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jueves, 28 de febrero de 2019

REFLEXIÓNES SOBRE LA APOSTASÍA EN NUESTROS DIAS



    ¿Qué puede hacer el católico tradicional hoy día? Debe permanecer todavía interesado principalmente en la salvación de su alma.

  San Hilario de Poitiers aconsejó a los católicos de Milán que abandonaran sus iglesias y se reunieran en los bosques y en las cavernas, antes que permanecer bajo el obispo arriano Auxentius: “De una cosa os pido que os cuidéis –del Anticristo.

  Cuando San Atanasio fue informado que todos los obispos estaban en desacuerdo con él: “Esto prueba solamente que todos ellos están contra la Iglesia”.

  En un cierto sentido, el católico fiel no tiene ninguna elección. No puede preguntar con Pilatos, “¿Qué es la Verdad?”, sino que debe aceptar esa “Verdad infalible” que Cristo ha revelado a su Iglesia. Lo que importa es que el católico debe adherirse con todo su corazón, con toda su mente y con toda su alma, a ese mismo cuerpo de la Verdad que es la Verdad de Todos los Tiempos. No es nuestro “derecho”, sino más bien es nuestra “obligación” hacerlo.

  Se sigue, entonces, que el católico debe rechazar todo cuanto en el Concilio Vaticano II se aparta de algún modo del “depósito” de la Fe. Debe rechazar también toda manera ambigua o equívoca de afirmar la Verdad. Debe rechazar también todo cuanto sugiera, aun ligerísimamente, la “innovación”. Si el “Canon”  tradicional de la  Misa es de origen “apostólico” entonces no hay modo alguno de que pueda aceptar un canon sintético de origen puramente “humano”. Todo esto NO es asunto de que “ejercite su libertad personal de conciencia”, es, antes al contrario, asunto de una OBLIGACIÓN  en conciencia –una conciencia bien formada- una conciencia moldeada por ese cuerpo de doctrina tradicional que ha sido “creída por todos, creída siempre y creída en todas partes” desde la época de Cristo. Cualquier tentativa por parte de la nueva Iglesia posconciliar (bien derive de los “papas”, de la jerarquía o del ordinario local) para obstaculizar en esto, es un ataque directo contra su alma.

  El Cardenal San Roberto Belarmino dice: “Es legítimo resistirle (al Papa) si ha asaltado a las almas…Es legítimo, digo, resistirle no haciendo nada de lo que manda y obstaculizando el cumplimiento de su voluntad…”

  Nadie puede ocultarse tras la máscara de la ignorancia. Nadie puede pretender que no es responsabilidad suya conocer su fe. Hacerlo así es parecerse uno mismo a aquellos que fueron incapaces de acudir “al convite de bodas” porque tenían que guardar sus bueyes. Es solamente ante una abrumadora ignorancia de la fe que los nuevos teólogos son escuchados. Es solamente en una sociedad cuyos miembros están satisfechos con los espectáculos de televisión y las revistas ilustradas donde los modernistas pueden ser incluso ser escuchados. Hay que retornar a los autores santificados que a lo largo de la historia nos han sido dados como “ejemplares” por la Iglesia de Todos los Tiempos. Es digno de destacar que, desde el Concilio de Trento, solamente dos Papas han sido canonizados: El Papa Pío V que se expresó con tanta claridad sobre las cuestiones litúrgicas, y el Papa Pío X que hizo lo mismo en el dominio de la doctrina. ¡Rechazar lo que han dicho estos hombres eminentes es equivalente a la apostasía!

  Debemos adherirnos a la Verdad con toda nuestra voluntad.
  San Jerónimo dijo: “Si os salís de la vía un poco,  no constituye ya ninguna diferencia si os dirigís a la derecha o a la izquierda; lo que importa es que ya no estáis en la vía recta”.

  Hay solamente una Iglesia y aquellos que son de convicción “conciliar” han apostatado de ella.

    “Aún en los lugares más elevados, será Satán quien gobierne y decida la marcha de los acontecimientos. Se insinuará inclusive en los cargos más elevados de la Iglesia. Será un tiempo de pruebas difíciles para la iglesia [oficial]. Cardenales oponiéndose a Cardenales, obispos contra obispos… Satán estará atrincherado entre sus filas… la Iglesia estará oculta y el mundo se sumergirá en el desorden.” Nuestra Señora de Fátima

  “Roma devendrá la sede del Anticristo” Nuestra Señora de la Sallette

  Búsquese en las Escrituras.  San Pablo nos advierte de la “Gran Apostasía” que prevalecerá en los últimos días.
No estamos siendo probados más allá de nuestras fuerzas. No hay nada que nos haya impedido nunca ser católicos sino  nuestra propia cobardía.

  Dada las presentes circunstancias, no es obligatorio para los católicos, porque no es posible, recibir los sacramentos tan regularmente como en los antiguos días. Dios no pide lo imposible.Es, sin embargo, esencial que vivan su fe  con plenitud máxima y que se nieguen a participar en las falsas formas de culto y a apoyar a aquellos que han usurpado los indumentos exteriores de la Iglesia Católica. 

Ningún católico puede asistir al Novus  Ordo Missae con buena conciencia (es decir, con una conciencia católica), no importa con cuánta “reverencia” sea dicho. Ningún católico puede enseñar a sus hijos partiendo de los nuevos catecismos “oficiales” de la Iglesia posconciliar. Ningún católico debe asentimiento ciego a los errores del Vaticano II, ni obediencia a los mandatos pecaminosos de nadie, sin que importe su rango eclesiástico. Ningún católico puede esperar conservar su fe sin un considerable sacrificio y sufrimiento. Cristo nos previno sobre un tiempo de gran tribulación, cual no la ha habido desde el comienzo del mundo… (Mateo XXIV, 21). Finalmente, Él nos prometió que  “el que persevere hasta el fin, ese se salvará” (Mateo XXIV, 13). Elevemos nuestra plegaria a fin de que podamos estar entre el “remanente” en quien se conserva la tradición cristiana.

Quien quiera que seáis vosotros que afirmáis nuevos dogmas, yo os suplico que respetéis los oídos romanos, que respetéis esa fe que fue alabada por la boca del Apóstol. ¿Por qué, después de cuatrocientos años intentáis enseñarnos lo que nosotros sabíamos hasta ahora? ¿Por qué presentáis doctrinas que ni Pedro ni Pablo pensaron que fuera oportuno proclamar? Hasta este día el mundo ha sido cristiano sin vuestra doctrina. Yo me aferraré en mi ancianidad a esa fe en la cual fui regenerado cuando era un muchacho» San Jerónimo

Coomaraswamy