La revelación y la
tradición opinaron de diversas maneras siempre buscando la solución en las
Sagradas Escrituras.
Santo Tomás, que en las
cuestiones opinables es siempre respetuoso con la tradición cuando otros
testimonios de mayor valor a una poderosa razón nos obliga a adoptar una
posición determinada, deja en su exposición amplio margen como en este caso,
para elegir entre una u otra sentencia aunque sin ocultar lo que personalmente
considera más razonable.
Comentario: No
es otro su proceder sino el mismo en lo que los teólogos dan por llamar
“cuestiones disputadas”, es decir, que en esta materia que estamos tratando los
católicos pueden tener una u otra opinión sin que ello comprometa la salvación
de su alma puesto que no han sido definidas como dogma de fe, y así vemos que
en el pecado de Adán difieren los teólogos de su época como San Buenaventura
sobre si era necesaria la venida de Nuestro Señor Jesucristo. El solo se limita
a decir que si las Sagradas Escrituras dicen que si, así debe ser, pero siempre
respetando la opinión de los demás. Lo mismo sucedió con el dogma de la Inmaculada
Concepción en la cual el opinaba de manera contraria a los teólogos
contemporáneos, mas no por eso se le notó una disputa agria o ácida, ni
pretendió poner, con su autoridad de teólogo, algo que era también muy
disputado en virtud de que la Iglesia no se había declarado con respecto a ese
dogma, por lo tanto era opinable y no se oponía a la salvación de las almas.
Ejemplos muy claros y evidentes de almas verdaderamente imbuidas en la verdad
divina que con su ejemplo nos invitan a actuar de la misma manera prudente y
santa ante las opiniones actuales que se enraízan en cuestiones teológicas o de
derecho canónico, o como se dice de sentido práctico. Pretender imponer una
“questio disputata” a las demás personas sin tomar dicho ejemplo de los santos
es una cuestión grave de imprudencia aunque sea apoyada por los “teólogos
modernos” que pululan a granel y que, por desgracia sin querer ni pensarlo algunos,
quieren imponerlo como una “questio sine qua non”, es decir una cuestión sin la
cual uno no se puede salvar, y esto sí es grave por estar en contradicción del
actuar de los santos y más de un santo teólogo por excelencia a quien NADIE
SUPERARA hasta el fin del mundo. No pretendamos ser mas teólogos que ellos, no
opinemos sobre temas candentes sin la ayuda imponderable de la gracia y la luz
divina que a nadie se le niega si se pide con humildad, no contribuyamos a la
incertidumbre de los espíritus débiles que apenas inician el camino de la perfección
y de la unión con Dios y en prosecución de su fin último al que todos estamos
llamados antes bien contribuyamos a cerrar el numero de los elegidos en el
cielo para que se acaben de una vez por todas las aflicciones que, con mayor
ímpetu, caen sobre nuestras almas. Este es, a mi forma de ver el verdadero espíritu
de la verdad, y del apostolado actual. Habrá quienes difieran de este criterio
respeto siempre y cuando su forma de actuar provenga de la voluntad de cumplir bajo el influjo de la gracia divina, todo lo dicho o hecho
fuera de esta norma no lo apruebo y estoy en contra de ello.
Sigamos con Santo tomas:
Probablemente el principal de los ángeles que pecaron
era el más perfecto de todos los ángeles.
Respecto a esto debemos
atender exclusivamente al motivo que los indujo a pecar. Y si este fue la
propia perfección y excelencia, esta era mayor en el Ángel más perfecto que los
otros, por donde es verosímil que fuese el principal en pecar.
“En el pecado se deben
considerar dos cosas: LA PROPENCIÓN AL PECADO Y EL MOTIVO DE PECAR. Si en el ángel
se considera la PROPENCIÓN al pecado, más bien parece que pecaron los
inferiores y no los superiores, y por esto dice el Damasceno que el mayor de
los que pecaron fue el que precedía al orden terrestre. Y esta opinión parece afín
con otra de los platónicos, según lo refiere San Agustín en de trinitate,
quienes decían que los dioses son todos buenos, y los demonios, en cambio, unos
son buenos y unos son malos (errores que hoy en el vulgo se difunden actualmente ya de broma o
serio, no así en los “teólogos modernistas” quienes van más allá negando la
existencia del demonio)advirtiendo que llamaban dioses a las sustancias
intelectuales que están por encima del globo de la luna, y demonios a las
sustancias intelectuales que están debajo, aunque superiores a los hombres en
el orden de la naturaleza. Y no hay motivo para desechar esa opinión como
contraria a la fe, ya que Dios administra todas las criaturas corporales por
medio de los Ángeles, como dice San Agustín. Y, por consiguiente, nada impide
decir que los anteles inferiores están destinados por disposición divina para
administrar los cuerpos superiores y los supremos, para asistir delante de Dios.
Y por eso dice San Juan Damasceno que los que pecaron fueron los inferiores,
aunque en aquel orden inferior quedaron fieles algunos ángeles buenos. (El paganismo clásico o aquel que prevaleció
en todos los pueblos antes de la venida de Nuestro Señor se les puede
comprender porque no conocían la verdadero Dios y a su Hijo Jesucristo, por tal
razón cayeron en esos excesos que el Apóstol de las gentes nos señala en sus
epístolas. Mas después de la gloriosa venida del Salvador y que el mundo ya ha
recibido la buena nueva hasta los más remotos confines de la tierra, no podemos
aceptar y mucho menos tomar como referencia espiritual por no cumplir con el
fin teológico esas “doctrinas” y costumbres paganas como complementarias a la
religión católica como que si esta última no hubiese sido totalmente enriquecida
por su divino Maestro y “algo” le hiciera falta. Lo que es peor aun que se
pondere en mucho a esos escritores como que son contribuyentes al
“enriquecimiento” de la doctrina católica, me refiero más concretamente a las
famosas obras de Tolkins y a las Crónicas de Narnia entre otras del mismo
estilo que contradicen la doctrina del Angélico dejando de lado la divina
revelación gracias a los “teólogos de hoy en día”. Que sean aceptados como una
distracción no me parece mal, pero que sean considerados como que en algo
contribuyen a la verdadera doctrina lo considero aberrante).
Si, en cambio, se considera
el motivo de pecar, hallaremos que es mayor en los superiores que en los
inferiores. En efecto, según hemos visto, el pecado de los demonios fue el de
soberbia, cuyo motivo es la excelencia, que poseyeron en mayor grado los
superiores que los inferiores, y por esto dice San Gregorio: que el que pecó fue el supremo entre todos.
Y esto parece ser lo más
probable. El pecado del ángel no procedió de ninguna propensión, sino solo de
su libre albedrío, y, por tanto, parece que preferentemente se ha de tomar en
cuenta el motivo de pecar.
Si el pecado del primer Ángel fue la causa de que los
otros pecasen.
Santo tomas se plantea
cuestión porque antes que nada corresponde a su sistema teológico ver las
posibilidades contrarias a lo que
posteriormente va a refutar y en este caso considera como dificultad de que por
el pecado del primer ángel no haya sido la causa de que otros pecaron y la formula
de la siguiente manera: “La causa es anterior al efecto. Pero como dice el Damasceno,
los Ángeles pecaron todos a la vez. Luego el pecado de uno no fue la causa de
que otros pecasen (Causa-efecto ej: el sol nos calienta no
porque los rayos del sol sean la causa sino por el fuego que se encuentra en el
mismo sol, lo primero es el efecto y lo segundo es la causa).
A lo que responde el Doctor
Angélico: En el libro del Apocalipsis se dice que el dragón (Lucifer) arrastró tras de sí la tercera parte de las estrellas.
Por lo tanto el pecado del
primer ángel fue la causa de pecar, no coactiva, (como obligados a pecar) sino
a modo de acción persuasiva
(aquí vemos al primer mal orador, seria
demagógico el demonio en su primer discurso frente a los demás Ángeles que se
revelaron?) Un indicio de esto lo tenemos en que los demonios están sujetos a aquel
primer rebelde, como claramente se ve por lo que dice el Señor en San Mateo: “Id, malditos, al fuego eterno que está
preparado para el diablo y sus ángeles (argumento
fehaciente de la eternidad el fuego del infierno en contra de quienes ahora
opinan lo contrario basados en sentimientos más que en la verdad)
y esto porque en el orden de la divina justicia está dispuesto que, si alguno consciente
en la culpa por sugestión de otro, queda en castigo sujeto a su poder, conforme
a lo que dice San Pedro: “Cada cual es
esclavo del que triunfo de el”