naturalmente el amor

divino; es su tendencia y de ello experimenta necesidad, y

sólo con esta condición se satisface; con el corazón da

también la voluntad, se entrega por completo y sin reservarse

nada. Así, al menos, sucede cuando el amor ha tomado

incremento. Por consiguiente, la ciencia del abandono no es

otra cosa que la ciencia del amor, y para progresar en esta

perfecta conformidad, es necesario aplicarse a crecer en el

amor, no en este amor en el cual secretamente se mezcla

cierto escondido interés con que nos buscamos a nosotros

mismos, sino en el amor enteramente puro, que sabiamente

se olvida de sí para darse del todo a Dios.


Ricos de fe, de confianza y de amor, nos hallamos en

excelentes disposiciones para recibir con respeto y sumisión

los acontecimientos todos del divino beneplácito, a medida

que se produzcan, o para esperarlos con una dulce

tranquilidad de espíritu y en una paz llena de confianza.

Haciendo la voluntad de Dios significada, y sin omitir la

previsión y los esfuerzos que requiere la prudencia, se

desecha fácilmente la turbación y la inquietud, se reposa en

los brazos de la Providencia, al modo de un niño en el seno de

su madre.


El desprendimiento universal, la fe, la confianza y el amor,

no son posibles sino con la gracia, y ésta se precisa muy

abundante para obtenerlos en el grado que los exige el Santo

Abandono. La oración, pues, se impone. Nos recomienda San

Alfonso: «no olvidemos que es necesario orar, sea cualquiera

el estado en que nos hallemos», aun en las consolaciones, la

calma y prosperidad: mayormente bajo los golpes de la

adversidad, en las tentaciones, las tinieblas y las pruebas de

todo género. Nos enseña a «clamar a Dios: Señor,

conducidme por el camino que os plazca, haced que cumpla

vuestra voluntad, no deseo otra cosa». Sin duda, tenemos

derecho a pedir que el Señor nos alivie la carga, mas San

Alfonso nos indica un camino más generoso: «Esposa bendita

de Jesús -dice a su Monja santa- acostumbraos en la oración

a ofreceros siempre a Dios; protestad que por su amor estáis

dispuesta a padecer cualquier pena de espíritu o de cuerpo,

cualquier desolación, cualquier dolor, enfermedad, deshonra o

persecución, pidiéndole siempre os dé fuerzas para hacer en

todo su santa voluntad.» Sin embargo, por nuestra parte no

aconsejaríamos de ordinario pedir a Dios pruebas; creemos

también que en lugar de considerar las cruces de un modo

particular, será más prudente aceptar en general las que Dios

nos destine, confiándonos a su bondad y discreción. «No

olvidéis -continúa San Alfonso este excelente consejo que dan

los maestros de espíritu, a saber: cuando sucede alguna grave

adversidad, entonces no hay materia más propia para la

oración, y por consiguiente para hacer repetidos actos de

resignación, como tomar objeto de ella la misma tribulación

que ha sobrevenido. Este ha sido el continuo ejercicio de los

santos, conformar su voluntad con la de Dios. San Pedro de

Alcántara lo practicaba aun durante el sueño. Santa Gertrudis

repetía trescientas veces al día: Jesús mío, no se haga mi

voluntad sino la vuestra.» San Francisco de Sales

recomendaba a Santa Juana de Chantal «que hiciera un

ejercicio particular de querer y de amar la voluntad de Dios

más enérgicamente, con más ternura y con más amor que a

ninguna cosa del mundo; y esto no tan sólo en las

circunstancias soportables, sino en las más insoportables.


Poned vuestros ojos en la voluntad general de Dios con la que

quiere todas las obras de su misericordia y de su justicia en el

cielo, en la tierra, bajo la tierra; y con profunda humildad

aprobad, alabad y después amad esta santa voluntad

enteramente equitativa y bella en extremo. Poned vuestros

ojos en la voluntad especial de Dios, con la cual ama a los

suyos; considerad la variedad de consolaciones, pero sobre

todo de tribulaciones que los buenos sufren, y después con

grande humildad aprobad, alabad y amad esta voluntad.


Considerad esta voluntad en vuestra persona, en todo cuanto

os acontezca y puede aconteceros de bueno y malo,

exceptuando el pecado; después aprobad, alabad y amad

todo esto, protestando que queréis eternamente honrar, amar,

adorar esta soberana voluntad, entregando a merced suya

vuestra persona, a todos los vuestros, y a mí entre ellos.

Terminad por último con una ilimitada confianza de que esta

voluntad hará todo bien para nosotros y para nuestra felicidad.


Después de haber hecho dos o tres veces en la forma

indicada este ejercicio, podréis acortarlo, variarlo y

acomodarlo como mejor os parezca, ya que es necesario

fijarlo con frecuencia en el corazón a modo de jaculatoria».


La princesa Isabel en su prisión, de la que no había de salir

sino para subir al cadalso, repetía con frecuencia y todas las

mañanas esta oración: «¿Qué me sucederá hoy, Dios mío? Lo

ignoro por completo, pero sé que nada me acontecerá que

Vos no lo hayáis previsto, regulado y ordenado desde toda la

eternidad. Esto me basta, Dios mío, esto me basta: adoro

vuestros inescrutables designios y a ellos me someto con todo

mi corazón por amor vuestro. Todo lo quiero, todo lo acepto,

de todo os hago un sacrificio, y uno este sacrificio al de

Jesucristo mi divino Salvador. En su nombre y por los méritos

infinitos de su Pasión os pido la paciencia en mis trabajos, y la

perfecta sumisión que os es debida por todo lo que queréis y

permitís. Así sea.»


Podemos decir de cuando en cuando con el P. Saint-Jure:

«Señor mío y Dios mío, quiero y recibo con agrado todo lo que

Vos queréis, y cuando lo quisiereis, como lo quisiereis y para

los fines que os propusiereis, en cuanto al frío, al calor, a la

lluvia, a la nieve, a las tempestades y a todos los desórdenes

de los elementos, lo mismo en cuanto al hambre, a la sed, a la

pobreza, a la infamia, a los ultrajes, a los disgustos, a las

repugnancias y a todas las demás miserias. Me abandono a

Vos con un corazón sumiso, para que dispongáis de mi en

esto como en todo lo demás, según vuestro beneplácito.


Referente a las enfermedades, Vos sabéis las que habéis

resuelto enviarme. Yo las quiero y desde este momento las

acepto y las abrazo en espíritu, inmolándome a vuestra divina

y adorable voluntad. Esas quiero y no otras, porque son las

que Vos queréis, las recibo con una perfecta conformidad en

vuestra voluntad como las habéis Vos ordenado, ya en cuanto

al tiempo de su venida, ya al de su duración o al de su

cualidad. No las quiero ni más crueles ni más suaves, ni más

cortas ni más largas, ni más benignas ni más agudas, sino tan

sólo como ellas deben serlo según vuestra voluntad.» En

todas las cosas, «Señor mío y Dios mío, me abandono y me entrego

por completo a Vos; os entrego mi cuerpo, mi alma,

mis bienes, mi honra, mi vida y mi muerte. Adoro todos

vuestros designios sobre mí, y con todo mi corazón os suplico

que cuanto hayáis resuelto acerca de mi, sea en el tiempo,

sea en la eternidad, se cumpla en el más alto grado posible de

perfección.»


Es fácil reproducir estos actos en tanto no se deje sentir la

prueba, mas lo importante es repetirlos sobre todo cuando la

cruz pesa sobre nuestros hombros. «En vez de perder el

tiempo -dice el P. de la Colombière- en quejaros de los

hombres o de la fortuna, arrojaos sin demora a los pies del

Divino Maestro, pidiéndole la gracia de llevarlo todo con

paciencia y constancia. Un hombre que ha recibido una herida

mortal, si es prudente, no corre tras el que le ha herido, sino

que se va derecho al médico que puede curarle. Además, si

buscáis al autor de vuestros males, aun en este caso os es

preciso ir a Dios, puesto que no hay fuera de El quien pueda

realmente causarlos. Id, pues, a Dios; id empero prontamente,

id al momento; que sea éste vuestro primer cuidado. Id, por

decirlo así, a devolverle el azote con que os ha azotado y de

que se ha servido para heriros. Besad mil veces las manos de

vuestro Crucifijo, esas manos que os han golpeado, que han

llevado a cabo todo el mal que os aflige. Decidle muchas

veces estas hermosas palabras que El mismo decía a su

Padre en su cruel agonía. Señor, no se haga mi voluntad, sino

la vuestra. Os bendigo con todo mi corazón, os doy gracias de

que vuestras órdenes se ejecuten en mi, y aunque pudiera

resistir a ellas, no dejaría de someterme. De grado recibo esta

calamidad tal cual es y en todas sus circunstancias. No me

quejo ni del mal que sufro, ni de las personas que me lo

causan, ni de la forma en que me viene, ni del tiempo ni del

lugar en que me ha sorprendido. Seguro estoy de que Vos

habéis querido todas esas cosas, y preferiría morir antes que

oponerme en nada a vuestra santísima voluntad. Si, Dios mío,

todo lo que quisiereis en mí y en todos los hombres, ahora y

en todo tiempo, en el cielo y en la tierra; hágase vuestra

voluntad, pero que se haga en la tierra tal como se cumple en

el cielo.»


Si supiéramos ver siempre esta santísima y adorable voluntad,

significada o de beneplácito, aprobaría, adherirnos

siempre a ella, cumplirla con generosidad, con amor y

fidelidad como los santos y los ángeles lo hacen en el cielo,

esta voluntad divina transformaría muy pronto la faz de la

tierra; la santidad florecería por todas partes, reinarían la

alegría en los corazones, la caridad entre los hombres, la paz

en las familias y en las naciones. A pesar de las pruebas, la

vida deslizaríase dulce y placentera, embalsamada de

confianza y de amor, cargada de virtudes y de méritos.

Llegado el momento, abandonaríamos con gusto el destierro

por la patria y, lejos de temer a Dios como juez, nos

apresuraríamos a ir a nuestro Padre. Vendría, pues, a ser la

tierra la antesala del cielo, y el Paraíso sería para nosotros

admirablemente rico de gloria y felicidad. ¡Cuánto han de

bendecir al Señor los que han aprendido a amarle y a seguirle

con amor y confianza por cualquiera parte que los conduzca!


¡Cuán miserablemente se engañan los esclavos de su propia

voluntad, que no tienen suficiente confianza en Dios, su

Padre, su Salvador, el Amigo verdadero, para permitirle

santificarlos y hacerlos felices! Nosotros, al menos, amemos a

nuestro dulce Maestro, tan sabio y tan bueno; hagamos con

ánimo esforzado todo lo que El quiere; aceptemos con

confianza todo cuanto El dispone: éste es el camino de

elevadas virtudes, el secreto de la dicha para el tiempo y para

la eternidad.



martes, 20 de mayo de 2025

LOS TRES DIAS DE OBSCURIDAD (Marie-Julie Jahenny)

 


Marie Julie Jahenny: "Todo debe perderse sin remedio humano posible, para que se vea bien que la salvación viene de Él solo".

La religión permanecerá solo en «las almas solitarias de unos pocos que serán acosados y perseguidos». Habrá un «nuevo clero» y «nueva misa… nuevos predicadores y nuevos sacramentos, nuevos bautismos, nuevas cofradías… No quedará ningún vestigio del Santo Sacrificio». San Miguel le dijo que Satanás tendría posesión de todo y "toda bondad, fe y religión serán enterradas en la tumba".

En 1873 recibió del Cielo el más importante regalo místico: Los Estigmas de Cristo, desde los 23 años de edad hasta su muerte, 60 años más tarde, llevó en su cuerpo las Llagas de Nuestro Señor en el grado más visible que ninguna otra persona los ha llevado en la historia de la Iglesia.

A más de las Cinco Llagas en sus manos, pies y costado, Marie-Julie sufrió también, las heridas infringidas por la Corona de Espinas, y las marcas de los hombros que Jesucristo Nuestro Señor padeció por cargar la Santa Cruz. A todo esto, ella también padeció las heridas causadas por los azotes en la espalda de Cristo.

Con exactitud predijo las dos Guerras mundiales, la elección del Papa San Pío X, varias persecuciones de la Iglesia, los castigos designados a Francia por su apostasía. Muchas de sus profecías han quedado sin publicarse. Sin embargo, sus advertencias para los Últimos Tiempos deben ser leídas por aquellos que “tengan oídos”. Marie-Julie tuvo el maravilloso don de poder distinguir el pan eucarístico del pan ordinario, los objetos benditos de los que no lo eran; sabía decir el lugar de donde venían las reliquias y finalmente, podía entender los cantos y oraciones sagradas de cualquier idioma.

Desde el 28 de diciembre de 1875 sobrevivió por cinco años con solo comer la Hostia Consagrada cada día. El Dr. Imbert-Gourbeyre comprobó que durante ese período de tiempo no tuvo ninguna excreción líquida o sólida. También, cuando estaba en éxtasis, no sentía ningún dolor ni era molestada por la intensidad de la luz. Algunos de estos éxtasis estaban acompañados de levitación y en ese momento su cuerpo no pesaba nada.

La vidente, hacia el fin de sus días quedó ciega, sorda, muda y tullida; subsistió milagrosamente con el Santísimo Sacramento en los últimos años de su vida.

 Marie-Julie subió al Cielo el 4 de marzo de 1941 con la admiración de numerosos científicos que la examinaban continuamente, también con el desprecio de los descreídos y de los orgullosos; con la devoción de sus amigos de toda la vida como Mon. Fourier, obispo de Nantes y del grupo de quienes difundían sus mensajes y sus penas a un mundo ingrato e indiferente.

PROFECÍAS

Una de las profecías más interesantes de Marie-Julie es la visión que tuvo del diálogo entre Nuestro Señor Jesucristo y Lucifer-Satanás, en el que éste amenazó de la siguiente manera: “Atacaré a la Iglesia. Derribaré la Cruz, diezmaré la población y depositaré una gran debilidad en los corazones. Propiciaré la negación de la Religión Católica. Por un tiempo seré el amo de todas las cosas en la tierra, todo estará bajo mi control, aún Tu Templo y Tus fieles”

INVENTO DEL NUEVO RITUAL

El 27 de noviembre de 1902 y el 10 de mayo de 1904, Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen María le anunciaron la conspiración del Nuevo Ritual de la Misa. “Te anunciamos la siguiente advertencia: Los discípulos que no son de Mi Evangelio están trabajando intensamente en estructurar, de acuerdo a sus propias ideas y bajo la influencia del enemigo de las almas, una nueva Misa que contenga conceptos odiosos a Mis designios.” “Cuando esta fatal hora llegue, la fe de mis sacerdotes se pondrá a prueba".

Marie- Julie Jahenny reveló que los que gobiernan el rebaño, serán los responsables de la crisis venidera. Aparentemente, el comunismo no podría triunfar si la Iglesia permaneciera en la Fe. También ella mencionó que la creciente libertad adquirida por los sacerdotes y Obispos la usarán malamente. Mencionó a un Papa venidero, que en el último momento, revertirá su política para hacer un llamado al clero. Pero, no será obedecido, al contrario, una Asamblea de Obispos le demandará aún mayor libertad, declarando que pronto no le obedecerían más. Marie Julie declaró que esa “revolución roja” lo derribará. Entonces una horrorosa religión remplazará a la religión Católica y vio a muchísimos obispos abrazando esa “sacrílega e infame religión.”

Los tres días de oscuridad han sido profetizados por muchos santos incluyendo a Anna María Taigi, al Padre Pío de Pietrelcina y a Marie-Julie Jahenny. Marie-Julie anunció tres días de oscuridad durante los cuales los poderes infernales serán soltados y ejecutarán a todos los enemigos de Nuestro Señor Jesucristo. “La crisis vendrá de repente, los castigos serán repartidos en todos y se sucederán uno tras otro sin interrupción……” 4 de enero de 1884. “Los tres días de oscuridad serán en JUEVES, VIERNES Y SÁBADO. Días del Sagrado Sacramento, de la Santa Cruz y de la Santísima Virgen...

viernes, 9 de mayo de 2025

SOBRE EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION EN TIEMPOS DE APOSTASIA

 


Primera Ley de la Iglesia Católica: Salvación de las almas para Gloria de Dios 

785
§1. El Obispo tiene obligación de administrar este sacramento a los súbditos propios que debida y razonablemente lo pidan, sobre todo en tiempo de visita de la diócesis.

§2. La misma obligación tiene el presbítero, que goza de privilegio apostólico, para con aquellos en cuyo favor se le ha concedido esta facultad.

§3. El Ordinario, que está legítimamente impedido o que carece de potestad de confirmar, debe, en
cuanto sea posible, tomar las medidas oportunas para que, por lo menos cada cinco años, se administre este sacramento a sus súbditos.

§4. Si fuese gravemente negligente en administrar este sacramento a sus súbditos por sí mismo o por medio de otro, cúmplase lo que se manda en el canon 274, número 4.

Canon 274. Mas en las diócesis sufragáneas, el Metropolitano:    4.° Velar por que se conserven diligentemente la fe y la disciplina eclesiástica, informando al Romano Pontífice de los abusos.

Es obligación del presbítero si no lo hace el Obispo, el Confirmar a sus fieles, para que conserven diligentemente la fe y disciplina eclesiástica.

Al no existir delegación jurisdiccional del Obispo ordinario hacia el sacerdote misionero (Verdadera Resistencia), la verdadera delegación o autoridad que delega es la del mismo Jesucristo y Su Iglesia para la salvación de las almas. La delegación o autorización es la necesidad del sacramento de aquellos que lo solicitan (gravísima necesidad) y el cumplimiento del Canon 274 numero 4.

Es obligación recurrir al Metropolitano para cumplir con lo que exige la Iglesia, pero el Metropolitano es modernista, por lo tanto la delegación jurisdiccional al ministro extraordinario del Sacramento de la Confirmación esta justificada por la grave necesidad de las almas en tiempo de apostasía y por el mandato del Canon 274

Que en todo sea Dios glorificado.


"He peleado
el buen combate, he terminado la carrera,
he guardado la fe"

jueves, 8 de mayo de 2025

NO BASTA CON RECIBIR SACRAMENTOS VÁLIDOS PARA AGRADAR A DIOS

 


Este no es un sermón más.

Aquí termina el compromiso y comienza la Cruz.

En una época en la que muchos ofrecen sacramentos válidos mientras se mantienen sometidos a la Roma modernista, un sacerdote se niega a sacrificar la fe por acceso a sacramentos.

Mientras otros se esconden tras apariencias y evitan la confrontación, el Padre Hewko y el R. P. Rafael OSB se mantienen donde se mantuvieron los santos: intransigentes, claros, sin miedo.

Sin indulto. Sin neo-FSSPX. Sin sedevacantismo. Sin falsa resistencia.

No son etiquetas vagas. Cada una representa una traición real y mortal a Cristo y a su Iglesia.

El indulto funciona con el permiso de quienes rechazan la realeza de Cristo.

La neo-FSSPX silencia a su fundador y busca la reconciliación con los mismos errores que él condenó.

La falsa resistencia tolera el escándalo y la ambigüedad doctrinal mientras finge defender la Tradición.

Todos pueden ofrecer sacramentos válidos. Pero la validez no basta.

Este es el peligroso error del minimalismo sacramentista: la idea de que, mientras la forma sea correcta y el rito válido, es seguro asistir a la Misa. 

Pero la Iglesia nunca ha enseñado que la validez por sí sola garantice el fruto espiritual. 

Los sacramentos funcionan ex opere operato, pero solo dentro del marco de la verdadera fe católica. 

Fuera de ese marco, pueden convertirse en un peligro para las almas. Incluso pueden convertirse en una trampa.

Una Misa ofrecida en unión con el error puede parecer santa. Pero se convierte en una puerta a la transigencia. Forma conciencias para aceptar medias verdades. Debilita la voluntad. Le dice al alma que la unión con la Roma modernista es tolerable, incluso beneficiosa. Pero no lo es.

Asistir a una Misa así no es un acto neutral. Es un consentimiento tácito a la traición.

Solo la plena fe católica sigue siendo agradable a Dios. No las verdades parciales. No la fidelidad condicional. No el minimalismo sacramentista.

Esta es la prueba de nuestro tiempo. ¿Aceptaremos sacramentos válidos de quienes han traicionado la Fe? ¿O permaneceremos fieles, incluso cuando eso signifique sacrificio, aislamiento y sufrimiento?

Aquí es donde se mantuvieron los santos en cada época de apostasía.

Fueron exiliados. Fueron perseguidos. Fueron martirizados.

No por falta de misas, sino porque se negaron a asistir a las que se ofrecían en unión con el error.

Sabían lo que debemos recordar: la fe es lo primero. Los sacramentos no son magia. No se dan para encubrir la traición. Son para quienes permanecen con Cristo, incluso cuando eso signifique la cruz.

Vigila, comparte y mantente firme en la verdad.

Porque ha llegado el momento en que incluso los sacramentos se usan para llevar almas al error. Y solo quienes aman a Cristo más que la comodidad verán el peligro.

Esta es la línea. Esta es la batalla.

Aquí es donde comienza la cruz.



PARA GANAR EL CIELO DÍA A DÍA

 


"¡Cuánto amo las pequeñas mortificaciones que nadie ve!: como levantarse un cuarto de hora más pronto, levantarse un momentito para rezar por la noche; pero hay personas que sólo piensan en dormir. Podemos privarnos de calentarnos; si estamos mal sentados, no buscar colocarnos mejor; si paseamos en el jardín, privarnos de algunas frutas que nos agradarían; al hacer la limpieza en la cocina, no picotear; privarse de mirar algo bonito que atrae la mirada en las calles de las grandes ciudades sobre todo. Cuando vamos por la calle, fijemos la mirada en Nuestro Señor llevando su cruz ante nosotros, en la Santa Virgen que nos mira, en nuestro ángel de la guarda que está a nuestro lado".


San Juan María Vianney (El Santo cura de Ars)

sábado, 26 de abril de 2025

LLAMADO A LOS CATÓLICOS PARA ROGAR A DIOS POR UN PAPA SANTO

Buenos días hermanos 

Saludo Fraternal 


Dios los Guarde en Gracia.

Como siempre hemos estado pidiendo en la Capillita, al Señor la Gracia de un Papa Santo.

Y así como les dije el Domingo y cada Domingo no nos cansemos de pedir la Gracia De un Papa Santo en todo momento y lugar, elevar esta suplica al Altísimo.

La Santa Iglesia Católica está siendo perseguida y desterrada de Roma.

Ya esta en un hilo El Santo Sacrificio.

Cada día crece más el cisma,la herejía, la confusión, no sólo en la Iglesia visible o oficial o Conciliar que ya dejó de ser Conciliar y pasó a ser " La Iglesia Sinodal Inclusiva." Pero esto  también ocurre en la Iglesia Tradicional.

De hecho se está viviendo.

Obispos contra Obispos, Sacerdotes contra Sacerdotes, fieles contra fieles se destruyen entre sí sólo por conservar un puñado de fieles o de infieles, causando con todo esto la pérdida de la fe, y muchas almas se están perdiendo por esta causa. De lo cual no es solamente culpable los Obispos y Sacerdotes si no también los bautizados que no quieren cumplir sus promesas bautismales.

La situación es tan caótica que los fieles se hacen los de la oreja sorda y los ciegos para no escuchar ni ver lo que está sucediendo a su alrededor.

Solo quieren los Sacramentos, sin mirar más allá.

Un papel muy fuerte en todo esto juega la ignorancia culpable.

En fin la oscuridad reina.

Los invito hermanos Católicos a unirnos en Oración por La Gracia De Un Papa Santo.

Un Pastor con alma de Mártir, un Pastor con la Disposición de lavar la Iglesia con su Sangre.

Vemos como el agua, el fuego y la Sangre son los medios que El Señor a utilizado a través de la historia para purificar su Iglesia. Pues está vez no va a ser diferente, solo un Mártir y del más alto Rango Jerárquico puede ofrecer su Sangre siendo otro Cristo con Cristo, pueda desagraviar y reparar tanto daño y mal que se a causado al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María en toda su Iglesia.

No es el momento dijo  Santa Teresa De Jesús a sus monjas  "Hijas mías no es el momento de pedir cosas de poca monta"

Y yo les Repito a voces ¡¡¡ No es el momento de pedir cosas de poca monta!!! Es el momento de pedir y pedir a grandes voces ¡¡¡ Señor,tus enemigos nos cercan, Señor, tus enemigos nos acorralan, Señor, tus enemigos nos circunvalaran, si Tú Señor no nos miras!!!

"Oh Señor suplicamos por mediación Del Inmaculado Corazón de María y la intersección de Nuestro Padre San José y de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo y de todos los Santos la Gracia de un Papa Santo" 

"Señor Ten compasión de Tú Iglesia"


Roguemos hermanos como dice San Pablo con Temor y Temblor porque el tiempo apremia.

Dios nos Guarde en Gracia 

Para que en todo sea Dios Glorificado 


viernes, 11 de abril de 2025

AMARGUÍSIMOS SUFRIMIENTOS DE LA SANTISIMA VIRGEN EN LA PASION DE SU HIJO

 


Tomado del Sermón angélico en la Revelaciones Celestiales de Santa Brígida

FERIA SEXTA. - LECCIÓN TERCERA

CAPÍTULO 18

La Pasión del Hijo de la Virgen nos encomiende en manos del altísimo Padre. Amén.

Por último, en aquel mismo tiempo en que había predicho el Hijo de la Virgen: Me buscaréis y no me encontraréis, la punta de una penetrante espada hirió cruelmente el corazón de la Virgen.

Entregado, según fué su santa voluntad, el Hijo por un traidor discípulo, y por los enemigos de la verdad y de la justicia, una espada de dolor penetraba el corazón y entrañas de la Virgen, y traspasando cruelmente su alma, introducíase con gravísimo dolor por todos los miembros de su cuerpo.

Pues en el alma de la Virgen entraba con la mayor amargura esa espada, siempre que a su amadísimo Hijo se le presentaban padecimientos y oprobios. Veía, pues, a su Hijo abofeteado por mano de los impíos, azotado cruel e impíamente, condenado a muerte con la mayor infamia por los príncipes de los judíos, y conducido con las manos atadas al lugar de su Pasión, en medio del clamoreo del pueblo, que gritaba: Crucifica al traidor, llevando con mucha debilidad la cruz sobre sus hombros, precediéndole otros que le traían atado en pos de ellos, acompañándole algunos que le empujaban a puñadas, y trataban como cruelísima fiera a aquel mansísimo cordero, el cual, según profetizó Isaías, en todos sus padecimientos era tan sufrido, que a manera de cordero fué llevado a la muerte, sin dar un quejido, y callado al modo de la oveja ante el esquilador, no abrió sus labios; el cual, así como por sí mismo mostró la mayor paciencia, igualmente su santísima Madre sufrió con suma paciencia todas sus tribulaciones. Y al modo que el cordero acompaña a su madre adonde quiera que fuere llevada, así la Virgen Madre seguía a su Hijo conducido a los lugares de los tormentos.

Pero viendo la Madre al Hijo con una corona de espinas puesta por burla, el rostro cubierto de sangre, y las mejillas rojas con las fuertes bofetadas, llenóse de gravísima angustia, y con la fuerza de los dolores comenzaron a palidecer sus mejillas; al correr por todo su cuerpo la sangre del Hijo en su flagelación, un raudal de lágrimas corría de los ojos de la Virgen; al ver después al Hijo cruelmente extendido en la cruz, empezaron a consumirse todas las fuerzas de su cuerpo; mas al oír las martilladas, cuando con clavos de hierro eran traspasados pies y manos del Hijo, faltándole entonces a la Virgen todos los sentidos, postróla como muerta lo fuerte del dolor; al ver que los judíos daban de beber a Jesús hiel y vinagre, la ansiedad del corazón secó la lengua y el paladar de la Virgen, de modo, que entonces no podía mover para hablar sus benditos labios; al oír después aquella débil voz de su Hijo, diciendo en la agonía de la muerte:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? , y viendo, finalmente, ponerse yertos todos los miembros del Hijo, y que inclinado la cabeza expiraba, entonces lo cruel del dolor comprimió el corazón de la Virgen, que no podía mover ni una sola de sus articulaciones.

En lo cual se ve que no hizo entonces Dios corto milagro, cuando la Virgen Madre, inundada interiormente con tantas y tan grandes dolores, no expiró al ver a su amadísimo Hijo, desnudo y atormentado, vivo y muerto, traspasado con una lanzada, siendo la mofa de todos, crucificado entre ladrones, huyendo de él casi todos cuantos le conocían, y aun muchos de éstos apartándose bastante de la rectitud de la fe.

Luego, así como su Hijo padeció una muerte amarguísima sobre todos los vivientes en este mundo, de la misma manera la Madre sufrió en su bendita alma amarguísimos dolores. Refiere la Sagrada Escritura que al ver la mujer de Finées el arca de Dios en poder de sus enemigos, expiró de repente con la vehemencia del pesar; pero el dolor de esta mujer no podía compararse con los dolores virginales de María al ver el cuerpo de su bendito Hijo, del cual era figura la referida arca, puesto y clavado en una cruz: pues amaba la Virgen a su Hijo, verdadero Dios y hombre, con mayor amor de que cualquiera nacido de mujer, por obra de varón, pudiera amarse a sí mismo o a otro.

Por lo cual, como se considera admirable el que muriese de pesar, padeciendo más leves dolores esa mujer de Finées, y que sobrevivió María, sin embargo de padecer mucho más graves angustias. ¿Quién al pensar en esto no podrá juzgar sino que la Santísima Virgen conservó su vida contra todas las fuerzas corporales por especial don de Dios? Por último: al morir el Hijo de Dios abrió el cielo, y rescató con su poderío a sus amigos, detenidos en los infiernos. Mas recobrándose de su amargura la Virgen, conservaba sola en su integridad la recta fe hasta la resurrección del Hijo, y reduciéndolos a la fe, corregía a muchos que miserablemente se apartaban de ella.

Muerto, pues, su Hijo, fué bajado de la cruz y envuelto en un lienzo, para ser sepultado como cualquiera otro cadáver, y entonces apartáronse de él todos, creyendo pocos que resucitaría; mas entonces también huyeron del corazón de la Madre los estímulos de los dolores, y comenzó a renovarse suavemente en ella el placer de los consuelos, porque se sabía que estaban completamente terminadas las tribulaciones de su Hijo, y que este Señor, con su divinidad y humanidad, debía resucitar al tercer día para la gloria eterna, y que en adelante no debía ni podía padecer molestia alguna.

martes, 8 de abril de 2025

CAP. 4 FRUTOS DEL SANTO ABANDONO (Muerte santa y valimiento cerca de Dios)

 


Artículo 5º.- Muerte santa y valimiento cerca de Dios

A medida que el alma avanza en el Santo Abandono,

progresa también en el desasimiento de todas las cosas para

no adherirse sino a Dios sólo; la fe, la confianza y el amor con

todas las demás virtudes han tomado en ella vastas

proporciones, y la unión de su voluntad con la de Dios se ha

ido estrechando de día en día. El alma camina a pasos

agigantados por el camino de la perfección. Una santa vida prepara

una muerte santa, y en cierto modo la asegura. La

perseverancia final es siempre la gracia de las gracias, el don

gratuito por excelencia; mas nada hay comparable al Santo

Abandono para mover a nuestro Padre celestial a

concedernos esta gracia decisiva. El, que va en busca del

pecador, ¿podrá acaso rechazar un alma que sólo vive de

amor y filial sumisión? Que ella prosiga por este camino hasta

el fin, y vedla salva, pero al modo de los santos. Aun hablando

de los cristianos ordinarios, el piadoso Obispo de Ginebra

acostumbraba decir: «A Dios con todo su poder le es

imposible condenar a un alma que, al salir de su cuerpo, tiene

su voluntad sumisa a la voluntad divina. Tal como se halla

nuestra voluntad a la hora de nuestra muerte, del mismo modo

permanecerá toda la eternidad. Como queda el árbol al ser

derribado, así permanece. Por este motivo, cuando asistía a

un moribundo hacia los mayores esfuerzos para conseguir que

sometiera por completo su voluntad a la de Dios, y apenas le

hablaba de otra cosa.»


La muerte nos arrebatará nuestros bienes y nuestra

situación, nuestros parientes y hasta nuestro cuerpo. Cuando

uno está bien afianzado en el Santo Abandono, ni siquiera

llega a sentir esas crueles separaciones que desgarran el

alma apegada a las cosas de este mundo. Este abandono nos

ha hecho indiferentes por virtud a todo lo que la muerte nos ha

de arrebatar por fuerza; venga cuando quiera, que el sacrificio

está ya hecho en el corazón y ninguna mella hacen en éste las

cosas que ella nos quita, pues no se quiere sino a Dios solo, y

precisamente la muerte es la que va a colmar este deseo.


Sin duda, traerá un terrible cortejo de sufrimientos y

tentaciones; es el combate decisivo y la prueba dolorosa entre

todas. Nada, empero, dispone a este trance supremo como el

Santo Abandono, pues él nos ha formado para recibirlo todo

de la mano de Dios con amor y confianza, y a cumplir con

valentía nuestro deber hasta bajo el peso de la cruz,

apoyándonos en el poder y en la bondad de Dios. He aquí la

razón por qué Santa Teresa del Niño Jesús haya podido decir

con legítima seguridad: «No temo en manera alguna los

últimos combates, ni los sufrimientos de la enfermedad por

intensos que sean. Dios me ha socorrido siempre: El me ha ayudado

y conducido desde mi tierna infancia... Cuento con

El. Podrá el sufrimiento alcanzar su máxima intensidad, mas

estoy segura de que El no me abandonará jamás.» Aun para

las almas más santas, es una cosa en sumo grado

impresionante el paso del tiempo a la eternidad. « ¡ Qué

solemne hora ésta en que me hallo! -decía en sus últimos

momentos Sor Isabel de la Trinidad-. El más allá es

imponente; parecíame haber vivido en él después de largo

tiempo y, sin embargo, lo desconozco por completo... Yo

experimento un sentimiento indefinible, algo de la justicia, de

la santidad de Dios. ¡Me hallo tan pequeña, tan desprovista de

méritos! ¡Cuán necesario es exhortar a los agonizantes a la

confianza! » « ¡Qué necesario es -decía Santa Teresa del Niño

Jesús-, qué necesario es orar por los agonizantes! ¡Si lo

entendiéramos bien! » Razón tenía ella para expresarse de

esta suerte, pues a pesar de haber llevado una vida tan pura,

percibía el sonido de una voz maldita que murmuraba a sus

oídos: «¿Tienes seguridad de ser amada de Dios? ¿Ha venido

El a decírtelo?» Con esto permaneció durante muchos días en

un estado de angustia que no se puede explicar. «¡Padre mío

-decía a su confesor Santa Juana de Chantal en su agonía-,

os aseguro que los juicios de Dios son espantosos! »


Preguntóle aquél si tenía miedo. - «No, respondió ella; mas os

aseguro que los juicios de Dios son terribles.» Es el grito de la

naturaleza en el último trance, es el pasmo de este momento

decisivo, infinitamente solemne; es la angustia de una

conciencia delicada, alarmada por su misma humildad. Un

alma que vive en el Santo Abandono triunfará de este temor.

No descuida medio alguno de completar su preparación, mas

ante todo piensa en que va por fin a ver a su Padre, a su

Amigo, a su Amado, a Aquel en quien ella ha puesto todas sus

complacencias; el Dios de su corazón, al cual no ha cesado de

dar su vida gota a gota; gusta recordar con una dulce emoción

las innumerables pruebas de su amor, de sus misericordias,

de sus inefables ternuras, y siente que ella le ama del fondo

de su alma y que a su vez es aún mucho más amada. ¡Cuán

feliz se considera pudiendo decir con el Salmista en esta hora

tan seria y decisiva: «Vos sois mi Dios, y mi suerte está en

vuestras manos!». En una palabra, ella ha vivido de amor y de

 confianza, muere en el amor y en la confianza. Después de

una vida tan llena de penas interiores, Santa Juana de Chantal

y San Alfonso de Ligorio tuvieron la más dulce muerte. Tal vez

quiera Dios conservarnos sobre la cruz hasta el fin, mas no es

raro ver a las almas que han practicado el abandono morir sin

temor alguno, irse a la eternidad tranquilas y alegres, como un

niño que entra en el hogar paterno, cual religioso que se dirige

a cantar el Oficio. Tal fue el fin de la bienaventurada María

Magdalena Postel: «En su muerte no encontramos debilidad

alguna, ningún temor. Después de haber estado tan

perfectamente sometida a la divina voluntad durante su larga

carrera, no podía dejar de estarlo en el día decisivo. Sus horas

postreras rebosan en calma, en confianza y en abandono. A la

invitación del capellán para que ofrezca el sacrificio de su vida,

responde: "Nada me cuesta, ¡hágase en todo la voluntad de

Dios!" Maravilladas de su serenidad y sosiego, pregúntanle

sus hijas si es feliz. "¡Que si soy feliz!" y su rostro se tomó

radiante, parecía transparente como un alma que vuela al

cielo, no cesando de unirse a su Amado por actos de fe y

amorosas aspiraciones.» En esta hora decisiva nadie se

encontrará sobradamente puro ni bastante rico en méritos. Es

verdad, mas nada hay de tanta eficacia como el Santo

Abandono para hacer del todo fructuosa la suprema prueba.

¡Cuánto se gana soportando con una amorosa paciencia el

duro trabajo de la destrucción, recibiendo de la mano de Dios

con filial confianza el golpe de la muerte! Esto formará un

magnifico haz de méritos añadidos a otros muchos, y éste

será el más cargado de buen grano. Es además una ofrenda

muy agradable a la justicia divina, y quizá una satisfacción

suficiente por nuestros pecados. Según San Alfonso, «aceptar

la muerte que Dios nos presenta para conformarnos con su

voluntad, es merecer una recompensa parecida a la de los

mártires: éstos no son reputados por tales, sino en cuanto han

aceptado los tormentos y la muerte para agradar a Dios. El

que muere conformándose con la Divina Voluntad tiene una

muerte santa, y el que muere en una mayor conformidad tiene

una muerte más santa. Asegura el Padre Luis de Blosio que

en la muerte, un acto de perfecta conformidad nos preserva no

tan sólo del infierno, sino que también del purgatorio». ¿No será, al

 menos, un motivo de angustia dejar en el

destierro, en los peligros, en la necesidad tal vez, todo lo que

se ha amado después de Dios: su familia, su Comunidad,

seres queridos que habrán puesto su confianza en nosotros?


La bienaventurada María Magdalena deja en el mayor

desamparo una Congregación apenas fundada, «pero ella,

que no había sido durante su vida sino el instrumento de la

Providencia, muere sin preocupación por su Comunidad; no

habiendo contado nunca con ningún brazo humano, en sus

últimos momentos tampoco cuenta sino con el Señor». A todos

los que se ha amado según Dios, no se deja de amarlos en el

cielo; lejos de esto, el afecto se hace más intenso y más puro,

y se está mejor situado para velar sobre ellos y para manejar

sus verdaderos intereses. ¿No es Dios el Soberano Dueño de

su suerte? ¿Y quién será tan poderoso cerca de El como un

alma que no ha vivido sino de su amor, en una constante

fidelidad para cumplir su voluntad significada, en un perfecto

abandono a su beneplácito? El mismo nos ha declarado «que

hará la voluntad de los que le temen, y que escuchará sus

ruegos». No hay palabra que más anime que ésta: hagamos la

voluntad de Dios, y El hará la nuestra; hagamos todo lo que El

quiere, que El hará todo lo que nosotros queramos. De ahí es

de donde procede el poder de intercesión de las almas que

viven en una amorosa y perfecta conformidad: ellas nada

niegan a Dios y Dios no les negará nada a ellas. El poder de

su oración en la tierra y en el cielo, estará siempre en relación

con su grado de amor, de obediencia y de abandono; y si Dios

se complace en glorificar algunas almas entre las mejores, no

busquemos en otra parte la causa de su elección.


He aquí por qué Santa Teresa del Niño Jesús es el gran

taumaturgo de nuestros días. Al fin de su vida parece tener

conciencia de su misión, cuyos secretos revela más de una

vez: «Yo quiero pasar mi cielo haciendo bien sobre la tierra.

Después de mi muerte haré caer una lluvia de rosas. Siento

que mi misión va a comenzar, mi misión de hacer amar a Dios

como yo le amo y de manifestar mi pequeño camino a las

almas. «¿Cuál es el pequeño camino que queréis enseñar?»

«Es el camino de la infancia espiritual, es el camino de la

confianza y del completo abandono.» Escuchemos ahora la razón que ella pone en primer término. «Yo no he dado a Dios

sino amor. El me devolverá amor. El cumplirá todos mis

deseos en el cielo, porque yo no he hecho jamás mi voluntad

en la tierra.»


Terminemos por un rasgo que se encuentra en todas

partes, pero que de un modo especial nos pertenece: pues el

héroe es un hermano converso de nuestra Orden, el

bienaventurado Aniano de Eberbach, y el narrador es también

de los nuestros, el bienaventurado Cesáreo, Prior de

Heisterbach. Vivía en el Monasterio de Eberbach un santo

hermano que se distinguía sobre todo por la obediencia y

simplicidad. Habíale Dios otorgado con tanta largueza el don

de milagros, que con sólo tocar su cinturón o sus hábitos los

enfermos sanaban de cualquier enfermedad. Maravillado de

un favor tan singular, y no advirtiendo en este hermano señal

alguna de santidad, preguntóle su Abad un día cómo explicaba

que Dios hiciera tantos prodigios por su mediación.-No lo sé,

respondió éste, porque ni oro, ni velo, ni trabajo, ni ayuno más

que mis hermanos; lo único que puedo decir es que en

cualquier acontecimiento, próspero o adverso, adoro la

voluntad de Dios. Tengo siempre un gran cuidado de querer

en todas las cosas lo que Dios quiere, y El me concede la

gracia de conservar mi voluntad enteramente abandonada a la

suya. Ni me eleva la prosperidad, ni me abate la adversidad,

porque todo lo recibo indiferentemente como de la mano de

Dios, y el único fin de mis oraciones es que se cumpla

perfectamente su santa voluntad en mí y en todas las

criaturas. - Decidme, replicó el Abad, ¿no os turbasteis algo

cuando el otro día una mano malvada incendió la granja, y

destruyó nuestros medios de subsistencia? - No, padre, muy

por el contrario, he dado gracias a Dios, según mi costumbre

en semejantes ocasiones, persuadido de que el Señor nada

hace o permite que no redunde en su gloria y en mayor bien

nuestro. Habida esta respuesta, que muestra tan perfecta

conformidad con la voluntad de Dios, ya no se maravilló el

Abad de que aquel religioso obrase tantos prodigios.



viernes, 28 de marzo de 2025

21 ejemplos de liberalismo en la “nueva” FSSPX

 


FUENTE

La FSSPX actual no es la misma que la de antaño. Existen innumerables ejemplos de sus enseñanzas y prácticas que lo demuestran. Muchos están documentados en Catholic Candle , tanto en su sitio web actual como en el antiguo, CatholicCandle.neocities.org. 

A continuación se presentan veintiún ejemplos de este liberalismo de la FSSPX, tomados de muchos más que podríamos haber enumerado aquí. No podemos ignorar la montaña de evidencia. Usted tampoco debería hacerlo.

1.     La FSSPX enseñaba anteriormente que la vacuna contra la rubéola y otras vacunas desarrolladas mediante abortos siempre son pecaminosas. En cambio, la FSSPX ahora afirma no solo que esta misma vacuna contra la rubéola es justificable para algunas personas, sino también que las vacunas contra la COVID-19, que también se desarrollaron mediante abortos, también lo son. [1]   La nueva postura de la FSSPX es errónea, liberal y contradice su enseñanza previa sobre las vacunas desarrolladas mediante abortos.

2.     La FSSPX afirma que ahora acepta el 95% del Vaticano II [2] y afirma que el Vaticano II no contiene herejías directas ni muchos errores. [3]   La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que los documentos del Vaticano II están plagados de enseñanzas liberales y herejías.

 

3.     La FSSPX ahora enseña que la libertad religiosa enseñada por el Vaticano II es “muy, muy, muy limitada”. [4]   La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que el alcance de la libertad religiosa que enseña el Vaticano II es ilimitado siempre que no se altere el orden público. [5]  Esta es la misma restricción exigua que los revolucionarios franceses impusieron después de la Revolución Francesa. En otras palabras, budistas, protestantes e incluso satanistas pueden hacer lo que quieran en público, siempre que sean pacíficos y no se vuelvan violentos.

 

4.     La “nueva” FSSPX enseña falsamente que “muchos textos del Vaticano II son tradicionales”. [6]   La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que no existen documentos tradicionales del Vaticano II (y mucho menos “muchos”).

 

5.     Entre estos documentos del Vaticano II se encuentra la Lumen Gentium . La FSSPX ahora enseña que este documento está libre de errores y de liberalismo. [7]  La ​​verdad que la “nueva” FSSPX niega es que existen cientos de herejías, declaraciones liberales y falsas en la Lumen Gentium. [8] 

 

6.     La “ nueva” FSSPX llamó a la nueva misa “Santa Misa”. [9]   Además de llamarla “Santa Misa”, ahora llama a la Misa Tradicional por su nombre conciliar, es decir , la “Forma Extraordinaria”. [10]   La FSSPX enseñó que la nueva misa es buena, pero no tan buena como la Misa Tradicional, comparándola con una trompeta de hojalata y con una de plata. [11]   De hecho, mientras Mons. Fellay era superior general, asistió a la nueva misa y posteriormente la elogió. [12]   Sus dos asistentes (que eran segundo y tercer lugar en autoridad en la FSSPX) asistieron a una nueva misa en otra ocasión. [13]   La “nueva” FSSPX ha atribuido la disputa entre el Vaticano y la “vieja” FSSPX sobre la nueva misa a lo “profundos” que eran los “motivos” de Monseñor Lefebvre y al desconcierto de los sacerdotes y seguidores de la FSSPX porque estaban “hartos” de la “forma en que se celebraba la nueva misa”. [14]  Monseñor Fellay  dice que  “lo que hay que corregir ” en la nueva misa son cosas como hacer una mejor traducción vernácula. [15]  La verdad que la “nueva” FSSPX niega es que la nueva misa en sí misma es malvada y sacrílega. 

 

7.     La «nueva» FSSPX afirma falsamente que el papa Francisco permanece en la verdad y está protegido del error. [16]   Cuando era superior general, el obispo Fellay declaró estar «muy satisfecho» con muchas de las enseñanzas del papa Francisco. [17] 

 

8.     Jesucristo es Dios. Por esta razón, María es la Madre de Dios, pues es madre de una Persona que es Dios. Por la misma razón, los judíos cometieron deicidio porque mataron a una Persona que es Dios. El Vaticano II contradijo la enseñanza tradicional, desde la época de los apóstoles, de que los judíos cometieron deicidio. [18]   La FSSPX ha adoptado este error conciliar y niega la enseñanza de la Iglesia de que los judíos cometieron deicidio. [19]  La verdad que niega la «nueva» FSSPX es que los judíos cometieron deicidio, como siempre ha enseñado la Iglesia.

 

9.     Los católicos no deberían dar por seguro que iremos al cielo. Pero eso es lo que enseña ahora la FSSPX. [20]   Lo cierto es que la (supuesta) certeza de la salvación es el vicio de la presunción.

 

10. La nueva FSSPX enseña falsamente que el Vaticano II hace bien , cuando Monseñor Fellay, su entonces superior general, afirmó que el «Concilio Vaticano II… ilumina –es decir , profundiza y hace más explícitos– algunos aspectos de la vida y de la doctrina de la Iglesia». [21]   La verdad es que el Vaticano II no hace ningún bien.

 

11. Entre otros innumerables errores conciliares se encuentra la afirmación de que existen «grados» de comunión con la Iglesia Católica. [22]   La «nueva» FSSPX indica que acepta esta teoría conciliar al utilizar ahora el término « plena comunión», como si existiera cualquier otro tipo de comunión.  Id .

 

12. Siendo superior general, el obispo Fellay afirmó que la exhortación del papa Francisco sobre el matrimonio ( Amoris Laetitia ) «contiene muchos aspectos correctos y bellos». [23]   Lo cierto es que se trata de un documento vil y completamente conciliar. El obispo Fellay afirma falsamente que la abominable Amoris Laetitia del papa Francisco es como una «hermosa barca» con un agujero «muy pequeño». [24]  La «nueva» FSSPX minimiza enormemente la maldad de las enseñanzas del papa Francisco.

 

13. La FSSPX enseña que la Optatam Totius del Vaticano II está libre de errores y de liberalismo. Lo cierto es que contiene muchas afirmaciones liberales y falsas. [25] 

 

14. La “nueva” FSSPX publicó un artículo sobre la hostilidad del islam hacia otras religiones. Este artículo enfatizó la importancia de la libertad religiosa para todas las religiones y omitió mencionar la verdad católica de que el error (incluido el error religioso) no tiene derechos. [26]   La verdad es que solo la verdadera fe católica tiene derechos. [27]

 

15. La «nueva» FSSPX afirma que debemos cambiar continuamente. [28]  Esto se hace eco de la jerarquía conciliar, que enfatiza constantemente la necesidad de cambiar, de «renovarnos» y de «subir a la ola de la revolución de la fe». [29]

16. La Iglesia conciliar se refiere a la promoción de los errores conciliares como la Nueva Evangelización . [30]   La “nueva” FSSPX declaró que el papa Francisco la ve como una ayuda para la Nueva Evangelización .  Id.   Esto es escandaloso, ya que implica que la N-FSSPX aprueba y está dispuesta a promover el modernismo del papa Francisco.

17. La FSSPX ahora difumina la diferencia entre la Iglesia católica y la Iglesia conciliar modernista. [31]   Monseñor Lefebvre hizo esta clara distinción. [32]

18. La FSSPX y Monseñor Lefebvre solían decir que los grupos indultados « están haciendo la obra del diablo». [33]   Ahora la FSSPX trata a esos grupos como colegas en la viña del Señor. [34]

19. Cuando era superior general, Monseñor Fellay afirmó que, mediante un acuerdo con Roma, la FSSPX «regresaría a la Iglesia». [35]   Lo cierto es que la «antigua» FSSPX (y otros católicos tradicionales con una visión correcta) ya formaban parte de la Iglesia. Irónicamente, cuanto más conciliar se vuelve la «nueva» FSSPX, más necesita «regresar a la Iglesia» rechazando su liberalismo.

20.  La “nueva” FSSPX, a través de uno de sus obispos, aprobó un folleto para su uso en la FSSPX, que enseña la posición conciliar de que a un paciente o a su cuidador se le permite elegir dejar morir de hambre a ese paciente si mantenerlo vivo proporcionándole alimentos y líquidos es una carga demasiado grande para ese paciente o su cuidador . [36]

21. La «nueva» FSSPX promueve la postura unilateral de desarme nuclear de «no armas nucleares» del Papa Francisco y de organizaciones de izquierda como Greenpeace. La N-FSSPX se opone a la postura católica preconciliar de que todas las armas, incluidas las nucleares, pueden utilizarse siempre que se preserven las enseñanzas católicas sobre la guerra y la justa defensa. [37]