Queridos hijos:
Hoy es el llamado “Domingo Infraoctava de Navidad”, domingo dentro de la Octava.
Habíamos dicho que haríamos un repaso de algunas partes de la “Novena da Aguinaldos” para recalcar algunos puntos. Y para que
esta “Novena de Navidad” no nos quede sólo en repetir maquinalmente sus palabras, que no nos quede sólo en lo social, el reunirse con
amigos y parientes, y rezarla sin pensar y sin “hacer” lo que esa novena nos pide.
Haremos hoy una breve prédica en que iremos leyéndoles algunos extractos y haciéndoles algunos comentarios.
Ya en la primera oración, con la cual se inicia cada día, pedimos cosas muy importantes. Pedimos a Dios:
“Dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con desprecio total a todo lo terreno, para que Jesús recién nacido
tenga en ellos su cuna y more eternamente”.
Para que el Niño Dios esté siempre dentro de nosotros, primero pedimos “humildad”. ¿Somos humildes? Creo que no.
En la oración a la Virgen María decimos:
“Soberana María, que por vuestra grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, Dios os escogió…”.
La humildad es una virtud clave. Para ir al Cielo es indispensable poseerla. Uno no se puede salvar sin tenerla en algún grado; y ojalá
la tengamos en grado sumo; ojalá podamos llegar a la santidad. Demos algunos conceptos sobre la virtud de la humildad:
Es una virtud que modera el apetito e inclinación desordenados que tenemos hacia nuestra propia excelencia.
Virtud sobrenatural que, por medio del conocimiento exacto de nosotros mismos, nos inclina a estimarnos justamente en lo que valemos, y a
procurar para nosotros la oscuridad y el menosprecio. O la ya conocida definición de San Bernardo: “Virtus qua homo, veríssima sui agnitione, sibi
ipsi vilescit”, “virtud por la cual el hombre, por medio del más verdadero conocimiento de sí, se menosprecia a sí mismo”.
También, para que Dios more eternamente en nosotros (lo cual implica estado de gracia y nuestra salvación), pedimos “desprecio
total a todo lo terreno”.
¿Despreciamos lo terreno? ¿Somos así, o somos mundanos, materialistas, pendientes de cuánta bobada nueva enseña, crea, u ofrece
el mundo moderno para tenerla, y andar con ansias detrás de esas cosas?
“Que el iphone; que el sang sung; que el nokia; que esto que lo otro; que el facebook; que el twitter; que el whatsapp; que estar cinco
horas metido en internet (aunque no se vea nada malo, la pérdida de tiempo es un daño); que la selfie; que cómo me veo, que así, que
asá; que las tenis; que la ropa; que el carro tal, que la camioneta cual; que la película tal, y la otra y la de más allá.
Hay gente que ve muchas películas: “nunca seré un buen católico, un buen hijo de Dios, si consumo mucho Holliwood”; lo último que
le importa a Hollywood, o a las novelas colombianas, es “andar haciendo un buen católico”, ¡no seamos ridículos!.
Hay que ver muy pero-muy
pocas películas, que sean para todo público, y que realmente se justifiquen (y son bien pocas las que se justifican). Creo que el
cine y la televisión es por donde más se nos mete el Mundo en sentido teológico, en el sentido del enemigo de Cristo.
¿Tenemos entonces realmente desprecio de todo lo terreno o más bien estamos pendientes de todo lo terreno? ¿Cómo era el Niño
Dios, cómo nació y vivió Dios en la tierra?
Los católicos somos mundanos, todos los hombres somos mundanos. Y el Mundo se nos mete por los cinco sentidos.
Es la concupiscencia de los ojos, la atracción que ejercen sobre nosotros los bienes materiales y las cosas que hay para ver en este
Mundo.
Nunca seremos buenos católicos si no procurarnos mantenernos al margen de tanta cosa, de todo ese materialismo, y que
“rechazados los pecados y los deseos mundanos”, “los deseos mundanos”, vivamos en este mundo “sobriamente”, “sobria, santa y
piamente” (Epístola de la Misa de Gallo).
Otro punto sobre el cual queríamos insistir mucho es sobre “el nacimiento espiritual del Niño Dios” dentro de nosotros. ¿Qué es eso?
Volvamos a escuchar algunos textos de la Novena:
En la oración a la Virgen, le decimos y pedimos:
“Dispongáis mi alma, y la de todos los que en este tiempo hicieren esta Novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo”.
¿Qué es “el nacimiento espiritual” del Niño Dios dentro de nosotros?
Uno de los sentidos de esa expresión es, casualmente, que quien no tenía a Dios dentro de sí, por estar en pecado mortal, “¡lo haga
nacer espiritualmente!”, ¡recupere la gracia santificante! Que se confiese y esté en estado de gracia.
¿Lo hicieron; o pasó la Navidad 2015 con el pecado mortal dentro de ustedes?
En la oración a San José, le decimos y pedimos:
“Os ruego… me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente”.
Recibir sacramentalmente al Divino Niño.
Nueve días seguidos, antes de la Navidad, le pedimos a San José eso: Recibir sacramentalmente al Niño Dios, a Dios. Recibirlo
sacramentalmente es recibir la Comunión; nosotros agregamos: sobre todo en el día de la Navidad.
¿Recibieron todos la Comunión ese día?
En los Gozos, en sus estribillos, decimos hasta ya no poder más:
“Ven, ven, ven; ven a nuestras almas… ven no tardes tanto”.
¿Qué es decir y pedir que Jesús venga a nuestras almas?
Si alguien está en pecado mortal, no tiene a Jesús en su alma. ¿Qué es pedirle que venga?
Habíamos dicho, el día de la Navidad, “que Dios tenga la última palabra”.
Que si alguno de los que está aquí ha hecho excesos el día de la Navidad, que si la ha desvirtuado, entonces que Dios tenga la última
palabra y que la revancha sea de Dios.
Y dentro de ello, de ese desear “que Dios tenga la última palabra”, tal vez el punto más importante es el estado de gracia.
Yo les decía: No puede llegar la Navidad y encontrar a alguno de ustedes en estado de pecado mortal, sin el estado de gracia, y por lo
tanto sin la posibilidad de recibir la Comunión, sin “el nacimiento espiritual del Niño Dios dentro de nosotros”.
Pero se ve que muchos no hicieron caso.
Un padre, un sacerdote, en general se da cuenta a quién le dio la Comunión y a quién no, y máxime en días como la Navidad. Algunos
han dejado que llegue la Navidad y no han hecho las paces con Dios, no han puesto en orden sus almas; adentro de sus almas no ha sido
o no ha habido el Pesebre, no ha nacido Dios.
Estamos aún dentro de la Octava de Navidad. Los días de la Octava, cuando la hay, son la repetición de la fiesta durante ocho días. En
este caso, cada día hasta el 1º de enero se repite la fiesta de Navidad.
¿No se confesaron, no están en estado de gracia? Pues bien, háganlo y tengan al Niño Dios dentro de ustedes. Eso es más importante
que estar rezando la Novena “mecánicamente” y no cumplir ni hacer lo que la Novena dice. Si no están en estado de gracia, si no tienen
al Niño Dios dentro, pues a tenerlo, pues a confesarse, y así sí que la Novena habrá servido. No nos quedemos en las puras
exterioridades; eso no es verdadero Catolicismo. Lo que Dios quiere es sobre todo nuestras almas.
AVE MARÍA PURÍSIMA.