Corpus Christi
Cristo nos representó su santísimo cuerpo
bajo la figura de pan y en el N. T. dejando la figura dice de sí mismo:
"Yo soy el pan vivo que descendí del cielo." Más adelante continúa:
"El pan que yo daré, es mi es mi carne por la vida del mundo."
Este es aquel pan que el ángel trajo a
Elías. "Miro Elías y vio junto a su cabeza un pan cocido al rescoldo y un
vaso de agua." Por el pan cocido al rescoldo se figura al cuerpo de
Cristo, el cual esta velado por los accidentes significados por las cenizas y
el vaso de agua significa el misterio de la sangre de Cristo. Pero de Elías se
dice que antes de comer de este pan hizo cuatro cosas: “dejar al criado, marchar al desierto, sentarse bajo
un enebro y despertar al llamado del ángel. Estas cuatro cosas nos señalan cuatro
disposiciones que debemos tener para acercarnos a recibir el Cuerpo de Cristo:
huir de los consuelos del mundo, entrar en religión, sujetarse en ella al
prelado y tener devoción para con Dios.
a)
Ha de huir de los
consuelos del mundo.
Porque hallándose, en este Sacramento la
plenitud de la consolación espiritual y no comunicándose ésta a los que dan
entrada a otro género de consolaciones, síguese necesariamente que quien quiera
alcanzarla deberá dejar la delectación carnal. Precisamente a Bersabe vino
Elías y Bersabé significa fuente de hartura, palabra que podemos aplicar a N.
S., porque en Él se encuentra la plenitud de gracia. Y continua la escritura
Santa diciendo: "Dejo allí al criado." Y ¿Qué cosa se significa por
este criado sino las cosas de este mundo? Y, efectivamente, quien deja al
criado deja las puerilidades mundanales.
b) Entrar en la religión.
Quien desea acercarse dignamente a este
Sacramento ha de arreglar su alma según la honestidad de vida, propia del
estado religioso, lo cual se significa en las palabras: "Elías marchó al desierto." El desierto, se deriva de
la palabra desero, que equivale a dejar, significa el estado religioso, donde
se dejan las cosas temporales. Y, en verdad, se deja en este estado las
riquezas por el voto de pobreza; los placeres por el voto de castidad; y las
honras y dignidades mundanas, por la abnegación de la voluntad propia. Y no hay
en el mundo cosa tan prejudicial ni nociva como estas tres concupiscencias. Lo
dice claramente San Juan: "Todo lo que
hay en el mundo, es concupiscencia de carne, concupiscencia de ojos y soberbia
de vida." Y
así como por medio de estas tres concupiscencias cautiva el diablo las almas
pecadoras, así también mediante ellas mueve guerra contra las almas religiosas.
c) Ha de sujetarse al prelado; y esta es la sumisión
que se deja entrever cuando se nos dice que Elías se sentó bajo el enebro. El
enebro, como dice San Isidoro, es un arbusto, cuyas cenizas conservan el fuego durante
todo el año. ¿Qué es por lo tanto lo que podemos deducir del enebro sino el
buen prelado? Por la ceniza del enebro se entiende la humildad del prelado, la
cual suele conservar en los corazones de los súbditos el fuego del amor mutuo y
el calor de la devoción ferviente.
d)
La devoción para con Dios.
El Ángel despertó a
Elías. ¿Qué se entiende por el ángel sino la divina gracia? Porque entonces nos
envía Dios algo como a su ángel cuando infunde en nosotros la gracia. Y este
ángel nos excita repetidas veces por lo mismo que es propio de la gracia movernos
interiormente a progresar constantemente en ella. Siendo cuatro los efectos que
se consiguen quien dignamente recibe este sacramento: Nos conforta para la
acción, nos eleva a la contemplación, nos dispone para la revelación de las
cosas divinas y nos anima y enciende para el desprecio del mundo y para desear
los bienes celestiales y eternos. Por esto concluye las Sagradas Escrituras: "Elías confortado con aquella comida,
caminó hasta llegar al monte de Dios, vio secretos divinos y se paró a la
puerta de la cueva."
En cuanto al primer
efecto el
Sacramento nos fortalece para la acción que confortada con este manjar
celestial camina cuarenta días, en donde el numero cuarenta no resulta sino de
la multiplicación de diez por cuatro. Pues por el número diez se entiende el
decálogo, al que se reduce todo el Antiguo Testamento y por el numero cuatro
todo el Nuevo Testamento. Ahora bien, caminar, fortalecido por aquella comida,
equivale a progresar en la vida espiritual durante todo el tiempo de la prueba,
lo cual debe regularse por el Antiguo y el Nuevo Testamento.
El segundo efecto es elevarla a la
contemplación lo cual se entenderá mejor con aquel cap. del Exodo: "Moisés apacentaba las ovejas"
esta acto designa el ejercicio de la acción, luego añade "Llevo el rebaño al interior del desierto" donde se da a
entender que todas las operaciones y afectos se han de reducir a lo interior
del corazón. "Llego al monte de
Dios" en lo que se expresa la elevación de la mente a las cosas
celestiales. Y concluye "Se le apareció el Señor" señalando el
momento en que se le comunica al alma el don de la contemplación. Como Uds. ya
saben se le apareció el Señor en llama de fuego, cuya propiedad es iluminar y
calentar. El alma cuando llega a esta contemplación mediante este Sacramento,
no solo el entendimiento se ilumina, sino también la voluntad se inflama con el
incendio del amor.
El tercer efecto nos dispone para la
revelación de los divinos secretos; por esto se le dijo a Elías: "Sal
fuera y ponte sobre el monte delante del Señor; y he aquí que pasa el Señor, y
delante del Señor un viento grande y
fuerte que trastorno los montes y
quebranto las piedras; el Señor no está en el viento; y tras el viento un
terremoto; el Señor no está el terremoto. Y tras el terremoto un fuego, y el Señor
no está en el fuego; y tras el fuego un silbo de un vientecillo suave y allí
estaba el Señor." Fue revelado a Elías que el Señor no se encuentra ni en
el viento de la soberbia, ni en el estremecimiento de la impaciencia, ni en el fuego
de la codicia o de la concupiscencia carnal, sino en el viento suave, o sea, en
la tranquilidad de la conciencia pacífica.
El cuarto efecto se
produce en nosotros cuando nos mueve a despreciar al mundo y buscar con mayor
ahínco los bienes celestiales lo cual se sobreentiende con aquella acción de
Elías cuando: "Cubrió su rostro con
el manto, y, habiendo salido, paróse a la puerta de la cueva."
Ciertamente esto sucede en el alma cuando es llevada o levantada a contemplar
lo inmenso de la divina hermosura y lo infinito de la potencia divina, luego se
recoge en su propia pequeñez; cubre su rostro con la profunda humildad, sale
fuera de la codicia del mundo, se para a la puerta de la cueva, es decir,
suspira por la eternidad.
Pbro. Arturo Vargas Meza