EL DESMANTELAMIENTO DE UN BASTIÓN.
Lille había sido siempre un bastión
de la catolicidad romana. Cuando en 1875 Philibret Vrau, hilador de Lille,
presento a Pio IX su proyecto de establecer una Universidad Católica, explico
al sumo Pontífice: “Nuestra única meta es crear en establecimiento que, inspirándose
en las sanas doctrinas de la Iglesia y particularmente en las enseñanzas de su
Santidad contenidas en el Sillabus, impregne
todas las materias de la enseñanza de los verdaderos principios de la fe.”
Bajo León XIII, los patronos del
norte, católicos y monárquicos, apoyados por “La Croix du Nort” y la “Semaine
religieusede Cambrai” del canónico Delassus, combatieron a los sacerdotes
demócratas Lemire, Six y Bataille (este último había fundado en Roubais en
1893, el primer sindicato obrero cristiano). Pero esos sacerdotes pronto se
sintieron confortados por la política de “Ralliment”(adhesión)
a la República, solicitada por el Papa. “Le
Sillon” (Sus principales errores; Pretende sustraerse a la autoridad de la
Iglesia: primer error; Pretende nivelar todas las clases: segundo error; Sus ideas brillantes en lenguaje vago
y equívoco, y la necesidad de juzgarlas. Sus puntos esenciales en particular;
1. La dignidad humana mal entendida: a)
por entender una emancipación política, económica e intelectual desmedida; b) por reclamar un desproporcionado y
desordenado poder político, económico y mora del individuo. Para una mayor
comprensión de este movimiento consultar la Encíclica Nostre Charge Apostolique
de San Pio X) (Fundado 1873 Por Marc
Sagnier quien (periodista y político francés) reclutó adeptos entre el clero joven que había
seguido es política y en los ambientes innovadores de las facultades católicas (Eugene
Durtoit, el Padre Thellier de Poncheville). Durante el pontificado de S.S. San
Pio X “Le Sillon” fue condenado
(1910) y, para seguir de cerca el combate antiliberal se suprimió la Diócesis
de Cambray y en su lugar se erigió la de Lille el 25 de octubre de 1913. Al
recibir a su clero, Monseñor Charost, saludo a la “ciudad de Lille, que se
ilumina por el sol de la verdad integra y rechaza con toda la tenacidad con la
cual Dios ha adornado nuestra raza flamenca, el espejismo del falso y
decepcionante liberalismo.
Pero la llegada de Benedicto XV
estuvo acompañada de un regreso de perniciosas influencias; Monseñor Dellasus
se retiró y se habilitó a los Padres Six, y Eugene Duthoit; el primero quedó a
cargo de las obras sociales de la diócesis y el otro se hizo cargo de los
secretariados del norte. En 1919 Monseñor Charost autorizaba a un párroco de
Roubaix, el Padre Debussche, a promover
sindicatos cristianos, porque no se veían otros medios para contrarrestar la
acción revolucionaria de la Confederación Nacional del Trabajo.
René Lefebvre deploraba esta nueva
orientación liberal; seguía aferrado al principio corporativo y simpatizaba con
la Liga de la Acción Francesa, que captaba muchos miembros en los ambientes. No
se adhirió, sin embargo, al Comercio de la Industria Textil ni aprobó sus métodos
de reducción brutal de salarios, que provocaron huelgas casi insurreccionales
de 1919 a 1921, en especial en las fábricas de Turcoing; Eugéne Mathon, presidente del consorcio, presentó
una denuncia en Roma contra los sindicatos obreros cristianos, a los que
acusaba de “participación en la lucha de clases”. René Lefebvre también era de
la misma opinión, pero se quedó al margen de ese debate, en las cual ambas
partes estaban equivocadas.
En esa misma línea de conducta,
decidió alejar a su hijo menor de la atmosfera liberal que se introducía
también en los seminarios de la diócesis, y ubicar a Marcel en un clima de
serenidad y de seguridad doctrinal de Roma, del que disfrutaba su hijo mayor.
Monseñor Quilliet, que intentaba mantener la diócesis en su antigua fidelidad al
magisterio pontificio, accedió al pedido del industrial y no pudo menos que
recomendarle a Marcel que se hiciera bien romano.
SEMINARISTA
EN ROMA.
Bajo la égida del Espíritu Santo y
del Corazón Inmaculado de María
El ingreso en Santa Chiara, 25 de
octubre 1923.
Pese a la ausencia de su hermano, que
estaba cumpliendo con su servicio militar y de Robert Leupoutre que había
ingresado en el seminario de Annapes,
Marcel Lefebvre viajó en compañía de sus
compañeros de colegio, André Frys y Georges Leclercq. Al acercarse a Roma,
todos se arrimaban a las ventanillas del tren para divisar la cúpula de San
Pedro: “¿Sabía Marcel que le tocaría a el escribir una página de la historia de esa
ciudad a la que, como Dios llamamos eterna”?
En la Vía Santa Chiara nuestros
neófitos, introducidos por su ángel de la guarda Henri Fockedey, encontraron
frente a la entrada una Virgen de mármol, inclinada y dulce: “Tutela domus”
imitando a su ángel, Marcel se arrodilló, algo titubeante, ante esa Señora a la
que aprendería a conocer mejor: no salía ni se entraba nunca sin honrarla con
un saludo al que ella no dejaba de corresponder, luego Marcel, precedido de su
mentor, tomó posesión de su habitación. Posesión era mucho decir, puesto que vivían
de a dos: las habitaciones habían sido duplicadas para dar alojo a 220
seminaristas de diferentes regiones y batallones; seminaristas diocesanos,
“escolásticos” espiritanos, “canónicos” de Saint Maurice en Valais, etc. Así
pues, Marcel compartió su habitación con Georges Picquenard, un año mayor que él,
de la diócesis de Leval.
Macel iba y venía por los cuatro
pisos del armonioso edificio cuadrado, desde la terraza, dominaba la loggia (en la que aprendió a orientarse
en el bosque de cúpulas de la ciudad), hasta el sombrío claustro, bordeado por
una hermosa columnata de granito rosa que rodeaba un patio interior, fresco y
colorido, en cuyo centro, sobre una fuente inagotable, el Señor mostraba su
Sagrado Corazón: In die illa eritfons
patens. Al lado de la capilla, corazón de la casa, reunía a los
seminaristas en la estrechez de su coro, junto al sencillo altar de mármol
blanco y del Corazón Inmaculado de María, refugio de los pecadores.
En el
corazón de la Ciudad Eterna
Al día siguiente de su llegada, lo
dedico íntegramente a familiarizarse con la ciudad. Los seminaristas fueron a
San Pedro, y se encontraron con la majestuosidad misma del edificio, con la
decoración y las obras de arte, con los
textos fundamentales que adornan el gran friso dorado de las naves de la
cúpula, un verdadero tratado De Romano
Pontifice.
Encarecidamente
recomendamos al lector leer la Carta Notre Charge Apostolique, DONDE San Pio X
condena a al movimiento Le Sillon, el texto esta copiado íntegramente de los
apuntes de Monseñor Marcel Lefebvre, cuando impartió las clases del Magisterio
de la Iglesia en el Seminario de Eccone Suiza allá por los años 1979- 1980.