Un episodio de la historia de Francia plantea ciertas preguntas: las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque, una monja visitandina que vivió en el convento de Paray-leMonial durante la época del Rey Sol, y que recibió gracias místicas singulares, en particular con respecto al Sagrado Corazón de Jesús.
Por un misterio, los caminos y destinos de la historia de un pueblo se deciden a menudo por actitudes – a veces muy sencillas – de aquél o de aquellos en quienes Dios deposita especial cuidado y confianza: “Es en las regiones secretas de la conciencia donde se elabora el destino del mundo, y las nuevas fuerzas que hacen que los imperios se derrumben son las mismas que todo hombre enfrenta en las tinieblas de su corazón cómplice” [1].
Un episodio de la historia de Francia plantea varias incógnitas: las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque, una monja visitandina que vivió en el convento de Paray-le-Monial durante la época del Rey Sol, y recibió gracias místicas singulares, en particular con respecto al Sagrado Corazón de Jesús.
Una carta de la santa a la Madre María de Saumaise, su superiora, datada del 17 de junio de 1689, manifiesta el anhelo de Jesús por el reinado de Luis XIV: “Me parece, pues, escribe – Santa Margarita – que desea entrar con pompa y magnificencia en las casas de príncipes y reyes, para ser en ellas tan honrado como fue injuriado, despreciado y humillado en su Pasión, y recibir tanto contentamiento al ver a los grandes de la tierra abatidos y humillados ante Él, cuanto fue la amargura que sintió viéndose atado en sus pies . Y aquí tengo las palabras que escuché refiriéndose a nuestro Rey (Luis XIV):
‘Haced saber al hijo mayor de mi Sagrado Corazón que, así como su nacimiento temporal se obtuvo por la devoción a los méritos de mi Sagrada Infancia, así alcanzará su nacimiento a la gracia y a la gloria eterna mediante la consagración de su persona a mi adorable Corazón, que quiere lograr la victoria en el suyo y, por él, sobre el de los grandes de la Tierra. Él quiere reinar en su palacio, ser pintado en sus estandartes y grabado en sus armas para que sean triunfantes sobre todos sus enemigos, derribando estas cabezas
orgullosas y altivas a sus pies, a fin de que sea él victorioso sobre todos los enemigos de la Iglesia’. [2]
¿Qué habría sido de Francia, la Hija Primogénita de la Iglesia si se hubieran observado los deseos paternos y las recomendaciones de Nuestro Señor? De hecho, tales nunca se llevaron a cabo; ni siquiera sabemos si el llamado divino llegó al conocimiento del Rey …
El año en que se escribió la carta, 1689, no deja de evocar otro: ¡1789! Exactamente cien años antes de la Revolución Francesa, había llegado del cielo un mensaje conmovedor de Jesucristo al gran Luis XIV. La coincidencia es, al menos, notoria.
Y esto nos lleva a una reflexión: ¡Cuántas veces la llamada de Dios a los hombres ha encontrado, como respuesta, solo el silencio! No sería sorprendente que tal omisión estuviera en la raíz de tantos trastornos políticos y sociales que afligen a la humanidad en la actualidad.
Por João Paulo Bueno
[1] DANIEL-ROPS, Henri. Historia de la Iglesia de Cristo. La Iglesia del Renacimiento y la Reforma. São Paulo: Quadrante, 1996, v.1, p. 106.
[2] TEJADA, José M. Sáenz de. Vida y obras completas de Santa Margarita María de Alacoque. Miami: Fiat Voluntas Tua Inc / Quito: Jesús de la Misericordia. 1958, pág. 377.