Hace más de cincuenta años, la secta modernista incrustada desde tiempo
atrás en la Iglesia Católica, apostólica, romana, consiguió instalarse en los
más encumbrados sitios del Vaticano. Luego, gradual pero audazmente, se fueron
posicionando en las diversas áreas estratégicas de la estructura eclesiástica
y, más aún, en el ámbito de la doctrina, en las prácticas del culto, y en las
propias conciencias adormecidas de la gran mayoría de clérigos y nosotros los
seglares. Los modernistas lograron socavar los cimientos y muros de nuestros
endebles medios de defensa espirituales y morales.
No les representó a los sectarios vaticanos mayor esfuerzo alcanzar su
objetivo de distorsionar nuestra sacrosanta Religión; sino que, incluso, se han
dado el lujo de exhibirnos, una y otra vez en nuestras frágiles convicciones
ante la historia y el mundo. Los hábitos pecaminosos derivados de la mundanidad
liberal, de la tibieza y enfriamiento en que hemos incurrido y, en muchos casos
nuestra inexcusable y estulta
indiferencia, han hecho el resto. Debido
a ello, se ha agravado la crisis en la Iglesia Católica y sus instituciones.
Providencialmente, Dios, Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen
María, suscitaron la intervención de Monseñor Lefebvre, quien resistió a los
herejes modernistas durante las sesiones del Concilio Vaticano II y durante el
período que le siguió. Fundó el Seminario de Econe y otros; organizó la FSSPX
sobre la base de la más sana doctrina católica tradicional, dándole además
programa y rumbo.
Monseñor Lefebvre, bajo la inspiración del Espíritu Santo consagró
Obispos; y, algo muy importante, nos enseñó entre muchas otras cosas, que la
ley fundamental de la Santa Madre Iglesia, es la salvación de las almas; que la
razón de ser de la jerarquía y sus ministros, es para preservar el depósito de
la Fe y administrar los sacramentos a quienes víctimas de nuestras miserias,
anhelamos a través de esos medios de santificación recibir a Nuestro Señor
enteramente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, preparándonos para amarle y
servirle en esta vida y adorarle y gozarle en la otra.
Monseñor Lefebvre, nos instruyó que en caso de necesidad; esto es, ante
la carencia de prelados y sacerdotes confiables y fieles a Nuestro Señor
Jesucristo, la Iglesia suple la jurisdicción territorial que, en principio les
corresponde ejercer a los clérigos diocesanos; pero habida cuenta que éstos han
venido contribuyendo con la apostasía, asentada en Roma desde tiempo atrás, nos
tuvimos que alejar de su nociva influencia. De la misma manera, Menzingen se ha
colocado bajo el patrocinio de los modernistas, y sin sonrojarse siquiera
contemporizan con los escándalos papales, les hemos revocado a tales dirigentes
y corifeos de la FSSPX la jurisdicción que un día voluntariamente les
conferimos sobre nuestras almas y nuestras vidas.
Por todo lo anterior, de todo corazón, nos adherimos al “Comentario
Eleison 355” de fecha 3 de mayo último, y decimos:
“¡Adiós FSSPX, el combate contra los modernistas, está virtualmente
acabado!”
Sólo nos resta suplicarles y exhortar a nuestros titubeantes, pero
todavía buenos sacerdotes, que no tengamos miedo. Pero es la hora de ¡“romper
filas y huir a las montañas”!
Dios, nuestro Jefe Supremo, nos convoca. Acudamos sin tardanza a su llamado, ya que la
lucha por Su causa deviene más gloriosa que nunca.
¡En todo sea Dios glorificado!
Hermano Pablo, Obl S.B.