Por el Padre
Rodríguez Villar
Libro Meditaciones
sobre la Santísima Virgen María
Es este paso de la vida de la Santísima Virgen,
uno de los más hermosos, donde resplandece, de modo admirabilísimo, la
heroicidad de sus virtudes.
1° El recogimiento.- Así mandaba la ley que las madres estuvieran
recogidas durante cuarenta días en sus casas antes de su purificación legal.
¡Con qué gusto cumpliría la Santísima Virgen esta parte de la ley! ¡Qué amor el suyo al recogimiento y a la oración,
pero, sobre todo, ahora, que tenía consigo a su Hijo! ¿Qué podía buscar y
apetecer fuera de su casa, si en ella lo tenía todo? Piensa que algo semejante
debe ocurrir contigo; trabaja por tener a Jesús en tu corazón y después que lo tengas, ¿qué más quieres, qué más deseas? Luego si algo apeteces, es
señal de que no tienes a Jesús, no sebes gozar de su presencia.
2° La pureza.- Recuerda que María fue concebida sin mancha, que siempre
fue pura y limpia más que el sol, que nunca pudo manchar ni con la más pequeña
imperfección su belleza y hermosura inmaculada y, sin embargo, aquí aparece
¡purificándose! ¡Qué ejemplo para ti! Ella, la que no tiene mancha, la que no
tiene nada que purificar, quiere purificarse. Esto es, que ama tanto esta
limpieza de corazón, que parece que aún no está contenta y desea, si pudiera
ser, purificarse más y más. ¡Ah! ¿Amas así tú la pureza santa? ¿Con ese
espíritu procuras frecuentar la santa confesión y los demás medios que la
Iglesia te pone para santificarte y limpiarte?
Y si Ella no está contenta de su pureza, y aún quisiera, si pudiera ser
más, ¿lo estás tú de la tuya? ¿Lo estará María al verte a ti y mirar tu alma?
¿Encontrará allí la limpieza que Ella desea? Medita mucho en esto, avergüénzate
y pide a María este amor a tan delicada y preciosa virtud como es la pureza.
3°.- La obediencia.- No estaba obligada a esta ley. Ella bien lo sabía.
Toda su concepción y parto milagroso, había sido obra del Espíritu Santo. Ella
había sido saludada como la “Bendita entre todas las mujeres” y de Sí misma
había dicho “que la llamarían bienaventurada todas las generaciones” por las
maravillas que en Ella obrara el Todopoderoso, y a pesar de toda esta grandeza
no se considera exceptuada de la Ley. No quiere privilegios cuando se trata de
obedecer, y obediente como si en Ella no hubiera nada de extraordinario, se
somete gustosa a la Ley común, a así, pasados los cuarenta días, con toda presteza se pone en camino hacia
Jerusalén, para ser, con su Hijo, modelo de obediencia.
Mira cómo este ejemplo nos confunde, qué diferencia de este modo de
obedecer de la Virgen al nuestro, cuántas veces, sin razón, nos creemos
dispensados de obedecer y eso que la obediencia no nos exige ni humillaciones
ni sacrificios, como los que a María exigió en esta ocasión, porque lo que hace
heroica esta obediencia de María fue el sacrificio que la exigió tan humillante
como ahora veremos.
4.- La humildad.- He aquí lo principal y lo incomprensible de este
misterio. María es en todo extraordinaria, pero por eso había de ser
extraordinaria su humildad.
Recuerda el amor de María a su virginidad, cómo ante el ángel del Señor,
estuvo dispuesta a dejar de ser Madre de Dios antes que dejar de ser virgen; es
para Ella la ilusión más divina de toda su vida y, sin embargo, ahora por la
humildad llega a sacrificar hasta las apariencias de su virginidad, apareciendo
como una mujer manchada que necesita ser purificada. Parece que por amor a la
humildad, se despoja de todo, hasta de ese concepto y gloria exterior de su
virginidad y se humilla hasta no aparecer ni Madre de Dios, ni Virgen. ¡Qué
admirable y sublime es esta virtud en María! ¡Qué obediencia más humillante
para Ella y, sin embargo, con qué alegría obedece! ¡Con qué gusto se humilla!
Mírala bien tanto más grande, cuanto más humilde. Contémplala confundida
con todas las demás mujeres y como una de tantas, pero mira cómo Dios no la
confunde, bien la distingue; es el lirio de candor, pero a la vez la violeta
escondida de la más sublime humildad. ¡Qué gloria recibiría el Señor con el
ejercicio de estas virtudes! ¡Cuánto se gozaría en Ella!
Medita profundamente, compárate con Ella, pon a sus plantas tu soberbia,
tu orgullo, tu amor propio, trabaja por imitarla.
5.- Su pobreza.- No puede llevar la ofrenda de un corderillo que llevan
todas. La pobreza siempre es humillante, pero mucho más cuando aparece delante
de los demás, para las más pobres se permitía llevaran dos palomitas.
María no se avergüenza de ser pobre y de que la tengan por tal, y la
desprecien como se desprecia a los pobres. ¡Qué dichosas se hubieran
considerado aquellas palomitas si hubieran podido comprender para lo que
valían! ¡Para ser la ofrenda del sacrificio de María!
Ofrécete tú a María como ofrenda de su sacrificio. Dile que quieres
consagrarte a Ella, pero para que tu sacrificio valga algo, ha de ser
imitándola a Ella, siendo como Ella. Dedícate a copiar estas virtudes en tu
corazón, y especialmente las que más te cuestan, las más humillantes, las más
sacrificadas. Ejercítate mucho en ellas.