Pero, ¿quién es Karol
Wojtyla, o Juan Pablo II? Creo que se podría ahora
mismo responder: la última “vedette” del siglo, pulverizando
todos los records de popularidad. Fue, ciertamente,
la característica más evidente de su Pontificado; inmensas multitudes en cada gira, con
hosannas y aleluyas a su persona, por la que, me parece, fueron derrocadas todas las
hipérboles, superstar, magnífico, ayatolá, etc.No podía dejar de
suscitar maravillas un Papa que habla, que mira, que toca, que saluda; aun líder, que
vestía batina, un Papa esquiador, que descendía en esquíes por laderas heladas,
un Papa que usaba sombrero alpino, que cantaba canciones profanas, que escalaba montañas, un Papa
que además de eso, complejo y poeta, con un estilo que hizo que incluso fuese
llamado personaje grosero con tendencia teatral; siempre, de cualquier manera, contra la corriente
por su irreductible aversión a adecuarse al tradicional comportamiento
exterior, con el que puso fin a la grandiosidad de las audiencias generales,
cantando y bailando incluso
en público, mezclándose con las multitudes todos los continentes, y compensando
la nostalgia de los tiempos idos con su participación personal en el trabajo
cotidiano de los hombres. Por cierto que este es apenas un aspecto de su
Pontificado,el cual, como escribió Gianni Baget Bozzo, “es
espectáculo de masas no sirve para nada ni a nadie. Los viajes
permanentes, la multiplicidad de intervenciones, encubren un inmovilismo
substancial, y el Papa siempre es visto como autor de una
restauración derostro humano, gradual”. Después, aún se podría decir ¡un “seductor”,
mas no, por cierto, como fue Cristo! Si muchos solo elogian a Wojtyla,
muchos otros, en lugar de eso, se distancian de sus actos, cubiertos de
sombras, que causan perplejidad, como su incapacidad de distinguir entre
lo que es dogma de Fe de lo que es, por el contrario, contingencia
histórica; Papa de las beatificaciones controvertidas; Papa que, según Hans
Kung, es lo más contradictorio del siglo XX; Papa cuyo “diálogo
interreligioso” lo hace entrar en una mezquita o lo conduce a gran apertura
a las otras religiones; Papa que reaproximó judíos y católicos y que hasta fue
al “Muro de los Lamentos”, dejando una súplica de perdón, etc. Por
todo esto aparece a muchos como “reformador”, “restaurador”, no viendo
que, por el contrario, Wojtyla traicionaba, poco a poco, la Tradición
Católica, siguiendo consejos de infieles colaboradores de cuño
modernista y progresista. Eso lo llevó a excomulgar al ortodoxo Arzobispo
Lefebvre, olvidando lo que dice San
Pablo: «si un Ángel del Cielo os predica otro Evangelio
diferente del que El predicaba, no lo escuchéis». Sea como fuere,
¿por qué no castigó ni excomulgó nunca a otros eclesiásticos, que descarada o
abusadamente rebeldes a Cristo, al escribir o aprobar Catecismos heréticos,
y porque dejó, y porque toleró, en las cátedras de las universidades católicas
y de los Seminarios, a teólogos que negaban la divinidad de Cristo,
que falseaban la Sagrada Escritura, que negaban la Virginidad
de María Santísima, y que enseñaban tantas otras herejías? ¿Y por qué
suscribió Concordatos que ya no protegían a la Iglesia, a la
Religión Católica, los valores cristianos, y que colocaban en pie de
igualdad todas las religiones, los que se podían pasar a llamar “Estados
ateos”? ¿Y que decir de su “herejía de Asís”, de aquella “oración
comunitaria”, esto es, con los representantes de todas las religiones falsas,
limitando, de ese modo, el Primado de la Iglesia Católica, Apostólica,
Romana, Madre y Maestra de todas las almas, creando de este
modo dificultades a los Misioneros en la evangelización de los pueblos, impidiendo,
hoy, que ellos defiendan la Religión Católica, colocada a la par de las otras,
las cuales reconocen los mismos valores de Fe? ¿Y no fueron, tal vez, más
graves sus idas a la “Sinagoga” o a la “iglesia luterana”? Será
que los judíos no están ya obstinados en reconocer a Jesucristo como
Dios y como Mesías? ¿Que no persiguen más a la Iglesia de Cristo? ¿No
fue Jesús siempre severo al punto de no dialogar con ellos? ¿Será
que Jesús (ya) no dice: «Quien no está conmigo está contra Mi»? Gravísima
culpa fue, también, haber dado permiso a varios episcopados para
poder dar la “Comunión en mano”, ¡permitiendo así, una verdadera
y grave profanación de la Santísima Eucaristía, faltando al
deber de respeto que tantos Papas habían procurado incrementar a
lo largo de todos los siglos de la Iglesia! Después de este
esbozo del hombre y del Papa Juan Pablo II, y de las
directrices de su Pontificado, es justo admitir que, a su muerte, dejó
en herencia al Catolicismo una Iglesia seguramente diferente de la que le
había sido confiada el 16 de octubre de 1978. Y ahora es claro que Juan
Pablo II fue contrario al “pasado”, a la Tradición de la Iglesia, al
trabajo realizado por sus predecesores. Esto es, trabajó en
sentido contrario, transformando la firmeza del solio pontificio en
una Sede móvil e itinerante, de
un lado para otro del mundo. Tenemos que preguntarnos, por eso,
si es posible imaginar “otro” Wojtyla que no sea aquel
teatral y mediático, aclamado por las multitudes de América, de África,
de Asia, de la vieja Europa y de su propia Polonia,
siendo que, de este modo, desde todos los puntos de la Tierra,
todos pudieran estar próximos, por intermedio del potente zoom de
la TV vía satélite, de los gestos de su manos, ojos relampagueantes, semblante
contraído, de sonrisa rara y casi huidiza, de temblor de Parkinson, de doliente
y de convaleciente en la ventana del hospital, de los grandiosos gestos ecuménicos,
interreligiosos, pacifistas, del “mea culpa” del 12 de marzo de
2000, del “Muro de los Lamentos”, etc. Pontificado el suyo, largo
y contradictorio que, para ser conocido, abrimos espacio a un variado
número de “casos” que hacen saltar a la vista, con toda verdad, a
otro Wojtyla.Continuará...