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sábado, 9 de enero de 2016

¿Hasta cuándo estaréis claudicando hacia dos lados?: Profeta Elías



NdB: A propósito del video escandaloso de Francisco y de la tibieza de la FSSPX respecto a Francisco, es una obligación imperante, de TODO católico que ame la verdad, hacer frente a estas abominaciones; presentamos este pasaje del III Libro de los Reyes muy adecuado para nuestros tiempos. Con Cristo o Contra Cristo ¡Viva Cristo Rey!


Elías y los profetas de Baal.

   “Luego que Acab vio a Elías, le dijo: “¿Tú aquí, perturbador de Israel?” Respondió él: “No he perturbado yo a Israel, sino tú y la casa de tu padre, porque habéis dejado los mandamientos de Yahvé y tú has ido tras los Baales. Ahora bien, manda congregar conmigo a todo Israel en el monte Carmelo; también a los profetas de Baal, cuatrocientos cincuenta, y a los profetas de Aschera, cuatrocientos, que comen a la mesa de Jezabel”.

   Convocó, pues, Acab a todos los hijos de Israel, y congregó a los profetas en el monte Carmelo. Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: “¿Hasta cuándo estaréis claudicando hacia dos lados? Si Yahvé es Dios, seguidle; y si lo es Baal, id tras él”. Mas el pueblo no le respondió palabra. Dijo, pues, Elías al pueblo: “He quedado yo solo de los profetas de Yahvé, cuando los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta hombres. Désenos dos toros; y escójanse ellos un toro, y cortándolo en pedazos pónganlo sobre la leña, sin aplicarle fuego, y yo prepararé el otro toro, y lo colocaré sobre la leña, sin poner fuego. E invocad el nombre de vuestro dios, y yo invocaré el nombre de Yahvé. Aquel dios que respondiere con el fuego, ése sea Dios.” Respondió todo el pueblo: “¡Bien dicho!” Dijo entonces Elías a los profetas de Baal: “Escogeos uno de los toros y preparadlo primero, porque sois más numerosos, e invocad el nombre de vuestro dios; mas sin poner fuego.” Tomaron, pues, el toro que les había sido dado y lo prepararon, invocando el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, gritando: “¡Baal, respóndenos!” Pero no había voz, ni quien respondiese, a pesar de que estaban saltando alrededor del altar que habían hecho. Al mediodía se burlaba de ellos Elías, diciendo: “Gritad más fuerte, ya que es dios. Está tal vez meditando, o se ha retirado, o está de viaje; o tal vez duerma y hay que despertarlo.”  Gritaban, pues, a toda fuerza, sajándose, según su costumbre, con cuchillos y lanzas hasta chorrear la sangre sobre ellos. Pasado ya el mediodía, siguieron delirando hasta (la hora en que suele) ofrecerse el sacrificio sin que hubiese voz, ni quien respondiera ni atendiese.

   El sacrificio de Elías. Entonces dijo Elías a todo el pueblo: “Acercaos a mí.” Acercósele todo el pueblo, y él se puso a preparar el altar de Yahvé que estaba derribado. Tomó Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dirigida la palabra de Yahvé, que decía: “Israel será tu nombre.” Con estas piedras edificó un altar al nombre de Yahvé, y alrededor del altar hizo una zanja, tan grande como para sembrar dos medidas de semilla. Luego dispuso la leña, y cortando en trozos al toro lo puso encima de la leña, y dijo: “Llenad cuatro cántaros de agua y vertedla sobre el holocausto y sobre la leña”. Después dijo: “Hacedlo por segunda vez”, y lo hicieron por segunda vez. Y repitió: “Hacedlo por tercera vez”, y lo hicieron por tercera vez; de suerte que corría el agua alrededor del altar; y también la zanja la hizo llenar de agua.
 


A la hora (en que suele) ofrecerse el sacrificio (de la tarde), acercóse el profeta Elías, y dijo: “¡Oh Yahvé, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, hoy sea notorio que Tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo, y que por orden tuya he hecho todas estas cosas! ¡Respóndeme, Yahvé, respóndeme, para que sepa este pueblo que Tú, Yahvé, eres Dios, que conviertes el corazón de ellos de nuevo (a Ti)! En ese momento bajó fuego de Yahvé y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, lamiendo incluso el agua que había en la zanja. Viéndolo todo el pueblo cayeron sobre sus rostros y exclamaron: “¡Yahvé es Dios! ¡Yahvé es Dios!” Y díjoles Elías: “Prended a los profetas de Baal; que no se escape ni uno de ellos. Prendiéronlos ellos, y Elías los llevó al torrente Cisón, donde les quitó la vida.
(III Libro de los Reyes 18, 17-40)


 Si no le damos a Dios  el corazón amándolo  con un amor de preferencia –esto es, “sobre todas las cosas”, como exige el primero de los mandamientos- en vano queremos ofrecerle otras prácticas. Jamás podrán ir juntas la verdad y  la mentira.