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martes, 30 de abril de 2019

CARTA PASTORAL DEL CARDENAL SIRI SOBRE EL USO DE PANTALONES POR LAS MUJERES (1960)






La siguiente es una carta pastoral de Su Eminencia, el cardenal Giuseppe Siri, arzobispo de Génova, Italia. En él se explica en profundidad por qué es peligroso e inadecuado para las mujeres usar pantalones en lugar de vestidos o faldas. Es no sólo una cuestión de pudor, es sobre todo, como explica su eminencia, una cuestión de psicología femenina, de la dignidad femenina, e incluso de viciar las relaciones entre hombre y mujer. Si usted piensa que esto es ridículo o inaceptable, sólo pedimos que le den al cardenal el derecho a la defensa. Escrito hace casi 56 años, hemos visto tristemente que las predicciones de su eminencia se hacen realidad y por lo tanto sus advertencias son reivindicadas.

Génova, 12 de junio, 1960 Para el Reverendo Clero, a todas las hermanas de enseñanza, a los hijos predilectos de la Acción Católica, a los educadores con intención de seguir realmente la Doctrina Cristiana Los primeros signos de la tardía llegada de nuestra primavera indican que este año hay un cierto incremento en el uso de vestimenta de hombres en niñas y mujeres, incluso madres de familia. Hasta 1959, en Génova, tal forma de vestir se veía sólo en turistas, pero ahora parece haber un número significativo de niñas y mujeres de la propia Génova que eligen, al menos en viajes de placer, el uso de pantalones. 

La extensión de este comportamiento nos obliga a tomarlo en serio, y solicitamos a aquellos a quienes se dirige la presente Carta que amablemente presten toda la atención que merece este problema por parte de cualquier persona consciente de ser, de alguna manera responsable ante Dios. Buscamos, sobre todo, dar un juicio moral equilibrado sobre el uso de pantalones por las mujeres. De hecho, nuestros pensamientos sólo se basan en la moral. En primer lugar, cuando se trata de cubrir del cuerpo femenino, no puede decirse que el uso de pantalones constituya una grave ofensa contra el pudor, porque ciertamente, los pantalones cubren más del cuerpo de la mujer de lo que lo hacen las faldas de la mujer moderna. En segundo lugar, sin embargo, la ropa debe cubrir la necesidad no sólo de cubrir el cuerpo, sino también de no adherirse demasiado al mismo. Ahora bien, es cierto que hoy, cierta ropa femenina se adhiere más al cuerpo de lo que lo hace el pantalón, pero éstos pueden estar hechos para adherirse aún más, de hecho, por lo general lo hacen, por lo que el apretado ajuste de tal ropa nos da no menos motivos preocupación que la exposición del cuerpo. 

Por lo tanto, la inmodestia del uso de pantalones sport mujeres es un aspecto del problema que no vamos a dejar fuera de una visión total del problema, incluso tratando de no ser artificialmente exagerados.

Sin embargo, es un aspecto diferente del uso de pantalones por la mujer el que nos parece la más grave. El uso de pantalones, en primer lugar, afecta a la mujer misma, al cambiar su psicología femenina, propia de la mujer; en segundo lugar, afecta a la mujer como esposa, al tender a viciar las relaciones entre los sexos; en tercer lugar, que afecta a la mujer como madre, al dañar su dignidad a los ojos de sus hijos. Cada uno de estos puntos deben ser considerados cuidadosamente por separado:

A. LOS PANTALONES CAMBIAN LA PSICOLOGÍA DE LA MUJER 

   En realidad, el motivo que impulsa a las mujeres a usar pantalones siempre es el de imitar, o, mejor dicho, el de competir con el hombre, que se considera más fuerte, menos atado, más independiente. Esta motivación muestra claramente que la vestimenta masculina es la ayuda visible para lograr una actitud mental de ser "como un hombre." En segundo lugar, desde que el hombre es hombre, la ropa que usa, demanda, impone y modifica gestos, actitudes y comportamientos, de tal manera que sólo por el hecho de usarlos, se impone una particular manera de pensar. Ahora, déjennos agregar que la mujer que usa pantalones siempre indica más o menos su reacción contra su femineidad como si ésta fuera signo de inferioridad, cuando en realidad, es sólo diversidad. La perversión de su psicología puede verse claramente. Estas razones, que son un resumen de muchas más, son suficientes para advertirnos cómo el uso de pantalones lleva a las mujeres a pensar erróneamente.

B. EL USO DE PANTALONES POR PARTE DE LA MUJER, TIENDE A VICIAR LAS RELACIONES ENTRE MUJERES Y HOMBRES

En verdad, cuando con la mayoría de edad se desarrollan las relaciones entre los dos sexos, predomina el instinto de atracción mutua. La base esencial de esta atracción es la gran diversidad entre los dos sexos que se hace posible sólo por su complementación o el completarse el uno con el otro. Si esta "diversidad" se hace menos evidente debido a que se elimina uno de sus principales signos externos y porque se debilita la estructura psicológica normal, lo que resulta es la alteración de un factor fundamental en la relación. El problema va más allá todavía. La atracción mutua entre los sexos es precedida de forma natural, por ese sentido de la vergüenza que impone respeto al aumento de los instintos en jaque, y tiende a elevar a un nivel más alto la estima mutua y el saludable temor a los actos incontrolados a los que esos instintos pueden conducir. Cambiar la ropa que por su diversidad revela y sostiene los límites de la naturaleza y la defensa de las acciones, es allanar las diferencias y ayudar a derribar las vitales barreras de contención del sentido de vergüenza. Lo menos que puede decirse, es que obstaculiza ese sentido. Y cuando se impide el freno que impone el sentido de vergüenza, se sigue una relajación de las relaciones entre el hombre y la mujer hasta hundirse en sensualidad pura, desprovista de todo respeto mutuo o estima. La experiencia nos muestra que cuando la mujer es "des feminizada", son socavadas las defensas y la aumenta la debilidad.

C. A LOS OJOS DE LOS HIJOS, EL VESTIDO MASCULINO PERJUDICA LA DIGNIDAD DE MADRE.

Todos los niños tienen el instinto del sentido de la dignidad y el decoro de su madre. Un análisis de la primera crisis interna de los niños cuando despiertan a la vida a su alrededor, incluso antes de que entren en la adolescencia, muestra cuánto cuenta en ellos el sentido de su madre. Los niños son extremadamente sensibles en este punto. Por lo general, los adultos suelen dejar todo detrás y no piensan más en ello. Pero haríamos bien en recordar las severas demandas que por instinto hacen los niños a su propia madre, y las reacciones profundas e incluso terribles despertadas en ellos mediante la observación de la mala conducta de su madre. Muchas líneas de la vida se trazarán más tarde - y no para bien - en estos primeros dramas interiores de la infancia y la niñez. 

El niño puede no saber la definición de la exposición, la frivolidad o la infidelidad, pero posee un instintivo sexto sentido que las reconoce cuando se producen, y las sufren, y son amargamente heridos en su alma por ellas. Pensemos seriamente a la importancia de todo lo dicho hasta ahora, incluso si la mujer al aparecer con pantalones no dé inmediatamente lugar a todo el malestar causado por una grave inmodestia. El cambio de la psicología femenina hace fundamentales y, a la larga, irreparables daños a la familia, a la fidelidad conyugal, a los afectos humanos y a la sociedad humana. Es cierto que los efectos de un vestido inadecuado no son vistos a corto plazo. Pero debemos pensar en lo que está siendo lenta e insidiosamente desgarrado y pervertido ¿Es imaginable alguna satisfactoria reciprocidad entre marido y mujer si se cambia la psicología femenina? ¿O puede imaginarse una verdadera educación de los niños, tan delicada en su procedimiento, por lo tejida de factores imponderables en los que la intuición y el instinto de la madre desempeñan el papel decisivo en esos tiernos años? ¿Qué van a ser capaces estas mujeres de dar a sus hijos cuando han usado tanto tiempo pantalones, que su autoestima se basa más en competir con los hombres que en su funcionamiento como mujeres? Nos preguntamos por qué, desde que los hombres han sido hombres, o más bien desde que se civilizaron, en todos los tiempos y lugares invariablemente han hecho una división diferenciada entre las funciones de los dos sexos, ¿No tenemos aquí cabal testimonio del reconocimiento por parte de toda la humanidad de una verdad y una ley que está por encima del hombre? 

Resumiendo, dondequiera que las mujeres lleven ropa de hombre, puede eso ser considerado como un factor que a largo dañará el orden humano. La consecuencia lógica de todo lo presentado hasta ahora es que cualquier persona en posición de responsabilidad debe llenarse de alarma en el estricto sentido de la palabra, de una alarma grave y decisiva. 

Dirigimos a una grave advertencia a los párrocos, a todos los sacerdotes en general y, en particular, a los confesores, a los miembros de toda clase de asociación, a todos los religiosos, a todas las monjas, en especial a las de enseñanza. Los invitamos a ser claramente conscientes del problema, de modo que decidan la acción a seguir. Esta conciencia es lo que importa. A su debido tiempo se sugerirá la acción apropiada. ¡Pero no dejemos que nos invada el deseo de ceder ante el cambio inevitable, como si nos enfrentáramos a una evolución natural de la humanidad! 

Los hombres pueden ir y venir, porque Dios ha dejado mucho espacio para el vaivén de su libre voluntad; pero las líneas sustanciales de la naturaleza y las líneas no menos sustanciales de la Ley Eterna nunca han cambiado, no cambian y no cambiarán. Hay límites, más allá de los que cada uno puede desviarse hasta donde lo considere oportuno, pero hacerlo termina en la muerte; existen límites de los que fantasías filosóficas pueden burlarse o no tomar en serio, pero son un conjunto de duros hechos, y la naturaleza castiga a cualquiera que pase por encima de ellos. 

Y la historia, ha enseñado lo suficiente, de la vida y la muerte de las naciones, con aterradoras pruebas, en respuesta a todos los infractores de las reglas de la "humanidad", que esto desemboca siempre, tarde o temprano, en catástrofe. A partir de la dialéctica de Hegel, han sonado en nuestros oídos lo que no son más que fábulas, y por escucharlas tan a menudo, muchos terminan por acostumbrarse a ellas, aunque sólo sea en forma pasiva. 

Pero la verdad del asunto es que la naturaleza, y la Verdad, y la Ley sujeta a ambas, siguen su camino imperturbablemente, y destrozan a los simplones que sin ningún motivo creen en radicales y profundos cambios en la estructura misma de hombre. Las consecuencias de tales violaciones no son un nuevo esquema del hombre, pero los trastornos, la nociva inestabilidad de todo tipo, la aterradora sequedad de las almas, el incremento de estos náufragos humanos, impulsado desde hace mucho tiempo, conducen a vivir su caída en el aburrimiento, la tristeza y el rechazo. 

Alineadas en la demolición de las normas eternas, se encuentran familias rotas, vidas truncadas antes de tiempo, hogares y viviendas fríos, ancianos hechos a un lado, jóvenes voluntariamente degenerados y - por último- almas desesperadas que se quitan la vida. ¡Todas estas miserias humanas dan testimonio del hecho de que la “línea de Dios” no cede, ni tampoco admite ninguna adaptación a los sueños delirantes de los llamados filósofos!

Hemos invitado a todos aquellos a quienes dirigimos la presente Carta Pastoral a tomar seria consciencia del problema al que nos enfrentamos. Por lo tanto, ellos saben lo que tienen que decir, empezando por las pequeñas niñas aun en la falda de su madre. 

Saben que sin exagerar ni convertirse en fanáticos, tendrán que limitar estrictamente hasta donde toleran como regla general el que las mujeres vistan pantalones. Saben que nunca deben ser tan débiles como para permitir que nadie crea que hacen la vista gorda a una costumbre que se está imponiendo y socava la integridad moral de todas las instituciones. Ellos, los sacerdotes, saben que la línea que tienen que tomar en el confesionario, si bien no sosteniendo que el que la mujer vista como hombre, es una falta grave, debe ser fuerte y decisiva. Todos tienen que reflexionar sobre la necesidad de una línea de acción unida, reforzada por todas partes por la cooperación de todos los hombres de buena voluntad y todas las mentes iluminadas, con el fin de crear un verdadero dique para contener la inundación.

Aquellos de ustedes que en cualquier medida son responsables de las almas, saben lo útil que es tener como aliados en esta campaña de defensa los hombres de las artes, a los medios de comunicación y las artes gráficas. La posición adoptada por las casas de diseño de moda, sus brillantes diseñadores y la industria de la confección, es de crucial importancia en toda esta cuestión. El sentido artístico, el refinamiento y el buen gusto juntos, pueden encontrar soluciones adecuadas, pero dignas en cuanto a la vestimenta que deben usar las mujeres cuando tienen que utilizar una motocicleta o participar en uno u otro ejercicio o trabajo. 

Lo que importa es preservar la modestia, junto con el eterno sentido de la feminidad, esa feminidad, que, más que cualquier otra cosa los niños continuarán asociando con su madre. No negamos que la vida moderna presenta problemas y permite requerimientos desconocidos para nuestros abuelos. Pero afirmamos que hay valores que necesitan ser protegidos de las experiencias fugaces, y que en todas las inteligencias siempre hay buen sentido y buen gusto suficiente como para encontrar soluciones aceptables y dignas a los problemas a medida que surgen. Aparte de la caridad, estamos luchando contra el aplastamiento de la humanidad, contra el ataque a esas diferencias sobre las que descansa la complementariedad del hombre y de la mujer.

Cuando veamos a una mujer con pantalones, debemos pensar no tanto en ella, sino en toda la humanidad, en lo que será cuando las mujeres se hayan masculinizado a sí mismas para siempre. Nadie ganará ayudando a lograr un futuro de vaguedad, ambigüedad, imperfección y, en una palabra, monstruosidad. Esta carta pastoral no está dirigida al público, sino a los responsables de las almas, a los educadores, a las asociaciones católicas. Dejar que ellos hagan su tarea, y que no sean atrapados como centinelas dormidos en sus puestos mientras se introduce el mal.

Cardenal Giuseppe Siri 
Arzobispo de Génova

miércoles, 3 de abril de 2019

Alberto Barcena Expone el Gnosticismo y Luciferismo de la Masoneria


Gran mal de nuestro tiempo, la única salida para revertir tan gran mal es el rezo del Santo Rosario. Como dijo Nuestra Señora en Fátima: "No esperen un llamado a la penitencia ni a la conversión de la jerarquía eclesiástica.