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sábado, 27 de febrero de 2021

Hablaremos de los deberes mutuos de los esposos y de los propios del varón y de la mujer. (Manual de Teología Moral)

 


Los esposos

Hablaremos de los deberes mutuos de los esposos y de los propios del varón y de la mujer.

1. Deberes mutuos. Además de los deberes de justicia relativos a la administración de los bienes, de los que ya hemos hablado en su lugar correspondiente (n.622-623), y de los relativos al débito conyugal y a la mutua fidelidad, que examinaremos al hablar del sacramento del matrimonio (en el segundo volumen de la obra), existen tres deberes fundamentales que obligan a los cónyuges por derecho natural y divino: amor, ayuda y cohabitación.

a) Amor. Ha de ser muy sincero e intenso, porque, así como por el vinculo matrimonial se han hecho corporalmente una sola carne (Mt 19,5), deben constituir espiritualmente un solo corazón.

Por eso San Pablo exhorta repetidas veces en sus epístolas a este mutuo amor de los cónyuges entre sí. He aquí algunos textos hermosísimos:

«Vosotros los maridos amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella... Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga, como Cristo a la Iglesia» (Ef 5,25-29).

«Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido» (E f 5,33). «Las mujeres estén sometidas a los maridos, como conviene, en el Señor. Y vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis duros con ellas» (Col 3,18).

Este amor no ha de ser solamente afectivo o sentimental, sino también efectivo y práctico. En cuanto afectivo, no debe fundarse en la simple belleza corporal, que se marchita muy pronto; ni en los medios de fortuna, posición social, etc., que nada añaden a las cualidades personales, sino en las dotes permanentes del alma, principalmente en la virtud y en la nobleza del corazón. Y en cuanto efectivo, ha de traducirse en la mutua ayuda en las necesidades, en sobrellevar recíprocamente las cargas, en evitar el propio egoísmo, las palabras injuriosas, los altercados domésticos, la dureza en el trato y, sobre todo, los celos infundados, que son la ruina de la paz conyugal.

b) Ayuda. La mutua ayuda y consuelo de los cónyuges es uno de los fines del matrimonio, dispuesto y ordenado por el mismo Dios cuando dijo en el paraíso terrenal: No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda semejante a él (Gén 2,18). Y aunque es falsísimo como ha declarado la Iglesia repetidas veces  — que el matrimonio sea el estado más perfecto a que el hombre puede aspirar, como si se tratara de un complemento fisiológico y psicológico exigido por su propia naturaleza humana y constitución orgánica, no cabe duda que, a menos de sublimar ambas cosas al servicio de una vocación más alta (sacerdotal, religiosa, virginidad en el mundo),que siempre será patrimonio de unos pocos, el hombre encuentra en el matrimonio el complemento natural que exige la sociedad familiar en orden a la generación de los hijos y mutuo auxilio de los cónyuges.

c) Cohabitación, o sea, convivencia en una misma casa, mesa y lecho o habitación, como requiere la educación de los hijos y la mutua ayuda de los cónyuges. Por eso el mismo Cristo confirmó en el Evangelio la fórmula de la Antigua Ley: Dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (Mt 19,5; cf. Gén 2,24; E f 5,31). Lo mismo declara la legislación eclesiástica (en. 1151) y la civil (CH 66-70).

Aplicaciones. Pecan gravemente los cónyuges que, sin suficiente motivo, dejan solo al otro cónyuge por largo tiempo, y sobre todo si interrumpen definitivamente la vida común, a no ser con gravísima causa, reconocida generalmente por la autoridad eclesiástica. Lo mismo que si, por su conducta desordenada, malos tratos, etcétera, representan una carga insoportable para el otro cónyuge.

2. Deberes especiales del esposo. Como quiera que el esposo es por derecho natural y divino el cabera y jefe de la familia (Gén 3,16; 1 Cor 11,9; Col 3,18), le corresponde gobernar a la mujer, aunque siempre en calidad de compañera, no de esclava. Y así debe:

a) Proporcionarle el debido sus sustento, vestido y habitación según su estado o condición social, sufragándolo de los bienes comunes o incluso d e los propios del marido si la mujer carece de otros bienes.

b) Prestarle ayuda y protección para que pueda desempeñar cristianamente sus funciones de esposa, madre y dueña del hogar.

c) Corregir la caritativamente si delinque, con el fin de enmendarla y evitar el escándalo. Pero sin recurrir jamás a los golpes o malos tratos ni a los insultos soeces o frases duras, que a ningún resultado práctico conducen y perturban terriblemente la paz y tranquilidad del hogar.

Aplicaciones. Peca gravemente el marido que trata con dureza a su mujer, como si fuera una esclava, o la obliga a trabajos impropios de su condición y sexo, o la dirige insultos graves (v.gr., meretriz, adúltera, etc.), o le impide el cumplimiento de sus deberes religiosos (gravísimo pecado), o el ejercicio de la piedad para con sus familiares, o la caridad para con los pobres, etc.

3. Deberes especiales de la esposa. Debe, ante todo, obedecer y reverenciar a su marido, según el mandato del Apóstol (Co! 3,18), como jefe y cabeza de la familia. Ha de llevar el cuidado de la casa en la forma que corresponde a la mujer y administrar los gastos diarios con prudencia y sabiduría, sin excederse en lujos superfluos ni quedarse por debajo de lo que corresponda a su estado y condición social.

Ha de procurar contentar en todo a su marido (aunque sin atentar jamás a la ley de Dios) para que se encuentre a gusto en su hogar y no vaya a buscar en otra parte lo que le falta en su propia casa.

Accidentalmente estaría obligada la esposa a alimentar a su marido con sus bienes propios si por enfermedad u otro motivo razonable fuera incapaz de procurarse el sustento por sí mismo. Pero no debe la esposa tomar el mando y gobierno de la casa, a no ser en casos muy excepcionales, v.gr., para evitar la ruina de la familia por los vicios y despilfarras del marido.

Aplicaciones. Peca gravemente la mujer si con riñas o insultos excita a su marido a la ira o la blasfemia; si quiere gobernar la casa con desprecio de su marido; si le desobedece gravemente, a no ser que el marido se exceda en sus atribuciones o le pida alguna cosa inmoral; si es negligente en la administración y cuidado de la casa, de suerte que se sigan graves perturbaciones a la familia; si se entrega a diversiones y pasatiempos mundanos con grave descuido de sus obligaciones de esposa y madre; si exaspera a su marido con su afán de lujo o con sus gastos excesivos; si es frívola y mundana y le gusta llamar la atención a personas ajenas a la familia, con desdoro de su marido, ctc.



domingo, 14 de febrero de 2021

PECADOS CONTRA EL HONOR DEL PROJIMO (LA CONTUMELIA)

 



Como hemos indicado más arriba, los principales son tres: la contumelia, la burla y la maldición. Vamos a examinarlos brevemente.

A) La contumelia

Expondremos su noción, malicia y obligación de repararla. Al final diremos dos palabras sobre el perdón de las injurias.

 1. Noción . Se entiende por contumelia la injusta lesión del honor causada al prójimo en su misma presencia. Ésta presencia puede ser física o moral (v.gr., su imagen o representante).

Se distingue de la detracción, murmuración o calumnia en que éstas atentan contra la fama del prójimo ausente, mientras que la contumelia lesiona el honor del prójimo presente.

La contumelia — llamada también insulto o injuria al prójimo — puede ser verbal o real, según se haga con palabras o con signos equivalentes (v.gr., por gestos despectivos, una bofetada, rompiendo su estatua o fotografía, etc.). Suele provenir de la ira (11-11,72,4).

 2. Malicia. Vamos a precisarla en la siguiente

Conclusión: La contumelia es, de suyo, pecado mortal contra la justicia; pero a veces puede no pasar de pecado venial.

1. Consta claramente la injusticia grave: a) Por la Sagrada Escritura . He aquí algunos textos inequívocos:

«Todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio; el que le dijere ‘raca’ será reo ante el sanedrín, y el que le dijere ‘loco’ será reo de la gehenna de fuego» (Mt 5,22).

San Pablo incluye a «los ultrajadores» entre los pecadores a quienes Dios entregó a su «reprobo sentir», y dice de ellos que son «dignos de muerte» (Rom 1,28-32).

b) Por la razón teológica. Todo hombre tiene derecho estricto a su propio honor, que es un bien más excelente que las mismas riquezas. Luego, así como el que roba el dinero ajeno comete una injusticia, con mayor motivo incurre en ella el que viola el honor del prójimo.

La contumelia con frecuencia lleva anejas otras malicias, además de la injusticia. Y así, quebranta la piedad si injuria a los padres; la religión, si es contra Dios o sus ministros, etc. A veces produce escándalo, disensiones, etc., contra la caridad fraterna.

2. Sin embargo, la contumelia puede ser simplemente pecado venial:

a) Por imperfección del acto, o sea por falta de la suficiente advertencia o consentimiento.

b) Por parvedad de materia (v.gr., una ligera burla o palabra malsonante).

c) Por falta de intención de injuriar gravemente (v.gr., cuando se dice en broma o no muy en serio: «eres un asno»).

d) Por la condición del que habla o escucha (v.gr., entre verduleras o gentes de baja educación no suelen considerarse injurias graves los insultos o frases soeces que se intercambian con frecuencia). Tampoco suelen ser graves las injurias de los padres a los hijos, de los maestros a sus discípulos, etc., que tienen por objeto su corrección o enmienda.

819. 3. Obligación de repararla. Como injusticia que es, la contumelia induce obligación de reparar el honor ultrajado, de manera semejante a lo que ya hemos dicho al hablar de la detracción.

Nótese que, cuando la injuria fue pública (v.gr., en presencia de testigos, por la prensa, etc.), debe repararse en la misma forma, ya que de otro modo no quedaría restablecida la igualdad que reclama la justicia entre la ofensa y su reparación.

La simple petición de perdón constituye suficiente reparación de cualquier dase de injuria o contumelia.


jueves, 13 de junio de 2019

SOBRE LA MODESTIA


Hablaremos de la modestia del cuerpo, de los buenos modales y de la modestia de los ojos. 

(La virtud de la modestia: Modestia en el cuerpo) 

La virtud de la modestia sin duda brillaba en San José; virtud que se relaciona a su vez con la virtud de la pureza y con la virtud de la humildad (ambas muy importantes, ambas difíciles de conseguir).

 Al exponer sobre la modestia, seguiremos a un autor francés del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX1 . Comenzamos por la modestia en el cuerpo. Nuestro cuerpo, por haber tenido el pecado original, tiene malas tendencias, y ellas nos empujan, a modo de tentaciones, hacia el pecado (además, estas malas tendencias se empeoran con nuestros pecados actuales). Por ello, debemos estar siempre buscando dominar nuestro cuerpo; aquí entra la ascética, los ayunos, las mortificaciones, las vigilias. Pero también está aquí el guardar, con nuestro cuerpo, las reglas de la modestia y de los buenos modales. 

 Sobre nuestros cuerpos y las cosas que hacemos con él, hay un principio de San Pablo que nos sirve como fundamento: (I Corintios 6,15 y 19) “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?... ¿Por ventura no sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo?: Nescitis quoniam corpora vestra membra sunt Chriti?... An nescitis quoniam membra vestra, templum sunt Spiritus Sancti?” 

 Hemos de respetar nuestros cuerpos como algo santo, como parte de Cristo y como templos del Espíritu Santo. Por eso aquí quedan fuera de lugar los pecados de la lujuria (lujuria que una persona haga sola en su propio cuerpo; lujuria “acompañada”; etc). 

De hecho, San Pablo –perdón por la crudeza; el que está hablando es San Pablo- reprueba allí el ir con prostitutas; en latín “meretrices”. También, para tener la virtud de la modestia, quedan fuera de lugar no sólo los vestidos indecentes (aprovechamos para recordar a las damas que deben vestirse bien, sin ropa ajustada, usar faldas correctas –que no sean faldas cortas, que lleguen más abajo de las rodillas-, vestir sin escotes, etc), sino también los vestidos o vestimentas que no son tan apropiados, o que no condicen con el momento y las circunstancias. Y en esto último entran también los caballeros. 

Sirva entonces para recordarles a ellos que cuando haya fiestas importantes (tal vez también la de hoy), hagan un esfuerzo para estar más formales, con saco y corbata. Aquí hay también para los jóvenes, adolescentes y niños, e incluso para los adultos, para ir a Misa en general, y para la Misa del Domingo en especial: No está bien venir tan informalmente que se traiga pantalón de deportes (“sudadera” dicen en Colombia), zapatos de fútbol, tenis “colorinches” (“zapatillas” dicen en mi país), camisetas también “colorinches” o llamativas o de los clubes de fútbol, etc. Debemos ser más formales con las cosas sagradas, con la Misa, etc. 

Lo correcto es que cada uno vista según su condición, sencilla y modestamente, pero siempre con decencia y limpieza, y con mayor formalidad para los eventos importantes. Para las mujeres, San Francisco de Sales daba los siguientes consejos a su dirigida “Filomena”2 : “Has de andar aseada, Filomena, sin llevar pingajos ni desgarrones… pero huye de toda afectación, vanidad, primor y locura; arrímate cuanto puedas a la sencillez y modestia, que es ciertamente el mayor ornamento de la belleza y el mejor disimulo de la fealdad… las mujeres que tienen vanidad son tenidas por poco firmes en la castidad, pues, si la tienen, a lo menos no lo manifiestan con tantos adornos y bagatelas… 

En pocas palabras (…) cada uno ha de vestir según su estado, de tal manera que los buenos y prudentes no puedan decir que hay exceso, ni los jóvenes puedan notar que hay falta”. 

 Otro tema: Los religiosos y religiosas, así como los eclesiásticos, las almas consagradas, tienen reglas más o menos precisas acerca de la forma, clase y modo de sus vestidos, y a esas reglas hemos de ajustarnos. No hace falta decir que el acicalamiento al uso mundano ha de estar lejos de nosotros. Por dar un ejemplo: En estos años de sacerdocio, los fieles algunas veces nos han dado como presente un perfume; en el Seminario nos enseñaban, por supuesto, que debemos ser limpios y usar los elementos habituales o comunes de limpieza, pero que un religioso o un sacerdote o un seminarista no usa perfumes o aguas de colonia. 

Sobre nuestra ropa y objetos personales, nos enseñaban o decían, para tener espíritu de pobreza, no usar o comprar elementos caros, ropa de alto costo, zapatos caros, relojes de alto precio, etc.

 (La virtud de la modestia: Modestia a través de los buenos modales) 
Los buenos modales. Los buenos modales se relacionan con la virtud de la modestia, y son también una excelente mortificación al alcance de todos. Dice este autor francés: 1 Padre Adolfo Tanquerey: 1 de mayo de 1854 - 21 de febrero de 1932. 2 San Francisco de Sales, “Vida Devota”, Parte III, capítulo 25. “Evitar cuidadosamente las posturas muelles y afeminadas; mantener el cuerpo derecho sin violencia ni afectación, no torcido, ni colgando de un lado o del otro; no mudar con frecuencia de postura; no cruzar… las piernas [ojo con sentarse en la Misa cruzando las piernas]; no recostarse muellemente en la silla o en el reclinatorio [así dice este autor y nosotros agregamos: en la Misa “algunos” –jóvenes y también adultos- están todos “desparramados y deshechos” en el banco o silla de la iglesia o de la capilla; eso no está bien y es un poco una falta de respeto hacia Dios]; evitar los movimientos bruscos y los gestos desordenados: todas estas cosas, y otras muchas, son modos de mortificarnos sin peligro para nuestra salud, sin llamar la atención, y que nos dan gran señorío sobre nuestro cuerpo”. 

(La virtud de la modestia: Modestia de los ojos) 

 El tercer tema: La modestia de los ojos. Hay miradas gravemente pecaminosas que hieren no solamente el pudor, sino también la castidad y la pureza. Hay otras que son peligrosas, cuando, sin razón, fijamos la vista en personas que pueden sernos motivo de tentaciones. Por eso, la Sagrada Escritura nos dice que no debemos fijar los ojos en ninguna doncella para que su belleza no sea motivo de pecado o de riesgo de pecado; literalmente dice así: “Vírginem ne conspicias –no andes mirando doncella-, ne forte scandalizeris in decore illíus –no sea que peques a causa de su belleza-” (Eccli 9,5). 

 El Santo Job dice palabras relacionadas con esto, para cuidar los ojos y la virtud de la pureza, para cuidarse en las tentaciones (o posibles tentaciones): (Capítulo 31,1ss) “1 Pepigi foedus cum oculis meis, ut ne cogitarem quidem de virgine (basándonos en Mons. Straubinger, traducimos con más libertad: Hice pacto con mis ojos, de no mirar doncella)”. 

 Y versículos más adelante, el Santo Job agrega lo siguiente sobre los pecados que se pueden seguir por no cuidar los ojos, por no cuidar lo que uno ve, y no tener la modestia de los ojos: “7 Si declinavit gressus meus de via (Si mis pasos se desviaron del camino), et si secutum est oculos meos cor meum (Y SI MI CORAZÓN SE FUE TRAS DE MIS OJOS)… 9 Si deceptum est cor meum super mulierem (Si mi corazón se ha dejado seducir por una mujer), et si ad ostium amici mei insidiatus sum (y si anduve acechando a la puerta de mi amigo)… 3 11 Hoc enim nefas est (Esto es cosa nefanda), et iniquitas maxima (y la máxima iniquidad)”. 

 Leemos ahora otro fragmento del autor francés. Las palabras que van a escuchar fueron dichas hacia 1920; qué diría hoy este sacerdote: “Y ahora, cuando la licencia en las exhibiciones [¿cómo andamos hoy en día con las exhibiciones, con las mujeres que se muestran?], cuando la inmodestia en el vestir, la procacidad de las representaciones teatrales [nosotros diríamos -además del teatro-: cuando la procacidad del cine, la televisión, las novelas, el internet, los videos, y la última moda: la gente que se saca fotos o se filma a sí misma o se muestran en vivo a través del internet y con las “camaritas” de sus computadoras”, ¡qué vergüenza!]… [ahora, cuando esas cosas:] nos cercan por todas partes de peligros, ¿qué recato no habremos de tener para no caer en pecado?” 

 Por eso, el católico de verdad, el que quiere salvar su alma cueste lo que cueste y santificarse, va más allá, y para no rendirse ante el deleite sensual, no sólo practica la modestia de los ojos, sino que mortifica SU CURIOSIDAD, por ejemplo: evitar el andar mirando rostros y formas, el asomarse por la ventana para ver quiénes pasan, para ver (o hasta espiar) por su ventana a otras personas, y tantos otros movimientos de curiosidad que tenemos a través de nuestros ojos. 

Piensen también que, por curiosidad, por ver lo que no tenía que ver, el Rey David cayó en fornicación, adulterio, intento de confundir la paternidad de un embarazo, y asesinato de un fiel servidor por haber pecado con la esposa de este último. Aun así, miren lo que puede hacer la gracia en nosotros, que a pesar de semejantes pecados, el Rey David después se terminó convirtiendo en un santo. 

Pero escuchemos ahora el relato de su pecado, que comenzó por haber usado mal sus ojos, por haberse puesto a ver lo que no tenía que ver: (II Reyes, ó II Samuel, capítulo 11,2ss) “2 Una tarde, cuando David se levantó de su cama y se puso a pasear sobre el terrado del palacio real, vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. 3 David hizo averiguar quién era aquella mujer. Le dijeron: Es Betsabee, hija de Eliam, mujer de Urías, el heteo. 4 Entonces David envió mensajeros y la tomó; y llegada que hubo a su presencia se acostó con ella, apenas purificada de su inmundicia. Luego ella volvió a su casa, 5 y habiendo concebido mandó aviso a David, diciendo: Estoy encinta”.

En fin; ¡cuántas cosas!… Y al revés de todo esto, piensen en la modestia que tendría San José, en la modestia de su comportamiento, de su cuerpo, de sus vestidos, de sus miradas. Piensen cómo todas estas cosas se relacionan con la humildad y con la pureza, y son necesarias para estas dos. Pidamos, en esta Fiesta de San José, pidamos a él, que podamos tener estas virtudes: modestia en nuestros comportamientos, en nuestros cuerpos, en nuestra vestimenta, en nuestros ojos, en lo que vemos; y también la virtud de la humildad y la virtud de la pureza.
R.P. FA

lunes, 4 de febrero de 2019

LA MODESTIA EN LA NUEVA FSSPX


FUENTE
Nota de Catholic Candle: Algunos de nuestros lectores podrían considerar el declive de la modestia en la "nueva" SSPX y la iglesia conciliar como algo normal y aceptable. Esto solo muestra cómo el gradualismo afecta incluso a los católicos tradicionales.
Del mismo modo que la moral disminuyó lenta y constantemente en las parroquias locales después del Concilio Vaticano II, la moral también se está reduciendo entre los católicos tradicionales que se describen a sí mismos, que se sientan en silencio y no hacen nada para revertir esta tendencia que destruye el alma.

Las hermanas de la Nueva-SSPX renuncian a la modestia

La Iglesia católica siempre ha guardado cuidadosamente la modestia, especialmente de las mujeres jóvenes y las niñas. Como enseñó el Papa Pío XI:
Se debe tener especial cuidado con la modestia cristiana en mujeres jóvenes y niñas, que se ve gravemente afectada por cualquier tipo de exhibición en público ...
Nota: Divini Illius Magistri, (On Christian Education), Pope Pius XI, §68.

En la década de 1990, las Hermanas de la SSPX enseñaron el estándar católico tradicional de modestia, incluyendo que las rodillas de una mujer o una niña siempre deben estar cubiertas y sus mangas siempre deben llegar al menos hasta la mitad del codo. Aquí hay una forma en que esas hermanas solían describir este estándar de modestia católico tradicional:

La ropa verdaderamente modesta llega debajo de las rodillas, ya sea que uno esté de pie o sentado. Tiene mangas que se extienden hasta los codos. No obstante, las mangas de un cuarto de longitud son toleradas, pero tenga cuidado: si son demasiado cortas o sueltas, los movimientos corporales se exponen para ver lo que debe ocultarse.
Nota: The Marylike Standards of Modesty in Dress, published by the Sisters of the Society of Saint Pius X, Browerville, MN, p.2 (emphasis added). This publication is not dated but the Sisters distributed it in the 1990s.

Pero las hermanas y el resto de la N-SSPX se están volviendo moralmente laxas. Contrasta el estándar anterior de modestia tradicional con la imagen del último artículo de Sisters publicado en la revista Angelus. Esta foto es de una niña que expone la mitad de sus muslos y lleva una blusa sin mangas.
Nota: Nov-Dec. 2018 Angelus Magazine, p.61.

Lamentablemente, las hermanas Nueva-SSPX simplemente están siguiendo la nueva dirección de sus líderes. El "nuevo" SSPX quiere "encajar" con el mundo y con la iglesia conciliar.

nota Por lo tanto, la N-SSPX socava la modestia tradicional que solía mantener. Por ejemplo, el "nuevo" SSPX promueve la idea de que las mujeres usen pantalones (pantalones) si las mujeres a su alrededor usan pantalones.

Las hermanas SSPX enseñaron lo contrario en la década de 1990, a saber, que las mujeres deberían usar vestidos y faldas y nunca usar pantalones. Aquí hay una forma en que las Hermanas de la SSPX explicaron el estándar de modestia católico tradicional en la década de 1990:

Dios hizo a los hombres y mujeres diferentes. Él les dio sus propios roles para jugar en el plan divino. Los pantalones son prendas apropiadas para la naturaleza y la figura de un hombre, mientras que los vestidos y las faldas son un atuendo apropiado para una mujer, ya que la ayudan a mantener su identidad y dignidad. Por otro lado, cuando una mujer usa ropa de hombre, el respeto debido a su naturaleza dada por Dios se reduce.
Niñas, vestidas como verdaderas mujeres e hijas de la Virgen María. Sé lo suficientemente valiente como para deshacerte de todos tus pantalones y pantalones cortos. ¡Demuestra que estás orgulloso de ser lo que Dios te ha hecho! Esta es tu gloria delante de él y ante los demás.
Nota: The Marylike Standards of Modesty in Dress, published by the Sisters of the Society of Saint Pius X, Browerville, MN, p.3. This publication is not dated but the Sisters distributed it in the 1990s.

Lamentablemente, la "nueva" SSPX ’promueve la moral laxa de muchas maneras. Aquí hay algunos ejemplos mas:

La "nueva" SSPX eligió usar una imagen de una mujer con los hombros descubiertos para anunciar un libro que vende.
Nota: Read the N-SSPX’s own words, quoted from its own source, here: The SSPX uses immodesty to sell books

La "nueva" SSPX "decora" su artículo sobre el matrimonio con una imagen genérica de "clip art" de una boda conciliar, con una novia sin mangas que expone parte de su costado.
Nota:  SSPX’s DICI Magazine, #310, p.5.

La "nueva" SSPX publicó una foto de sus colegialas vestidas con sus uniformes escolares, algunas de las cuales son minifaldas (pulgadas sobre la rodilla).

Conclusión
Cuidado con las hermanas y con la revista Angelus:
Las Hermanas de la Sociedad de San Pío X se han debilitado y comprometido como el resto de ese grupo. No los busques por orientación y por los estándares católicos que solían defender.
Rechaza la liberal e inmodesta revista Angelus. Es una herramienta para la revolución dentro de la SSPX.
Nota: